CUENTO Y MICROCUENTO I.- Prólogo II.- El cuento III.- El microcuento IV.- Resumen I.- Prólogo «Alguien señaló, en cierta ocasión, que la diferencia que puede percibirse, a primera vista, entre un cuento y una novela, es la misma que existe entre una fotografía y una película. En verdad, el asunto no es tanto de diferencia sino, más bien, de proporción: un cuento es a una novela, como una fotografía es a una película. En la novela y en la película se trata de historias totales, explícitas en sentido amplio, completas. En cambio, en el caso del cuento y la fotografía, lo más importante es todo aquello que no se dice, lo que apenas está sugerido por el lenguaje, lo que insinúan los personajes, pero que desborda el marco de la fotografía o los límites rigurosos del cuento. Para quienes admiran este género y lo disfrutan con placer, en ese último aspecto radica buena parte de su encanto: en lo que se dice sin decir, en su poder sugerente, en su violenta capacidad sugestiva e insinuante, dejando al lector en plena libertad para completar, redondear, a su gusto, el relato que ha concluido, tanto en lo que atañe al antes como al después. Alguna vez, cuando Cortázar teorizó sobre el cuento, y lo hizo con una clarividencia y una precisión asombrosas (es tan difícil hablar de lo que se ama), anotó que él optaba por el cuento porque la novela transformaba la vida en destino. En otras palabras, que la novela, por su propósito totalitario, por su forma acabada y por la actitud omnisciente del autor (conoce de antemano la trayectoria y el desenlace de lo narrado) despoja a la materia narrativa del azar, un ingrediente imprescindible en la vida de los personajes, tan necesario como lo es para la vida del lector. El cuento, en cambio, por su naturaleza misma, al sugerir, al insinuar, al trasponer sus límites estrictos, al decir cuando calla, multiplica las alternativas, desarrolla las posibilidades. Es, pues, una estructura abierta...» Conrado Zuluaga Osorio Abro con este texto un tema que hace ya tiempo he querido tratar y es sobre los textos de corta duración: Los cuentos y los microcuentos. Ambos nos ofrecen distintas posibilidades a nivel narrativo y es importante saber unas cuantas cosas antes de aventurarse a la escritura de estos. A diferencia de otros escritos, como la poesía, estos no poseen reglas rígidas e incluso la longitud no es algo que los caracteriza del todo, por lo que hay que tener cuidado de reconocerlos dentro de otro tipo de escritos. II.- El cuento Como bien dice en el texto anterior, el cuento es a la novela como la fotografía es a la película. Es importante entender esta analogía para lograr un buen resultado en el escrito. La novela es un escrito en el que se presentan varios personajes que interactúan y evolucionan a través del texto, generando situaciones que pueden perfectamente cambiar de un momento a otro, llevándonos a través de una trama compleja que no va en una sola dirección definida, al menos aparentemente. Por otro lado, el cuento nos presenta a un personaje principal en una situación determinada, donde todos los elementos son generadores de acción por un único fin. La brevedad de este no nos permite ir más allá de una ligera caracterización, generando personajes pintorescos pero que no logran ni pretenden lograr la misma profundidad que un personaje de novela. Por esto es que el cuento debe valerse de elementos que no se encuentran especificados en la escritura y que el mismo lector debe figurarse en su cabeza para así completar el universo del escrito. Para poner un ejemplo, tenemos los clásicos cuentos para niños, donde la historia lleva por nombre, generalmente, el mismo que el protagonista. Estas historias giran alrededor de un personaje y todos los otros que aparecen dentro del texto, están ahí ya sea para ayudarlo o para perjudicarlo. Entonces el cuento posee cierta linealidad que es importante manejar para lograr un buen escrito y es importante que todo elemento del texto se relacione de alguna u otra manera con lo que queremos lograr en el cuento. El cuento contemporáneo nos presenta todos estos elementos que son derivados de las leyendas que iban de boca en boca en la época antigua, pero donde todo elemento esta cuidadosamente puesto en su sitio y donde el espacio a las interpretaciones es siempre bienvenido, sin ir en desmedro de la linealidad y el objetivo perseguido por el cuento, puesto que todo lo que no se dice termina por complementar la imagen de lo leído, pero no hace menos claro el mensaje que se quiere transmitir. Es importante dejar atrás los clichés, puesto que una premisa como “yo lo amaba pero él no a mi”, no basta para un cuento, debido a que como los personajes no alcanzan gran profundidad, una premisa tan simple se desbarata y se vuelve poco interesante. Todo cuento tiene algo que decirnos y, si bien puede valerse del cliché para llegar a tal objetivo, siempre el elemento principal del argumento va mucho más allá, pero a diferencia de la fábula, no estamos hablando necesariamente de una conclusión moral. Por ejemplo en “La Caperucita Roja” se nos dice que hay que tener cuidado de los desconocidos; en “El Zorro y el Sabueso”, el valor de la amistad; en “Pinocchio”, la importancia de la sinceridad y así muchos otros. Debemos entender el cuento también como una entidad literaria que puede valerse por sí sola y que demanda leerla de corrido, a diferencia de la novela que puede ser separada en capítulos y donde ocurren