Simbiosis

Escrito para la actividad de Behetría.

Simbiosis.

Era de día, un sábado, aquel día en que la lluvia había dejado de caer. La noche había sido terrible, una cosa completamente caótica. Alan no sabia que había pasado, que había causado ese afán de asesinar al tipo aquel. La noche en el bar había comenzado tan tranquila como siempre. Una que otra chica hablando con el mientras este bebía su cerveza. La plática se hacía más a mena conforme pasaba el tiempo y, sobre todo, conforme cambiaba la charla de compañera. Alan era el tipo de persona que uno envidia; un sujeto amable, interesante, imponente, elegante y, por si fuera poco, un sujeto bien parecido, aquel que bien puede ser el sueño de mas de una. Disfrutaba de beber en las noches de cada viernes, en el mismo lugar y el mismo asiento que siempre ocupaba.

-¿Siempre eres así? -Pregunto una chica a su costado, justo pasada la medianoche.


Alan giro hacia aquella voz quedando de frente a ella. Sus ojos se cruzaron con aquella azulada mirada. Era una chica rubia que llamaba de sobremanera la atención del chico. Una mujer despampánate y con una voz que enamoraba al instante.


-No siempre. En el trabajo me conocen por ser en exceso circunspecto. -Contesto- Estos son los momentos donde disfruto ser quien en realidad soy.

Una sonrisa se mostro en el rostro del joven, una que hacía sentir calidez de solo verle. Sin embargo, la chica, solo se limito a beber su trago sin siquiera volver a dirigirle palabra alguna. Alan no podía creerlo, parecía algo imposible que le ignorase después de aquello. - “Tal vez lo dijo por que le molestaba mi forma de ser”-Pensó. De manera fugaz, Alan, giro su cuerpo hacia otro lado dándole la espalda a la chica. Su corazón comenzaba a latir de una manera desconocida para el. Un latir acelerado por la nula respuesta de aquella mujer.

-Vaya si eres sentido- Fueron las palabras que esta le debido por aquella acción mientras que, con una picara sonrisa, miraba de arriba abajo a Alan. Este, sin perder tiempo alguno, se dispuso a platicar con la chica durante un largo tiempo. Los gustos de ambos eran afines, sus etas un tanto parecidas, sus sonrisas despampanantes. Sin embargo, la alegría no dura toda la noche.

Justo pasadas las tres de la mañana, aquel bar termino desolado. Solo Alan, la chica y el cantinero se encontraban en aquel lugar estando este último en todo momento lejos de la barra. Este sabia que aquel par tramaba algo y, sin lugar a dudas, el no se entrometería en aquel mágico momento.

Todo iba bien hasta el instante en que un sujeto se acerco a aquel par. Este llego sin previo aviso, sin que ninguno de los presentes se diese cuenta con anterioridad de su presencia. Alan no dudo en mostrar su desprecio en su rostro, siendo la chica quien más se sorprendió por ello. Aquel sujeto era un chico normal, con chamarra de piel y el clásico cigarrillo en su boca. Alan podría con el si las cosas salían mal, no era problema en sí, pero la chica no parecía pensar lo mismo. En cuanto esta le miro, simplemente se puso de pie con una mueca de horror en su pálido rostro.


-¡No, no lo hagas! -Gritaba- Vámonos, no tienes porque… -Un golpe directo a su rostro por parte del sujeto.


-Cállate Melody. Siempre escapas, pero no llegas muy lejos ¿Verdad? -Dijo aquel sujeto entre dientes, con una sonrisa de por medio.


-Oye hombre, tranquilízate. -Dijo Alan en un afán de controlar la situación. Aquello había tomado por sorpresa toda. Aquel sujeto sin duda alguna era un ser oneroso, sin lugar a dudas el mas irritante y molesto que, hasta el momento, se había topado.

-No te metas cabron. Si quieres vivir un poco mas -Contesto rápidamente aquel molesto tipo mientras, tomando a la chica del brazo con fuerza, se acercaba un poco hacia Alan.

Alan dio un paso hacia adelante y, por un instante, considero simplemente mirar al tipo, evaluarlo un poco, pero no. Más tardo aquel sujeto en abrir la boca que Alan en propinarle un gran puñetazo en la nariz al tipo. Este, al contacto de aquel puño, se mantuvo inerte por unos segundos, segundos que Alan se sintió en el ser más poderoso del universo. Sin embargo, el gusto le duro muy poco.


-Pudiste huir- Gruño aquel tipo mientras soltaba a la chica.- Ahora, te calcinare hasta los huesos-Grito.


