Tragedia La última carta

¡Qué emoción, muchos comentarios! De verdad muchas gracias, cada opinión buena o negativa de ustedes me ayuda a querer mejorar y me entusiasma a subir lo más rápido posible continuación... ¡Por piedad nunca dejen de dejar sus comentarios! Y si hay malvados que no lo hay hecho... ¿Qué esperan? ¡No me hagan sufrir! LOS QUIERO.

Quiero agradecer fervientemente a la SUPER POWER BETA YÁAHL por su increíble ayuda. Es un amor y espero que más pronto que tarde logre quitarme lo animal en mi talón de Aquiles: Ortografía. ¡Malditos acentos! jajajaja Gracias amiga.

Y para no hacerles de más de emoción les dejo la el nuevo capitulo, espero que lo disfruten y quieran más de LA ÚLTIMA CARTA.

DATO: Hay escenas que no puedo subir aquí y estará marcado como CONTENIDO CENSURADO. Si gustan leer las pequeñas partes estarán en MI BLOG, les dejo el link. Gracias.

2. El novio.​

El fotógrafo estalla furioso apenas le contestan en la otra línea:

–¿Quién se cree para disponer así de mi tiempo?

La mujer mano derecha de la agencia, desconcertada por el trato que recibe, se le ocurre decir:

–Debo suponer que te refieres a Julia.

–Hace una hora debió haber llegado y no seguiré de estúpido esperándola hasta que se digne aparecer.

Dios bien sabe que para Estel Palacios la modelo alemana muy lejos se encuentra en ser de su agrado, pues la culpa de la aparición de sus primeras canas, no obstante jamás había quedado mal Julia Kähler a una cita.

–¿Le has llamado a su móvil?

–Suena mil veces y nada. Te mando las fotos en este instante, yo he cumplido.

Y sin más desquita todo su coraje y frustración con la mujer del teléfono: Le cuelga.

A Santiago el comportamiento de la alemana lo tiene sumamente furioso y reconoce que de más, no por su falta de profesionalismo, sino porque ha burlado su hombría.

El hombre había jurado, aunque era el más aburrido cliché, había él y la modelo tenido una gran química. Incluso para su paz física y mental, habían disfrutado de una peligrosa atracción. Peligrosa, él así lo sintió, porque le hacia desear tantas cosas de esa gran belleza que no llegaba a comprender y más lo hizo excitante esas dieciocho horas de trabajo al haber sentido que ella pensaba y vivía lo mismo.

Santiago rara vez trabajaba para gente famosa pues su talento no era dirigido para vanidades vacías, sino para congelar los mejores instantes con la magia que ofrece la pasión: Vistas naturales, personas reales. Pero muchas han de ser sus deudas y ridículamente generoso el pago de esa sesión fotográfica que sólo un idiota hubiera dejado pasar.

Por esos momentos, aunque fueron furtivos porque habían de respetar la razón de la ocasión, creyó el fotógrafo que ahora que todo había terminado Julia Kähler estaría tan ansiosa por verse como él estaba. Pero no, no sólo no supo nada de ella en esos dos días que él como loco trabajaba para que estuvieran listas las fotos y así más rápido conseguir un encuentro, sino que además, ella no lo respetaba como profesional y estaba seguro que mucho menos como hombre.

¡Qué humillación a su hombría!

Toma su billetera y sus lentes de sol Ray-Ban de aviador negros y se dirige a la puerta principal. No quiere estar ahí para cuando la alemana le dé la gana aparecer y sienta que así como debe jugar con otros hombres, él también era parte de los imbéciles que por su belleza y su delicioso coqueteo perderían la dignidad por ella.

Al abrir la puerta se sorprende encontrarse con Joana, su más sexy vecina.

–¿A dónde vamos?

Joana es una exuberante joven de estatura media de veintiocho años y de cabello rizado que rebasa sus esbeltos hombros.

El par de vecinos llevan un poco menos de un año utilizando al otro como se les atoje, sin compromisos ni exigencias y es envidiable como lo han disfrutado.

