Mitología Griega Un aedo, una lira y una canción alegre para Euterpe [Song-fic]

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Bahamut, 11 Julio 2017.

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    Bahamut

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    Título:
    Un aedo, una lira y una canción alegre para Euterpe [Song-fic]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2907
    Participando en: Actividad - ¿Dónde están las musas cuando las necesitas?

    Musa: Euterpe.
    Es un song-fic.
    La canción: Mi historia entre tus dedos.
    Link de la canción:

    Un aedo, una lira y una canción alegre para Euterpe.

    Viajando por amables caminos, me abro paso a través de la hermosura de los prados, de las aves cantoras y la musicalidad de la vida. No hay falta de gracia para los ojos infatigables de un aventurero, en búsqueda de la inspiración; que se puede hallar en cada rincón, desde observar el rocío de las flores antes del amanecer, hasta admirarse de la magnificencia que nos entrega el éter, noche tras noche. Estas son solo las palabras de un cantor delirante, enamorado de la vida, la música, el arte, la naturaleza y de cualquier musa que desee acompañarlo durante su travesía.

    Acompañado tan solo de mi lira, papel, una pluma y mi loca imaginación. Me he embarcado en un viaje sin ningún destino fijo, usando mi intuición como una brújula y mis primeras percepciones como criterio para elegir mi ruta, yo voy caminando por el embriagante vergel que tengo delante de mis ojos. Estas tierras son colindantes a la ciudad de Siracusa, un centro cultural e intelectual de mi amada Grecia; donde los héroes se alzan como los pilares de la ciudad, los intelectuales como sus cimientos, mientras los niños y sus mujeres llenan de vida sus calles. Es allí donde me dirijo en los próximos días.

    Algunas horas más tarde, un acontecimiento que me marcaría para siempre, tuvo lugar a las orillas de un río. A plena tarde, sentado sobre una zona rocosa; me hallaba tocando mi lira, mientras mis dedos bailan al compás de una melodía algo caprichosa, que se gesta en medio de la tranquilidad del bosque. Es en este lugar, donde mi mente se dispersa de la realidad; entrando en un estado de éxtasis donde todo fluye y el tiempo parece detenerse. Puedo escuchar unos pasos que se mueven al ritmo de la música, su tiempo es perfecto, como si hubiese ensayado aquella danza con la música muchas veces. Abrí mis ojos para poder apreciar al dueño o dueña de aquellos movimientos que me acompañan con su baile. Para mi sorpresa, aquella persona poseía una gallardía y un perfil casi etéreo, su silueta de hada se mueve con gracia sobre la rivera del río, rociando finas gotas de agua cristalina.

    —Una...diosa... —susurro.

    Esas palabras acres salen de mi boca, de manera inconsciente. Me siento petrificado por la presencia de este ser sutil de perfil femenino, su naturalidad es divina como todo en ella. Cada parte de mi está cautivado por su ser, su mirada profunda escudriña en mi alma y su sonrisa hechizante me acompaña durante el proceso. De sus ojos puedo escuchar: Como buen aedo, es aquel que toca y canta, historias y experiencias son plasmadas de sus manos en canciones y tono; a su ritmo, el joven cantor deslumbra a la musa que danza sobre los caminos, el agua y el cielo. De esta historia, se gestara la música en forma de canción. Después de recibir esas palabras que resuenan en mi mente, mis dedos siguen tocando la lira hasta el llegar del ocaso.

    El recuerdo de aquella escena, de esa diosa, danzando sobre el agua con elegancia al tempo de la música, no se me olvida. En mi corazón, existe la esperanza de revivir aquella emocionante vivencia que atesoro en mi corazón, jamás había vivido nada semejante y no podía esperar porque sucediese de nuevo.

    Días pasaron, junto con mi ilusión, que menguaba con el paso del tiempo. Aquella musa no hacia acto de presencia en la orilla del río. Esos días, mi rutina consistía en ir a Siracusa a comprar provisiones para mi viaje, cantar mis canciones en las calles de la ciudad y volver a la hora de la puesta de sol, a aguardar a que solo ocurra un milagro que no sucedió.

    Más días transcurrieron, y mi ilusión menguante; se transformó en una aflicción en la que me ahogaba, a causa de la inmensa tristeza que me producía el no poder verla. En ese corto tiempo, ella se había ganado una porción dentro de mi corazón. En medio de toda esta angustia, lo único que me quedaba era tocar la lira. Una de esas tantas noches oscuras, mientras mis penas son expresadas a través de los lamentos cariacontecidos de mi lira. Una voz fina me musita algunas palabras que luego brotan de mis labios.

    Yo pienso que no son tan inútiles las noches que te di.
    te marchas y qué, yo no intento discutírtelo,
    lo sabes y lo sé.
    Al menos quédate sólo esta noche,
    prometo no tocarte, está segura,
    tal vez es que me voy sintiendo solo,
    porque conozco esa sonrisa tan definitiva,
    tu sonrisa que a mí mismo me abrió tu paraíso.


    Esa melodía es hermosa. No sé de dónde nació aquella prosa, pero estoy profundamente agradecido de que sea yo quien pueda ser el primero en escucharla.

    A la mañana siguiente, cuando el crepúsculo de la noche abría paso al alba. Me levanté con energías renovadas, y de inmediato, me puse a tocar la lira y cantar la estrofa, que antes había recitado. Cerré mis ojos ansioso de que algo pasara. Unos gráciles pasos familiares producen un sonido de chapoteo sobre las aguas del río. Justo, en ese momento, supe que el milagro; por el que tanto perseveré, se hizo realidad. En esta ocasión, fui capaz de abrir mis ojos a voluntad, y mirar hacia la diosa que se ha adueñado de mi corazón; pero esta vez, no pude conectar mi mirada con la suya: como si de forma ex profeso evitase que mis ojos se tropiecen con los suyos. Quería comunicarle a ella tantas cosas, pero las palabras se atoran en mi garganta y no sale sonido alguno de mi boca. Lo último que pude ver el esbozo de una sonrisa, ya que después, ella así como apareció danzando sobre las riveras del río se alejó de la misma forma, bailando río arriba.

    Quise seguirla; pero no tenía control sobre mi cuerpo, que solo seguía tocando la lira hasta que ya no podía verla. Cuando mi cuerpo me escucho de nuevo, me apresuré a buscar a mi diosa con afán sin resultado favorable. Persistí desde el alba hasta el anochecer y ya cansado, regresé al lugar donde me he encontrado con la diosa en las dos ocasiones anteriores. Y como por arte de magia, sentí; otra vez, esa voz suave que me musita dentro de mi cabeza otra prosa que sigo con mi lira.

    Se dice que con cada hombre hay una como tú,
    pero mi sitio luego lo ocuparás con alguno
    igual que yo, mejor, lo dudo.
    ¿por qué esta vez agachas la mirada,
    me pides que sigamos siendo amigos?
    ¿amigos para qué, maldita sea?
    a un amigo lo perdono, pero a ti te amo,
    pueden parecer banales mis instintos naturales.


    Una bella, aunque triste melodía. Que narra los encuentros abstractos que tengo con mi diosa.

    Los días siguientes, me levantaba con esperanzas renovadas; de hallar nuevamente, a mi querida diosa. No obstante, tras muchas búsquedas infructuosas mis ánimos fueron decayendo poco a poco. En uno de esos tanto días, mientras recorría el camino principal que conecta el bosque con la ciudad de Siracusa. Me topé con un par de viajeros, una niña y un hombre mayor; el hombre dada su apariencia podía ser el abuelo de la chica. La niña con una bella sonrisa le habla al hombre mayor.

    —!Abuelo!,!abuelo!,!este hombre es el aedo que toca la lira que oí en la ciudad! —exclama la niña con emoción.

    El abuelo de la niña le responde.

    —Rena entiendo que te excites de tropezar con la persona que estabas buscando, pero debes ser más cortés —le riñe su abuelo a Rena con una voz llena de afecto. Se voltea a mirar hacia mi dirección y me dice—.Quiero pedirle disculpas por el comportamiento de mi nieta, normalmente, no se comporta así...

    El abuelo de Rena se inclina en señal de disculpa.

    —No se preocupe. No es ningún problema —contesto sin molestarme por este asunto. Cambio mi foco de atención hacia Rena y me presento—. Hola, Rena. Yo soy Karsten de Oides.

    Rena sin perder tiempo.

    —Mucho gusto. Soy Rena de Siracusa y este es mi abuelo Solon —Rena se presenta junto a su abuelo.

    Solon se introduce por sí mismo. Luego me dice:

    —Karsten, ¿por qué no vienes con nosotros a nuestra casa? Hace mucho no tenemos una visita y la compañía de un joven como tú, revitaliza los huesos de este viejo hombre de campo —me invita Solon usando un tono afable.

    Tras un poco de insistencia de Rena, accedí a aceptar aquella invitación. Durante el trayecto a la casa de Solon, Rena me preguntaba con gran interés sobre mis viajes y de cómo es la vida de un aedo. Respondí a sus preguntas lo mejor que pude. Cuando llegamos a la casa ya era hora de cenar, Solon que había cazado un conejo se dispuso a prepararlo, mientras que Rena me pedía que tocara mi lira como acompañamiento. El tiempo paso rápido y cuando terminamos de cenar, Solon mandó a Rena a acostar, pero aun cuando no se veía contenta con aquella orden, igualmente hizo caso a las palabras de su abuelo.

    Cuando quedamos solos, Solon me convidó a beber una copa de vino con él. Mientras charlábamos acompañados de la noche y las estrellas. Me pregunto sobre el motivo por el cual estaba aquí y le conté sobre mis encuentros con la diosa del río. Este se mostró muy abierto a escuchar la historia y una vez terminé, el tomó la palabra.

    —Eres un joven con suerte, Karsten. La musa del río, es un ser místico, que es una leyenda local de nuestra zona. Los ancianos de un poblado cercano, dicen que ella es una ninfa llamada Euterpe y le encanta bailar al compás de la música. Con su belleza captura el corazón de los cantores que viajan por la rivera del río y los encanta para que canten para ella. He visto a muchos como tú, que se han aventurado a entrar al bosque tras su primer encuentro, pero nunca había escuchado que la musa se haya aparecido a alguien dos veces —se explaya Solon con una copa de vino en su mano.

    Me sentí un poco alagado por el comentario de Solon, pese a que no entiendo bien cómo es la manera en que mi diosa procede. Al menos ahora sé que se llama Euterpe.

    Pasé una buena parte de la noche conversando con Solon hasta que el sueño nos venció. En los días venideros, gasté mi tiempo entre viajar al centro de Siracusa para ganar dinero y regresar a la rivera del río. Durante aquellas noches que pasé en vela, en mi mente, siempre estaba presente la imagen de Euterpe, que danza con su estilo único de baile sobre el río. Mi corazón llora ante su ausencia de no tenerla cerca, mis ojos que ansían verla no la alcanzan y mis desesperados ruegos no la tocan. No obstante , esta vez, se repitió aquel suceso. Si esa voz que parecía provenir del viento me habla en forma de susurro, las estrofas de esa triste canción.

    Hay una cosa que yo no te he dicho aún,
    que mis problemas, ¿sabés qué? se llaman: "tú".
    sólo por eso tu me ves hacerme el duro
    para sentirme un poquito más seguro.
    Y si no quieres ni decir en qué he fallado,
    recuerda que también a ti te he perdonado,
    y en cambio tú dices "lo siento, no te quiero"
    y te me vas con esta historia entre tus dedos.


    Los descargos de mi corazón salen en forma de tonada. Es una protesta rebelde frente a un amor platónico que parece ser no correspondido. El amor de un aedo, es música, con la que danza la ninfa Euterpe y los arrepentimientos de este amor son letra de esta canción.

    Al día siguiente, continué haciendo mi rutina de ir a Siracusa a tocar mis canciones. Esa tarde, pasé a despedirme de Rena y Solon quienes habían sido muy amables conmigo. Les conté que tenía pensado irme durante los próximos días. Como era de costumbre me ubique a la orilla del río donde conocí a Euterpe y pude ver en reflejo en el agua del río. Cuando esto pasó, un sentimiento visceral de descargar mis sentimientos no expresados a ella se apoderó de mí.

    —¿!Por qué te escapas de mí, mi diosa!? —grito con fuerza—,¿porque no apareces, tan solo quiero despedirme? Acaso no te basta con embrujar a este humilde aedo con tus encantos sobrenaturales.

    Saque todo lo que tenía que decirle en ese grito, pero no hubo respuesta. Eso me hizo enfadar y con la lira en mis manos comienzo a cantar:

    ¡qué vas a hacer!,
    busca una excusa y luego márchate.
    porque de mí no debieras preocuparte,
    no debes provocarme.
    que yo te escribiré un par de canciones
    tratando de esconder mis emociones.
    pensando, pero poco, en las palabras,
    y hablaré de la sonrisa tan definitiva.


    Tu sonrisa que a mí mismo me abrió tu paraíso...

    En ese momento, algo dentro de mí se encendió. Como si descubriese algo nuevo, eso es lo que mi amigo Aristóteles me dijo: que era la capacidad del asombro. Tomo mi pluma y un trozo de papel que tenía a mano, y escribo con prisa, toda esa melodía que está escondida dentro de mi cabeza. Una vez termino mi labor, subo la mirada y luego me quedo paralizado. Es aquella mirada de esa diosa, Euterpe que está tan próxima a mí, como nunca antes la imaginé. Su cara perfecta está adornada con rasgos preciosos, como si el mismo Apolo hubiese esculpido su rostro. Su figura esbelta y agraciada es abrazada por los tibios rayos del sol de media tarde, sus manos blancas como el jade tocan mi rostro con una calidez indescriptible, sus cabellos del color del mar; se mecen a la voluntad del viento como si el mismo Céfiro se confabulara para potenciar su hermosura divina, además porta sobre sus cabellos una corona de flores que acentúa su noble estirpe. Sus ojos traslucidos me invitan a perderme en ellos. Con distinción y sin apuro, Euterpe se acerca hacia mí y me besa la mejilla. Luego me regala una grácil sonrisa y algo en mi cabeza me dice: "Buen aedo, canta tu canción humilde para esta ninfa del río".

    Yo pienso que no son tan inútiles las noches que te di.
    te marchas y qué, yo no intento discutírtelo,
    lo sabes y lo sé.


    Al menos quédate sólo esta noche,
    prometo no tocarte, está segura,
    tal vez es que me voy sintiendo solo,
    porque conozco esa sonrisa tan definitiva,
    tu sonrisa que a mí mismo me abrió tu paraíso.


    Se dice que con cada hombre hay una como tú,
    pero mi sitio luego lo ocuparás con alguno
    igual que yo, mejor, lo dudo.
    ¿por qué esta vez agachas la mirada,
    me pides que sigamos siendo amigos?
    ¿amigos para qué, maldita sea?
    a un amigo lo perdono, pero a ti te amo,
    pueden parecer banales mis instintos naturales.


    Hay una cosa que yo no te he dicho aún,
    que mis problemas, ¿sabés qué? se llaman: "tú".
    sólo por eso tu me ves hacerme el duro
    para sentirme un poquito más seguro.


    Y si no quieres ni decir en qué he fallado,
    recuerda que también a ti te he perdonado,
    y en cambio tú dices "lo siento, no te quiero"
    y te me vas con esta historia entre tus dedos.


    ¡Qué vas a hacer!,
    busca una excusa y luego márchate.
    porque de mí no debieras preocuparte,
    no debes provocarme.


    Que yo te escribiré un par de canciones
    tratando de esconder mis emociones.
    pensando, pero poco, en las palabras,
    y hablaré de la sonrisa tan definitiva.


    Tu sonrisa que a mí mismo me abrió tu paraíso...
    Hay una cosa que yo no te he dicho aún,
    que mis problemas, ¿sabés qué? se llaman: "tú".
    sólo por eso tu me ves hacerme el duro
    para sentirme un poquito más seguro.


    Y si no quieres ni decir en qué he fallado,
    recuerda que también a ti te he perdonado,
    y en cambio tú dices "lo siento, no te quiero"
    y te me vas con esta historia entre tus dedos.


    Naaa na na na Naaa na na na.

    Naaa na na na Naaa na na na.

    Esta canción, es fruto del amor platónico no correspondido de un cantor hacia su musa, la ninfa Euterpe. Que con su encanto y porte divino, enamoró a este pobre aedo que compuso con los lamentos de su corazón, está triste canción, que la hermosa ninfa Euterpe inspiró.



    Agradezco que te tomes la molestia de comentar y mencionar mis errores. Que a veces me cuesta identificar. También estaba en la disyuntiva de dónde publicar el escrito, y si puede ser que la ubicación no era la adecuada. Acabo de corregir varios de los errores que mencionaste y otros que identifiqué. Saludos.
     
    Última edición: 12 Julio 2017
  2.  
    Zireael

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    Siendo honesta me encantó la narración, está muy bien lograda teniendo en cuenta el tipo de escrito que es. Sentí la frustración de este pobre hombre al no poder ver a su musa y también la sorpresa de verla, literalmente, al final.
    Hubo algunos errores por ahí:
    Cortes en vez de cortés.
    Un porque en vez de por qué. Aquí:

    Aunque en general, hubiese sido mejor hacer la pregunta directa, es decir, con los signos correspondientes: "Karsten, ¿por qué no vienes con nosotros a nuestra casa?".
    Luego creo que faltó una palabra:

    ¿No era "Tras un poco de insistencia de Rena?
    Finalmente, la última vez que se menciona el nombre de Rena está escrito Rina.

    A pesar de esto, te felicito nuevamente por la narración.
    Una última cosa, el escrito está directamente basado en una leyenda, por ello considero que debería estar en el foro de Mitología, leyendas y cuentos populares (lo moveré en un momento). Además, dado que es un song-fic esto se aclarará en unos días pues en teoría va en Experimental, debes colocar al final o al principio, como gustes, el vídeo con la canción.


    Saludos. Nos estaremos leyendo~
     
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