Para levantarse en la mañana

Bueno, antes que todo me gustaría decir que este escrito no me quedó como pensé que lo haría. Al final terminé haciéndolo algo apurada, y escribir con Self-insert es más difícil de lo que esperaba, teniendo en cuenta claramente que no quiero llegar a Mary Sue. Espero que les guste, o por lo menos los distraiga un rato. Los quierooo. Ah, y si se preguntan, en realidad sí tengo una perrita llamada Kiba, adivinen de qué personaje favorito de Naruto viene el nombre.

Autor: Minaki Kaeden

Ídolo: Grimmjow Jaegerjaquez

Para levantarse en la mañana


Para levantarse en la mañana, vamos a ver… ¿Qué le hace falta a Grimmjow Jaegerjaquez para levantarse en la mañana? Unos cuantos gritos, almohadazos, quizás un vaso de agua en la cara, y por lo menos dos tazas de café. Por eso, no me sorprendí en lo más mínimo cuando llegué en la mañana a su apartamento, dejé a mi perro con la correa amarrada en las rejas de la entrada, introduje las llaves en la puerta y encontré todas las luces apagadas excepto el televisor de la sala que estaba aún prendido. Grimmjow debía estar en su cuarto todavía durmiendo porque seguro que había salido con los amigos a tomar hasta tarde.

“Este hombre me va a volver más loca de lo que ya estoy.” Pensé con ironía mientras lanzaba mi cuerpo en el sofá que tantos recuerdos me traían. Definitivamente en esas noches de “ver películas” agradecía que el chico tuviese un cuerpo tan bien trabajado. Reí para misma dándome cuenta que si alguien me veía en ese momento pensaría que necesitaba con urgencia un sanatorio. Me levanté de allí y fui a la cocina para preparar un café que a mí también me hacía falta.

Al poco tiempo, la cafetera ya estaba emitiendo un pitido haciéndome saber que el líquido negro que para mí era un pedazo de cielo estaba listo. Ni me molesté en revisar en la gaveta donde estaban las tazas porque sabía que con el desorden andante que era mi novio, allí no estarían. Encontré lo que estaba buscando en el lavaplatos y agradecí que por lo menos ya estuvieran lavadas y secas. Inmediatamente serví el café humeante, le coloqué a cada uno dos cucharaditas de azúcar, y me dirigí al cuarto que estaba al fondo a la derecha de un pasillo que salía de la sala. Abrí la puerta como pude y mis ojos se encontraron con un Grimmjow desparramado encima de la cama sin camisa y con la sábana sobre una pierna. No me sorprendí en lo más mínimo, así que simplemente dejé las tazas en una pequeña mesa de noche que allí había y giré mi cuerpo a la figura dormida de este chico de cabello azul que no dejaba de traerme loca.

―Mira chico guapo, es momento de pararse de la cama que tienes que ir a hacer no sé qué cosa hoy y me pediste que te levantara ―Grimmjow se revolvió un poco de la cama y volteó su rostro hacia el otro lado. Nada que diera un indicio de que estaba dispuesto a despertarse pronto.

―Ah no, a mi no me vas joder ―dije mientras colocaba ambas manos en mi cadera. Definitivamente no estaba para esas hoy―. Me vas a escuchar Grimmjow Jaegerjaquez. No puedo quedarme todo el día aquí porque tengo que ir a pasear a Kiba, la pobre allá esperándome afuera y tú ni que te mueves, luego tengo que llegar a hacer más cosas que no voy a mencionar porque está claro que no me estás escuchando ―rodé mis ojos―. A ver, levántate, tómate el café que te preparé, y date una ducha que hueles a cigarro y alcohol.

Por fin tuve la sensación de que algo de mi pequeño discurso entró por el cerebro del chico salvaje que tenía en frente y volvió a voltearse, esta vez abriendo los ojos y mirándome directamente. Se quedó unos cuantos segundos sin moverse como tratando de asimilar lo que estaba pasando.

―¿Minaki? ―preguntó con una voz carrasposa.

―No, Grimmjow, Madonna. Soy Madonna y decidí tomarme tiempo libre para venir a levantar a alguien tan insignificante para mí como tú. Obviamente soy Minaki ―dije como si estuviese describiendo porqué cuando se hacía de noche todo era oscuro―. A menos que hayas traído otra chica ayer a la cama, dudo mucho que alguien además de Ulquiorra o yo haya tenido la llave de tu apartamento para poder entrar. Y como no ves frente a ti un chico emo de ojos verdes con un cuatro tatuado en el pecho, soy yo.

