El fulgor de la luna acariciaba el tejado de mármol. Las calles eran alumbradas por farolillos que emitían una luz anaranjada junto con las antorchas que portaban los carruajes, provocando un juego de sombras terrorífico. El carruaje se paró en la entrada de la mansión, esta, decorada por dos estatuas de un serafín. Dentro de la mansión se oía bullicio, más de la mitad de los invitados habían llegado a la fiesta. El gran salón estaba adornado con una gran lámpara de araña dorada, grandes mesas de pino junto a sus sillas a juego reposaban en un suelo de mármol blanco, las paredes de papel blancas y doradas hacían que la habitación fuese más espaciosa y el techo era una obra maestra, el mismo juicio final representado por el mejor pintor de todos los tiempos. Los invitados conversaban animadamente, todos se conocían y eran conocidos por todos. Sus elegantes trajes rivalizaban a los de los reyes y reinas de todo el tiempo pasado y futuro. Las puertas abatibles se abrieron con elegancia, haciendo pasar a un hombre apuesto de pelo negro como el abismo y ojos azules como el hielo. Por un segundo todos los invitados callaron pero regresaron a sus conversaciones. El hombre de ojos azules tenía en su espalda dos enormes alas como las de un cuervo. Cogió una copa rellena de un vino tinto, y con su mirada observó a todos los ilustres invitados pero sin reparar en ellos, solo cambió la expresión al ver que uno de los invitados faltaba. Pero observó que uno de ellos que miraba fijamente al balcón. El hombre dejó la copa en la mesa y se acercó al balcón con la elegancia de un rey. Allí estaba ella, muchos temían nombrarla, pero desde luego el no la tenía miedo. Vestía con un bonito traje negro igual que sus largos cabellos, las cortas mangas del vestido estaban caídas dejando al descubierto sus pequeños hombros de piel nívea. Estaba sentada en el borde de la barandilla de piedra, el frío viento de los primeros meses del año hacía que sus cabellos ondeasen detrás de ella como una capa. Él se situó detrás de ella con extremo y asfixiante sigilo, posó su mano en su brazo derecho. Ella no hizo ningún gesto, era como una de las estatuas de la entrada, aunque tuviera que estar quemándole el contacto. —Hace mucho tiempo que no nos vemos, ¿cierto?—Preguntó él con su voz grave y arrogante. —Cierto —Contestó ella en un susurro inaudible, pero no para él. Él suspiró. — ¿Por qué suspiras, …? ¿Cómo debería llamarte? Tienes tantos nombres…Hades, Anubis, Plutón, Lucifer, Satanás… —Llámame como quieras —Contestó con sensualidad. —En ese caso te llamaré Adam. Él hizo una mueca. —Hacía mucho tiempo que alguien me llamaba así —En venganza por ello le recordó a la joven un triste recuerdo — ¿Sigues apenada por él? Ella ensanchó sus ojos azules como el hielo, inhumanos, como todos narraban; las saladas lágrimas amenazaron por desbordarse pero ella hizo el esfuerzo para que no fuese así. —Sí, le echo de menos, sin embargo lo hizo por mí… —Esbozó una sonrisa amarga con los ojos vidriosos observó la luna y las estrellas. — ¿Sabes que muchos hombres te desean? — Le susurró al oído mientras deslizaba su mano libre por la cadera de ella. —Porque son unos insensatos…No saben lo que es el dolor —Ella le apartó la mano. Pero él agarró su muñeca y la hizo darse la vuelta, estaba furioso, sus ojos eran como el fuego del infierno, si pensaba que podía jugar con él, estaba muy equivocada. Ella juntó su frente con la de él. —No soy su sustituto —Su voz era más cortante que el mejor de los cuchillos. Ella hizo una mueca de pena. Y se deslizó por el balcón así desapareciendo. Hacía frío, pero ella no lo notaba, una nube de vaho salía de su colorada nariz acompasada con su respiración. En el profundo hielo del ártico, allí estaba ella, sola, observando con infinito silencio a un hombre encadenado al hielo. —Si tan solo me hubiese dejado hacerlo… mi amado —Dijo ella mientras sus lágrimas se desbordaban por sus mejillas —Ahora ninguno de los dos estaríamos sufriendo, Háború. —Mors… —Se oyó por toda la habitación. Ella levantó su vista y lo único que pudo ver fueron unos ojos granates como la misma sangre. Espero que os haya gustado, Háború es guerra en húngaro, y Mors es muerte en latín. Es la primera vez que hago un one-shot y sobretodo de dioses y etc. Adiós ^^
Bueno, tengo poco que decir, exceptuando que me gustó bastante, es una historia interesante. Muy bien descrita, con todas esas detalladas explicaciones acerca de los personajes y del lugar donde se desarrolla la escena que, en mi opinión, son imprescindibles para crear la atmósfera perfecta y poner en situación al lector. Hay cierta tensión entre los protagonistas, no sé si esa era tu intención, pero te felicito por ello, y también un algo de tristeza que te hace no poder dejar de leer. Por un momento, cuando llegué al final me pregunté: ¡¿ya está?¡ Me resultó algo confuso. Observé algún leve error en los guiones, nada de importancia, y la narración fue ordenada y fluida, aunque quizás hay una excesiva repetición del sujeto "él" y "ella" en algunos párrafos. Es una tontería pero te pondré un ejemplo. ¡Oh! Y no puedo olvidar citar mi parte preferida. Fue genial. Bien, te felicito por tu fic, despertaste mi curiosidad y tuve que ponerme a investigar acerca de la mitología húngara, no encontré nada respecto Háború, pero aprendí un par de mitos nuevos y eso tengo que agradecértelo. Bienvenida a esta sección y espero volver a leerte por aquí.:)