De un rápido tirón se despojo de su chamarra. Alzo un poco los brazos por sobre su obligo mientras apretaba sus puños con todas sus fuerzas. Alan no sabía que pasaba, que demonios tramaba aquel sujeto, y no estaba dispuesto a darle el tiempo de mostrarlo. Sin pensarlo dos veces, volvió a propinarle un golpe en el costado del rostro pero, al contrario de la primera vez, este siquiera se inmuto. Aquel sujeto solo sonreía, sonreía de una manera psicópata mientras el calor en aquel lugar comenzaba a aumentar. Alan se percato demasiado tarde que, desde la altura de su codo hasta su mano, aquel sujeto comenzaba a incendiarse de la nada. Busco de un lado a otro de la habitación un extintor con la mirada, pero no logo ver ninguno por los alrededores.


-¡Viejo te incendias! ¿Qué carajos no lo sientes maldito demente? -Grito con todas sus fuerzas desgarrando casi su garganta.

-No te preocupes por mí. Preocúpate por tu propio ser.

El chico comenzó a caminar en dirección a Alan mientras el fuego era desprendido de su cuerpo en llamaradas. Alan no podía entender nada de lo que estaba ocurriendo, no podía entender como aquel sujeto permanecía tan tranquilo a pesar del excesivo calor y el hecho de que medio cuerpo suyo se combatiera en una parrilla andante. Sin darle tiempo a reaccionar, aquel sujeto soltó un puñetazo en llamas en el estomago de Alan. El calor era intenso a su alrededor, sudaba como si de una cascada se tratase y, sobre todo, un terrible ardor invadió su abdomen. La carne se comenzaba a ennegrecer bajo su camisa y el dolor no podía describirse. Por simple impulso, Alan se lanzo tras la barra con el último esfuerzo que su cuerpo pudo proporcionar. Su cuerpo cayó pesadamente sobre una que otra botella pero el dolor, comparado con la quemadura, era nulo. Sin pensarlo dos veces y ayudado por el puro instinto, Alan se arrastro cual serpiente hasta la cocina, sin que su depredador se diese cuenta de aquel movimiento.

-¡Ayuda!- Gritaba en aquel lugar con su rostro inmerso en terror. Buscaba la ayuda de aquel cantinero pero este no mostraba señal alguna.

El sonido de pasos se hacía más presente conforme la temperatura comenzaba a elevarse en aquel lugar. Sabía bien lo que seguía de aquella seña, un sinfín de dolor. Las luces en aquel lugar se apagaron inmediatamente y un fétido aroma a oxido invadió por completo la cocina. Alan ya no sabía qué hacer para salir con vida de aquel lugar. Era ridículo que aquel sujeto se prendiera en fuego sin ser dañado y, peor aún, que este pudiese andar como maniático lanzando golpes de aquí a allá.


-¿Quieres vivir? -Dijo una voz profunda que hacía eco en la cabeza de Alan. ¿De dónde venía?, no lo sabía en verdad, pero no se pondría a meditarlo.

-¿Quién eres? -Contesto mas la voz volvió a repetir.

-¿Quieres vivir? -Esta vez, Alan sabía la respuesta.

-Si- Respondió- Quiero vivir.


De pronto, la obscuridad se arremolino en torno a Alan cubriendo su cuerpo por completo de penumbras. Aquel sujeto no podía respirar, las sombras se pegaban a su cuerpo entrando incluso por la nariz y boca de Alan. No sentía dolor alguno pero, aquel espectáculo, sin duda había dejado al chico en shock.


-Vive entonces- Susurro la voz nuevamente solo que, en esta ocasión, la voz susurraba dentro de su cabeza. Cerró sus ojos por unos momentos y, al abrirlos, aquel sujeto se mantenía de pie frente a él. Las llamas cubrían por completo su cuerpo, pero Alan ya no podía sentir el calor de su cuerpo, solo se mantenía de pie mirándolo con sus ojos en blanco.


-Prepárate -Grito aquel tipo lanzando un puñetazo al rostro de Alan mas este siquiera se movió. Aquel puño impacto de lleno sobre su rostro y, a pesar del inmenso ruido que este produjo al impactar, Alan siquiera se inmuto. Una enorme mancha de negra había aparecido bajo el puño de aquel sujeto absorbiendo las llamas. Aquel puño se encontraba ahora desnudo. Y aquel sujeto, sin expresión alguna en su rostro. Alan, por otra parte, no mostraba cambio alguno a dicho evento. Levando su brazo izquierdo a la altura de su hombro y, de un veloz ataque, atravesó el pecho de aquel tipo sin problema alguno.


Aquel sujeto se desplomo sin poder decir palabra alguna y Alan, de igual manera, se desplomo frente a él. Alan no volvería en sí, no hasta la mañana siguiente en un extraño lugar del cual no recordaría como había llegado ahí.