Gajos de Naranja (yuri)

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Megumi Chan, 27 Mayo 2009.

  1.  
    Megumi Chan

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    Gajos de Naranja (yuri)
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    Gajos de Naranja (yuri)

    Este es el primer yuri que escribo, y tambien primera vez que escribo una historia en primera persona por lo que estoy algo ansiosa. Los personages son completamente originales y la historia se desarrolla en la ciudad de Viña del Mar, Chile.
    Bueno, aqui va el primer capítulo
    :23877:


    Capitulo I
    Los días de sol en invierno eran estupendos, no hacia suficiente frio como para ir como oso polar por las calles, y no hacía bastante calor como para quedar como pasita por la deshidratación, para mí esos días eran perfectos.
    Hoy mis clases en la universidad han terminado temprano, cerca del mediodía, por lo que me fui rápidamente a la parada del autobús. Es aburrido esperar aquí, soy la única de mi clase que no vive cerca o tiene un auto, por lo que tengo que andar en autobús. No me molesta, yo al volante sería un peligro para la sociedad, así que estoy bien así. Por fin el autobús que me deja cerca de casa llega pero al ser la única allí el conductor hace un gesto levantando las manos, como disculpándose y sigue de largo con su camino. Mierda, no es primera vez que pasa es el precio por ser un simple peatón supongo.
    Entonces me percato del elegante y moderno auto negro que se detiene frente a mí, la ventanilla del copiloto desciende dejando ver al apuesto joven tras ella, la piel casi tan blanca como la nieve, unos bellísimos ojos grises y un perfecto y desordenadamente sexy cabello rubio ceniza oscuro. Me miro con una expresión burlona, mientras asomaba la cabeza por la ventana.
    ― ¿Aún andas a pie?― me dijo con su perfecta voz masculina, curvando sus bellos labios en una sonrisa burlona.
    ― ¡C―claro! ¿Alguna queja?... ¿y tu? ¿Qué haces por aquí?―Digo en un tono que para mi gusto sonó nervioso y estúpido, no puedo evitar ponerme nerviosa frente a el.
    ―Me queda de camino, anda sube, ¿vas a tu casa no?― Dice abriéndome la puerta del copiloto.
    Lo miro frunciendo el seño y me subo. En el camino no digo nada, me dedico a mirar por la ventana, francamente lo que menos me gusta es encontrarme con él, aunque eso me haga inmensamente feliz.
    Ya se perfectamente que un chico como el jamás se fijaría en alguien como yo, además de que Alan no me ve más que como su amiga de la infancia. Y para rematar sus gustos no van por el lado femenino, el es muy feliz con su novio Leo.
    Sé que amar a una persona que sabes que jamás te corresponderá es completamente absurdo y masoquista. Pero no puedo dejarlo así como así, me aterra esa idea.
    ―Oye tu madre me ha enviado cuatro cajas de damascos― Comentó despreocupadamente.
    ― ¡¿Eh?! ¿Y por que no me ha enviado a mi?― Me choca mi madre, siempre consintiéndolo, me frustra mucho.
    ―Que yo sepa a ti no te gustan―
    ―¡Eso no tiene nada que ver, es el detalle lo que importa!― El rio y estoy casi segura de que noto como mi rostro se volvía excesivamente rojo por haberme dado cuenta de mi brillante espectáculo.
    ―Bien llegamos― Dice aparcando el auto frente al edificio.
    ―Umm… gracias por traerme― Dije bajando evitando que me viera el rostro colorado.
    Cerré la puerta y el se despidió con la mano, el auto negro se alejo hasta perderse en una esquina. Suspire y entré al edificio.
    Luego de comer decidí salir a dar un paseo, como era viernes, me ocuparía de los deberes el fin de semana. Baje otra vez, había tenido la suerte de encontrar un departamento junto al mar, lo que era muy agradable.
    Camine por la costa hasta llegar al parque dónde se haya el casino de la ciudad, cerca de allí me recosté en el césped, sacando uno de los libros que me había prestado Alan. Comencé a leerlo y poco a poco mis ojos fueron pesándome, no me di cuenta cuando caí dormida.

