Contenido oculto: N/A Éste escrito participa en la Actividad Christmas Dead 2.0 de Liza White. Jamás manejé la temática Zombie así que perdonen :´D por esto a lo que conocen de este tema. Enchufó los parlantes. La estática y ese pitido ensordecedor le provocó algo de jaqueca, pero logró olvidarlo en cuanto el CD que había colocado en aquella vieja consola comenzó a sonar por toda la ciudad. La que, con algo de suerte, aún gozaba de energía eléctrica. Desde aquella torre de comunicación podía ver claramente a Roseltville: «la ciudad de los sueños». En sus mejores tiempos había cargado con algo más que un poco de belleza, con gente amable visitarlos y vecinos alegres saludarlos. Ahora sólo era uno de los escenarios más deplorables de la historia pues el hombre, el hombre había perdido su humanidad por completo... Habían hecho todo lo posible por evitar aquel Apocalipsis, por exterminar aquella plaga de Zombies. Sin embargo, sólo habían logrado que se propagara con más fuerza. Las colonias de sobrevivientes habían desaparecido en su mayoría y sólo los más sensatos, tal vez, se habían ocultado en los rincones más inhóspitos de la Tierra temiendo ser devorados por alguien cercano. De Roseltville, al menos de eso estaba segura, sólo quedaba ella y Matt Hardy del edificio del frente. Esperando que alguno de ellos apareciera para darle fin a su existencia o que el hambre y la sed finalmente los consumiera; seguir viviendo no era una opción, aunque preferían que la muerte los tomara por sorpresa. —Feliz Zombidad, Grace —escuchó desde el handy militar que colgaba de su cintura. Sonrió con algo de gracia mientras disfrutaba de Jingle Bells Rock. De repente se encontró en la punta de una larga mesa, presenciando las risas de su familia, degustando aquellos manjares de la época festiva, contando las anécdotas más graciosas e íntimas. Con la mejor ropa y presumiendo los mejores zapatos, el perfume y la joyería más cara. Lamentaba no haberse quedado sólo un minuto más en aquella mesa en el pasado... Anhelaba volver a esos días, realmente lo hacía. Suspiró, mientras se quitaba aquellas rebeldes lágrimas de sus ojos verdosos y acomodaba en vano su cabello negro, sucio y enmarañado, detrás de su oreja. Tomó el handy y se lo acercó a la boca. Matt era lo único que tenía ahora; no sabía cómo era, no tenía idea si alguna vez se habían cruzado por casualidad por las calles. Sólo sabía que él aún estaba allí. Su única compañía y quizá, lo único que la había mantenido cuerda en aquel espantoso destino. —Feliz Zombidad, Matt...
