Drama Su felicidad

Contenido oculto: Importante~

➤Este escrito está participando en la actividad "Un Valentín Diario".
➤Esta historia es un UA para los personajes de un colectivo propio.
➤Este tipo de escritos carecen de una trama concreta. Son solo situaciones sueltas.

Pd. No estoy muy segura de si la etiqueta y el género son los adecuados, así que están propensos a a la edición.

Noah y Cameron siempre han estado juntos, de una forma muy literal. Nacieron a pocos minutos de diferencia, compartieron niñez, lenguaje secreto, muchas emociones y motivaciones. La vida de Noah siempre pululaba alrededor de la de Cameron, y se podría asegurar que a Cameron le pasaba lo mismo.


Aun así, los gemelos tenían personalidades muy diferentes, como también algunos gustos, como por ejemplo aquel perro que Noah encontró cuando tenía siete años, el pequeño niño se había enamorado a primera vista del pequeño animalito que temblaba por el frío que hacía en la ciudad. Noah chilló, se emocionó y rogó llevarlo a casa con ellos hasta que su madre, rendida, decidió acceder. Cameron, por otro lado, miraba mal al animal, con el pequeño ceño fruncido y la nariz arrugada, en gesto de desagrado. “Roñoso” susurró el pequeño Cam hacia el perrito, y mirando hacia otro lado apretó más el agarre a la mano de su hermano menor, que lo recibió con una sonrisa brillante y emoción en el cuerpo.


Cameron siempre fue un niño más de gatos, amaba a los gatos y los prefería mucho más que a los perros, que nunca fueron de su agrado. Sin embargo, no dijo nada por ya no poder tener un gato en la familia por el “mugroso” perro de su hermano.


Y, aun así, cuando vio a Noah reír a carcajadas mientras ayudaba a bañar al cachorro, él también sonrió feliz.


Noah y Cameron eran unidos, pero tan diferentes, y se protegían el uno al otro sobre todas las cosas. Noah era paciente, amoroso, siempre buscando mostrar afecto por medio de abrazos, besos, regalos; Cameron era diferente, era un amor posesivo, agresivo cuando alguien se atrevía a lastimar a su hermanito, nunca permitiendo que ninguna lágrima corriera por sus mejillas a costa de alguien, Cam era de pequeños detalles que para ojos ajenos podían pasar desapercibidos, pero que Noah siempre notaba, apreciaba y atesoraba en el fondo de su corazón.


Cam era protector y se aseguraba de ver a su hermano feliz, por eso, el día que no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas, se prometió a sí mismo, que si bien no podía impedir que Noah llorara o se sintiera triste, siempre iba a estar ahí para consolarlo y hacer su carga, aunque fuera, un poco menos pesado.


—Era tan pequeño —habló entre sollozos y gimoteos un pequeño Noah de si mucho diez años.


Cameron lo vio desde la puerta, con rostro serio y los puños apretados, dando la vuelta en sus talones y empezando a correr alejándose de la habitación. Noah paró de llorar un momento, mirando desde su cama como su hermano salía corriendo, y llorando aún más por la doble ausencia que sentía; sin embargo, la soledad no duró mucho, porque unos pocos minutos después tuvo de nuevo a Cam en la puerta de su cuarto, hecho todo de respiraciones agitadas y un montón de cosas que ni cabían en sus manos. El hermano mayor se sentó en la cama con su hermanito, y le pasó unas flores que había cortado del rosal de su madre, y también un poco de chocolate caliente para la fría mañana que hacía.


—Podemos llevarle unas flores a su tumba cuando el clima mejore —dijo Cam, acomodándose mejor en la cama junto a Noah, permitiéndole apoyar la cabeza en su hombro cuando el pequeño niño asintió sorbiendo su nariz, y tomando la taza entre sus manos.


—Fue mi culpa… no debí dejarlo salir —las lágrimas salieron gruesas de nuevo cuando el recuerdo de su perrito siendo atropellado cruzó su mente.


—No había forma de que lo supieras —le reconfortó Cameron, sintiéndose pésimo por no saber qué decir —, hay cosas que no se pueden evitar… —susurró de nuevo, más para sí mismo que para su hermano, mientras pasaba una mano por los hombros del menor y acariciaba en esa posición los cabellos de su hermano.


Sabía que había cosas que no podía evitar, y lágrimas que eran imposibles de detener, y entendía que su hermano ahora tenía un recuerdo doloroso y horrible y él no lo podía curar, pero estaría ahí para cubrirlo con sus manos hasta que el dolor se hiciera más soportable.


A Cameron nunca le gustaron los perros, pero le gustaba la sonrisa que se formaba en la cara de Noah cuando jugaba con el animalito, y ahora tal vez, solo tal vez, extrañaba su presencia.