    * * *

    Era un día precioso de invierno para salir a pasear por la tarde, y como esperaba encontré a mi pequeña sobrina en la puerta de mi departamento, lista para dar un paseo. Mi hermana trabaja hasta tarde por lo que ella se queda con sus hermanos mayores, pero todos los viernes si hace buen tiempo la llevo a dar una vuelta.
    Tenía pensado llevarla a los juegos del centro comercial como siempre, pero insistió en que la llevara a los juegos en el parque del casino. Ella se columpiaba mientras yo esperaba sentado en una banca viéndola, entonces un grito me distrae.
    ― ¡Condenado perro!―
    Giré la vista y vi a una chica de cabello acaramelado largo y liso, algo revuelto, estaba recostada en el suelo y un perro parecía insistir el lamerle la cara.
    ― ¡¿Oye que te pasa?! ¡¿Acaso tengo cara de dulce?!... ¡ag! Como se nota que los perros no se lavan los dientes― Volvió a gritar, parecía una gata engrifada, me causa mucha gracia, entonces logra alejar al perro, pero este toma en su hocico un libro y se aleja de ella.
    ―Eso es mío… no lo babosees, me mataran si lo devuelvo así, tendré que comprar otro… ven perrito― Intentaba llamarlo pero el perro no hacía mas que mirarla curioso.
    ―Vamos, puedes lamer mi cara pero devuélveme el libro―
    No puedo evitar reírme por lo bajo, que chica tan graciosa, pero el perro no parece querer cooperar y se aleja de ella en dirección hacia dónde estoy yo, o cerca de allí. Bueno, si puedo ayudar en algo…