Santiago apenas verla pensó en la alemana y eso fulminó con el poco sentido común que le pudiera quedar.

¿Por qué tendría que irse? Ese pequeño piso era su hogar y quien no sería bienvenida, si es que le da la gana un día ir, era otra persona. Y Santiago estaba como nunca dispuesto dejarle claro a la modelo el interés inexistente que ahora siente por ella.

Jala del brazo a su vecina y cierra la puerta.

–Yo también muero porque me cojas –Joana llena de lujuria se deja prácticamente arrancar su mini prenda de mezclilla.

CONTENIDO CENSURADO 1.

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* * *


Aun después de la puerta, la cocina y el piso de la pequeña sala, el fotógrafo no puede apaciguar su deseo. Con coraje sabe que su atractiva vecina no es la culpable pues el follarla ha sido como siempre de placentero y entretenido, sin embargo, la cara y la voz de otra mujer es quien lo prende a tal punto que su cuerpo exige más. ¿Qué tanto será suficiente para olvidarse de lo que tan rápido se está convirtiendo en obsesión?

El hombre, que en esos momentos sus ojos son verdes, sabe que Joana es la mujer perfecta para desaparecer frustraciones, estrés y bellísimas modelos de la mente, aunque una de ellas sea la impresionante Julia Kähler.

CONTENIDO CENSURADO 2.

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El placer del fotógrafo llega a tal punto que sólo hace anhelar algo que no tiene y reconoce que entre más goce su mente y cuerpo éstos le exigirá más. Es por eso que decide salir a despejarse unos minutos. Un poco de aire será suficiente para dejarse de estupideces y regresar al rico juego erótico que todo este tiempo ha compartido con su vecina.

–Iré por unas cervezas. ¿Quieres algo?

Saca lentamente el pene de su boca y con una sonrisa perversa contesta:

–Y unos cigarros.

Se viste Santiago y con la promesa que no tarda deja a una sexy mujer de grandes curvas femeninas desnuda sobre su sillón.

El fotógrafo va a la tienda más cercana en búsqueda de su cerveza favorita, pero como siempre al ser artesanal escocesa es difícil encontrarla. En otras veces cuando no la encuentra se lleva unas Coronas, sin embargo necesita un poco de más tiempo solo y decide ir al bar que se ubica a dos calles de su piso.

Al dar vuelta en la calle le es imposible no percatarse del alboroto que está ocurriendo unas calles más adelante.

Entra al bar y saluda a uno de los trabajadores con familiaridad.

–Buenas tardes Paco.

–¿Lo de siempre? –saluda con una sonrisa el joven empleado– ¿Para aquí? Ya me quedan pocas.

–Para llevar y dame todas las que tengas.

Asiente el joven y abre el refrigerador grande trasparente.

Santiago mientras espera decide prender un cigarro y al darse vuelta se da cuenta que el pequeño bar oscuro y de muebles viejos está prácticamente vacío. Algo bastante inusual para ser las dos de la tarde.

–Día tranquilo por lo que veo.

–Con lo ocurrido supongo que así estará todo el día.

–Al venir para acá me di cuenta que cerraron más adelante la calle y hay patrullas. ¿Te refieres a eso?

–¿No sabes lo que pasó?

No es normal ver sucesos así por donde vive, pero el fotógrafo tenía otras cosas en la cabeza como para mostrar verdadero interés en lo que escucha.

Niega distraído mientras saca de su cartera un billete de veinte euros.

–Pues la noticia ha volado como dinamita –Paco entrega una bolsa con cinco cervezas al cliente y toma el billete ofrecido–. No sé sabe bien, pero me dijo un cliente que el hijo de un amigo vio cómo se llevaban a una mujer en un Mazda plateado.

Santiago siente como su cuerpo pierde toda la sangre.

–¿Mujer? –apenas logra articular la pregunta.

–Otros dicen que es asunto del narcotráfico por el espectáculo que hay de sangre.

Al cliente por sus manos temblorosas se le caen las cervezas y el cigarro, y obteniendo un fuego inusitado sale corriendo hacia la presunta escena.

Una circunferencia cada vez más gruesa se estaba formando alrededor de las cintas amarillas que limitaban el paso a los morbosos.

Por su alta estatura le es fácil ver lo ocurrido a unos metros.

Sacando el móvil le pregunta a un hombre que está junto a él.

–¿Se sabe... sabe qué pasó? –le temblaba la voz.

–Los policías hace unos quince minutos que llegaron, aún no se dice nada.

No había presencia de alguna ambulancia y eso le hizo a Santiago imaginar lo peor.

–¿Qué hay de la víctima?

–No se sabe nada, unos dicen que era mujer. Otros cuentan que fue un asalto, pero yo no creo... ¿Por qué llevarse a la persona y dejar semejante coche?

–¿Qué coche?

–Ese de ahí –apunta el hombre encorvado con su huesudo dedo–. Está todo manchado de sangre en la parte de afuera del piloto.

En todo ese rato más largo de su vida ha intentado Santiago contactarse con Estel pero ésta no contesta. Sin darse por vencido llama por décima vez.

–¿Cuál es la urgencia? –dice molesta Estel por fin– Estoy entrando a una reunión importante con un cliente, no tengo tiempo.

–¿De que color y marca es el coche de Julia?

–¿Qué? –la mujer no está para perder el tiempo– No vuelvas a llamarme...

–¡Por Dios, Estel! –explota el hombre rogando escuchar cualquier otra cosa menos lo que ve– Sólo dime.

Por la urgencia del fotógrafo Estel se pega más a su móvil y contesta sin más demora.

–Un BMW blanco.

–Dios... –el corazón de Santiago se detiene.

–¿Por qué? ¿Qué pasa?

–No lo sé. Dame un minuto –Cuelga.

Usando Santiago la fuerza se hace de camino y llega hasta la cinta amarilla.

–¡Conozco a la víctima! –grita y un policía sorprendido por tal declaración le hace señal a otro para que lo deje pasar.

Las lágrimas del joven salen con una fuerza sofocante en el momento que ve la mancha de sangre pequeña en el piso y más marcas del líquido rojo en la puerta del piloto.

Es evidente que Julia luchó por su vida.

–¿La conoce o no? –espeta impaciente el policía.

–Su nombre es Julia Kähler.

–¿Cómo lo sabe?

–Nos acaba de llegar la información de la matrícula –se aproxima a ellos otro hombre de la ley– y el nombre dicho por este hombre coincide con la dueña del vehículo.

Y dando media vuelta dice el primer policía, que por su actitud de superioridad supuso Santiago que era el de mayor rango:

–Queda arrestado por presunta implicación.


* * *


El llevar casi setenta y dos horas encerrado sin ninguna razón legal le tenía sin importancia, lo que le provocaba estar así de alterado, llevándolo a la locura, es que nadie le dice algo de Julia.

Oye pasos acercarse, pero no le da importancia hasta que escucha como su celda es abierta.

–Mi estimado Santi, ya llegó papá.

Santiago como toro en pamplona sale disparado de la celda y golpea en la cara a su mejor amigo.

–¡Maldito gilipollas!

El policía sin darle importancia a la singular muestra de amistad pasa de lado.

–¿Qué te pasa? –Mauricio le grita ya sin una pizca de su chispeante humor que le caracteriza.

–¿Qué me pasa? –lo empuja con tanta fuerza que su amigo menudo cae en un fuerte sentón– ¡Te llamé hace tres días, imbécil, y apenas te apareces!

–Fue sólo una broma, pensé que tenía que bajarte la cruda.

–¿Broma? –no puede creer lo que escucha– Sin ninguna justificación me encierran por ser presunto asesino... ¿y tú me quisiste hacer una broma?

