Las Memorias Berenjena… Ese era el título que le pondría a mi nueva canción, ese era el título de mi último suspiro de libertad antes de ser atrapado y enjaulado en acusaciones falsas que me hicieron caer en lo más bajo de mi realidad, llevarme al abismo más obscuro de mis peores pesadillas. — Si pudiera verte… —tarareaba, sentado en mi cama, casi sin aliento— …si pudiera tenerte… —mis ojos se nublaban entre tanto dolor, mi cuerpo magullado le costaba respirar y mis ojos apenas podían distinguir la luz del sol que se colaba por las rendijas— …amada muerte. Suspiraba, me perdía y me drogaba en ese dolor. Mi cabello morado, largo y sedoso, que fue la envidia de muchos en mis conciertos, ahora ya no estaba, ya no existía, había sido cortado como el resto de mi dignidad. Donde lo poco que quedaba de mí era mutilado en las risas y violencias de un lugar que no era mi lugar. — Quisiera regresar… —la canción que consolaba mi pobre corazón— …volver a apostar… —a veces lloraba en silencio, entre las frías sábanas de la prisión— …por mi felicidad. Si existía un Dios, exigía que hubiera justicia en este mundo para los desahuciados como yo. Pedía y rogaba por perdón, por compasión, por poder volver a respirar aquel aire limpio y ver las sonrisas de mis seres queridos. Era todo lo que quería, todo lo que esperaba. — En mi memoria está… —mi voz se quebraba— …aquella libertad, ¡Que me hacía vibrar! —quería ser el ave que pudiera volar lejos, lejos de aquí y volver a los brazos de dónde alguna vez caí— ¡Déjame escapar! Suspiré y caí rendido al suelo, llorando, frágil y solo; esperando las manos gentiles de la libertad o las manos justas de la amable muerte que me dejaran encontrar la felicidad en los brazos del sueño y el cielo. Si no podía escapar, por lo menos dejar de respirar… sería suficiente.
