Three-shot Fríos, seguros, indiferentes [DMC&Inuyasha]

Tema en 'Crossover' iniciado por Kai, 4 Septiembre 2012.

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    Kai

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    Fríos, seguros, indiferentes [DMC&Inuyasha]
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    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2033
    Fríos, seguros, indiferentes
    [Vergil & Sesshômaru]
    (DMC and Inuyasha)
    I

    Claramente había algo que lo incomodaba, quizás era la mirada burlesca de su hermano ante la situación, ésas ganas tan increíbles que tenía de reírse. Sin pensarlo mucho le dio un puñetazo en la cara, él otro sólo sobó su rostro ante el impacto y sonrió con superioridad.

    ―Admítelo ―escupió con sátira―, te purna que sean parecidos, incluso en poder ―finalizó.

    ―No ―dijo el otro―, lo que me molesta eres tú ―completó mirándole. Aprovechó que ya no llovía para peinar su cabello hacia atrás y dejarlo así, uno o dos mechones cayeron sobre su frente.

    ―Vergil, sí se parecen, debes de admitirlo ―dijo con simpleza. Pudo esquivar a Yamato cuando quiso atravesarle el estómago, y a la vez desenfundó a Ivory mientras le apuntaba en la frente a su hermano gemelo.

    ―No es así ―dijo con los dientes apretados―, su poder es inferior al que nos dejó nuestro padre ―aclaró.

    ―Uff, como si el poder de mi padre importara. Si nos ponemos en ésa, el poder del padre de ellos no se quedaba atrás, ¿o sí? ―recordó mientras accionaba el gatillo viendo que su hermano hacia presión en su estómago, dejando una leve marca de su espada.

    ―Disculpen, pero debemos averiguar cómo regresar ―pidió con “amabilidad” la chica de ojos bicolor a apuntar a ambos con su bazuca.

    ―Hump ―dijeron ambos hermanos al unísono, pero con diferentes gestos.

    ―¿Qué sugieres Lady? ―Se cruzó de brazos y la miró con intensidad.

    ―Ésa mirada conmigo no funciona Dante ―rodó los ojos mientras volvía al pequeño asiento improvisado, donde una chica le esperaba con natural calma―. Síganme.

    Ellos obedecieron porque no tenían nada mejor que hacer, incluso la pequeña escena que habían armado ahora no les distraía lo suficiente como para no querer buscar una solución para ello.
    ¿Cómo carajo habían terminado allí?


    No era la primera vez que Dante y Vergil se encontraban, generalmente era por casualidad pero servía para así poder, cada uno con su motivo, medir fuerzas. Generalmente nunca concluían ninguna batalla porque un demonio aparecía para arruinarles el rato. Esta vez Lady les miraba desde lejos, no como una enemiga, sino como alguien que le faltaba las palomitas para disfrutar de una buena película de acción. Pero tristemente no las tenía.

    ―¡Sé que tienes algo mejor hermanito! ―bramó Dante extasiado mientras el metal de sus espadas chirriaba.

    ―No seas tan apresurado Dante ―dijo el otro sin siquiera dejar ver una sonrisa, pero sí cierto brillo en sus ojos.

    La batalla siguió durante unos minutos, esta vez a larga distancia. Dante era veloz con sus pistolas, pero Vergil colocaba fácilmente un escudo con Yamato, y ni una bala le rozaba. Ahora le tocaba al de azul probar suerte con sus dagas, ahora más rápidas que antes. El chico de rojo hizo un gesto burlesco y empezó a esquivarlas, ya fuese rodando en el piso o saltando, una que otra fue repelida por su espada.

    El lugar tembló, como cuando el inframundo se desmoronaba, pero ellos no estaban en el inframundo. El piso debajo de ellos empezó a calentarse, en cuanto el mismo se desquebrajó ambos hermanos saltaron cerca de donde estaba la joven cazadora, Dante no pensó mucho y la sujetó de la cintura, ella en un gesto de desagrado apartó su mano y le taladró con la mirada, él sólo se encogió de hombros. Repentinamente bajo sus pies apareció una sustancia viscosa, los gemelos se transformaron, pero aún así no pudieron salir. Una mano los atrapó a los tres y los arrastró con ella, no importó cuanto forcejearon, nada dio resultados.