–¿Qué? –Mauricio blanco como la cera se pone de pie– ¿Asesino?

La consternación se su amigo es sincera, entonces Santiago se da cuenta que la estupidez de éste no llegaría a tal en circunstancias así.

–¿No te dijeron? –cuestiona el fotógrafo.

–Carla...

–Jennifer.

–No, creo que se llamaba Daniela –no recuerda bien con quien se acostó hace tres días y fue la mujer que tomó la llamada–. Me dijo que estabas detenido y pensé que había sido por una tontería como las otras veces.

–¿Entonces cómo me sacaste si no sabes ni siquiera por qué me acusaron?

–No, no hice nada. Únicamente llegué diciendo que era tu abogado y me informaron que te dejarían libre.

Santiago sin comprender sale de la zona de celdas y se dirige a las oficinas.

Un policía le habla y le da papeleo burocrático para que firme.

–¿Por qué me dejan libre?

–Me dieron la orden –le entrega en una bolsa trasparente sus pocas pertenencias: Móvil y billetera.

Ve pasar a uno de los tipos que lo detuvieron.

–¿Por qué me dejan libre? –repite.

–¿Sigues aquí? –sin darle importancia el tipo que se le acerca comienza acomodar su cinturón negro que lleva en el pantalón–. La victima apareció y hasta que no declare no sabremos lo que ocurrió. No es considerado inocente aun. ¿Ya le dijeron que no puede dejar la ciudad?

–Ésta detención esta fuera de lugar y lo sabe.

–Presuntos sospechosos se les puede detener hasta setenta y dos horas para interrogatorio y asegurarnos que no dejen el país. Que no tuviera un abogado eficiente no es mi problema.

Empujándolo al pasar sigue el policía su camino.

Santiago voltea ver a su amigo: Qué mal debió estar para que su única llamada otorgada por derecho le llamara al peor abogado de todos.

Regresa al mostrador y firma los papeles sin leer y toma la bolsa que contiene sus cosas.

Trata de hacer una llamada pero su móvil está descargado.

–¿A quién le quieres llamar? –Mauricio le entrega su iPhone.

–Debo cargar el mío, no me sé el número de memoria.

Saliendo de comisaría se dirigen al automóvil del hombre que lo que tiene como abogado de mierda lo ha de compensar como leal amigo.

Cuando entran al Focus azul toma Santiago el cargador y conecta su móvil viejo.

–¿Qué fue lo que pasó?

–Luego te explico –no tiene cabeza para decir más el fotógrafo.

Por suerte no pasa mucho cuando su aparatejo se prende y sin poner atención a las notificaciones que no paran de llegar, llama a la única que puede sacarle de su pesadilla.

–¡Santiago! –Estel se escucha agitada– ¿Dónde estabas?

–Estuve detenido como presunto sospechoso de la desaparición de Julia.

–¿De verdad? No tenia idea. ¿Por qué no me llamaste?

Hasta el momento no tiene una respuesta sensata Santiago de por qué gastar su llamada a la persona menos indicada... ¿Sería porque a pesar de todo Mauricio siempre ha estado para él?

–Me soltaron porque encontraron a Julia, ¿cómo está?

–Sí, hace apenas una media hora. De hecho estoy muy ocupada tratando de ayudar a la manager de Julia. Quiere su familia que todo se maneje de la manera más discreta. Pero es imposible, es la noticia del año. No paran de llamar queriendo saber...

–¿Pero cómo se encuentra Julia?

–No sé mucho, sólo me pidieron que consiga donantes de sangre porque Julia se encuentra muy grave. Pero es muy difícil por ser de un tipo fuera de lo común.

Santiago sabía muy bien el problema que es tener una sangre tan rara.

–Pide la universal.

–¿Sabes lo complicado que puede ser? La familia ofrecerá dinero, tenemos fe que eso ayude.

–Yo por supuesto donaría pero ser B- me limita...

–¡Por Dios! –Estel jura que escuchó un alucine por la cero posibilidad que había– ¿B-? Es la sangre que se necesita.