    * * *
    Una chica alta se acerca y llama al perro, para mi sorpresa el perro lo obedece. ¿Sera suyo? ¿Cómo se le ocurre dejar a esa bestia come libros suelta?
    ― ¿Esto es tuyo?― Dice amablemente ofreciéndome el libro, luego de limpiarle la baba con el puño de su chaleco.
    ―S―si, gracias― Me quedo prendida mirándola, la chica es tan alta que no alcanzo a llegar a su hombro, mi metro sesenta queda chico al lado suyo, Dios que envidia, ¿como puede existir gente tan alta? Y uno que tiene que bancárselas con el complejo de duende. Es de piel blanca, sus ojos rasgados me demuestran su procedencia oriental, y sus ojos azules la mezcla con algún extranjero. El cabello negro, corto y desordenado se movía suavemente con el viento, mientras me sonreía amablemente, detrás del chaleco parecía tener buen físico y… ¡A! ¡Dios en que estoy pensando! Siento como mis mejillas se tornan rojas por descubrirme pérdida en el atractivo de la chica.
    ― ¡Tengo hambre, vámonos a casa!― Grita en un tono demandante una niña de unos nueve años que llega junto a ella, tiene los mismos ojos, supongo que es su hija. La jala de la mano fuertemente tras mirarme con recelo.
    Esto ya dejo de ser asunto mío, le lanzo una mirada de odio al perro, y me alejo de allí, tal vez sea buena idea ir a la cafetería de mi hermano.
    ―Espera, ¿Cómo te llamas?― Me detengo y me giro, era aquella chica quien me hablaba.
    ―…Lucy― Tarde en responder, la chica parecía amable y no una sicópata descontrolada que si le daba mi nombre correría algún riesgo… mm eso sonó muy paranoico, pero me pareció extraño, no todos los días una total desconocida te pide tu nombre sin ningún motivo aparente.
    Bueno mejor no darle más vueltas al asunto, me puse otra vez en marcha hacia la cafetería de mi hermano, caminando lo más rápido que me daban mis pies, evitando correr.
    La cafetería de mi hermano, era uno de mis lugares favoritos, el ambiente bohemio que tenia simplemente me fascinaba. Me fui directamente detrás de la barra de postres en donde estaba mi hermano hablando por celular.
    ―…Estoy trabajando ahora, no estoy con nadie, ¿Cómo crees que yo te engañaría?... pero amor… ―Corta la llamada y me mira frustrado, es la segunda novia que lo deja este mes.
    ― ¡Hermanita! ¿Qué voy a hacer? Yo no puedo vivir sin Natalie― Alharaquero abrazándome, este es mi promiscuo hermano Daniel, la gente dice que nos parecemos, bueno solo en el físico; cabello acaramelado, la piel blanca, y los ojos chocolate. Mi hermano es más alto que yo, y su cara siempre sonriente dispuesta a seducir a una ingenua chica que se le cruce por delante.
    Es una suerte haber sido su hermana y no una de las sus ingenuas victimas. Tiene veintiséis años, nos llevamos por cuatro años, eso no quiere decir que sea una persona madura.
    ―Creí que su nombre era Antonia―Le dije nada más para molestarlo. Me miro molesto y se alejo a la maquina de café.
    ―No te burles de mi, se perfectamente como se llama―
    ―Oh bien, solo cálmate, dentro de dos días estarás mejor―
    ―Si, como si tu supieras, jamás te has enamorado, tu que sabes de estas cosas― Dijo sirviéndome un capuchino.
    ―Daniel, escúchate un segundo por favor, hablas como chica―Francamente, ¿Qué es lo que ven las chicas en este tarado?
    ―Por cierto la secretaria de Alan trajo unas cajas de damasco, dijo que eran para ti, más para la colección―
    ― ¿No me digas que mamá también te envió a ti?―
    ―A ti no te gustan, además a mi me sirven para los postres de la cafetería―
    ―Entonces quédate con esos―
    ―Pensé que coleccionabas cada cosa que fuera de Alan―
    ― ¡¿Y de que me sirven un montón de damascos a mi?! Se van a echar a perder en mi casa― Pude sentir las miradas de los clientes sobre mi pero simplemente las ignore.
    ―Eres demasiado temperamental, nadie va a quererte así―
    ― ¡Jum! Como si eso me importara― Le di un gran trago a mi capuchino.
    ― ¿No? Vamos hermanita, tienes veintidós años y jamás has tenido novio, acabaras como una vieja llena de gatos―
    ―No me gustan los gatos… ¿por que no mejor en lugar de entrometerte en mi vida te dedicas a buscarte una nueva victima?―
    ― ¿Victima?...mmm ― Parece haber comenzado con su cacería por el local.
    ―A, hay una chica mirando hacia acá, que linda es parece una modelo, seguro la impresioné―
    ― ¡Uy si! Tú ve por ella― Mejor ni mirar a su pobre e inocente victima, pero la curiosidad es más grande y me voltee a ver.
