Romántico Locos de atar

Tema en 'Relatos' iniciado por Ichiinou, 3 Febrero 2018.

  1.  
    Ichiinou

    Ichiinou Amo de FFL Comentarista destacado

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    Locos de atar
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
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    1
     
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    Locos de atar

    Eran pasadas las tres de la madrugada cuando su teléfono móvil empezó a vibrar. Al principio Brais se creyó que se trataba del despertador, pero pronto se dio cuenta que le estaban llamando. Tratando de abrir los ojos, no sin esfuerzo, miró atentamente el móvil para ver de quién se trataba. Un número desconocido. Por un momento dudó si contestar, ya que no solía hacerlo con números que no conocía, pero una punzada de desasosiego aplacó su corazón e hizo que descolgase.

    —¿Diga? —la voz de Brais sonaba todavía somnolienta.

    —Buena noche, caballero, ¿hablo con Don Brais Fernández? —preguntó una voz femenina al otro lado del teléfono, lo cual le extrañó.

    —Sí, sí. ¿Quién habla?

    —Le llamo del hospital Santa Cristina, su esposa Doña Teresa Pérez ha tenido un accidente en el trabajo, ahora mismo se encuentra en cuidados intensivos. Requerimos que en cuanto pueda se persone aquí, si es posible.

    Después de escuchar la palabra “accidente” Brais ya no se encontraba allí, ni siquiera estaba escuchando la voz de su interlocutora, no podía creer lo que le decía la otra persona. Solamente podía escuchar su corazón acelerado en sus oídos, con un pitido sordo de fondo, mientras las palabras “Teresa” y “accidente” le rondaban por la cabeza, sin parar, como tratando de encajar ambas, para encontrarle sentido a aquella información que había recibido.

    Ni siquiera podría asegurar en qué momento colgó aquella llamada. Ni cuándo exactamente agarró las llaves del coche para dirigirse al garaje. Si le hubiesen preguntado si había cerrado la puerta de casa, ni siquiera estaba seguro de ello. Solamente se centraba en su destino, en llegar lo más rápidamente al hospital Santa Cristina.

    Todo el recorrido sus sentidos se encontraban bloqueados. Ni siquiera supo cómo había conducido sin ningún problema hasta el hospital, sintiendo cada momento que su propia vida se le iba, con aquel dolor atenazador en el pecho. Llegó al hospital, aparcó en el primer lugar que encontró libre, ignorando las señas del personal de seguridad que le indicaban que allí no podía aparcar. En aquel momento no atendía a razón alguna, simplemente quería llegar a su destino, quería ver cómo se encontraba su razón de vivir.

    —Teresa Pérez, por favor —dijo rápidamente en el control de la zona de urgencias.

    La señora que se encontraba tras el mostrador buscó rápidamente y le indicó a dónde debía dirigirse.

    Teresa. Teresa. Teresa. Teresa. Pensaba continuamente en su esposa. Mentándola, tratando de aferrar así su existencia a este mundo. Recorrió aquel pasillo hasta la zona de cuidados intensivos sintiendo que se le desvanecía la vida. En aquel pasillo recordó todo, la primera vez que la vio entrar por la puerta de su cafetería, el momento en el que decidió que aquella hermosa mujer debía hacerla suya para siempre, la primera vez que la besó en aquel autobús, el momento en el que le puso el anillo de boda en aquellos delicados dedos, el momento en el que se prometieron estar toda la eternidad juntos. Eternidad. Eternidad. Eternidad. Eternidad. Aquella palabra resonó en su cabeza y cada vez que la mentaba, un dolor punzante le atravesaba el pecho. Como si tratase de arrebatarle la vida.

    Se paró delante de aquella puerta y pudo ver a su esposa a través del cristal de la misma. Un impulso le incitaba a quedarse mirándola, por si desaparecía al perder el contacto visual, pero debía entrar, debía estar a su lado, eso es lo que su corazón le pedía.

    Al entrar una enfermera le recibió.

    —¿Es usted familiar de Teresa? —le preguntó, a lo que Brais solamente pudo asentir rápidamente.

    Se quedó observándola, conteniendo la respiración, estaba pálida, más pálida que nunca.

    —Ahora mismo voy a avisar al doctor, él le informará —pudo atinar a escuchar de la enfermera, aunque realmente no le estaba prestando atención.

    Se acercó a su esposa, la vio allí, tan vulnerable, con aquella mascarilla y con aquel vendaje en la cabeza. Respiraba suavemente. Agarró una de sus delicadas manos, y la meció entre las suyas. La llevó a los labios, besándola con mucha delicadeza.

    El ruido de la puerta le sobresaltó y miró a quién había entrado. Era el doctor.

