Haikyuu!! Gotas de memoria [Haikyuu!!] [Días de abecedario]

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Kikuz-sama, 15 Mayo 2017.

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    Kikuz-sama

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    Escritora
    Título:
    Gotas de memoria [Haikyuu!!] [Días de abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1045
    Actividad: Días de abecedario
    Letra: G




    La lluvia caía con fuerza. Hinata observaba inmóvil la tristeza del día, lo cual era irónico pues por la mañana el sol brilló en todo su esplendor. Su hogar había perdido todo el calor y su vida todo el color. El techo sobre su cabeza no era capaz de protegerlo de las gotas que lo mojaban su interior. Cerró los ojos con fuerza e inútilmente trato de contener el dolor. Nunca pensó que amar podría llegar a romperle el corazón. Nunca imaginó que descubrir que estaba enamorado podría llegar a romperlo al grado de asegurar que ya no tenía reparación.



    Hinata siempre supo que era idiota pero no creyó serlo a esa magnitud. Si bien, era distraído y no podía prestar atención a algún tema que no tratará de voleibol, no sospechó que el amor que comenzaba a experimentar le pasaría desapercibido. ¿Por qué no notó que era anormal sentir esa clase emoción? Tal vez, si hubiese prestado más atención habría obtenido un momento de total felicidad.



    Sin embargo, la vida es terriblemente injusta. Lo perdió, sin saberlo, cuando salió del instituto y estuvo privado de su presencia por seis largos años. Y sufrió aunque en ese momento no lo entendió, no realmente hasta que lo encontró. Verlo supuso un alivio, reencontrarse con Kageyama fue como tomar un analgésico para un dolor que no sabía que experimentaba. Y, cuando sus ojos se cruzaron con esos orbes azules, lo entendió. Después de él, su dicha nunca estuvo completa. Aunque ni así percibió que esa inmensurable alegría era ocasionada por el amor por lo que ignorante siguió con su amistosa relación.



    Y así habría seguido si Hinata no hubiera creído que se encontraba enfermo. Primero aparecieron los incómodos sonrojos cuando se encontraba muy cerca de Kageyama, seguido de las irregulares palpitaciones que lo aquejaban cuando lo veía feliz. Pero lo más desconcertante sucedió cuando notó que Tobio dejaba de ser aterrador para convertirse en alguien adorable. Tontamente Shouyo dejó de exasperarse ante la poca habilidad social del azabache y en su lugar encontró sumamente tiernos sus intentos por expresarse. Kageyama lentamente paso de ser un constante “grr” a un cálido “whoa”.



    ¿Es posible que este enamorado?



    El sonrojo volvió pero esta vez un amiga lo acompañó. La vergüenza lo invadió en un primer momento pero, rápidamente, fue sustituida por una acogedora sensación dentro de su pecho. Emocionado comenzó a brincar por todos lados como en sus años de adolescencia. Quería gritar que estaba enamorado de un idiota del voleibol. Sonrió como tonto y eso por primera vez se sintió bien. Ahora sólo tenía que ahuyentar a sus demonios y armarse de valor para confesarse ante su primer amor.



    Intentó tener la cita perfecta (porque para Hinata cada salida era una cita, aunque Kageyama no lo supiera) pero lo único que consiguió fue un desastre. Trató de tomar su mano mientras caminaban bajo los cerezos, sin embargo termino empujadolo. ¿Cómo diablos paso de un acto romántico a uno de sus característicos momentos violentos? Sencillo, la vergüenza lo abrumó y asustado lo empujó; como consecuencia tuvo que soportar diez minutos de insultos que variaban muy poco entre “Hinata, idiota” e “idiota Hinata”.



    Más tarde, cuando el enfado parecía disiparse lo intentó de nuevo y esta vez lo consiguió. Al principio fue un toque inseguro y tan frágil como el aleteo de una mariposa que intentaba jugar con un feroz león, después tomó fuerza y se afianzó en esa mano que parecía hecha para sostener la suya. Miró embelesado sus dedos entrelazados y luego sus ojos subieron buscando a los otros. El marrón y el azul chocaron, el primero buscando aceptación, el segundo mostrando duda. Los segundos se hicieron eternos y los latidos se convirtieron en el aleteo de un colibrí. Después el azul reflejó entendimiento y la felicidad no se hizo esperar.



    La distancia se cerró y Kageyama tomó con fuerza entre sus brazos a Hinata. Shouyo sólo en ese momento entendió que había tenido una tormenta en su interior y que el viento embravecido se tranquilizó cuando Tobio lo abrazó. Porque nunca había entendido que estuvo en busca de un lugar en el que pudiera sentirse seguro, aceptado y amado. Porque, únicamente en el momento en el que su cuerpo se amoldó al del otro, supo que había encontrado su hogar.



    Se rieron como tontos y se besaron sin que les importara el que dirán. Ninguno de los dos dijo nada, no hubo una verdadera necesidad de palabras porque al igual que en la cancha, fuera de ella, se complementaban. Caminaron hacia la casa de Hinata en un cómodo silencio, felices e ideando planes para un futuro. Sin embargo, la esfera de felicidad en la que se hallaban no les permitió ver el auto que se acercaba. Todo sucedió con rapidez. La luz cegadora, el grito desesperado de Kageyama, el dolor del impacto y la oscuridad.



    Cuando despertó todo fue igual de confuso e irreal. No encontrar a su lado a Tobio al principio le pareció normal pero su ausencia se hizo más persistente y supo que algo andaba mal. Preguntó y la respuesta que recibió, lo destrozó. Kageyama murió.



    El mundo después de eso se apagó. Y ahí estaba, desde hace cinco meses sentado sobre esa silla de ruedas, sólo mirando, sólo anhelando un futuro que ya no tendría. Los ojos se le llenaron de lágrimas y miró con envidia a los transeúntes que pasaban por la calle con su sombrilla. Hinata ansiaba una que lo cubriera de esa lluvia, de esas gotas que lo empapaban día con día porque los recuerdos lo estaban matando.



    Mientras yo este aquí, serás invencible.



    No lo era. Estaba roto, empapado por gotas de memoria que no lo dejaban descansar, que le restregaban el pasado, los momentos felices que nunca volverán; y el futuro que ya no podía alcanzar.



    —¡Tobio! ¡No te vayas! No me dejes…



    Pero no importaba cuantas veces lo gritara, cuantas veces las enfermeras entraran e intentaran tranquilizarlo o las veces que navegaba en la inconsciencia. El dolor no se iba ni nunca lo haría porque el amor también podía ser así de doloroso, así de cruel.



    —Te amo…



    Pero por más que lo dijera, nunca obtendría la anhelada respuesta.
     
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