    ― ¿Que?― Me di la vuelta para ver y no me lo podía creer, era la chica que me había pedido mi nombre, me tuve que voltear rápidamente para darle la espalda, aunque de seguro ya se había dado cuenta que me había volteado a mirarla.
    ― ¿Pero que demonios está haciendo aquí?― Murmuré para mi.
    ― ¿La conoces?― Pregunto curioso Daniel.
    ―No, bueno si, antes de venir aquí me ayudo con un perro… ¿Pero por que me habrá seguido? ―
    ―No seas paranoica, si te siguió es por que de seguro sabe que soy tu hermano― Dijo pomposo llenando su pecho de orgullo, ¿Dónde meterá tanto ego?
    ―Seguro― Dije con todo el sarcasmo que pude, bueno no hay que ser paranoica, bien pudo haber sido una coincidencia… ¿no?
    ―Anda, ve a hablarle y me la presentas― Insistió mi hermano.
    ― ¿Cómo se te ocurre que voy a ir a hablarle? Yo no ando de celestina por la vida ―
    ―Daniel, te necesitamos en la cocina― Para mi suerte Ana, una de las reposteras de la cafetería me salvó el pellejo y se lo llevo.
    Me concentre en mi capuchino, podía sentir su mirada sobre mi, como si me estuviera quemando con sus ojos, tal ves solo son paranoias mías. Pero ahí está, y se que me esta mirando. Luego de acabar el capuchino me apresuro a salir de la cafetería lo más rápido posible, pero alguien me detiene del brazo, por favor, que sea solo mi hermano.
    ―Lucy―Esa no es la voz de mi hermano… no, no lo es, al voltearme, la veo a ella, mirándome con esos ojos azules inocentes y ambles.
    ― ¿Q―que quieres?... ¿Que es lo que haces aquí? ¿Me estas siguiendo?― ¿Qué se supone que debo hacer yo en una situación como esta?
    ―No, digo si, digo…― Precia nerviosa de que la haya descubierto.
    ―Decídete―Le dije en un tono cortante y frio.
    ―Tu eres la escritora del libro Orange, recuerdo tu fotografía en la ante tapa del libro― ¿Cómo puede haber alguien que recuerde ese condenado libro? Un verdadero asco literario, si no fuera por la ayuda de Alan no se habría publicado.
    ―E…si, ¿Qué pasa con eso, quieres un autógrafo o algo?―Por supuesto que no, ese libro fue terrible.
    ―Me encantaría pero la verdad es otro favor el que me gustaría pedirte― Me dijo sonriendo.
    ―Lucy, no me gustaría molestarte a ti y a tu bella amiga ―Mira a la chica y le giña un ojo― Hola… ¡a si! no pueden estar paradas en la mitad de la puerta―Llego diciendo Daniel en un tono bastante coquetón, pero la chica no pareció entender que Daniel le coqueteaba.
    Le lance una mirada de odio, y agarre del brazo a la chica llevándola lejos por la calle Valparaíso, el distrito comercial de la ciudad. Al estar ya a una cuadra lejos me detengo.
    ―Y bien ¿Cuál es ese favor?― Pregunte escéptica.
    ―Esto, quiero que me hagas clases de literatura―… ¿Oí bien?
    ― ¿Qué, yo, porque?― ¿A? estoy desconcertada.
    ―Quiero entrar a la Universidad a estudiar medicina, y necesito clases para la prueba de lenguaje―
    ―Pero si para medicina solo necesitas tener buen puntaje en la de matemáticas y las de ciencias―
    ―Lo se, pero no tengo dinero como para costearme la carrera, necesito postular a una beca, y para hacerlo mas probable de obtenerla necesito un buen puntaje en todos los exámenes― Parecía sincera, y bastante preocupada por el asunto.
    ―Ese es un buen punto, ¿pero por que yo?― Bueno eso era lo que mas me interesaba saber.
    ―Bueno es que estaba buscando algún tutor, y justo hoy te vi y hace algún tiempo leí tu libro por que mi hermana me lo prestó… supongo que si escribiste un libro debes de ser buena en literatura―
    Una simple conclusión, me alaga que crea que soy buena en eso, no es que no lo sea, creo.
    ―No tengo tiempo para darte clases, estoy ocupada con la universidad― No quiero una situación así.
    ―Por favor, me esforzare todo lo que pueda― Me miro suplicante, parece realmente urgida por el tema.
    ―… Tendrás que ajustarte a mis horarios, y las clases serán en la cafetería de mi hermano― Ni loca la llevo a mi casa.
    ―Si, muchas gracias Lucy―Sus ojos se llenaron de ilusión y agradecimiento, realmente parece una niña.
    ―Ahora, lo mas importante… ¿Cómo te llamas?― Eso fue lo primero que debí haberle preguntado.
    ― ¡A! claro, debí haberme presentado primero, mi nombre es Rin Minami― Se presentó amistosamente.
    ― ¿Japonesa?― Pregunté a lo que ella asintió.
    ―Pero no totalmente, mi madre es francesa―Eso explica los ojos azules supongo.
    ―Bien yo… tengo cosas que hacer ahora, nos vemos el lunes a las seis en la cafetería, ¿ok?― Y Salí disparada sin oír su respuesta.
    Creo que mi apacible vida ha llegado a su fin.
     
