Gintama Fraternidad (One Shot)

En un planeta ciertamente lejano, donde apenas salía la luz del sol, una pequeña niña de unos seis años iba pisando fuerte con sus botas los charcos de agua formados por la lluvia que estaba cayendo.

La pequeña iba vestida con un chubasquero algo húmedo por la lluvia, y portaba consigo un paraguas. La joven era de cabello pelirrojo y sus ojos azules cristalinos eran el reflejo de una niña alegre.

—Kagura, cuidado no te vayas a caer o a resbalar. —le advirtió un chico de unos tres o cuatro años mayor que ella, el cual vestía con un atuendo asiático masculino de color negro y también portaba un paraguas.

El chico tenía el mismo color de pelo que la pequeña joven vivaz de antes, pero más largo y recogido con una trenza.

Kagura era una chica muy infantil, así que no hizo demasiado caso a quien viene ser su hermano mayor, y siguió jugando en los charcos de agua mientras la lluvia caía de manera leve y suave por las calles.

—Ojalá mamá se ponga bien pronto. Así, podrá venir con nosotros a pasear bajo la lluvia y tú pasarás más tiempo con nosotros. —comentó la infante con una sonrisa alegre en su rostro.

El chico suspiró y luego dirigió una sonrisa a su pequeña hermana. Se acercó a ella y le acarició la cabeza como símbolo de cariño.

—Tú no te preocupes por esas cosas, ya verás como todo sale bien. —le dijo con una confiada sonrisa.

Después de ello, Kagura devolvió la sonrisa y fue a jugar de nuevo con los charcos de agua. Sin embargo, mientras corría hacia un charco, la pequeña tropezó y cayó de cara contra el agua. Su hermano mayor fue a socorrerla lo más rápido que pudo, preocupado por ella.

—¡Kagura! ¡¿Estás bien?! —exclama el chico intentando ayudar a su hermana a levantarse.

—No... Me duele la cara... Y el tobillo... —respondió Kagura a punto de estallar entre lágrimas.

—No te preocupes, tu hermano te llevará a caballito.

El joven Yato se agacha para que Kagura pueda subirse a lomos sobre su espalda. La niña se sube y rodea con sus pequeños brazos el cuello de su hermano mayor, y se agarra para que no pueda caerse.

—Bueno, ahora vamos a casa y te curamos las heridas. —le dice el chico con una leve sonrisa.

Sin embargo, a Kagura se la nota con la mirada triste y apagada.

—¿Qué sucede, Kagura?

—Kamui... ¿crees que soy débil? —pregunta la niña con un hilo de voz.

Esa pregunta hace que Kamui arquee las cejas, pero luego vuelve a mostrar un rostro algo más sonriente.

—Claro que no eres débil. ¿Lo dices acaso por qué te has caído y por poco no lloras a moco tendido?

Las palabras de Kamui no animaron demasiado a Kagura e hizo que se sintiese algo peor. El chico no podía ver a su pequeña hermana de esa manera, así que mientras caminaban bajo la lluvia, Kamui intentó animar a Kagura.

—Kagura, las personas no nacen fuertes, se hacen fuertes, y siempre hay una motivación para ello. Algún día, te aseguro que serás mucho más fuerte de lo que piensas.

—¿Qué me puede motivar para ser fuerte, Kamui? —preguntó la Yato con una voz inocente.

—Quien sabe... Puede ser algo o alguien a quien aprecies mucho. Puede que al ser querido que más aprecies le ocurra algo que te motive a ser fuerte algún día. —explicó el hermano mayor.

—Si así me motivo para ser más fuerte, creo que prefiero ser débil.

—¿Eh? ¿Y por qué?

—Porqué no quiero que te pase a ti nada, Kamui. Ni a ti, ni a mamá, ni a papá...

Esa respuesta, en cierto modo conmovió al chico, pero no tardó en poner una mueca de estar algo molesto.

—¡¿Pero qué dices?! ¡Pase lo que pase, tú tienes que hacerte fuerte! ¡Todo el mundo necesitamos ser fuertes para poder sobrevivir! —exclamó el chico—. Kagura, aunque vivas bien, tienes que ser fuerte para poder prevenir las cosas malas que te pueden suceder, ya que siempre vendrán momentos malos en tu vida y que es imposible evitarlos, ¿lo entiendes?

—Hai. —asintió con decisión, aún estando insegura de todo lo que le había dicho su hermano mayor.

Los dos, finalmente llegan a casa. Van a ver como se encuentra su madre, y ven que sigue en la cama durmiendo.

Kamui aprovecha para curar las heridas de la pequeña Kagura y decide preparar la cena. Al poco tiempo, la madre de los dos infantes despierta y pregunta por cómo están ellos. Kagura explica lo que le ha sucedido y su madre le dice que la próxima vez tenga cuidado.

Kamui, finalmente acaba de preparar la cena y la sirve en tan solo dos platos; los cuales son para Kagura y su madre.

—En fin, yo me tengo que ir. Nos vemos luego mamá, y Kagura, pórtate bien.

El joven pelirrojo abre la puerta principal de casa y se marcha.

—Otra vez... Se marcha...—pensó Kagura seria con la mirada ensombrecida—. No quiero que se marche, quiero que estemos todos juntos...

La infante no pudo evitar caer unas lágrimas sobre el plato preparado por su hermano. La madre mira a Kagura algo preocupada y le pregunta:

—Kagura-chan, ¿te encuentras bien? ¿Te ha sucedido algo?

—No, tranquila mamá —responde la niña alzando la mirada con una sonrisa forzada y secándose las lágrimas con el uso de su brazo derecho—. Solo que prometo... Hacerme más fuerte.

Fin