One-shot Garras en la tiniebla [Divergente]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por rapuma, 17 Julio 2014.

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    rapuma

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    Escritor
    Título:
    Garras en la tiniebla [Divergente]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1221
    Hola a todos! Antes que nada quiero aclarar que no sé nada de nada sobre los libros ni la película de "Divergente" solo participé en el rol de este foro y tuve que adaptar mi personaje (un cuarentón ruso de mal carácter) a convivir en Osadía (no le fue nada mal) e intentar no asesinar a nadie fuera de su facción. Sí, suena extraño un ruso y aún más de cuarenta y cinco años conviviendo pero como no sabía realmente nada, me permitieron el personaje.
    Aca les traigo el final del mismo. Me encantó rolearlo pero todo tiene su final y abrí este apartado porque no me gustaría que su trayectoria se pierda! Sin más, les dejo el final.


    "Un lugar sucio, el olor es insoportable, tétrico y miserable. Es aquí donde viven los sin facción, personas sucias y pobres, mal vistas entre las facciones. Es mejor que no te acerques y tengas cuidado, pues algunos de ellos están armados."

    Fue el mensaje claro y nítido de la líder de Osadía al ruso gigante. Desde que las granjas se incendiaron en Cordialidad, ya nada era seguro, por eso debía de armarse un perímetro y ver quienes estaban dispuestos a trabajar en conjunto para evitar una catástrofe; Anya, la líder de Osadía sabia que no podría frenar al ruso, después de todo, el coloso pertenecía en cierta forma a la misma raza que Anya: fuerte como un toro, valiente como un león, terco como una mula e insolente como... como sólo Iroquis podía serlo.

    Lo primero que notó fue el olor: húmedo, penetrante, fétido; un fuerte olor animal. Arrugó la nariz con repugnancia. Iroquis Pliskin ingresó a los barrios bajos, sin mantas para ocultar sus ropas de Osadía; revelando al mismo tiempo su linaje pero por otro lado una jugada peligrosa, tentativa a los asesinos de facciones…
    Su nombre es Iroquis y su profesión es guerrear. Es diestro con cualquier arma que pongas en su mano e incluso sin ellas. Ha educado su cuerpo como el que educa a un perro de batalla y sabe que puede confiar en él… ha conocido a miles de líderes pues un guerrero sin patria es como una mujer hermosa sin dote. Tenemos algo para dar por cierto tiempo pero no perduraremos. Somos gentes sin base y sin peso y vendemos lo que tenemos, belleza o espada…

    Ahora mismo, en los barrios bajos, el asunto es peligroso; la gente de aquí es maligna, dañina, astutos como zorros y solo les interesa el éxito y no en la manera de obtenerlo. Sí, peligroso lugar.
    Iroquis, con su imponente presencia atisbaba todo lo que se cruzaba a su alrededor; tampoco ignoraba que las miradas se posaron rápidamente en él. Pliskin era conocido como una leyenda en Osadía y era el único que superaba los cuarenta años y aún vivía. Sí… las miradas de odio no dejaban de verlo.

    -¡Pliskin! ¡Perro del infierno!

    Iroquis se volvió a ellos; un grupo de diez personas. Sus manos rozaban las negras empuñaduras de las espadas que llevaba atadas a las piernas. No habló.

    -Vinimos a darte la bienvenida.

    Pliskin no habló pero en el fondo de sus ojos se encendió una chispa roja. El ruso miró con sus fríos ojos de saurio a la masa de hombres. Desde su altura monumental, Iroquis los está despellejando vivos. Es siniestro y la terrible cicatriz de su rostro realza aún más la latente crueldad que hay en él en esos momentos.
    Nadie sabía mucho sobre Pliskin excepto que era ruso, duro como la roca y más peligroso que un escorpión. Bebía desaforadamente sin jamás emborracharse, fumaba cigarros apestosos y luchaba como un demonio escapado del infierno. Eso era Iroquis y nada más importaba.

    -¡A él!

    El enorme ruso no se movió mientras el torbellino de hombres se lanzaba sobre él… eran diez… ahora veinte… treinta… y Pliskin no se movió hasta el último momento. Nunca se vio a un hombre como el ruso; manejar dos espadas como lo hacía él. Se vieron molinetes de luz en sus manos. Al instante fue como si el infierno hubiera abierto sus puertas y dejado escapar al mas temible de todos sus demonios. El ruso se pone en acción.
    Varios sin facció corren hacia el con alfanjes y cuchillas enormes. Son excelentes guerreros, duros y valientes.
    Pero el ruso Pliskin es demasiado para cualquier ser viviente. Retiro el rifle de su espalda y tomándolo con ambas manos del cañón, le dio un fuerte culatazo al primero de los que se acercó demasiado. Gritó de alegría cuando sintió el crujido del cráneo roto. Iroquis sigue batallando. El coloso vuela sobre los callejones, cuchilla y pistola en mano, bramando como un toro. Un pesado alfanje silba cerca de él.
    Esta herido. Muy herido. Pero continúa luchando. El gigante parece indestructible.
    El último de los cuarenta intentó huir pero el ruso le atravesó el pecho con su espada gigante.

    La escena quedó flotando en el polvo y el calor del atardecer como una bandera de incredulidad. Un grupo de hombres acampados cerca del lugar miraba la escena con mucho interés mientras masticaba sus panes y sus cebollas. Uno dijo algo y todos rieron. Iroquis limpió sus espadas en las ropas de los muertos y con paso lento se dirigió hacia la plaza central. Entonces los hombres de panes y cebollas se acercaron como buitres y comenzaron a saquear los cadáveres.

    Sintió todo aquello que pensó que había olvidado de una batalla: el desenfreno, el vértigo, el sabor de hierro en su lengua al dominar el terrerno…la visión del gigante, abruptamente se nubló y perdió el sentido. Apoyó su gigantesca mano en una pared e intentó recuperar el aliento, pero era imposible. Estaba lleno de heridas profundas y al mirar hacia atrás vio la enorme pista de sangre que estaba dejando. Iroquis Pliskin estaba muriendo y el ruso solo maldecía por olvidar su whisky. Recordó a su pequeña hija… Sus pasos infantiles, disipan garras de niebla. Sus ojos azules fortalecen la esperanza… su hija vive en él, de alguna manera…

    Cayó pesadamente y apoyó su espalda contra la fría pared. Se vio las manos y también estaban ensangrentadas. Bajó su mirada y vio su pecho y abdomen abiertos por completo. No había sentido dolor allí… hasta este momento.

    -Espero que Shakespeare no la cague estando sola...-tosió sangre y frunció el ceño al sentir su sabor. Rió fuertemente. -¡Que par de tontos! ¿Quién pateara a los novatos de ahora en más?-Y entonces, su visión se oscureció.

    Ahora se encontraba en una pequeña habitación, similar a la que vio en su prueba de selección. Observó atentamente y vio una pequeña silueta parada delante de él, sonriendo y sosteniendo un oso de peluche-

    Un no sé-qué en el aroma, en la sonrisa, trae días soleados en Rusia.

    -¿Papá…?

    Los años se vuelven segundos: nada cambió entre ellos.

    La visión duró un suspiro.

    Así murió Iroquis, el gran ruso. No fue una mala muerte. Murió vencedor tras una batalla, coronado de oro y sangre, con una carcajada en la boca… No. No fue una mala muerte.

    Shakespeare es una novata que ingresó a Osadía en el rol. Angélica se llama en realidad pero el ruso es de colocar apodos a los que le cae bien.
     

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