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    Re: Gajos de Naranja (yuri)

    Capitulo II


    El día lunes llegó…finalmente. Tenía que estar a las seis en la cafetería, Lucy no parecía querer escuchar si podía ir o no. Parece una persona muy estricta, aunque eso solo la hace mas linda.
    Me levanté muy temprano por la mañana, como siempre tenía que irme directo al la multi―tienda a mi trabajo como promotora hasta el mediodía. Luego de eso me quedaba tiempo para comer e ir a la tienda de discos para mi trabajo por la tarde, tuve que hablar ayer con el jefe para que redujera mi horario para así poder llegar a tiempo a las clases con Lucy.
    Me apresuré a salir lo mas rápido posible, me había perdido pensando en como serian las clases que ya estaba con la hora justa.

    * * *

    Me desperté a las 9Am, asomándome por la ventana me encontré con el con el maravilloso día de lluvia que había, era una lluvia suave, por lo que no tendría problemas para irme a la universidad.
    Me duche y vestí lo mas rápido que pude, los días de lluvia se hace un tanto difícil tomar el autobús así que mejor irme rápido y luego compraría algo para el desayuno en la cafetería de la universidad.
    Por suerte el primer autobús que paso y me serbia me paró y pude subir con mi zapatilla izquierda totalmente empapada por haber pisado una poza de agua. Malditas pozas de agua, si el pavimento estuviera bien hecho los pobres peatones como nosotros no tendrían por que ir serpenteando por la calle para evitarlas. Oh bueno, es demasiado temprano para dedicarme a maldecir el camino. Baje del autobús y abrí el paraguas corriendo rápido para poder llegar a salvo dentro de la universidad. En el trayecto mi otra zapatilla sufrió las consecuencias. Me adentre por los pasillos y me compre un café al llegar a la cafetería dejándome caer sobre la silla más cercana. Estaba tan calentito que eso mantendría por lo menos el calor normal en mi cuerpo hasta que acabara la clase para poder comprarme otro, claro que mis pies no verían el calor hasta que volviera a casa.
    La clase de ingles era aburridísima, odiaba tener que enfrentarme a esta clase, podía hablar el inglés fluidamente, pero el proseo para eximirme de ella era tanto papeleo que ni yo entiendo, que mejor dejarlo así, además de que no me vendrían mal las buenas calificaciones en este ramo.
    El profesor hablaba mientras yo trataba de demostrar interés en la clase, ciertamente creo que hay algo que he olvidado, pero no ha de ser nada importante supongo, siempre anoto todo lo que tengo que hacer por mi torpe memoria.
    Luego que la clase acabara prácticamente volé a la cafetería a comprarme otro café, el frio y la humedad en mis pies me estaba calando los huesos, si esto seguía seguro que acabo enferma. Después de la clase de inglés solo tenia taller de actuación, y si tenia suerte podría deshacerme de mis zapatillas durante la clase.
    Y gracias a dios fue así, a la profesora le gusta hacernos las clases dinámicas y sin zapatos, las deje lo mas cerca de la ventana para que se secaran. Luego de que la clase acabara ahora si que volé a la parada del autobús, lo que menos quiero es pescar un resfria―…ay no acabo de estornudar, eso solo puede presagiar una cosa…acabo de pescar un resfriado.
    Llegue a mi casa, me cambié de ropa, almorcé unos fideos instantáneos, y me fui directo a mi cama. El frio me calaba los huesos y comenzaba a sentir como mi garganta se iba infectando y me dolía cada vez más. Esto es terrible, odio en lo mas profundo resfriarme es una molestia y una real perdida de tiempo. Y faltar a las clases no es algo que me agrade.
    Creo haber dormido bastante, precisamente al mirar el reloj eran las seis treinta PM…mmm ¿hay algo que yo debía hacer no?
    ¡Oh maldita sea! ¡Se me olvidó por completo las clases con Rin!
    Me levanté de un salto y me vestí lo más rápido que pude, agarre mi morral que había dejado listo con algunos libros el viernes y baje rápidamente. Tuve que sacar mi bicicleta, llovía como nunca pero llegaría más rápido.
    Pedaleé a toda mi potencia y me resbale un par de veces yendo a parar contra arboles, postes de luz y personas, pero logré llegar y mantener a salvo el morral del agua.
    * * *
    Llevaba un buen rato allí esperando, ya me estaba comenzando a preocupar, con esta lluvia pudo haberle pasado algo, o simplemente había decidido no venir, pero Lucy no parece de ese tipo de personas. Miré el reloj y eran cerca de las siete, cuando veo la puerta de la cafetería abrirse de golpe y a Lucy entrar completamente empapada, parecía bastante agitada.
    ―Lucy-san, que bien, creí que te había pasado algo― Me acerqué rápidamente a ella, todas las miradas estaban sobre ella.
    ―Los…los―libros― Dijo con la voz agitada, intentando recuperar el aliento, se abre la chaqueta y tenía contra el pecho un morral, comprendí inmediatamente y lo tome antes de que callera al suelo.
    ―Lucy, ¿Qué fue lo que te pasó? ¿Dónde está tu paraguas?― Llegó diciendo un chico de apariencia similar a Lucy, ha de ser su hermano.
    ―Daniel, dame algo caliente o moriré de hipotermia―Rugió Lucy con una cara graciosa.
    ―Está bien, pero estas mojando el piso y espantando clientes, vamos a la cocina―
    * * *