    Una vez que despertaron estaban en lo que parecía ser un muy grande campo de combate, pero curiosamente dividida en dos. Del otro lado en el que se encontraban vieron una figura parada, dándoles la espalda con lo que parecía ser soberbia, despedía una gran aura demoníaca, una que hizo que ambos se cuadraran en posición de ataque.

    ―¿Qué hacen con una patética humana? ―dijo el demonio mientras aún les daba la espalda. Sin inmutarse por que los tres habían tomado sus armas. La chica dio un paso hacia adelante, decidida a pelear con él, ¿cómo que patética?

    Dante tomó el arma de la chica y la vio con seriedad. No debía acercarse. Incluso para él ésa energía demoníaca le ponía gratamente nervioso. El primero en hablar fue su hermano.

    ―Ésa humana nada tiene que ver conmigo, es asunto de mi hermano ―aseguró mientras guardaba a Yamato en su funda.

    El otro ser dio la vuelta y abrió sus ojos. Debía admitir que ése par de demonios le habían llamado la atención, sólo un poco. Acababan de tener una batalla contra Naraku, el híbrido de Inuyasha estaba a sólo unos cuantos pasos de él junto con la humana que le acompañaba, inconsciente. Iba a irse cuando sintió la tierra moverse y dejar a ése trío allí, de la nada.

    Los demás le vieron con curiosidad, tenía los ojos dorados. Unas marcas en las mejillas, de color morado al igual que lo que parecía ser un tatuaje de una luna en su frente. Vieron sus garras, y sus ropas, una armadura antigua, un kimono. ¿Dónde diablos estaban y cómo se iban de allí?

    ―Sí la humana no tiene que ver contigo, ¿por qué estabas con ella cuando llegaste? ―preguntó, de nuevo. Casi sin mover sus finos labios.

    ―No soy el único que tiene a una humana cerda si te has fijado ―contradijo, el otro achicó un poco sus ojos―. ¿Sin habla?

    ―Hump ―musitó―. Ella también es asunto de mi medio hermano ―aclaró, arrastrando la palabra hermano con odio.

    Se quedaron mirando varios segundos, sin decir nada. Lo que eran Dante y Lady le miraron alternativamente, se parecían tanto. El menor de los Sparda empezó a reír sin evitarlo. ¡Al fin Vergil había encontrado a alguien como él! Tenía que decirlo, que gritarlo. Pero justo cuando iba a abrir la boca alguien del lado del demonio antiguo habló, o gritó.

    ―¡Sesshômaru!, ¿dónde está Naraku, quienes son ellos? ―preguntó a gritos un furioso Inuyasha, mientras tenía a la joven en brazos y ella reaccionaba―. Todo bien Kagome. ―Le susurró para calmarla.

    ―No tengo por qué darte explicaciones ―respondió mirándole de reojo―, cuida a tu humana y está atento a tus asuntos ―recomendó volviendo a ignorarlo.

    Esquivó un golpe que venía desde atrás, Inuyasha quería retomar la pelea que tenían antes de que Naraku llegara a interrumpir con sus sandeces. Pero Sesshômaru estaba más interesado en ése par de demonios que habían llegado de la nada que de su medio hermano aniñado. Desenvainó a su espada para acabar eso cuanto antes y saciar su curiosidad.

    ―Como tú lo pidas Inuyasha ―dijo al arremeter contra él.

    ―¡Ey Vergil! ―llamó Dante. Y allí fue donde empezó su burla a que se parecían los jóvenes demonios.

    Siguieron a la chica hasta el otro lado del campo de batalla, mientras que los otros dos luchaban, una humana de negros cabellos sacaba lo que parecía ser un bento japonés lleno de comida. Se sentaron cuando ella le invitó a comer, y así lo hicieron. De fondo tenían el chirrido metálico de ambas espadas chocando con fuerza. Pero la mujer de largos cabellos no se inmutaba.

    ―Así que, Kagome. ―Ella asintió en cuanto Dante dijo su nombre―. Este es el Sengoku, época de guerras civiles.

