One-shot Señor Bubbles [Harry Potter/Kyle Gray]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por LuKe, 4 Noviembre 2016.

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    LuKe

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    Escritor
    Título:
    Señor Bubbles [Harry Potter/Kyle Gray]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1149
    Mis ojos se abren súbitamente. Apenas he podido dormir, la emoción es palpable. Me desperezo y miro el reloj de la mesilla. Gracias a la luz de noche, con un color azulado y reflejando estrellas en el techo, consigo ver que todavía son las 6 de la mañana. Un par de horas más. No puedo molestar a papá y mamá aún, ellos tienen que descansar del trabajo de ayer. Por suerte, hoy ya es sábado, y van a poder pasar todo el día conmigo.

    Me acuesto de lado, apretando mis mofletes contra la mullida almohada. Mientras pasan las horas, me mantengo en un estado de semiconsciencia, no se si he conseguido dormirme o no, pensando en todos los planes para el día de hoy. Cuando vuelvo a darme cuenta, la puerta de mi habitación se abre, y una figura se queda de pie delante del marco. Al oírlo. me giro, tapándome con la manta por debajo de la nariz, dejando únicamente los ojos a la vista, para ver que puede ser. No me ha hecho bien ver a escondidas ayer la película de miedo que veían mis padres. Me quedo un rato observando, pero en cuanto la figura se da cuenta de que estoy despierto... da dos pasos y se lanza encima mío con los brazos abiertos.

    La sensación de pavor se esfuma en cuanto me doy cuenta de quién es. Mi padre.

    —¡Feliz cumple, grandullón! Ya tienes... ¿Cuantos? —me aplasta con los brazos, pero al momento se incorpora y comienza a hacerme cosquillas por las costillas. No paro de moverme, riendo sin parar.

    —¡Seis! Cumplo... ja ja ja... Seis, papá... jaja, para, que me... jajja... muero— continua un rato más haciendo que me retuerza de la risa, y al fin para. Se levanta de la cama, con una sonrisa en la cara.

    —Baja a la cocina, tu madre tiene una sorpresita para ti —señala la puerta, y mi reacción no es otra que levantarme de un bote, ponerme la bata de casa y salir corriendo de la habitación, correr por el pasillo y bajar las escaleras.

    De camino, veo que en la ventana está nevando. Todo alrededor de casa está lleno de nieve, y el jardín tiene una pinta increíble para hacer muñecos de nieve. Hoy es mi día, seguro que hacemos un ejercito. Bajo los últimos peldaños de un salto, y avanzo rápidamente a la cocina. Mi madre anda enfrente de la isla de cocina, preparando café para papá y ella, mientras que en uno de los bordes de la mesa hay una taza de chocolate humeante con nubes en la parte de arriba. Lo primero que necesito es correr a donde mamá, y darle un abrazo enorme.

    —Feliz cumpleaños, Kyle. Que mayor te has vuelto en una noche. —me alborota el pelo con la mano, y me guía a la mesa para que me siente frente a mi desayuno.

    —Pues claro que si, ahora soy todo un señor —me coloco las manos en las caderas, y pongo pose de gran señor. Aunque no queda del todo bien cuando mi madre me ayuda a subirme al taburete elevado. Mientras, mi padre entra en la cocina, y se dirige a los fogones para preparar unas tortitas con mermelada.

    —¡Hazlo, papá! —me quedo mirando la plancha con los ojos iluminados, esperando el gran momento.

    Mi padre me asiente con la cabeza, y entonces saca la varita del bolsillo. La agita, y la mezcla de masa se eleva en el aire para caer en la sartén, y después de voltearse se convierten en tortitas. Me encanta cuando papá hace magia. A mamá no le suelo ver hacer demasiada, dice que prefiere actuar cuando pueda como una muggle. Mis padres no son los magos convencionales del mundo mágico.

    Mientras desayunamos y hablamos efusivamente, observo la nieve caer por la ventana. Vivimos en un barrio residencial muy tranquilo, y precisamente un barrio muggle. Mis padres prefieren la compañía de muggles, a los dos les encanta aprender de ellos, y el esfuerzo que emplean en hacer cosas que a los magos solo les basta con agitar una varita. No lo entiendo demasiado bien, pero para cuando quiero darme cuenta ya estoy pensando otra vez en dulces.

    —Hoy tenemos un día completo pensado para ti, Kyle. ¡El día de Kyle! Pero primero... ¿Hay algo que eches en falta? —dice mi padre, lanzando miradas cómplices con mi madre.

    —¡Mi regalo de cumpleaños! ¿Qué será? —me agito en la silla, y no aguanto más sentado cuando mi madre sale de la cocina para ir al salón. Espero en mitad de la cocina, mirando alternativamente a papá y la puerta del salón. Aparece mamá, y mi sorpresas cuando lleva un gran bulto en las manos con un lazo azul rodeándolo.

    —Aquí tienes, hijo. Lo vi y supe que era para ti —extiende las manos, y me da lo más blandito que he tocado nunca. Mis ojos se abren enormemente, y solo me falta soltar chibiritas del cuerpo.

    Un conejo de peluche. Uno rosa, precioso. Blandito. Adorable. Huele a felicidad y chuches. Lo primero que hago es abrazarlo con fuerza, y comienzo a girar con él, aunque al rato me mareo y paro. Me tambaleo un poco, pero papá me sostiene.

    —Kyle, que te vas contra el suelo. La emoción te puede siempre, ten un poco de cuidado.

    Al parar, me quedo mirando mejor al conejito. Resulta que tiene los ojos igual que yo, de color miel, unos ojos destelleantes. En mi mente se forma un nombre, lo primero que me viene a la cabeza, y creo que es perfecto.

    —Le llamaré... Bubbles. Señor Bubbles. Depende el ánimo que tenga —y lo alzo delante de mis padres, los cuales me miran con todo el amor que puedan tener.

    ******

    El resto del día, indudablemente, fui con Bubbles agarrado del brazo a todas partes. Mis padres me llevaron al Zoo, y le enseñaba todo tipo de animales, explicándole lo que ponía en los carteles. El pobre Bubbles no sabía leer, así que tuve que hacer de interprete. Más tarde pasamos a comer por un restaurante que tenía dos páginas de postres. ¡Dos! Papá me dijo que podía comer los que quisiera, que por un día no pasaba nada. A mamá no le hacía tanta gracia, pero luego se unió a mi al pedir unos cuantos. Para terminar, estuvimos en la pista de hielo que hacen todos los años en el parque de la ciudad. Me lo pasé como... Como lo que era, un niño.

    Al final del día, llegué agotado a casa. Fue uno de los mejores días de mi corta vida, y nunca lo olvidaré. Y por si lo olvido, aquí queda escrito, en estas hojas, para rememorarlo todas las veces que necesite. Desde ese día, el Señor Bubbles duerme conmigo, protegiéndome a las noches de los Dementores y los Hombres lobo, y haciendo que todo huela a rico dulce.
     
    • Adorable Adorable x 4

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