Grimmjow me vio divertido, aparentemente por el comentario que hice o tal vez por cualquier otra cosa en la que estuviese pensando. Con él nunca se sabe.

―Pues yo no veo un cuatro, pero sí otras cosas en tu pecho ―dijo de manera burlona y al parecer ya más despierto ya que por lo menos hizo el esfuerzo de sentarse en la cama y agarrar la taza de café que se encontraba descansando desde hace rato en la mesa de noche―. Déjame ya, que tengo mucho sueño. Además, estás pasada de habladora.

―Y tú de ladilloso* ―retorté. No le vi caso a seguir discutiendo con alguien que a penas y recordaba su nombre y le repetí que se fuera a bañar porque tenía que estar listo. Con esto, me dirigí a salir del cuarto―. Debo irme, tengo que ir a pasear a Kiba.

―¿Vas a pasear al perro? ¿No te vas a duchar conmigo? ―no hacía falta mucho intelecto para adivinar que el chico de cabello azul tenía una sonrisa socarrona plasmada en la cara. Rodé mis ojos por enésima. No tenía tiempo para estos juegos.

―No Grimmjow, no me voy a duchar contigo. Ya te dije que me tengo que ir. Luego de caminar, voy a tomar un café con Nell y Rukia y después tengo que ir a trabajar en un informe que tengo que entregar para el profesor de inglés.

Al parecer mis palabras cayeron en oídos sordos porque lo siguiente que sentí fue un aliento detrás de mi oreja y al voltearme me encontré cara a cara con unos ojos azul eléctrico que observaban los míos fijamente. Vi venir lo que intentaba, pero Minaki Kaeden no era sumisa; no era de las que perdía la batalla contra un hombre y se dejaba acorralar contra la pared, no. A mí nadie me hace desviar la mirada, y menos Grimmjow Jaegerjaquez. Allí la pelea comenzó, desde orbes azul intenso y miel oscuro* que se retaban, pasando por dos lenguas ansiosas y enérgicas que se empujaban, hasta dos pares de manos que competían por ver quién abarcaba más piel en menor cantidad de tiempo.
De repente recordé. No era momento de ponerme en esas con el novio, tenía que trabajar, porque al contrario del chico que tenía enfrente, yo sabía que el hecho de que fuese fin de semana no significaba que el lunes no habría que atender a una universidad llena de trabajo.

Rápidamente me separé de Grimmjow y caminé hacia la mesa de noche a tomar una taza de café que seguramente ya se había enfriado de lo olvidada que había quedado. Escuché un leve gruñido masculino al que no presté mucha atención.

―Sabes a tequila. Por lo menos cepíllate los dientes antes de besarme, ¿quieres? ―dije tomando un trago del líquido negro que supo a una mezcla de alcohol y cafeína―. Es más, cepíllate los dientes, báñate, prepárate algo de desayuno y espera que vuelva aquí como a las seis ―él me miró como haciéndose el sorprendido.

―¿A las seis? ¿Y qué se supone que haga yo de aquí a las seis? ¿Sacarme los mocos mirando al techo como un pendejo? ―inquirió con el tono de voz algo subido.

―Bueno, si quieres hacer eso yo no soy nadie para decirte que no, pero me pediste ayer que viniera hoy a las ocho a despertarte porque tenías que hacer algo que no me quisiste decir, pero que tenías que estar levantado. Así que mueve tu culo guapo ―con esto finalmente salí del cuarto con una pequeña sonrisa en el rostro, él no era el único que no podía esperar a que fueran las seis.

Estaba llegando a la cocina de nuevo para dejar la taza vacía cuando sentí unos brazos rodeando mi cintura impidiéndome el movimiento. Resignada, estiré mi brazo más de lo que sabía que era posible para lograr colocar el objeto que llevaba en la mano sobre el mesón antes de que tuviera un destino catastrófico. No me equivoqué, porque el muy desgraciado de Grimmjow sabía que era más fuerte que yo y que no iba a poder hacer mucho para evitar que me arrastrara de nuevo hacia su cuarto. De repente, en medio del forcejeo, escuché a Kiba ladrar unos segundos y luego el timbre del apartamento.