    ―Mejor conocido como la época reinante de los demonios ―dijo Vergil al mirar a la joven.

    ―Eso yo no lo sé ―soltó una pequeña maldición cuando algo de té le cayó en la pierna gracias al viento cortante de Inuyasha―. Suficiente ―musitó―. ¡Siéntate! ―gritó con fuerza la mujer.

    Enseguida vieron como el híbrido se estampaba contra el suelo y le reclamaba a la chica, ella nada más le ignoró y sacó algo de ramen de su bolso, él con un gesto infantil y de forma lenta se acercó a tomar su comida. Luego de eso se calmó y olvidó el pleito con su medio hermano.
    Sesshômaru se acercó un poco a donde ellos estaban, pero decidió quedarse apoyado en un árbol que estaba cerca de ellos. No era capaz de compartir una comida con su hermano, en absoluto. Cerró los ojos y esperó a que los nuevos comieran, había algo que le daba curiosidad de ellos. Sintió a la humana de su hermano acercase a él con algo de duda.

    ―Come un poco ―ofreció. Él abrió los ojos con lentitud. No deseaba comida humana pero…

    ―¡Kagome eso es mío! ―exclamó en hanyô con enojo.

    ―¡No seas egoísta o te siento! ―Le gritó ella y él sólo refunfuñó algo y siguió comiendo.

    ―Gracias ―susurró el mayor de los Taisho al recibir el extraño recipiente de la joven. No le agradaba mucho ésa comida, pero, era de Inuyasha, quizás enojarle un poco fuera satisfactorio―. Huelen a Sparda, pero él no tiene hijos ―dijo al acabar su comida, dirigiéndose al nuevo par.

    ―Eso se debe a que no pertenecemos aquí, nuestro padre aún está del lado de los demonios en esta época ―dijo con cierto orgullo el mayor de ellos.

    ―Te equivocas ―aclaró el demonio―. Sparda estuvo luchando codo a codo con mi padre en la batalla que se libró contra China, sólo que nadie reveló nada ―terminó.

    En cuanto dijo ésa palabra ya tenía una espada amenazando su garganta, no le dio importancia y le tendió con seguridad la taza de comida a la humana, que se la quitó enseguida con las manos. Dio un salto hacia atrás y luego arremetió con sus garras venenosas al nuevo, rozándole con ellas.

    De allí en más empezaron a luchar.

    ―¡Tks! ―dijo en queja Dante―. ¡No hagas rollo por nuestro padre Vergil! ―gritó―. Quiero comer helado de fresa y acá no hay ―sonó infantil sin evitarlo―. Idiota orgulloso.

    ―Se parecen tanto ―dijo Lady mirando la batalla. El demonio antiguo a pesar de tener un solo brazo luchaba a la par con Vergil, incluso lo equiparó tanto que el último tuvo que transformarse.

    ―Incluso en su aptitud, son fríos, muestran seguridad, y nada les importa ―dijo una sorprendida Kagome.

    ―Indiferentes, ésa es la palabra que los define ―aclaró Lady al tomar su bazuca y clavarla en el suelo para apoyarse y mirar.

    Un ataque del látigo venenoso del demonio perro fue desviado por el campo de fuerza de las dagas de su contrincante, dirigiéndose a donde los espectadores estaban. Los menores sujetaron a las chicas y saltaron fuera de su alcance. Tenían el gesto un tanto fruncido porque se veía que estaban a la par entre ellos, y que sus hermanos (y medio hermano), eran poderosos. Aún les faltaba para superarlos.

    ―Idiota ―bufaron los dos chicos al mismo tiempo mientras se cruzaban de brazos.

    Dante se dejó caer de espalda, totalmente acostado. E Inuyasha se sentó en el suelo. Tenían que buscar cómo solucionar ése problema dimensional, pero los otros al parecer no querían.
     
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    jaja, Kai déjeme decirle que ya tiene un buen fan de sus escritos, este Fic está muy bueno. :)
    Las personalidades de cada uno son excelentes, y no se nota ooc. Aunque, me pareció extraño que Sesshomaru diera las "Gracias" a Kagome. Que yo sepa, Sesshomaru no daría las gracias a nadie, ni aunque se estuviera mueriendo. xD
    Pero sólo ha sido eso, lo demás está excelente.
    Espero poder ver más de este Fic, y del otro. ;)

    Chao hermosa, me avisa al próximo. ;)


    Logan.....................
     