    ―Ok, ven Rin― Mi voz temblaba por el evidente frio que tenía, esto no le hará nada bien a mi resfriado, debí pensarlo antes.
    Entramos a la cocina y agarre un piso y me senté cerca del horno, Ana y los otros tres meseros que se hallaban dentro me miraron alarmados.
    ―V―vas a resfriarte, t―ten― Julieta, una niña de dieciocho años, cabello rizado y a la altura del hombro, extremadamente tímida, trabaja aquí de mesera desde este año para ahorrar y pagar sus estudios; me entregó un gran tazón de chocolate caliente.
    ―Gracias―Le di un sorbo y sentí como el cálido líquido bajaba por mi garganta, y la taza me abrigaba las manos; los demás volvieron a sus labores, incluyendo mi hermano. Rin me miró preocupada, parecía sentirse culpable por mi estado.
    ―Si tenías problemas para venir me lo hubieras dicho y te habría ido a buscar―
    ―No tengo tu celular―
    ―Hubieras llamado a tu hermano―
    ―Bueno pero ya no lo hi― ¡Ashu!―
    ―Con esa ropa pescarás una pulmonía, ven te llevará a tu casa― Me tomó de la muñeca llevándome fuera de la cocina, apenas si alcance a dejar la taza en la mesa.
    ―N―no, está bien, yo puedo irme sola, de veras― Dije tratando de soltarme pero fue imposible, ¿De dónde saca tanta fuerza?
    ―No, no dejaré que te vallas sola, si te pasa algo no me lo perdonaré―
    ― ¿P―pero y mi bici?―
    ― ¡Yo me encargo de ella!― Gritó mi hermano guiñándome un ojo, maldito, ¿Qué se cree que está insinuando?
    ―Vamos Lucy-san o te resfriarás―
    ― ¿S―san? Oye que no estamos en Japón― Dije al tiempo en que entraba al auto.
    ― ¿Entonces prefieres “Sensei”?― Me preguntó dulcemente mientras ponía en marcha el auto y encendía la calefacción.
    ―Solo Lucy esta bi―¡Ashu!―en― Odioso resfriado, oh Dios mi pobre garganta
    Le indique por dónde estaba mi departamento y llegamos en menos de diez minutos. Fueron inútiles mis intentos de deshacerme de ella tras aceptar que me acompañara hasta la puerta para asegurarse que no me desmayara por la fiebre. Insistió en quedarse hasta que me bajará.
    Así que allí estaba yo, con una fiebre que me hacía zumbar los oídos y un dolor de garganta terrible; tapada hasta la nariz en mi cama y con Rin intentando encontrar entre mi desordenado departamento alguna medicina para bajar la fiebre.
    ―L―Lucy-san, iré a la farmacia a comprar algo, creo que será más rápido que si busco aquí― Lo dijo en un tono amable como para que no me sintiera mal por el desorden, oh vamos hasta yo se que ni un elefante se podría encontrar allí.
    ―Esta bien―
    ―Bien, no te muevas de allí―Como si pudiera hacerlo, salió disparada fuera de la habitación y sentí cuando cerro la puerta del departamento.
    Ahora que lo pienso debí haber llamado a un taxi, me hubiera ahorrado todo este problema, y en estos momentos estaría en la cafetería estudiando con Rin y no en mi cama a punto de alucinar con elefantes rosa por la fiebre. Me voltee en la cama para acurrucarme en posición fetal, en ese momento suena el teléfono. ¡A maldición! ¿Por qué cuando una esta tan calentita en la cama suena el teléfono? De mala gana me levanté y conteste.
    ―Diga― Masculle irritada.
    ―Lucy, ¿ya llegaste, que paso con la chica?― Era la voz de Daniel.
    ―Fue a la farmacia a comprarme algo para la fiebre, ¿solo para eso llamaste?― Mi hermano y sus tontas preguntas, yo aquí agonizando junto al teléfono y el preocupado por su intento de coquetear con Rin.
    ―Tranquila, si con ella no hay posibilidad de que me haga caso―
    ― ¿Qué quieres decir con eso, acaso tiene novio?―Tengo frio, ¿Por qué no acaba con el tema rápido?
    ―No, pero parece que le gusta alguien―
    ― ¿Estuviste coqueteando con ella antes de que llegara?―
    ―No, pero me di cuenta de cómo te miraba―
    ― ¿¡Qué que!? ¿Qué idioteces estas diciendo? Yo no puedo…― ¿Y si tiene razón?, aa creo que estoy mareada.
    ― ¿Lucy?―

    * * *

    Lugo de comprar la medicina me fui rápidamente al departamento de Lucy, al abrir la puerta la encontré tambaleándose de un lado a otro con el auricular del teléfono en sus manos. Me apresuro y la logro sujetar antes de que caiga al suelo.
    ― ¿Lucy?― Oí una voz desde el teléfono.
    ― ¿Mochi―mochi? Soy Rin―
    ― ¿Qué pasó con Lucy?―
    ―Creo que se mareo por la fiebre, pero no se preocupe, yo la cuidaré―Colgué el teléfono y lleve a Lucy a su cama. Parecía mareada y balbuceaba algunas cosas que no logré entender. Le di las medicinas y le puse una toalla húmeda en la frente para ayudar a bajar la fiebre.
    Se quedó dormida luego de unos minutos, me quedé prendida mirándola, luce tan adorable.

    * * *

    Abrí los ojos lentamente, la cabeza ya no me daba vueltas, seguro la fiebre ya había desaparecido. La lámpara de mi velador estaba encendida, pero Rin no estaba en la habitación, miré el reloj y eran las tres de la mañana, seguro ya se habrá ido a su casa. Mi garganta estaba seca, al parecer mi nariz estaba congestionada y por respirar por la boca mientras dormía estaba totalmente seca. Me levante y me puse mis pantuflas que sorpresivamente estaban junto a mi cama ordenadas y alineadas. Salí de mi habitación y a medida que avanzaba por el pasillo hacia la cocina mis ojos se iban llenando de sorpresa, Dios, no me lo puedo creer, esa tonta de Rin se tomo la molestia de limpiar y ordenar todo mi desastroso departamento; tal vez haya sido por el resfriado, pero mis ojos se irritaron y se me izo un nudo en la garganta, creo que el gesto me conmovió.
    Al entrar a la allí estaba ella, sentada en una silla con el rostro y los brazos sobre la mesa y una taza de café a medio beber junto a ella, esta completamente dormida. Otra vez mis ojos hicieron su amenaza llenándose de lagrimas esta vez, todo por culpa de este tonto resfriado. Pero la verdad es que hace mucho tiempo que alguien no hacia esto por mi, solo cuando era niña mamá solía cuidarme y estar conmigo cuando estaba enferma, pero luego de la muerte de papá ella pasaba ocupada con su trabajo y yo no tenia el derecho de ser egoísta y pedirle un poco de tiempo solo para mi. Odiaba resfriarme y estar enferma por que yo tenía que cuidarme sola, bueno mi hermano a veces me ayudaba, pero el también estaba ocupado. Es extraño que alguien que apenas conoces te regale un poco de su tiempo para cuidarte. Supongo que se lo tendré que agradecer haciendo que saque un excelente puntaje en los exámenes.
    Rin se acomodó en la mesa y yo desperté de mi trance refregándome con los puños de mi pijama amarillo los ojos para eliminar los rastros de lágrimas. Cruce la cocina hasta la nevera y saque una botella de agua mineral y bebí un poco. Luego con botella en mano, para ahorrarme otra vez el viaje, me dispuse a salir de la cocina, pero se me estrujo el corazón al pensar que Rin podría pescar un resfriado también, después de todo paso toda la tarde conmigo y si pescaba un poco de frio estaría igual o peor que yo.
    Dudé un poco y me tragué las gotas de orgullo, acercándome a ella, la remecí un poco del hombro para que se despertara.
    ―Hey, Rin, despiertaaa―La remecí otra vez, y vi como lentamente habría los ojos.
    ―¿mm? ¿Lucy-san?― Me miro con cara somnolienta, quien como ella, aun media dormida y con el cabello desordenado se ve bien.
    ―Que solo me llames Lucy… e―..Este…s―si te quedas aquí te vas a resfriar… ¿p―por que no vas y te recuestas en el sofá?... es un sofá―cama y hay unos cobertores en el armario― Mire hacia otro lado cuando le hablaba, mientras mi cara se enrojecía, esta vez no por la fiebre, estaba avergonzada, ella me trajo a casa, me cuido y aseó mi departamento, y yo solo le ofrecía un duro sofá―cama para dormir. Además no estoy acostumbrada a este tipo de situaciones, ¿de que manera debería agradecérselo yo?
    Ella me miró con esos grandes y amables ojos azules, y por primera vez me sentí perdida en un inmenso mar, luego me sonrió para poner su mano sobre mi frente y la otra sobre la suya.
    ―Ya no tienes fiebre, que alivio… aunque aún tienes la cara colorada― Volvió a sonreír, ella… ¿estaba realmente preocupada por mi?... ¿Porque?
    ― ¿No escuchaste lo que te dije? Vas a resfriarte si te quedas aquí―
    ― ¿Y no puedo dormir con Lucy-san?―Mi rostro enrojeció ante la pregunta, ahora vengo a acordarme de lo que me dijo Daniel, ¿y si yo de verdad le gusto? ¿Qué debo hacer? Nunca le he gustado a nadie. (off: parece preocuparle mas eso que el hecho de que Rin sea una chica)
