One-shot Ya no quedan niños [The Last Of Us]

Bueno, pues no soy un gran fan del género de los Zombis y tal, pero quiero que este subforo perdure, y por eso he escrito este pequeño relato basado en el videojuego “The Last Of Us”. Espero aportar mi granito de arena de este modo.



Ya no quedan niños.

Tan joven era, y tanto conocía aquel mundo en el que vivían. En realidad, no era más que una niña que había nacido y crecido en medio de los restos de lo que un día fue la Tierra.

¿Qué iba a conocer, sino sangre, dolor, muerte y miedo? Era lo que se respiraba en el aire en esos tiempos, era con lo que ella había crecido. Otro niño o niña de su edad estaría temblando de miedo, estaría muerto de miedo. Otro niño o niña no podría moverse, no se atrevería si quiera a avanzar. No querría ni mirar a los ojos a aquellas endemoniadas criaturas que una vez fueron humanas, mas ningún rastro queda de sus antiguos “yos”.

Otro niño hubiese, simplemente, llorado. Pero ella, ella conocía ese mundo, y no le asustaba lo que en él había, porque nunca conoció otro. ¿Qué hubiese hecho Sarah? ¿Qué haría ella en su situación? Para Joel era triste admitirlo, pero, probablemente, Sarah hubiese visto, acurrucada en una esquina, cómo lo mataban.

Pero Ellie no. Porque Ellie, por fuera, tendría aspecto infantil, pero por dentro no era una niña.

Porque en ese mundo no quedaban niños.

—¡Joel, cuidado! —exclamó ella, desde la lejanía en que él la obligaba que se quedase mientras exploraba.

Se dio la vuelta, pero era tarde. Uno de esos corredores, un infectado, un pobre humano que tuvo la desgracia de contagiarse con aquel endemoniado hongo y ahora no era más que un zombi con sed de sangre, con el único objetivo de extender el hongo más y más, había saltado sobre él, rompiendo con su peso el suelo frágil de madera, y cayendo al piso inferior, un oscuro lugar que lucía ser el sótano del edificio ruinoso.

El ser intentó, con su asqueroso rostro ya comenzándose a minar por el hongo pegado al de Joel, morderlo para acabar con su existencia como humano. Mas él, ágil, consiguió apartarlo de una patada y lo fulminó con un disparo en la cabeza.

Al fin y al cabo, los corredores no eran buenos luchadores.

—¿Ellie? —preguntó, mirando hacia arriba.

—Estoy aquí —dijo ella, sabiendo ya lo que el hombre iba a pedirle.

—No te muevas de ahí. En seguida subo, solo tengo que encontrar la forma de salir.

—Vale, vale —contestó resignada. Él era muy sobreprotector, temía por su seguridad. No quería que le sucediese con Ellie lo que le sucedió con Sarah.

Entonces, mirando con la poca iluminación que su linterna le brindaba, avanzó con cautela por el lugar.

A lo lejos vio unas escaleras de mano con las que podría, quizá, subir junto con Ellie. Se dispuso presto a cogerlas… pero, cuando hay un infectado, cerca siempre habrá más.

Ese chasquido. Ese horripilante ruido que ponía el vello de punta al más valiente. El ruido se hizo más y más constante, los infectados inundaban la zona, ¿de dónde venían?

Era como el ruido del infierno. Un ruido más espeluznante que el afilar de un cuchillo en las tinieblas, que el chirriar de una pizarra. El ruido de los chasqueadores, abominables infectados cuya cabeza ya no era más que un receptáculo para el hongo.

Pero Joel sabía que, si no hacía ruido alguno, los ciegos seres no podrían detectarlos. Avanzó agachado, acechado en todo momento por el desfile de los monótonos chasqueadores. Consiguió agarrar la escalera, mas, al darse la vuelta, un tropiezo hizo que la soltara. El metal resonó en el sótano, y los gruñidos de los chasqueadores se aproximaban a él, sedientos de sangre.