* * *


La manager de la modelo estaba haciendo hasta lo imposible para que, ya lo de por si vivido, no se hiciera aun peor por medios amarillistas y paparazis. Y Santiago lo agradecía de verdad el eficiente labor de la mujer.

La señorita Kähler llevaba poco ingresada a un pequeño hospital privado donde sólo su familia y gente de suma confianza sabían y estaban presentes.

Santiago fue recogido en una cafetería de la calle que Melissa Tanner, la manager de la señorita Kähler, le indicó.

En silencio el fotógrafo deja a su amigo para subirse a una camioneta Audi negra y sin ninguna ceremonia la mujer le ordena en inglés apenas se sienta a su lado:

–Firma aquí –le entrega el contrato de confidencialidad y una pluma Mont Black. El joven alto de cuerpo atlético firma inmediatamente y la mujer inglesa esbelta de mediana estatura le arrebata los papeles.

–¿Cómo está Julia? –pregunta en el idioma de la mujer.

–Entre menos información tengas mejor para todos –guarda los documentos en un portafolios café–. Daniel, vámonos.

El chofer retoma el camino en una Barcelona que comienza anochecer.

–He firmado.

–Y aquí tienes el pago –le da un delgado sobre–. Mil euros.

–No me refiero a eso. No me interesa el dinero –le hace a un lado con brusquedad a la mano que le entrega el efectivo–. Esto lo hago porque es lo único que puedo hacer para ayudar. Solamente quiero saber como se encuentra.

Melissa analiza al joven. Se enteró por Estel Palacios que es el tipo que detuvieron por sospechoso en lo ocurrido y a un se encontraba en investigación. No se puede confiar. Sin embargo para quitárselo de encima podría decirle lo que ya todo mundo sabía.

–No se sabe quienes orquestaron el secuestro, ni se tiene sospechas más que tú. A los pocos minutos que la policía llegó a la escena que ocurrió el rapto, los señores Kähler recibieron una llamada pidiendo un millón de euros. Dinero que por supuesto no tenían. Los secuestradores les dieron dos días para conseguir el dinero. Nada más pudieron juntar la mitad. Dejó el señor Kähler el dinero en una maleta en el lugar donde pidieron, aquí en Barcelona. Pero no le entregaron a Julia como prometieron. Aun con la incertidumbre los señores Kähler no llamaron a la policía, no querían hacer algo que afectara a su hija. No volvieron a recibir llamada de ellos. Hace apenas una hora una gasolinera en dirección a la carretera llamaron a la ambulancia porque una joven muy mal herida les pedía ayuda.

–Entonces sí la liberaron –sintió por primera vez en tres días esperanzas.

–Se cree que escapó, que no pensaban dejarla con vida.

Se esfuma en Santiago todo nacimiento de anhelo.

–¿Por qué lo dice?

–Por las condiciones que llegó a pedir ayuda –aprieta con los ojos y los deja así–. Dudo que sobreviva, únicamente escapó para tener su familia por lo menos un cuerpo que enterrar y llorar.


* * *


Santiago camina detrás de la mujer de estatura media de moderno cabello rojo corto.

–Gracias por tu ayuda –Con matiz de simpatía Melissa se despide del catalán.

–Me gustaría quedarme.

–Sólo gente cercana –se disculpa. Siente la mujer de un poco más de cuatro décadas que el sensual joven es sincero en su preocupación.

Donde le sacaron sangre fue en un cuarto diminuto con nada más una enfermera, los pasillos estaban vacíos, sólo ellos se encontraban ahí. Por eso Santiago supo enseguida que las personas que se visualizaban a varias paredes de vidrio sería la familia de Julia.

–Soy su pareja.

Sin esperar más Santiago se acerca a las siete personas, unas paradas, otras sentadas, en la sala de espera.

–Buenas noches –las personas, creyendo que quien se acercó era un médico, al instante se ponen de pie–. De verdad lamento todo lo que ha...