Podría considerarse hasta graciosa la manera en la que me separé de él, regalándole un beso casi atropellado para que me diera suficiente tiempo para llegar a abrir la puerta. Sólo logré ver unos ojos esmeralda y parte de un cabello azabache antes de que fuera tackleada de nuevo. Volví a forcejear, esta vez despeinándome un poco la cola alta que llevaba puesta.

―Alguien está un poco grosera hoy ―susurró el chico en mi oreja.

―Mira quién habla. Déjame en paz Grimmjow, yo te dije que eso venía en mi carta de presentación ―susurré de vuelta―. Alguien está tocando la puerta y no sé si es Ulquiorra o un clon desconocido increíblemente parecido a él. Necesito ir a abrir porque sé que tú no lo vas a hacer, así que suéltame.

―Seguro es Ulquiorra, si no tu perro le hubiese arrancado una mano ya ―respondió, a lo que asentí. Pero no podía darme el lujo de estar en ese apartamento más tiempo, mi fuerza de voluntad tenía que ser más fuerte que la necesidad de estar con mi novio. Con esto en mente, hice lo más indecente que se me pudo ocurrir en ese momento: mordí al chico en el hombro.

―Caníbal ―lo escuché gruñir detrás de mí mientras por fin lograba mi cometido de abrir la puerta.

Inmediatamente reconocí los mismos ojos esmeralda, que probablemente era lo que más me atraía de unos de mis mejores amigos, y una piel grisácea que parecía que fuese las cenizas de una piel que hace mucho tiempo se quemó con los rayos del sol.

―Tu perro me ladró ―fue lo primero que dijo al verme.

―Sí, sí, Ulquiorra. También es bueno verte, me salvaste la vida ―estampé un beso en su mejilla y reí levemente cuando vi que su expresión facial no había cambiado ni un poco. Definitivamente hay cosas que nunca cambian―. Mira cielo, hazme un favor y saca a este pedazo de flojo del apartamento. No tienes ni idea de cuánto me costó hacer que se levantara de la cama, ya voy tarde.

Sabía que si me quedaba otro segundo allí al psicópata del cabello azul le podría una pataleta como el niño malcriado que era, así que sin perder tiempo, desaté la correa de Kiba de las rejas blancas, y escapé del lugar. De pronto reconocí la voz de Ulquiorra hablar con uno de los tonos más expresivos que le había escuchado en toda mi vida, el alcohol en la boca de Grimmjow debió afectarme, porque sonaba hasta divertido.

―Suéltame sexta, todavía estás ebrio―Ulquiorra dijo pronunciando el sobrenombre que le tenía al chico―. No soy tu novia. Me llegas a agarrar el culo y te corto el brazo.

Por poco y me caigo por las escaleras del ataque de risa que me dio al oír esto último. Definitivamente tendría que llamar a Ichigo para que le dijera a su padre que dejara un cubículo libre en la sala de emergencias de su hospital ese día.
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FIN

*ladilloso: para los que en sus países utilizan otros términos para referirse a esto. Ladilloso es alguien increíblemente fastidioso; lo más adecuado sería decir “eres una ladilla”, pero como buena venezolana que soy, prefiero decir “eres un ladilloso” porque me suena un poco más como a un insulto cariñoso.

*otra aclaración: ni yo misma entiendo de qué color son mis ojos. Son marrones, y eso está claro, pero a veces también se mezclan con amarillo, verde, negro, avellana, verde con avellana, verde con negro, amarillo con negro, marrón con verde. “Hazel” sería la manera de describirlo, pero no estoy tan convencida. Una vez mi madre dijo que los vio rojos :confused: , y otra me dijeron que mis ojos eran Divergentes, así que sí, ha llegado la nueva Tris Prior señores. xD

Quiero aclarar también que utilicé a esta OC lo más parecida a mi posible (aunque claramente ese era el objetivo de la actividad), así que estoy diciendo la completa verdad cuando escribí que Minaki es grosera. No es algo de lo que estoy orgullosa, pero tengo como se diría en inglés “a sailor’s mouth”, así que disculpen eso. Esto fue un escenario totalmente idealizado, yo soy una ladilla, así que si Grimmjow fuese real, probablemente ya me hubiese botado. ¿Por qué creen que no tengo novio IRL? xD #foreveralone

Wow, ahora que lo pienso, creo que en este fic hablé más de mí misma que nunca, hmmm. Bueno, salió la extrovertida en mí, bien escondida que estaba. Gracias por leer. Los quiero, y disculpen que estoy pasada de habladora.