diferentes sucesos o situaciones. El cuento nos exige centrarnos en un solo elemento que debemos desarrollar a través del escrito sin irnos por las ramas, cuidando de planificar el arco dramático de modo que el final no llegue de manera demasiado abrupta o demasiado holgada. Es preferible en este tipo de escritos de corta duración, atrasar el final lo más posible, cerrando con las frases justas para desarmar todo lo antes escrito, preparar lo inesperado, puesto que si no, si el final es predecible, un texto de esta índole es difícil de sustentar, no porque el tema no sea interesante, sino porque no tiene un objetivo de ser contado. Esto genera una escritura vertiginosa que amenaza con desestabilizarnos en cada párrafo, lo que hace de la lectura toda una aventura y da posibilidad de tener tanto finales abiertos como cerrados, a gusto del escritor. Si quieren adentrarse más en éste género, apuntando a un público más adulto, les recomiendo los cuentos de los siguientes autores: — Julio Cortázar — Gabriel García-Márquez — Jorge Luis Borges — Alejo Carpentier III.- El microcuento Comparte con su primo de mayor tamaño la linealidad y el hecho de que todo sucede por un fin en común y en torno a un personaje, pero ahí acaban todas las similitudes y este tipo de escrito nos pone en otra problemática debido a su breve extensión. Si bien debe ceñirse como toda historia a una introducción, nudo y desenlace, nos debe presentar un texto conciso donde la caracterización del personaje y el desarrollo de la historia van de la mano. Permite, claramente, peripecias del lenguaje que lo hacen más llevadero y que le otorgan cierta semejanza con la poesía, ya que cada palabra cuenta para dar a entender el mensaje que se persigue y se debe recurrir a todos los recursos posibles con tal de hacerse entender de la manera más eficaz posible. Aquí se hace mucho más evidente que una premisa simple no basta para que el escrito sobreviva, sino que es necesario tener un mensaje que puede manifestarse claro en el texto, o bien puede estar implícito. Mucho más estrecho que el cuento, es importante igualmente guardar la tensión para el final y, si bien el cuento permite finales cerrados dentro de su estructura, el microcuento solamente permite finales abiertos, obligando al escritor a planificar muy bien cada palabra para lograr el cometido. Un elemento que toma mucha importancia es el título, puesto que la ambigüedad o claridad de éste, puede engrandecer o destruir todo lo posteriormente escrito. El título puede añadir información a la historia que puede llegar a ser crucial para la comprensión de éste, por lo que la lectura comienza desde el título, generando una impresión inicial y cierta expectación, y luego viene el cuerpo de texto, donde se desarrolla la idea y donde es preciso jugar con la mente del lector para mantenerlo interesado. La historia en el cuento termina con el último punto final, concluyendo la historia y dándole al lector cierto tiempo para reflexionar sobre los agujeros de éste e ir rellenándolos en su cabeza, sin embargo el microcuento, debido a su carácter, debe darle qué pensar al lector luego de ser leído, como al comer algo nos queda el sabor en la boca por mucho tiempo más, permitiéndonos saborear a gusto. Ejemplo de todo lo anterior dicho son los siguientes microcuentos: —o— La distancia adecuada Patricia me afeitaba los domingos y me recortaba los brazos entre semana. Me los dejaba a la distancia que iba de mi lado de la cama hasta su espalda. Desde que se fue tengo la impresión de que los brazos no me paran de crecer. Que allá donde esté podría tocarla. Ignacio Cobo —o— El gesto de la muerte Un joven jardinero persa dice a su príncipe: —¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.— El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta: —Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?— —No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán. Jean Cocteau —o— IV.- Resumen Para resumir tenemos similitudes y diferencias: Similitudes Son lineales, teniendo una introducción, un nudo y un desenlace. Todos los elementos son importantes y nos llevan hacia la conclusión del escrito. Hay un personaje o grupo de personajes principales. No da espacio a profundizar en el personaje. Manejo de la tensión dramática hacia un final inesperado. Ambos poseen un mensaje para entregar. Diferencias El cuento puede tener un final abierto o cerrado y más distendido, mientras que el microcuento precisa de un final abierto y abrupto. El título cobra vital importancia dentro del microcuento, no así en el cuento. El manejo del lenguaje de una manera precisa y casi poética acercan al microcuento más al poema que al cuento. Si bien el mensaje del cuento no necesita estar implícito en el escrito, en el microcuento sí, siendo éste un eje importante del mismo. Así pues, nos vemos ante dos géneros similares, pero a todas luces diferentes y de los que se puede sacar mucho provecho. Cuando uno se adentra en la escritura de cuentos o microcuentos, hay que saber que cada elemento cuenta y que todo debe llevarnos hacia ese final que deseamos, pero que es importante que el lector no lo conozca, que no lo imagine ni lo espere y que los haga reflexionar, porque para eso está la escritura: desde uno hacia los otros y para los otros. Lo importante, como siempre, es tener algo que decir y dejar volar la imaginación y, teniendo eso en cuenta, lo que sea que se escriba será de interés para algún lector.