"Fucking Depressing"

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por BLack NiGTH, 2 Enero 2012.

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    BLack NiGTH

    BLack NiGTH Entusiasta

    Aries
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    Escritora
    Título:
    "Fucking Depressing"
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1397
    Hola a tod@s! Antes de nada decir que esta historia trata sobre la vida de las dos protagonistas y como al entrar en el grupo "Fucking Depressing" cambia el curso de sus vidas.
    El género embarca: Amistad, comedia, drama y algo de tragedia. (Puse "Amistad" porque creo que es el que más lo define ¬¬)

    Bueno, aquí os dejo las dos primeras partes:




    Llevaban desde las 19:30 practicando una, y otra, y otra y otra vez… a Lisbeth le empezaban a doler los dedos de tanto tocar.

    -Oye, se nos han acabado la bebida… Que alguien valla a comprar más.- Dijo Mattia con algo de monotonía en su voz.

    -Iré yo.- Contestó Lisbeth apoyando su guitarra y poniéndose la chupa de cuero negra.

    -No está bien que una “niña” valla sola por la calle a estas horas. David, acompáñala.

    -¿Por qué yo?

    -Porque sí. Porque lo digo yo y yo soy el jefe de la banda. ¡Así que arreando!

    Y medio arrastras sacaron a ambos del local. Los dos se miraron y no dijeron nada; solo un bostezo forzado salió de la boca de él y ella quiso morirse antes de joder más su relación.



    1
    Paseaban por el centro, después de muchos meses sin verse; pero en vez de charlar sobre lo que les había ocurrido en todo ese tiempo, mantenían conversaciones circunstanciales, sobre temas y asuntos demasiado baladíes para su edad. Stella, pese a ser un año mayor a Lisbeth; era bastante más bajita que ella; llevaba unos pantalones rojos ajustados, unas botas negras y una enorme cazadora de plumas, blanca y roja, medio desabrochada y dejando ver sus voluminosos pechos, embutidos en un ajustado escote. Sin embargo, Lisbeth iba con pantalones cortos, pero con unas medias negras, que se pegaban a sus piernas y dejaban ver lo estrechas y largas que eran; para no pasar frío llevaba una chupa de cuero negra… y mientras Stella la hablaba sobre lo “interesante” que era para un hombre que su pareja tuviese un gran físico, ella lamía incansable un “chupachups”.


    -Sigo sin saber como es posible que pese todo este frío estés con pantalones cortos…- Susurraba Stella a su amiga, cambiando de tema.

    -Estas medías no son muy gorditas, pero dan calor y no agobian tanto como la gente piensa. Además, queda mucho por delante antes de que venga el frío.

    -Aquí siempre hace frío…- Se quejaba.

    -Deberías haberte acostumbrado ya a este clima. Has vivido toda tu vida aquí, ¿no?

    -Sí pero… Pss, déjalo. Contestó desviando la mirada hasta un punto indeterminado.

    Mucha gente cuestionaba su amistad. Stella era una chica “popular”, “cool”, de esas que están rodeadas de demasiada gente que sólo abre la boca para soltar algún halago y esperar la recompensa por esa acción. Por ello, cuando Stella necesitaba relacionarse con un ser que no espera nada a cambio de su compañía, hablaba con Lisbeth. En cuanto a Lisbeth… Para ser sencillos, era la típica persona de la que uno podría pasar horas pensando cómo es sin llegar a ninguna conclusión nítida. Era una chica a la que, no podías valorar por su carácter, ya que nunca lo mostraba. Su rostro, era un tanto taciturno y muchas veces sólo podías ver su estado de ánimo por el brillo de sus oscuros y penetrantes ojos.

    -¿Y… que tal te va con mi primo, uhh?- Cambió de tema Stella mostrando una sonrisa de medio lado.

    -Desde que se afeita y se cortó el pelo como un niñato ha perdido el poco atractivo que tenía para mí.

    -¿Qué dices? Con este pelo está muchísimo mejor… ¡Además, con ese pelo tan largo que tenía no se le podían ver bien los ojos, que eso lo único bonito que tiene!

    -Eso será para ti…

    -Pues sí.- Dijo de morros.

    -¿Por qué lo preguntas?- Preguntó de poca gana, sabiendo de sobra la respuesta a la cuestión formulada.

    -Bueno, es que como tú y él tuvisteis…

    -¡No tuvimos nada!

    -¡Jajaja! Si, esa a sido buena, jajaja…

    Lisbeth suspiró pesadamente.

    -¿Sabes que está intentando sacar un nuevo grupo de música?

    -Si. ¿Por?