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    Kai

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    N/A: Sé que Sesshô dijo gracias, pero considero que tiene más educación que Inuyasha en ésos aspectos y no le molesta decirlo. Sé que fue Ooc, pero esta aclaración iba en el primer escrito y no la coloqué :C

    II

    Kagome no aseguraba nada con ése extraño intento, pero al menos podía alejarlos de ése mundo, donde ellos podían encontrar a su padre, y por consecuencia, arruinarlo todo. Por la descripción que Lady les había dado de los hermanos, Vergil era el prudente, y Dante el infantil; justo ahora la chica pensaba que se había equivocado. Estaban apuntándose con las espadas, frente a frente, mientras hablaban. Suspiró, era la novena vez que lo hacían, y esta vez habían corrido un poco, alejándose del bosque y terminando en una aldea.

    ―Indiscretos ―musitó el mayor de todos cuando pisó la entrada de la aldea.

    ―¡Feh! Mira que entrar en una aldea humana ―farfulló Inuyasha al cruzarse de brazos―. Y yo soy el idiota ―dijo al sonreír.

    Kagome sonrió con pena ajena cuando el chico con orejas de perro dijo eso, se había insultado a sí mismo. Sí, era idiota. Normalmente cuando entraban a una aldea les miraban feo y susurraban cosas, pero esta vez era distinto, a cada paso que daba Sesshômaru la gente se apartaba, iban corriendo presurosos a resguardarse en casa, con miedo pero con cierto respeto ante la figura del Lord de las tierras del Oeste.

    ―¡Te digo que dejes las cosas cómo están! ―exclamó el gemelo que usaba pistolas―. Me da igual lo que deseas hacer con padre, de todas formas yo no tengo ―aclaró.

    ―¡No seas crío Dante! ―riñó con los labios apretados, no sabía por qué, pero sólo su hermano lograba exasperarlo―. Si persuado a padre puede que los demonios sigamos reinantes ―dijo deseoso.

    Dante sólo guardó a Rebellion y siguió su camino. Negó con la cabeza, de verdad que el poder dejaba medio dopado a su hermano. Sintió un impacto en su cabeza, volteó y las dagas flotantes rodeaban a su pariente, mientras todas le apuntaban.

    ―¡Tks!, ¡no lucharé con alguien que esté drogado por ansias de poder! ―gritó colocando las manos en sus bolsillos―. Será muy fácil ganarle ―esquivó todas y cada una de las dagas que el otro lanzó, lo acorraló con sus armas y las cargó con su poder demoníaco, mirándole y esperando que bajara la guardia.

    ―Convencer a Sparda no les concierne, sólo regresen a su patético mundo ―dijo Sesshômaru al pararse a su lado.

    ―¿Ves? ―dijo el menor al guardar su espalda―. Hasta tú clon hermano de otro fulano me entiende ―rió y dio unos cuantos pasos hacia atrás. La mirada del demonio antiguo no le agradó.

    ―No regresaré hasta ver a padre ―sentenció mientras guardaba a Yamato.

    ―¿No lo entiendes, verdad? Iluso ―susurró el Lord al caminar con elegancia a la salida del lugar.

    Vergil se sintió ofendido, pero respiró hondo. Una batalla no estaba en sus planes, lo que sí estaba en ellos era hablar con su padre antes de que hiciera la ridiculez que hizo, y luego marcharse. Pero sabía que estando con ese grupo de seres inferiores (incluyendo a su hermano), no podría hacerlo, por lo que se transformó y emprendió vuelo.

    Dante hizo ademán de querer detenerlo, pero luego detuvo su transformación. Vergil necesitaba pensar por sí mismo, y si lo perseguía sólo lograrían luchar hasta que uno de los dos falleciera de manera definitiva, con el fin de detener al otro. Decidió que lo dejaría irse, si sabía que algo iba mal (y lo sabría), tendría que ir a detenerlo.

