Mary apenas comprendía lo que estaba sucediendo a su alrededor y bueno, la comprendía perfectamente pues apenas tenía dos años. La primera vez que se percató de mi existencia corrió al menos por una hora gritando de miedo por el patio trasero. Yo sabía que era por mí, al final ambos terminamos exhausto al inicio de la noche intentando comprender lo que realmente había sucedido. La segunda vez sólo me miró con curiosidad; sus ojitos marrones me habían mirado por encima de su hombro de una forma que aún hoy no sé cómo explicar, y ese día puedo afirmar, la pasamos muy bien. Mary había acabado por ser bastante entretenida cuando dejaba de lado todos sus temores y pronto pude tomarle el debido cariño. Ser un "Shadow" a veces era un trabajo cansador, pero tenía sus cosas buenas y malas como todo. Pero y aunque no podíamos comunicarnos directamente, sabíamos entendernos con nuestros humanos con facilidad. Nos convertíamos en verdaderos compañeros, al menos hasta que llegaba la hora de separarnos. Tal vez, el día que preferíamos ignorar por completo. Era quizá, lo más triste de ser una sombra...