    ― ¡Noo!... ¡yo aún estoy enferma, s―si duermes conmigo te voy a contagiar!―Insistí.
    ―Esta bien, solo bromeaba, tampoco quiero que te sientas culpable si me enfermo― Se levanta de la silla, y yo tengo que levantar la mirada para poder verle la cara.
    ― ¿Cuánto mides?― Ya no podía retener mas esa pregunta.
    ―Uno ochenta― Me sonrió, para luego cubrirse la boca con la mano derecha para bostezar.
    ―Bueno, voy a ir a armar el sofá―cama, ve a acostarte o te volverá la fiebre―
    ―De acuerdo― Iba a dar la media vuelta pero ella se agachó un poco y me dio un suave beso en la frente.
    ―Buenas noches Lucy-san― Y tras eso salió de la cocina.
    Ella…es tan amable.
    Me fui a acostar a mi cama, y tras asegurarme de que no había ningún ruido que diera indicio de que Rin seguía despierta cerré los ojos y me dejé vencer por el sueño.
    Al día siguiente, o mejor dicho, horas después, la alarma del reloj me despertó. Me levanté y me vestí, no tenía pensado faltar a clases aunque la garganta apenas me dejara hablar. Del desayuno me ocuparía al llegar a la cafetería de la universidad, si metía ruido despertaría a Rin. Camine de puntitas hasta la puerta, y la abrí con sumo cuidado, entonces es que siento una mano sobre mi hombro.
    ―Lucy-san, ¿a dónde crees que vas?― Rin me miraba desde arriba con una cara siniestra, su cabello revuelto cubría sus ojos lo que le daba una apariencia encantadoramente aterradora. Un escalofrío me recorrió, entonces se quitó el cabello de los ojos y allí estaban, sus ojos azules me miraban amablemente. Creo que estoy muy alterada.
    ―Me voy a clases― Me di la vuelta dispuesta a salir, no creo que sea capas de…
    ― ¡No! Hoy te quedarás aquí a descansar―…obligarme a que me quedase en casa. Cerró la puerta y me tomo de la mano llevándome a rastras a mi cuarto.
    ―Iré a hacerme cargo del desayuno, cuando vuelva quiero verte en la cama― Y salió de mi cuarto, yo estaba de cuadritos, acababa de descubrir que Rin a pesar de tener una voz suave podía ser demandante cuando lo quisiera.
    No me quedó otra que resignarme, me sentía demasiado débil como para comenzar a hacer maniobras para intentar huir de casa, así que me volví a poner el pijama y me acosté.
    A los minutos después Rin llegó con el desayuno, comimos en silencio mientras veíamos un aburrido programa de farándula de la mañana en la Tv, es increíble como gente se gana la vida hablando sobre la vida de otros.
    ―Oye…Rin, ¿no tienes nada que hacer? Trabajo o algo así― Supongo que ha dejado algunas cosas de lado por quedarse conmigo.
    ―Pedí permiso en mi trabajo de la mañana, pero debo irme ya― Dijo sin darle mucha importancia, mientras tomaba la bandeja del desayuno y se la llevaba a la cocina.
    Me recosté sobre la cama y comencé a sentir una oleada de sueño que me invadía, la medicina estaba haciendo efecto.
    Los ojos me pesaban por lo que los cerré esperando el momento de quedarme dormida, sentí a Rin entrar a la habitación, y acercarse a mi para cerciorarse de que dormía.
    ―Lucy-san, ya me voy― Me susurro, yo no le respondí, me sentía demasiado cansada como para hacerlo.
    Fue entonces que pasó, pude sentir su respiración cerca de mí, y como sus labios se posaban suavemente sobre los míos. Se alejo rápidamente y salió de la habitación, segundos después sentí cerrarse la puerta del departamento, Rin ya se había ido.
    Me senté de golpe en la cama, no me lo podía creer, Daniel tenía razón, ¿Cómo se supone que deba reaccionar yo?
     
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