Invierno era un rey frío y desalmado que habitaba las montañas del norte. En una de sus innumerables conquistas había tomado prisionera a la princesa Primavera de los bosques del sur y la había convertido en su esposa. Que bajo sus egoístas leyes y estatutos tuvo con ella una hija llamada Brisa y un hijo llamado Vientos que a la edad temprana de diez años conquistaron varias partes del Mundo, imponiendo el reinado de su cruel y vil padre. Pero cuando el rey Invierno creyó que todo lo que había conseguido le era suficiente para vivir los años que le restaban por vivir, Primavera inesperadamente dio a luz a Nieve. Al contrario de sus otros hermanos Nieve fue relativamente diferente. Vista como la princesa rebelde, caprichosa pero también alegre. No había sido fácil de dominar. Sin embargo, había demostrado que tenía madera de gobernante apenas siendo una niña. Pero eso no había sido suficiente para el terco rey. Todos sabían que nunca le había contentado su existencia aún cuando con el tiempo, se había convertido en su mejor aliada en la lucha contra Verano y Otoño. Eso llevó a Nieve a buscar la manera de llamar su atención sin llegar a ser la criatura despiadada que él era por naturaleza. Y fue ahí que su madre, la dulce Primavera, la guió a los dominios de su reino hasta la Gran Sabia. Allí, le había asegurado, encontraría aquello que no la hacía perfecta para los ojos del rey. Pero algo no salió bien... Cuando la noticia llegó a oídos del monarca algo dentro de él lo llenó de amargura y a pesar de esa frialdad que cargaba siempre no le había permitido descargar su tristeza como la reina, se había sumido en un silencio prácticamente eterno. Esa misma noche Invierno se retiró al pico más alto de las montañas del norte y se quedó allí por varios días sin beber ni comer, esperando una señal que ni él mismo entendía. Hasta que sus ojos finalmente se llenaron de amargas lágrimas. Cuando sus fuerzas se vieron debilitadas, unas nubes blancas lo rodearon y en una ilusión dolorosa vio a Nieve en la lejanía. Más cuando despertó días después en sus aposentos le llegó el rumor de que las antes montañas rocosas y grises, se encontraban pintadas con el más puro y brillante blanco más suave que la tierra fértil y tan fría cómo su propia nación. Supo que su culpabilidad había provocado aquello y en honor a ella pidió que se le llamara Nieve... "Cada vez que nieva en invierno, se dice que es el rey despiadado sufriendo la pérdida de su pequeña hija."