    ―Sigamos, y dejen el drama ―dijo un serio Inuyasha―. Debemos llegar antes de que pase más tiempo, no aseguro que la pulga esté allí. ―Todos los demás asintieron y continuaron caminando. Al salir de la aldea se dieron cuenta de que Sesshômaru se había marchado.

    ―Creo que Vergil era lo único interesante que lo mantenía aquí ―dijo en un silbido el pistolero. Inuyasha se molestó por eso, pero Kagome colocó una mano en su hombro y le calmó.
    ***

    El Príncipe de la Oscuridad estaba algo incómodo por estar en ése sitio. Sabía que varios demonios de su época ya habían vivido allí, su padre era un ejemplo. «Padre, ¿por qué?» Se cuestionaba. Tenía el mundo en sus manos, a pedir de boca. Con el gran poder que poseía acabaría con la opresión de los humanos, con su situación evolutiva, y ellos dominarían, los demonios, tal y como debía de ser. Pero su padre mostró debilidad, un afán incomprensible por los humanos, por su espíritu. Bobadas, ellos eran los únicos que tenían derecho a ser soberanos, a decidir el futuro del mundo, no a ocultarse entre los humanos y vivir como uno, aquello era patético.

    Si no fuese porque su padre se había enamorado de una humana, y así mismo la había transformado para que pasara toda su vida a su lado, una vida que él mismo había arrebatado por el bien de la humanidad. Si sólo su padre no se hubiese enamorado de su…

    ―Madre ―susurró el chico de cabellera blanca al frenar de golpe.

    Ahora entendía la molestia de Dante hacia su padre, ahora él comprendía las razones de su enojo. «Yo no tengo padre» Le había dicho más de una vez su gemelo. Y al parecer Vergil no tenía madre, ¿cómo la había olvidado?, ¿cómo la había culpado de todo? Fue una humana que otorgó ésa parte de ella por una demoníaca, sólo para estar al lado de su padre. Para acompañarlo, y para darle herederos. Para protegerlos a ellos.

    Se sentía como una mierda.

    ―Hump, es curioso que te cuestiones eso ahora. ―Ése entonar barítono le hizo apretar los dientes―. Justo cuando estás tan cerca de lograr lo que deseas ―terminó de decir Sesshômaru sin mirarle, no valía la pena.

    El otro volteó queriendo encararlo, pero al ver que no le prestaban tanta atención se recostó en un árbol y cerró sus ojos.

    ―Insinúas acaso que tú no te amedrentarías ante tal situación.

    ―No debo responder a algo que no es pregunta. ―Le miró de reojo, analizando su pose, era tensa, temerosa―. Pareces gato asustado ―dijo sin broma alguna.

    ―Y tú perro de malas pulgas ―devolvió el otro seco y rápido―. Aún así debo detener a padre, pero…

    Sesshômaru decidió voltearse. Era intrigante, si él tuviese la oportunidad de volver en el tiempo e impedir que su padre luchara por los humanos, ¿lo haría? Antes quizás sí, pero ahora no tenía respuesta para ello.

    ―Llegas tarde, ya esa lucha se dio, híbrido. ―A penas y terminó de decir eso tenía a Yamato apuntando su garganta, pero él ya estaba listo con sus garras para arremeter. Ambos relajaron sus posturas sin bajar la guardia.

    ―Debí suponerlo ―musitó el otro ya dándole la espalda y guardando su espada.

    ―Dudo que si lo que buscas es una explicación ésa te sea satisfactoria ―siseó el demonio del pasado―. Algo compartimos, nuestros padres eran débiles. Pero buscando respuestas en sus palabras nosotros también lo seríamos. ―No sabía con certeza por qué le hablaba así, quizás él también necesitase respuesta, pero nunca admitiría su duda ante un completo extraño, menos a un impuro.

    ―En tal caso, Dante puede que sea más fuerte que yo, nunca se cuestiona nada ―dijo con los dientes apretados, casi queriendo que fuese un chiste y no cierto.

    ―Quizás lo sea.

    ―¿Cómo? ―cuestionó el otro a la nada. El demonio ya se había marchado.