–Me imagino que es quien donó la sangre –Hablando en aceptable español pero con marcado acento alemán, se acerca un señor maduro, alto, cuerpo embarnecido, sumamente rubio de ojos grises–. Soy Alaric, el padre de Julia. No tiene idea cómo agradecemos lo que ha hecho.

–No tiene nada que agradecer, el bienestar de Julia me es tan importante y necesario como para ustedes. Mi nombre es Santiago y soy el novio de su hija.

–¿Novio? –todos los presentes reaccionaron impresionados, pero una voz sonó más que todas: Del único hombre que no era de la familia.

–Eso es imposible, yo la amo –dice esa persona que no era de la parentela–. Hace dos meses Julia y yo nos dimos un tiempo. No podía estar con alguien.

Santiago, que le hablaron con torpe inglés, analiza a profundidad al hombre que era no tan alto como él pero si mucho más fornido. Era evidente que tenía fijación por el gimnasio. Sus ojos hinchados se le veían oscuros y su cabello castaño lo llevaba muy corto.

Se sintió imbécil Santiago suponer que una mujer como Julia Kähler estuviera sentimentalmente disponible. Pero no se le puede culpar al fotógrafo por ridícula ilusión. Aún así no se intimidó: En esos dos meses separados pudieron ocurrir muchas cosas.

–¿Y tú eres?

–Ancel, su prometido desde hace un año.

Eric, el hermano de Julia, y Santiago iban a decir algo cuando un hombre alto y esbelto como el trigo se aproxima al grupo de personas.

–¿Ha muerto, doctor? –Ancel exige saber en ingles, pues no habla el castellano.

No sabe Santiago como recibieron la grave falta de tacto la familia, pero él se tuvo que controlar, por ellos, por no matar a golpes al estúpido alemán.

–Las siguientes veinticuatro horas son vitales para saber como responde.

–¿Está consciente mi hija, doctor? –la señora Kähler como puede logra preguntar. Cada día que pasaba sin tener a su primogénita se le estaba yendo la vida.

–Actualmente se encuentra en coma, pero es lo mejor en estos casos.

Santiago no se puede quedar callado:

–¿A qué caso se refiere?

–Está gravemente herida y es mejor que en su condición no sea consiente de lo que ocurre.

–¿Por qué lo dice? –alguien de la familia cuestiona de nuevo.

–Hay que ir librando una batalla a la vez. Primero debemos ver si es posible salvar su cuerpo, sin embargo me temo, aún en estas circunstancias, que esa será la lucha más fácil –suspira cansado y afectado por imaginar lo que debió haber pasado su paciente. Es un milagro que siga viva, no obstante, con dolor reconoce el medico que hay veces que vivir es mucho peor que morir y éste es un caso claro–. La señorita Kähler fue torturada, tiene golpes, mordidas en todo su cuerpo.

–¿Abusaron de ella?

Asiente el doctor al progenitor de su paciente.

La madre llora de agonía:

–Queremos verla.

–Lo mejor es que no la vean así.

–Es nuestra hija.

El hombre de blanco comprende, sabe que él exigiría lo mismo sin importar ni temer a que se enfrentaría.

–Sólo los padres –accede–. Y antes de verla tienen que saber que Julia fue tal la violencia que vivió que su cuerpo esta totalmente dañado, pero nada se compara a su rostro.

La madre sin poder ni querer comprender a lo que se refiere el hombre, se adelanta sin poder más con el infierno de la incertidumbre de esos últimos días y cruza las dos puertas que la separan de su hija.

Pasan unos segundos cuando llega hasta las personas que están en la sala de espera un aullido desde el alma de dolor que hiela la sangre de todos: La mujer deformada en la camilla no podía ser su amada y bella hija.

Espero lo hayan disfrutado.
Dejen por fa su comentario para saber que quieren más historia de la historia y ser rápida para actualizar. Porque recuerden que esto es sólo para uds :)
¡Gracias!​