    —Su esposa ha sufrido una caída en el almacén en el que trabaja, desde una altura de un par de metros, tiene una contusión en el cráneo y una leve fractura en un brazo. Ahora está estable, pero debe recuperar la consciencia para saber que todo está bien.

    Brais asintió varias veces, tratando de asimilar la información que había recibido.

    —¿Puedo estar con ella? —fue todo lo que atinó a preguntar o más bien, a suplicar.

    El doctor le sonrió cálidamente y asintió.

    —Por supuesto, si nota cualquier cambio, no dude en comunicárnoslo. ¿De acuerdo?

    Asintió de nuevo. Y dirigió la vista a Teresa. Su amada teresa. La persona que le completaba. Allí estaba, vulnerable y débil. Besó una vez más su mano y no pudo evitar romper a llorar. No recordaba ni siquiera la última vez que había llorado, pero en aquel momento, parecía que la única forma de que el dolor terrible de su pecho desapareciese fuese así, llorando, dejando salir a borbotones todo aquel doloroso sentimiento.

    —¿Recuerdas… —empezó a susurrarle al oído, aún llorando, pero como podía— cuándo te hablé por primera vez? Me miraste como si fuese un tipo raro —hizo una breve pausa, tragando saliva y tratando de contener el llanto— con esa mirada tuya, que pones cuando alguien te está incomodando y cuando te pasé mi número de teléfono en aquella servilleta, me miraste como si estuviese mal de la cabeza —sonrió levemente, aún con los ojos anegados en lágrimas—. Y quizás lo estaba, pero comencé a amarte desde ese mismo momento en que me miraste así, en ese momento lo supe, Teresa. Supe que te amaría con locura.

    Volvió a besar su mano y la dejó acurrucada en una de sus mejillas. Sintiendo aquella maravillosa calidez que solo el contacto con la piel de su amada podía otorgarle.

    —Loco de remate.

    Brais sintió que en aquel momento los engranajes de su corazón comenzaban a moverse. Miró a su esposa, la cual le devolvió una mirada cansada.

    —Siempre estuviste loco de remate... y yo más aún por amarte —dijo en voz baja, sonriendo levemente.

    Aquella sonrisa empezó a curar el terrible dolor que sentía en el pecho Brais. Poco a poco, la calidez que emanaba fue reconfortándole.

    —Dos locos de atar, ¿verdad? —dijo Brais.

    —Verdad —respondió Teresa con una sonrisa.

    Este relato corresponde al reto número 3 de la actividad "¡Retos de San Valentín!" de Kashey. El reto dictaba: Nunca es buen momento para recibir una llamada con malas noticias. Una de las personas que "Equis" más quiere (en este caso su enamorado/pareja) acaba de sufrir un terrible accidente. El reto aquí será lograr transmitir adecuadamente sus sentimientos. El personaje que sufra el accidente puede, o no, morir; queda a criterio de cada escritor. Perfecto para los amantes del angst.
     
    Última edición: 3 Febrero 2018
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  2.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

    Piscis
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    Ay, me alegra que al final sobreviviese.

    Al principio, cuando dijiste que había sufrido un accidente lo primero que pensé fue de coche, como era de esperarse, y claro, pensaba que no saldría viva de ahí, que rara vez lo hacen. Luego al leer de trabajo pues claro, en parte me tranquilicé, en parte no, porque tampoco sabía en que trabajaba.

    Luego has descrito muy bien los sentimientos del hombre. Cómo está desesperado por su mujer, cómo pierde la noción del tiempo y cómo de la igual cómo, solo le importa llegar y verla, saber que está bien, que no va a desaparecer de su vida. Por suerte, al final el accidente acaba siendo menos grave de lo que parece y se pondrá bien, no se tendrán que decir adiós, aunque seguro que marcará su relación y su vida.

    Y nada, el final es muy lindo, con ellos dos hablando del pasado, ella recuperando la consciencia para sonreírle y saber que está bien. Muy emotivo.

    Ha sido un escrito precioso, aunque haya sido relativamente largo me lo leí rápido, tienes una narración muy fluida. Y salvo un mayúscula que se te ha escapado al final, no he visto nada más.

    ¡Sigue así!
     
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  3.  
    Rahzel

    Rahzel Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
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    Oish, que adorable relato. Aunque admito que me tenías con el Jesús en la boca pensando que iba a llegar al hospital y le iban a decir que su esposa estaba muerta o algo así. Con el golpe en la cabeza, ya temí que se despertara con amnesia, pero finalmente, despertó a reencontrarse con su amado reviviendo esos recuerdos tan bonitos que revivía <3 Un amor de lo más encantador. Me encantó.
    ¡Un abrazo!
     
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