Sacó su escopeta, y comenzó a disparar directo a la cabeza a las criaturas que se le aproximaban. Los hongos de la cabeza estallaban en una mezcla de extraños fluidos y sangre mientras el ser se desplomaba decapitado. Pero eran demasiados.

Joel corrió, se acercó, apartando a los infectados con contundentes golpes propinados con la misma escalera como arma, hasta la zona por donde había de subir.

—¡Ellie! —gritó al no verla allí arriba. Entonces miró a sus lados; la acosaban dos chasqueadores, a los que pudo tumbar con la ayuda de la escalera, que resultó ser una buena arma improvisada cuerpo a cuerpo.

Parecía que todo se había calmado. Ya no más chasquidos, ya no más chasqueadores.

Pero Joel había perdido de vista a Ellie.

Oyendo unos pasos pesados acercándose a él, rápidamente encendió su linterna e iluminó hacia detrás, girándose con brusquedad. Por un momento cerró los ojos, deseando encontrarse con Ellie tras de sí, y no con otra criatura horrenda.

Los abrió a los segundos, y lo que apreció a centímetros de sí no fue precisamente el rostro de una niña.

Era un hinchado, uno de esos infectados que tanto tiempo llevaba aguantando a ese parásito en su cuerpo, a ese hongo. Ya todo su cuerpo era un hongo, era simple tierra para que el hongo aguantase sus raíces. Era un ser tremendamente brutal, pero al mismo tiempo muy lento.

Lástima que la proximidad del ser a Joel no le diese oportunidad alguna de aprovechar esa desventaja; el hinchado agarró con sus dos manos su cabeza, mientras él forcejeaba inútilmente por liberarse. Puso la criatura sus horrendas manos en la boca de Joel, haciendo éstas de palanca en su mandíbula, tirando con una hacia arriba y con otra hacia abajo. El hombre trataba de apartar esos brazos, mas nada tenía que hacer contra la fuerza de ese ser. Ya notaba como su mandíbula dolía, dio por terminada su vida en ese instante.

Pero de repente, se escuchó un grito de la criatura y ésta apartó sus brazos.

Joel, libre, la miró cayendo al suelo cuando fue soltado.

Era ella. Ella le había soltado. Aquella niña… o mejor dicho, aquella mujer. Porque en ese mundo no quedaban niños.

—¡Gordo asqueroso! —gritaba Ellie, subida a la chepa del monstruo, apuñalando con una daga repetidas veces la cara cubierta de hongos de éste.

La criatura, en un alarde de quitarse a la niña de encima, se dejó caer hacia atrás para aplastarla, con lo que Ellie saltó de él para evitarlo. Pero el ser había agarrado uno de sus pies con fuerza, arrastrándola por el suelo hacia él.

Entonces un golpe en seco reventó la cabeza de aquel ente. La escalera que portaba Joel dio fin a la “vida” de ese infectado.

Ellie se levantó y se sacudió el polvo lentamente. Ella no esperaba un “gracias” o un “me has salvado”. Joel no era de esos que muestran su agradecimiento. Es más, estaba preparada para recibir una bronca.

—¡Te dije que no te movieses! ¿Qué parte de “no te muevas de ahí” no entendiste?

Ella aguantó su risa. En realidad era cómico ver como Joel fingía estar enfadado, cuando en el fondo se moría de ganas de agradecerle a Ellie su temeridad.

—¿Seguimos, entonces? —dijo Ellie agarrando la escalera tirada en el suelo y colocándola en la posición perfecta para subir. Ya arriba, miró a Joel y dijo—. ¡Venga! ¿Qué parte de “seguimos, entonces” no has entendido?

Joel no pudo evitar sonreír, por mucho que trató de esconder esa sonrisa.

Sí, en aquel mundo que una vez fue llamado “Tierra” ya no quedaban niños. Pero, ¿quién quiere niños teniendo a Ellie?