One-shot de Pokémon - Frío arrollador

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por Goeld, 4 Julio 2014.

  1.  
    Goeld

    Goeld Iniciado

    Escorpión
    Miembro desde:
    21 Junio 2014
    Mensajes:
    9
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Frío arrollador
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1120
    Escrito para la actividad Pokémon: ¡El poder del frío!

    Pokémon:

    Frío arrollador


    El primero de Julio llegó. No llegó el día, llegó un frío inmortal que amenazó a todo el mundo. A cada lado que miraba, incluso el más pequeño rincón estaba cubierto de hielo y nieve. Tardé un tiempo en descubrirlo, seis días exactos. Siete días en los que busqué, investigué e hice todo en mi poder para descifrar qué causaba ese invierno invencible. Articuno despertó. Un legendario pokémon rey del frío y regidor supremo de las heladas. Como cualquier legendario, su poder era inigualable.

    Emprendí mi viaje por Kanto junto a mi preciado y leal Arcanine persiguiendo día y noche a aquella leyenda viva. Estábamos solos, principalmente porque muy pocos me creían, y los que lo hacían no tenían el valor para seguirme. Partí desde Azafrán, donde nací, y tomé camino por Ciudad Azulona, me metí al camino de bicis —donde tuve que rendir cuentas con motoristas— y seguí cruzando Carmín. A lo largo de mi viaje veía todas las casas cubiertas de nieve y algunas incluso congeladas. Una vez llegué al mar, saqué un tipo agua. Con la ayuda de Gyarados conseguí hacerme paso por las ahora casi congeladas aguas de la ruta marítima número 20 de la región, dirigiéndome a las Islas Espuma.

    El frío era punzante como mil espinas repartidas por todo el cuerpo, era tan crudo, tan fuerte que afectaba incluso a los pokémon resistentes al tipo hielo. La condición de viaje era precaria, pero no podía rendirme, debía acabar con esto. El cuerpo del pobre Gyarados tenía que lidiar con la helada agua del mar y con los punzantes trozos de hielo que se formaban al pasar por allí. Yo me cubría apenas con mi fina capa de tela, pero tenía la mayor fuente de calidez existente: el calor de mis amigos pokémon. Eran lo único que me hacía falta.

    Llegué en unas horas a las islas. La arena estaba muy fría y el viento no favorecía. Me armé de valor y, regresando a mi pokémon a su Ball, me adentré en la boca del lobo, en la cueva de las Islas Espuma. Apenas entré tuve que encender una linterna ya que no se podía ver nada. Bajo su escasa iluminación, pude contemplar una caverna repleta de estalactitas y estalagmitas, rocas y tierra, todo cubierto de una fina capa de nieve. Era un auténtico laberinto de hielo, me perdí una y otra vez. Tardé un poco en poder distinguir el camino correcto, pero una vez lo hice seguí mi búsqueda.

    Lo único que podía empeorar la callada atmósfera llegó a suceder, voces y sonidos de pokémon ocultos, casi muertos de frío y del miedo también. El terror comenzó invadirme tomado de la mano con los síntomas de hipotermia, debía hacer algo y rápido. Saqué a Arcanine desesperadamente y prendimos un pequeño madero, que serviría como antorcha durante un tiempo. Recorrimos juntos ese enredo de caminos sin salida y cuevas dentro de cuevas.

    Llegamos a un punto en donde el frío era tan intenso que nos sería imposible avanzar mucho más. Estaba temblando agitadamente a causa de las bajísimas temperaturas. En ese mismo lugar el suelo había desaparecido por completo, estaba todo inundado y el agua se encontraba a varios grados bajo cero. Entonces lo vi. Un majestuoso pokémon con forma de pájaro, de un tono celeste claro. Irradiaba belleza, una de sus plumas podría considerarse un verdadero tesoro. Pero a él no le gustó tanto verme como a mí me agradó verlo a él. Se enfureció con tal magnitud que lanzó un potente gorjeo que me asustó tanto a mí como a todos los pokémon presentes en aquella fría cueva. Articuno salió volando velozmente de la caverna sin dejarme seguirle el paso.

    Salí yo también, pero cuando me encontré fuera, la leyenda había desaparecido de mi vista. Tuve que preguntar después a las personas de Isla Canela, y me dijeron que lo habían visto en dirección a otra pequeña islita sin nombre en la ruta veinte.

    Yo emprendí camino hacia allí cuanto antes. Cuando llegué, vi que la isla estaba repleta de árboles excepto en un gran claro en lo alto de unas colinas. Ese fue mi objetivo, llegar allá para ver si podía divisar algo desde el lugar. Atravesé el denso bosque, lleno de árboles con sus hojas revestidas de polvo blanco. Después escuché otra vez ese característico gorjeo. “¡Arcanine, vamos!” le ordené al fuego. Así comenzó a correr a toda velocidad conmigo montado en su lomo. Una vez llegamos al claro, lo encontramos por segunda vez. De ese modo fue como llegué a donde estoy ahora, parado sobre la nieve y con un Articuno enfadado dispuesto a luchar. “¡Arcanine, Lanzallamas!” le ordeno. Él obedece sin rechistar, y salta con fuerza liberando una llamarada de su boca que acierta en el enemigo y deja una potente herida. Pero un legendario no es para subestimar. Él contraataca fuertemente con un poderoso Rayo hielo que deja a mi pokémon bastante lastimado, como si el frío fuera poco para él. Podemos seguir luchando, esta vez, Arcanine utiliza Llamarada, que es más potente que el movimiento anterior. Un enorme fulgor desintegra la nieve como cañón de fuego, y golpea al ya herido Articuno. Atacando con Tornado, inmoviliza a mi querido Arcanine por momentos. “Arcanine, levántate, vamos. Podemos derrotarle”. ¡Bum! Otro Tornado azota al pokémon. El dolor que siento es muy grande, pero nada comparado al que está sintiendo Arcanine en este momento. El legendario se dispone a atacar de nuevo, en eso le susurro unas palabras a mi preciado pokémon. “Vamos, tienes algo que él no… un entrenador que te apoya”. Ambos sonreímos por la situación. Con nuestras últimas fuerzas, atacamos una vez más. “¡Arcanine, Sofoco!” El movimiento más potente que mi pokémon conoce. Una enorme explosión de fuego arrasa con todo a su alrededor, hiriendo de gravedad a Articuno. Corro a socorrer a mi pokémon y vemos al ave. Intenta levantarse, pero no lo consigue. Como final de la batalla, Articuno exhala por última vez.

    Cansados por la tremenda batalla que acaba de tener lugar en una de las Islas Espuma, notamos que las nubes se disipan dando lugar a un brillante sol. El hielo y la nieve comienzan a derretirse poco a poco con el calor que empieza a emerger después del invierno que creíamos inmortal. La amenaza acabó, pero aprendí a no subestimar el inmenso poder del frío.
     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso