Dentro de una caja me encuentro cubriéndome de la nieve, como un muñeco que asido dejado en el olvido, pero aun cuando mi vista no me mostraba nada más que este color oscuro y doloroso había una cálida voz que siempre me arrullaba con su canto, tenía la piel arrugada, una voz desgastada con un tono agudo y unas cuantas heridas que aun sangraban. Desconozco el mundo y la razón de mi ser. Su canto cada vez era más lento y unas pequeñas gotas que resbalaban por su cuello y otras que caían sobre su regazo rozando levemente mi cabello; no sé porque pero en ese momento me dolía mucho el pecho como una bomba a punto de estallar solo sentía algo que brotaba de mis ojos y provocaba que mi garganta se humedeciera y mis manos temblaran. Un fuerte soplido que me aterro tanto y me hizo gritar y la mano de aquella voz cayó fuertemente sobre mi espalda mientras susurraba unas palabras que no llegue a escuchar; y así el temor se apodero de mí. Su voz aun resonaba en mis tímpanos pero su mano era fría y húmeda ya no había vida en aquella muñeca encerrada en esta caja de cartón. Mi llanto no me dejaba respirar era tan irritante, posaba mis manos sobre mis oídos para ya no escucharlos y sentí como un pequeña calidez acaricio mi mano aunque tratara de verla solo miraba oscuridad, así que trate de aferrarme a ella. Era real aquella gentileza, al escuchar su voz. – estas bien, no llores, en navidad nadie debe de llorar. Navidad, que era eso; ¿Por qué su voz era tan dulce? me reconfortaba. Al tratar de hablarle mi voz titubeaba. – a...a... ¿Eres un ángel? Ella hizo un sonido extraño pero gentil. – no. Me llamo Miku soy como tú. ¿Cómo yo? Ella también vive en esta oscuridad, también sufre y le duele el pecho. – dime tú también vives en la oscuridad. Ella se quedó en silencio, pensé que tal vez se habría ido ya. Al pensar que me quedaría solo nuevamente comencé a sollozar, de repente sentí como algo me apretaba fuertemente y unas gotas que corrían por mi cuello, tal calidez que provocaba un fuerte dolor en mí. Sentí un respirar cerca de mi oído, ella me dijo. – quieres venir conmigo, yo también estoy sola, no vivo en la oscuridad pero si quieres te puedo llevar hasta la luz. La apreté fuertemente de las manos y asentí. Caminamos bajo la nieve a pesar del intenso frió mi mano se sentía muy caliente; ella tenía el poder de derretir este dolor así como aquella voz aguda. Esa noche ella me llevo a muchos lugares, comimos cosas dulces, reímos, tarareamos; a pesar de que solo vivo en la oscuridad con ella todo parecía real, podía ver el destello de las lucecitas, a las personas reír, lo blanca que era la nieve y lo oscuro que era el cielo durante la noche los pequeños faros que bailaban alrededor de la luna. Pensé que tal vez sería solo un sueño, algo que se fugaría al despertar; a lo lejos se escuchaba un bang tang tang. – Miku que es ese sonido. Ella miro a lo lejos y unas gotas brotaban lentamente de sus ojos. – kaito esas son unas campanas suenan cuando son las doce de la noche, Kaito creo que el hechizo ha llegado a su fin. ¿Cómo Miku sabia mi nombre? ¿Qué hechizo? ¿Me dejaría solo de nuevo? – ¡Miku! ¿Qué te pasa?, ¿a dónde vas? Ella sonrió y seco las gotas que se resbalaban de mi mejilla y poso sus labios sobre mi frente. - kaito, feliz navidad. Y ella se desvaneció, como si fuera un copo de nieve tan frágil y pequeño. La oscuridad me absorbió nuevamente y desperté de este sueño. Aun en mis últimos momentos de vida logre saborear la felicidad de la navidad. Ahora que lo recuerdo la muñeca que descansa junto a mí se llamaba Miku. Una pequeña sonrisa se formó en mí y así le dije adiós a esta bella navidad…