Había abierto la ventana... Había abierto la ventana para sentir el aire fresco sobre su piel. Hacía muy poco que había cesado de llover y el ambiente era delicioso. El aire, suave, estaba impregnado del aroma fresco a hierba y suelo mojado. Aspiraba con fuerza, para expirar lentamente, gozando del momento. La noche, silenciosa, embargaba su alma. Adoraba esos momentos de tranquilidad, repletos de sueños imposibles que nadaban en su mente y la hacían sentir viva. Solía imaginar un encuentro imposible con su gran amor, más platónico que otra cosa. Seguramente nunca sería de tal forma, pero en su despechado corazón aún latía algo de romanticismo, y su corazón latía con fuerza cada vez que imaginaba un beso robado, en el momento justo. Tinieblas, quizás. Escalofríos en su espalda y su lengua, y calor en su cara y sus entrañas. Un beso suave, dulce, corto. Otro beso largo, larguísimo,apasionado. Mordiscos en el cuello y oreja, y más escalofríos placenteros. Sed de amor, de erótico placer, de sexo compartido por primera vez. Y miles de situaciones, de formas y maneras. Lenguaje obsceno para describir todas esas cosas que deseaba y que en su vida cotidiana no recibía, una lástima. Y siempre, siempre, acababa despertando, dándose cuenta con gran pesar de que no era verdad. Vivía un sueño, una mentira, un deseo irrealizable. Pena, dolor, sufrimiento, obsesión.. Y seguía soñando, llevada en volandas por aquella suavidad fresca que entraba a ráfagas por la ventana...