    -¿Cómo que “por”? Se suponía que sabes tocar la guitarra.

    -Y sé tocarla…

    -¿Entonces por qué narices no quieres estar en la banda de mi primo?

    -Porque no quiero estar en un grupo en la que no me sienta a gusto.

    -…Hubo una temporada en la que con mi primo sí que estabas muy “a gusto”….- Lisbeth lanzó una mirada intimidadora a Stella. Una mirada de esas miradas a la que nadie quisiera encontrar jamás y desvía la mirada para poder huir de ella.



    2
    Él la compró un precioso vestido gris. Parecía el típico vestido que cualquier madre quisiera comprar a su hija, en este caso, la hija que nunca tuvo. Cuando lo vio sobre la suave y pálida piel de Sayuri, sintió como un escalofrío recorrió toda su espina dorsal. El vestido era de color grisáceo; con cuello alto, unas mangas muy largas que tapaban las manos de ella y sólo le llegaba a… como palmo y medio más arriba de las rodillas. En realidad, la conjunción de la sencillez del vestido, el triste tono que lo teñía, las botas de cuero con hebillas y su dulce y cálida mirada, era extraña, pero no desagradable a la vista.

    -Me gusta mucho.- Dijo ella sacándolo de sus pensamientos. –Es calentito y suave, me encanta.- Una sonrisilla infantil iluminó su carita de muñeca.

    -Me alegro de que te guste. Temía que no te lo pusieras y tuviese que devolverlo a la tienda.

    -¿Por qué haría tal cosa?- Preguntó girando sobre sí misma, viendo su reflejo en un cristal.

    -Pues, no sé… Me pareció un tanto, infantil para ti, ya que ya tientes 15 años.

    -Sí. Pero me gusta aparentar ser más inocente de lo que realmente soy.

    En su mirada se vio por un instante un brillo de picardía, pero al instante desapareció. Fue como si su personalidad de adolescente se hubiese asomado para echar un vistazo y luego se hubiera escondido de nuevo. Él hizo como si no hubiese visto nada, y siguió contemplando aquella hermosa criatura a la que tenía el placer de llamar “hija”…


    ---------------------------------

    Esto es todo. Espero abucheos, criticas constructivas, tomatazos y a ser posible halagos en vuestros comentarios ^^
     
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    Jesss

    Jesss Iniciado

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    ¿Por algún casual el nombre de Mattia es por el libro que te presté?
    Estoy deseando leer la segunda parte, me ha enganchado.
     
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    BLack NiGTH

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    Aries
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    Pues lo siento mucho pero tardaré un poco en subir el siguiente capítulo, porque tenía toda la historia en el pen, y se me ha esmirriado... :(
     
  4.  
    BLack NiGTH

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    Aries
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    3
    Los pasillos de aquel instituto eran largos y estrechos. A Lisbeth le encantaba pasear por ellos durante los cinco minutos entre clase y clase; pero odiaba hacer lo en “la hora punta”, cuando todos los alumnos huyen como potros salvajes del centro, y en aquellos pasillos se amontona la gente, hasta el punto de tener la impresión de que las personas te arrastran. El truco que tenía Lisbeth era ir pegada a la pared, tan pegada que su hombro rozase levemente los blancos muros. Lo hacía lentamente, como si le costase un terrible esfuerzo mover sus largas y estrechas piernas; quería tardar el máximo tiempo posible en llegar a casa, por ello siempre volvía andando, en vez de coger el autobús. Sí, ese día era martes, cuando su “padre” volvía de una semana trabajando en la gran ciudad…

    Al llegar, tomó la llave y con mucho cuidado de no hacer ruido y entraba con sigilo; como si fuese a robar en su propia casa. Se asomó al salón y allí lo vio: tirado en el sofá, recostado, con la botella de vodca en la mano…. Lisbeth suspiró, como si con ello relajara tensiones, sabiendo que aún le quedaba algo de tiempo antes de visitar el infierno de nuevo.

    Hizo su comida, limpió sus habitaciones, fregó el suelo… y después de eso, se sentó en un banquito, en la mesilla del comedor y se puso a estudiar. Pasaron las horas, todas ellas con un silencio, que la ponía los pelos de punta. Cuando estaba a punto de acabar su repaso de los apuntes inglés, unas manos agarraron a Lisbeth por la espalda.

    -¿No saludas a tu padre después de no haberlo visto en tanto tiempo?- Susurraba su voz ronca y con olor a alcohol.

    -Tú no eres mi padre...- Se atrevió a escupir secamente Lisbeth.

    -¿Qué has dicho?- Gritó el hombre, tomando el rostro de Lisbeth con su mano. –Repíteme eso.- Lo dijo de un modo desafiante, como si supiese lo que ocurriría a continuación.

    -¡Tú no eres mi padre!
    Lo golpeó e intentó deshacerse de sus brazos, pero no lo consiguió. Él la medio arrastró hasta el salón, donde la lanzó sobre el sofá y empezó a desnudarla. Ella gritaba que parase, que la dejara en paz… pero él solo la miraba divertido, mordiéndola el cuello, haciéndola daño.

    Cuando acabó, salió de casa, seguramente a emborracharse, como todas las noches. Lisbeth, desnuda y llena de marcas, corrió hasta el baño donde se duchó. Con una piedra pómez frotó con fuerza todo su cuerpo. Se sentía sucia, débil, inferior… y se llamó imbécil a sí misma por no haber podido evitar aquello, o lo que era peor: no haberse acostumbrado ya a ese “cariño”. Pero luego una sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta de que lo había conseguido… no había llorado frente a él.




    4
    Sayuri llamó a la puerta de la biblioteca y casi al instante, un hombre ya mayor, la abrió diciéndola que pasara adentro. Era la última hora, por lo que muy poca gente se encontraba en aquel lugar.

    -¿Te han echado de clase?- Preguntó el hombre rellenando la hoja con cierta monotonía en sus lentos movimientos.

    -Sí…- Contestando casi en un susurro. Su mirada se mantenía fija en una chica demasiado delgada, leyendo un libro sin portada. Tenía un corte de pelo demasiado extraño… todo ello a capas, largas y cortas; con las patillas de adelante largas, hasta el nacimiento de su pechos, pero las capas eran mucho más cortas por la parte de la nuca. Llevaba un pantalón roto y ajustado, una camiseta ancha de un grupo de música y una palestina negra y roja.

    -¿Por qué?- Preguntó de nuevo el profesor.

    -¿Qué?- Dijo Sayuri distraída.

    -¿Qué por qué la han echado de clase?

    -No quise obedecer una orden de la profesora.

    -Muy bien. Toma asiento y haz alguna actividad que te hayan mandado tus profesores.

    Sayuri, pese que casi todos los sitios que había en el aula estaban libres, se sentó justo enfrente de la chica que llamó su atención.

    -Hola, me llamo Sayuri.- Le dijo mostrando su inocente sonrisita.

    -Hola.- Contestó secamente con la mirada aún puesta en el libro.

    -…¿No te presentas?- Exigió entre dientes.

    -Lisbeth.- Dijo con el mismo interés.

    -¡Lisbeth! Que bonito… ¿De dónde proviene ese nombre?

    -No lo sé. Pero Sayuri es japonés. ¿Eres japonesa?- Preguntó curiosa mirándola por primera vez. Los ojos de sayuri eran de color miel, mientras que los suyos eran de un verde demasiado oscuro… casi negro.

    -Algo así. Soy medio japonesa medio francesa.

    -Mmm…. Curioso.

    -Sí bueno… mi madre era una japonesa inmigrante que vino aquí para trabajar como ama de casa. Tuvo una aventura con el dueño, y me tuvo a mí. Debido a las sospechas de la mujer de mi padre, despidió a mi madre y ella, para poder sobrevivir con lo poco que tenía, me dio en adopción.- Sus ojos se apagaron, haciendo que su sonrisa no fuera la de una niña… si no más bien la de una muñeca de porcelana: superficial. –Yo tenía entonces 5 años.

    -Lo siento…

    -No lo sientas. William me adoptó y él sí que me quiere. Porque yo soy su hija.- Esto último lo susurró desviando la mirada, como queriendo no ser vista. -¿Y tú, problemas en casa?

    Lisbeth recordó lo sucedido la noche anterior. Recordó sus manos tocando su piel, sus dientes mordiendo su cuello…. En un acto reflejo se tapó aún más esas marcas con su palestina.

    -Lo normal, supongo.
    Sayuri se dio cuenta de aquella reacción, pero decidió dejarlo pasar. Estuvieron toda la hora hablando sobre sus gustos, que la verdad, no eran nada escasos y se acompañaron a la salida.

    -Bueno, pues si eso, nos veremos mañana en el recreo.- Sonrió Sayuri.

    -Sí, apuesto a que sí.- Y dicho esto cada una siguió su camino. Lisbeth marcó un número de móvil y espero a que lo cogieran.

    -¿Stella? Sí, soy yo. Oye, hazme un favor y dile a Mattia que si sigue teniendo un hueco para una cantante y una guitarra…
     
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