Otro Siluetas

Siluetas​

El tiempo pasaba. Pasaba y pasaba. Las nubes se iban y venían en el cielo. El día estaba tranquilo, pero la gente pasaba muy apurada. Aquel enorme edificio, lleno de ventanas espejadas, reflejaba el sol y hacía que las personas que pasaban con el paso apretado al frente tuvieran que hacer visera para protegerse la vista. Habían pasado ya cuarenta y cinco minutos, y ella no salía de aquel edificio. ¿Acaso se había olvidado? Balancée mis pies en el aire, sentado sobre un semáforo, mientras rememoraba el porqué estaba allí.

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Aquel día había sido como cualquier otro día. Yo caminaba de aquí a allá, observando. Nadie me prestaba atención, como era de usual. Nadie le presta atención a una sombra vagabunda. Ni siquiera las otras sombras. Se encuentran tan atadas a sus contrapartes humanas, que no les prestan atención al resto. Así que yo podía moverme a mis anchas, molestarlas, pasar entre ellas sin problemas. Cada tanto, me asomaba a la ventana de alguien, o miraba por encima de sus hombros, para espiar un poco en sus vidas. La mía solía ser muy aburrida.

Un día, me asomé a una ventana, y me encontré con una situación particular. Había una pequeña niñita, durmiendo plácidamente. Pero notaba algo extraño. Su sombra, su silueta, estaba… incompleta. Quiero decir, estaba físicamente bien, no le faltaba nada. Pero se sentía como si necesitara de algo. Me quedé observándola, durante algunos momentos, y luego me alejé, pues nada más ocurría. Pero me quedé pensando. Todos los días, regresaba allí, y la observaba, curioso. Su falta de “integridad siluetística”, como había decidido nombrarla, me intrigaba demasiado.

Decidí indagar más en el asunto, y colarme en su habitación cuando ella no se encontraba allí. Comencé a rebuscar entre sus cosas, y encontré un diario. Dentro, había una foto. Al parecer, la hermana de esta niña se había ido de la casa, y ya no venía a visitar. Había ocurrido una pelea, y se había alejado de allí. En el diario también estaba escrito que la niña esperaba a su hermana por su cumpleaños, pero la había llamado varias veces y esta no respondía. Decidí, entonces, hacer algo al respecto. No tenía otros planes, la verdad.

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Contemplé como una paloma se posaba a mi lado, picoteaba un poco el caño despintado del semáforo, y luego se alejaba volando, seguida de su silueta. Todos los seres vivos tenían siluetas, aunque ocurrían momentos en los cuales una actuaba separado de la otra. Por eso los perros suelen ladrarle a su sombra, y los gatos se sienten curiosos al interactuar con las suyas. Lancé un pesado suspiro, mientras seguía esperando que la hermana de aquella niña saliera de ese edificio de una buena vez. Yo no tenía concepto del tiempo, pero esa pequeñuela seguro sí, y se acercaba la hora para su cumpleaños.

De repente, las puertas se abrieron, y pude ver como una mujer, vestida de oficina, salía apresurada del edificio. La comparé con la foto que había tomado prestada. ¡Sí, debía ser ella! Pero… estaba yendo en la dirección contraria. Ah, no. Eso no iba a ocurrir. Me arremangué unas mangas ilusorias, y salí disparado hacia allí.

No podía frenarla de forma física; no podía interactuar directamente con humanos. Pero tenía otras maneras. Me agarré de su sombra, y comencé a tironear para el otro lado. La mujer se frenó de repente, como si alguien la hubiera retenido por la manga. Miró alrededor perpleja, y al ver que no tenía a nadie cerca, decidió avanzar. Pero yo no la iba a dejar. Comencé a tirar hacia el otro lado, y la guié a trompicones hasta la parada del colectivo.

Llegamos al momento justo en el cual el vehículo arribaba a la parada. La obligué a subirse, siempre tirando de su sombra. Varias veces intentó pararse de su asiento y bajarse, pero siempre tironeaba de su silueta, impidiendo que ella pudiera subir. Cuánta saña, la verdad. No podía quedarse quieta un minuto. Negué con la cabeza, y si hubiera podido chistar con la boca lo hubiera hecho. Los adultos eran iguales que los niños. No podían quedarse quietos.

A medida que nos acercábamos a nuestro destino, la resistencia de la hermana fue apagándose. Tal vez fue por cansancio, o tal vez estaba recordando esos lugares por los que antes había caminado. Me parece que era lo último. Miraba todo como si lo viera por primera vez, y luego sus ojos denotaban los recuerdos.

Se me hizo mucho más sencillo maniobrarla cuando llegamos a nuestra parada. Ya no trastabillaba o peleaba por liberarse; ahora tan solo me dejaba que la guiase por aquél recorrido que seguramente rememoraba su niñez. Sin embargo, cuando llegamos a la puerta de aquella casa, pude notar cierta tensión, cierta resistencia. Una parte de ella no quería estar allí. Sin embargo, no tironeó. Otra parte de ella, al parecer, quería estar ahí.

La obligué a levantar la mano y tocar la puerta, pues al parecer ella no se animaba. Se escuchaban dentro gritos y risas, como si muchos niños se encontraran divirtiéndose. Al parecer el bullicio era bastante grande, pues nadie atendió a nuestro llamado. Volví a insistir, o, mejor dicho, el puño de mi acompañante lo hizo. Al fin, los ruidos dentro se acallaron, y pudimos escuchar como unos pequeños pasitos se acercaban a la puerta. Esta se abrió, y dejó ver a la niña cumpliente.

Hubo un momento de silencio, en el cual ninguna de los dos dijo nada. Yo me quedé paciente, al lado, esperando. Al final, la niña se abalanzó sobre la mujer, y esta abrazó a su hermana con fuerza, mientras sus rodillas se rendían y ambas caían al suelo. Pude ver como lágrimas resbalaban por el rostro de ambas, y se decían algo entre sí. Tal vez hola, tal vez perdón, tal vez un “te extrañé mucho”. No lo sabía, y tampoco me importaba. Me di media vuelta y me alejé de allí. Mi trabajo había finalizado.

Contenido oculto

Este escrito fue hecho con motivo del concurso "Una imagen, una historia", en el cual debíamos escribir una historia según una imagen aleatoria que nos asignaban. Este es el resultado :D.

Y esta es la imagen: