Song-fic No hoy.

No hoy.

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Hecho para la actividad '¡Una Canción un draddle 4.0!'
Inspirado en la canción 'NO' de Meghan Trainor.

¿Cuántas veces había rodado ya los ojos en esa noche? Quizás unas veinte. Pero es que joder, que hombre para ser insistente.

—… y no sé, te vi y fue como… Tú sabes, esa sensación de… —y seguía, y seguía. Maldita sea, me tenía tan exhausta.

Había decidido salir a celebrar mi entrada al trabajo por el que con tanto esmero había aplicado siempre. Por tercera vez en mi vida me permitía ir a un antro y bailar sabiendo que no habría nadie allí que me conociera y pudiera usar eso como material de burla. ¿Qué podría salir mal?

Todo, joder.

Desde que había entrado pude notar cómo un grupo de muchachitos se cuchicheaban bobadas sin dejar de verme. Estaba segura que era mayor por un buen par de años, pero supongo que hice justicia a lo que todos me dicen siempre… que devoro el pasar del tiempo.

Es gracioso, a veces me preguntan si hago brujería para parecer de veinte teniendo treinta. Pues no, estúpidas, mueran de celos.

Pero volviendo al tema central… Ellos se fijaron en mí. Y no me malinterpreten, me gustó que lo hicieran… es decir, ¿a quién no le encanta saber que tiene ojos encima por motivos buenos? Esa sensación de que aún estás buena es muy gratificante. Pero –y siempre hay uno de por medio– hubiese sido suficiente con eso. Ya estaba bien de aventuritas de discoteca y besos furtivos en una esquina oscura. No era lo que buscaba.

Pero él sí.

El niño estaba bien, no hay que negarlo… pero era eso, un chiquillo… uno de esos que sabes que se colaron con una identificación falsa, de los que aún no tienen rasgos maduros –aunque se notaba que cuando los tuviera me habría arrepentido de lo que dije–, de esos que ‘viven la vida al límite’ por embriagarse y presumir a una pareja con sus amigos.

Ni siquiera me interesó cuando me dijo su nombre. Ya ni lo recuerdo.

Así que él, envalentonado por su tribu, vino hacia mí con una cerveza que no rechacé pero que no bebí… y fue cuando dio pie a sus mejores artimañas de seducción. Todas patéticas, para ser honesta.

—Escucha, escucha —lo detuve, no sólo de voz sino colocando una mano en su pecho como barrera obvia al ver cómo procuraba avanzar. Era tan alto, maldición—. Te agradezco mucho la bebida… y que tuvieras el valor de acercarte a mí para hablarme y posiblemente…

— ¿Te gustaría bailar? —sonrió interrumpiendo mi rechazo en curso.

Bufé. No, no quería… al menos no con él.

—No —farfullé frunciendo el ceño, ofuscada. No tenía suficiente paciencia para esas cosas—. No quiero nada… ni salir, ni volver a vernos, ni bailar… ¿estamos? Tengo treinta años, niño, creo que estoy lo suficientemente grandecita para no buscar ese tipo de ‘aventuras’. Ya las viví.

Y eso bastó para espantarlo. Claro, creo que me soltó uno que otro insulto, pero al menos me lo quité de encima.