    *----*-----*----*---*

    1202 palabras.
    N/A: Well, quizás cometa más Ooc en Sesshô, pero viéndolo así… Ellos comparten ésa incertidumbre: “¿y sí mi padre…?” Pero creo que es simplemente una unión que sintieron así nomás, en busca de una respuesta. Y creo que Sesshômaru se la otorgó claramente a Vergil, así el mismo Sesshô no desee entender lo que dijo por mero orgullo.
     
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    Kai

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    3
     
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    2132
    III

    Estaba caminando lentamente, casi arrastrando los pies.

    ¿Qué Dante era más fuerte que él? Imposible. Se rió solo ante semejante ridiculez, él no podía ser más fuerte, mucho menos mejor que él. Nadie que defendiera a capa y espada a una raza inferior podía serlo, sin embargo, una raza inferior fue quien le dio la vida, una patética existencia e insignificante cosa débil y sin poderes lo había protegido cuando él era un niño. Él también había sido una cosita débil hecha de nada, que sí lo mirabas feo iba a llorar, salir corriendo y refugiarse en los cálidos y acogedores brazos de su progenitora.

    ―Madre ―suspiró con una irónica sonrisa.

    ¿Por qué repudiaba tanto a Dante? Se cuestionaba siempre. Él sabía la respuesta, y odiaba admitirlo, pero algún día debía de hacerlo.

    Él estaba orgulloso de lo que era y lo aprovechaba. Y por ése orgullo, muy distinto al que él poseía, era más fuerte. No se cuestionaba nada porque él mismo buscaba sus respuestas, a preguntas que no se hacía. Porque él no temía decir que tenía corazón, que aceptaba lo que era, y que siendo así era su alma quien luchaba, su propia fuerza, no una heredada por la sangre.

    ¿Y Vergil?, ¿qué o quién era él? Un resentido. Aquél que había interpretado mal las señales, era el hermano mayor que odiaba al menor porque al final se odiaba a sí mismo por no poder ser un poco más como él. ¿Qué era genial ser Vergil? En varios aspectos lo era, pero en los que él deseaba fervientemente no. Simplemente era el que estaba condenado a sentirse inferior siendo superior, a echarse porras así mismo y a través del miedo porque nadie más lo haría.

    ―Que estupidez ―susurró mirando el oscurecido cielo.

    Apretó los labios con rabia y golpeó un árbol, éste cayó enseguida. Se recostó en él, extendió su mano sobre su rostro, detallándola; por entre sus dedos se colaba la leve luz de la Luna, tranquila, abrazándolo y consolándolo. Quizás eso era lo que necesitaba, lo que siempre él rechazó: un cálido abrazo de su madre, ésa persona de la cual nunca le importó qué era; lo amó, lo ama y lo seguirá haciendo, porque ésa es la naturaleza de una madre. Una que él había odiado sin razones.

    Odiaba todo, absolutamente todo lo que reflejara algún sentimiento hacia él, pensó siempre que era lástima, nunca creyó que sería un querer sincero no imaginó que alguien cómo él pudiese recibir amor. Y ahora…ahora Dante estaba allí, se paró frente a él, pateó el tronco donde estaba y éste rodó dejando que su cabeza cayera en el suelo.

    ―¿Ahora lloras? Interesante ―soltó en un silbido el chico vestido de rojo―. Ya nos podemos ir ―concluyó acuclillándose a su altura.

    ―¿Llorar? Sólo los humanos hacen eso ―escupió al reincorporarse, aunque una estúpida lágrima había bajado por su mejilla sin permiso.

    ―Eres medio humano después de todo ―dijo su hermano sin preocuparse, adquiriendo un matiz más serio.

    ―Sí, después de todo lo soy ―reconoció. El menor sonrió, agradecido. No sabía cómo hubiese sido si nunca lo admitía, ¿tendrían que matarse mutuamente? No lo aceptaría nunca, después de todo era lo único que tenía, que ellos tenían, al fin y al cabo eran hermanos.

    ―Pues, andando su majestad, una jugosa pizza nos espera.

    ―Prefiero un whisky ―dijo el otro siguiendo de cerca al menor.

    ***
    No se inmutó al verles llegar allí, donde Totosai, buscando a la inútil pulga sirviente. Él estaba allí por otras razones, su espada necesitaba mantenimiento eso era todo. No la usaba en realidad, no requería filo tampoco pero no dejaría que se oxidara.

    ―Deberías cuidar mejor a Colmillo, no la deseo oxidada cuando te la quite ―demandó desde el interior de la cueva.

    ―¡Feh! Si es que logras quitármela Sesshômaru ―espetó el otro encolerizado. Fue amablemente tranquilizado por un “siéntate” de su acompañante.

    Todos tuvieron que salir de la cueva al sentir el aura de Naraku cerca, revoloteando por el lugar, llamándolos. En ése momento el suelo vulcanizado se movió inquieto, todos salieron fuera de peligro al saltar, en el centro del lugar se abrió un profundo agujero despidiendo de él una fuerte luz violácea.

    ―Creo que ya es hora ―murmuró la miko al ver el color que despedía, era el mismo que cuando ella cruzaba el pozo.

    ―¡Pizza allí voy! ―exclamó un contento Dante mientras abrazaba a las dos mujeres y las alzaba, contento. Tuvo que bajar a la miko por recibir un gruñido del molesto hanyô.

    Todos bajaron y fueron a asomarse, efectivamente era el portal a su época, difuminado por la luz se veía el letrero de neón del Devil May Cry. Simplemente dijeron adiós con la cabeza y Lady fue la primera en entrar. Cuando los hermanos proseguían a hacer lo mismo ambos se detuvieron en seco, expectantes.

    ―Nunca había sentido un aura así ―dijo una temerosa Kagome abrazada a Inuyasha, éste tenía los dientes apretados, ésa energía era demasiado poderosa.

    ―Casi como la de padre ―murmuró Sesshômaru, aclarando la duda de todos―, ¿irán, híbridos? ―cuestionó a los gemelos.

    El mayor de los gemelos volteó a ver el cielo, una gran energía maligna se acumulaba en una montaña no muy lejana, un aura que a pesar de nunca haberla sentido antes era parte de él.

    ―¿Vergil? ―cuestionó Dante temeroso, ¿lo haría, de verdad sería capaz?

    ―Creo que después de todo nunca debimos de conocerlo, menos ahora. ―Todos le miraron sorprendidos, lo rechazaba, así de fácil, ¡hace unas horas no era así!―. Algún día padre sabrá de nosotros, no hoy ―sentenció con los ojos cerrados. Y simplemente se fueron a casa, a su época. Cuando entró al portal se sintió libre, tranquilo.


    Luego el portal se cerró en un centellante haz de luz, así mismo el aura demoníaca del poderoso Sparda, Señor de las Tinieblas, se desvaneció tal y como había llegado. Pero el poder demoníaco de Naraku seguía allí, llamándoles.

    Pronto a ellos llegaron, en una transformada Kirara, el resto del grupo, asintieron y emprendieron marcha hacia el nuevo escondite del híbrido. Podía ser una trampa pero se arriesgarían. Sesshômaru simplemente se les había adelantado hace mucho, pero sabiendo que no lograría nada con ésos estrobos allí decidió ir a buscar a su menudo grupo de dos. Después acabaría con el miserable de Naraku.


    ―Señor Sesshômaru, bienvenido ―saludó la pequeña con una sonrisa. Él le dedicó una breve mirada a modo de respuesta.

    ―Jaken, espero haya comido ―demandó saber.

    ―Sí amo, ya la niña Rin comió ―respondió el demonio verde. Por dentro se sintió destrozado había preguntado por la niña no por él, su fiel sirviente. Suspiró abatido.

    Gesticuló algo bajo y se adentró en el bosque con el pequeño par pisando sus talones.

    Se quedó meditando sobre la pregunta que le había hecho tácitamente el futuro hijo mayor de Sparda: «insinúas acaso que tú no te amedrentarías ante tal situación», claramente era una pregunta que había ignorado pero no pasado por alto. Comprendía ante todo que la situación entre ambos era distinta por mucho.

