Explícito Monstruo

Contenido oculto: Importante~

➤Este escrito está participando en la actividad "Un Valentín Diario".
➤En el texto se tocan temas de violencia, pero nada muy explícito, por eso no puse la etiqueta (si hay problema se puede editar).
➤Esta historia es un UA para los personajes de un colectivo propio. Todos los personajes son míos.
➤Este tipo de escritos carecen de una trama concreta. Son solo situaciones sueltas.

Jayden nunca fue muy apegado a nadie, tenía una personalidad difícil para muchos, así que siempre fue de pocos amigos y de ninguna pareja. Iba de casa al trabajo, del trabajo a la escuela y de ésta a casa de nuevo, y así todos los días, en un ciclo vicioso solitario y frío.


Pero había noches donde los libros no eran suficientes para llevarse lejos su cuerpo, y la computadora no podía distraer su mente, y era en esos días en los que recordaba y lloraba en silencio el fantasma de alguien que ya no volvería, que había dejado atrás.


A veces hasta podía sentir las manos cálidas pasar por sus cabellos rojizos, susurrando suaves nanas, calmando los más turbios sueños; pero entonces, de nuevo, las temblorosas manos se iban alejando en la oscuridad de la noche, en un cuarto pequeño y vacío, y él estaba solo de nuevo, como estaría siempre.


Jay tenía solo diez años cuando empezó a presenciar los gritos y golpes que recibía su madre casi todos los días, también las peleas constantes en forma de murmullos que retumbaban por toda la habitación.


Vivían en un lugar muy bonito, lleno de casitas iguales, con señoras muy altas que se jactaban de que sus maridos le daban todo el dinero que necesitaban; a Jay nunca le faltó nada como para tener envidia de lo que esas mujeres exponían con la frente en alto, sin embargo, lo que nunca entendió era por qué su padre tenía que cobrarle a su madre el vivir en una casa grande, con patio y jardín, con golpes e insultos que siempre hacían llorar a la pobre en la soledad de la mañana cuando su esposo ya se había ido a trabajar. Tampoco entendió nunca por qué nadie llamó a la policía al oír los gritos y golpes, o cuando a la mañana siguiente el maquillaje no era suficiente para cubrir los colores morados y rojos.


No entendía el rechazo aparente que tenía su padre cada vez que él lo miraba a los ojos, ni la soledad y el dolor que esto le causaba. Jay no comprendía por qué con el pasar de los años nada mejoraba, ni por qué si él se hacía más alto con la edad, aun se sentía tan pequeño y asustado siempre que su padre lo miraba con el rostro serio desde arriba.


Pero fue justo en la tarde de su decimosexto cumpleaños en el que todo se volvió claro para él, mientras estaba en el patio trasero con su madre, ayudándole a sembrar algunas flores, cuando su padre llegó algo pasado de copas a casa.


—¡Ese chico se convertirá un monstruo, Jin Ho! Sé que lo hará, lo veo en su mirada —había gritado su padre con su fuerte acento, Jay no recordaba muy bien por qué había empezado la discusión, pero ahora sabía cual era la fuente de la misma.


Fue ahí cuando entendió que era él.


Siempre había sido él.


Su padre golpeaba y discutía casi a diario con su madre desde que él era un niño porque ella lo protegía a él… porque era… ¿era un monstruo? La ira lo inundó lentamente desde la punta de los pies hasta ahogarlo en la cabeza.


No lo había entendido todo muy bien con el pasar de los años, pero tampoco tardó en comprenderlo justo en ese momento. Jay siempre se sintió atemorizado de enfrentar a su padre, la ira se acumuló por los años, pero entonces algo la había detonado, el saber que todo esto era por él le hizo hervir todo desde dentro, sentía sus propios huesos temblar. Cuando se quiso dar cuenta todo se estaba moviendo en cámara lenta, su padre empezando a alzar su mano contra su madre, ésta poniéndose enfrente de él para protegerlo como si aún fuese un niño pequeño, Jay mirando la extraña aura azul que salía del enorme árbol del patio que tenía detrás de él, y cada vibra de su cuerpo gritando a que lo tocase.


Posó su delgada mano en el tronco rugoso y en seguida la piel se lastimó con la superficie áspera, volvió la mirada a sus padres, y su cuerpo simplemente actúo solo; extendió la mano solo un poco, y todo su ser se concentró en su padre, en el golpe que le había acabado de propinar a su madre, y eso fue todo.


El suelo debajo de sus pies empezó a temblar un poco, el rostro de su padre se dirigió hacia el delgado chico que lo miraba con el ceño fruncido, con la ira y el dolor resplandeciendo en la mirada, mientras una pequeña pero firme rama se empezaba a alzar hasta la altura de su progenitor, la rama no tenía comparación con el imponente árbol que él había tocado, era más bien como una raíz del mismo, pero con fuerza se enrolló sobre el cuello del hombre y lo alzó un poco del suelo.


—No, Jay, no lo hagas —podía escuchar a su madre al fondo, como si escuchara debajo del agua, pero todo su cuerpo temblaba, como si se estuviera derrumbando, y él no podía, no sabía cómo detenerse —. No puedes darle la razón y ser un monstruo, Jay, hijo, mírame —la mujer lo tocó un poco, su acento, menos marcado, hacía que su voz saliera dulce; Jay parpadeó un poco cuando pudo ver a su madre, con los ojos llenos de lágrimas y abiertos por el terror. Bajó las manos lentamente y retrocedió. La rama también lo hizo, empezó a perder su firmeza y simplemente se dejó caer al suelo como si de plástico se tratase.


—¡Es un monstruo, ¿lo ves?!... ¡Lo sabía maldita sea! —empezaba a gritar el hombre entre un fuerte ataque de tos —. Se lo tienen que llevar, llamaré ya mismo.


—Soy un monstruo… —susurró el joven también, miró a su madre asustado, esperando a que esta le dijera lo contrario, tenía esa pequeña esperanza que murió cuando la mujer solo empezó a llorar más.


Lo iban a entregar, no era tonto, había leído en Internet sobre eso y sea lo que sea que hiciesen con los jóvenes... no podía ser nada bueno.

Dio un paso alejándose y luego otro, cuando se dio cuenta ya estaba corriendo lejos de ellos, demasiado deprisa y sin mirar atrás.


Y ahora estaba ahí, solo, viviendo por su cuenta… pero si le preguntan, si a alguien le interesa, Jay no fue el que abandonó a su familia, fue su padre con los golpes y el rechazo; fue su madre viendo a un monstruo frente a sus ojos, fueron ellos los que lo dejaron.


Y no podía culparlos.


Si alguien le preguntaba a Jay de quién era la culpa podía mencionar a muchos, pero si era sincero consigo mismo, en realidad la culpa no era de nadie. No fue la vida, ni sus padres, ni él, ni siquiera sabía si podía culpar a un ser superior, a veces las cosas sucedían y no se podía hacer mucho al respecto, solo aceptarlo.