    Con Sparda, éste siempre había estado inclinado al lado humano. Punto. Se había enamorado de una humana que aún ni nacía, se había convertido en un héroe para ésa raza y un traidor para los demonios, allí era igual que su padre, pero había una notoria diferencia. Él no había engañado a varias personas por una humana, no había dejado al hijo mayor enfrentar ésa deshonra en vida, con saña, como un interminable castigo. Él tenía dos hijos híbridos, ambos impuros, pero al fin y al cabo iguales. No envidiaba a ésos chicos, no. Sólo sentía que él había llegado a ser más desdichado.

    Sesshômaru debía cargar con la deshonra de tener el apellido Taisho en una época donde todos sabían quién era y no había temor a enfrentarse. Era un desterrado, realmente patético. Nunca le había gustado estar acompañado, nada que ver, pero debía ser él quien gobernara a los demonios, tal y como hizo su padre en su momento, pero a causa de él todos les apuntaban con sus espadas. A los únicos que podían someter bajo su control era a los humanos, pero eso era sencillo. Le mosqueaba ser la burla de los de su raza, ya ni allí pertenecía. No, se había convertido en un nómada, no le molestaba pero, no era su error el que estaba pagando, era el de su padre.

    ―Amo Sesshômaru, ¿viene de ver al señor Inuyasha? No tiene buena cara ―indagó la niña con inocencia.

    ―¡Enana insolente, deberías aprender modales! ―espetó indignado el sirviente.

    ―Jaken. ―El aludido le miró―. Lárgate ―ordenó con voz serena.

    Una vez solo siguió cavilando en su fuero interno.

    Para su padre no había sido suficiente haberle dejado con ésa cruz a cuesta, no, también había embarrado más su linaje con un impuro. Que estuviese con una humana, no le importaba mucho, su padre poseía necesidades y era una hembra, pero ¿un hijo? Eso fue insensato, luego pedirle que lo cuidará, ¡que ridículo! Pero lo había hecho, porque al fin y al cabo la sangre llama, eran familia y lo había prometido, eso era algo que valía.

    Sesshômaru, el gran Lord de las tierras del Oeste recuperaría el honor de su apellido, haría ver a ésa insignificantes criaturas que el legado de los Taisho continuaba, incluso su medio hermano valdría en eso, después de todo la misma sangre circulaba por sus venas, y en más de una ocasión había comprobado que valía la pena. Que el chico después de todo había sido educado. No lo quería, no lo apreciaba, no le odiaba, solamente rechazaba su lado impuro; a pesar de todo ello, de sus orígenes, lo respetaba con un rival digno, con ideales, extraños sí, sin embargo seguían siéndolo.

    ¿Cambiaría acaso, si tuviese la oportunidad, la decisión que tomó su padre? No, no lo haría. Porque de esta manera haría surgir de nuevo su linaje, no sería la sombra de su padre, para nada. Sería Sesshômaru Taisho, el Lord de todo el Japón, se arrodillarían ante él, y se debería todo eso a él mismo, a nadie más.
    Pero, mientras eso se hacía realidad, se divertiría un poco más en ésas luchas, se fortalecería gracias a la estupidez de su medio hermano y la de Naraku. Que ingenuos.
    FIN

    N/A: Amé hacer este capítulo por tantos motivos que me dan ataques fangirl de a momentos. Simplemente nunca imaginé que podría trabajar con los pensamientos de estos dos tan fácilmente, se me hizo tan agradable, alucinante que lo volvería a hacer desde otra perspectiva. ¿Qué no tiene sentido cómo llegaron Vergil y los demás allí? No, no tiene y no me interesa que lo tenga, lo que más me importa es lo que piensan, que se vean ésas diferencias marcadas en situaciones similares. Serán cosas de época, el tiempo, de la crianza. Pero estoy segura de que pude abarcar lo que deseaba, los pensamientos que ambos seres poseen. Con una personalidad fría, con decisiones seguras y acertadas, e indiferentes a todos los demás, sólo velando por ellos. No sé, siento que los amé más a cada uno por su forma de pensar, tan acertada, con motivos claros, no irracionales. Adoré el análisis que le dio Sesshômaru a la situación a lo de su linaje, sé que yo le escribí, pero siento más bien como si fuera el personaje que me hablara de ello, no yo. Deliro, lo sé :3
    Me despido por ahora, seguiré trabajando con estas dos series, siento que poseen una fusión increíblemente instantánea. Saludos~
     
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