Las Crónicas de Lyveth: La torre de radio embrujada. By Allister El mundo Pokémon está lleno de hermosos paisajes y grandes historias de aventureros sagaces, cualquiera podría pensar que es un lugar idílico para vivir, y sí, lo es. Pero, ¿Qué hay de aquella parte no tan agraciada de este fantástico mundo? ¿Te atreverías a recorrer los senderos más oscuros e inquietantes de este lugar?, no hay vida sin muerte, no hay alegrías sin llanto, no hay luz sin sombras, y este mundo está muy lejos de ser perfecto y radiante como todos se lo imaginan. Mi nombre es Ronan Lyveth y soy un investigador Pokémon. Nací en Pueblo Lavanda en la región de Kanto. Sí, ese pueblo aterrador lleno de misticismo e historias de fantasmas, de ahí vengo yo. Nunca creí en las historias que se contaban en torno a mi amado pueblo, siempre fui de la idea que todo tiene una explicación científica. Pero las cosas cambiaron el día en que se atrevieron a remover el cementerio Pokémon y en su lugar construir una torre de radio. Tenía yo aproximadamente diez años, cuando aquello sucedió. La torre de radio llevaba en funcionamiento un par de meses, pese a la negativa de la gente del pueblo. Nadie pudo evitar que profanaran el cementerio y aquella torre era el símbolo de la decadencia humana que anteponía sus intereses económicos al respeto, en este caso el respeto a la muerte, algo que en la cultura de nuestro pueblo era supremamente sagrado. Como dije antes, todo transcurrió con normalidad por un par de meses, pero luego, los rumores de que algo chungo estaba sucediendo en la dichosa torre comenzaron a expandirse por todo Pueblo Lavanda. Desde voces de ultratumba que llamaban insistentes a aquellos incautos empleados que cubrían turnos nocturnos, hasta manifestaciones de figuras sombrías merodeando por los pasillos, había cuanta versión pintoresca te pudieras imaginar. Yo estaba reunido con mi grupo de amigos aquella tarde que empezamos a discutir el tema. El sol enternecía sus colores a medida se iba ocultando tras las montañas dando paso al oscuro manto de la noche. — También dicen que aparece un espectro sin cabeza arrastrando cadenas — Dijo Lammar mi mejor amigo, al cual le encantaba contar historias de fantasmas, casi tanto como exagerarlas. El grupo de niños que lo rodeaba dio un paso hacia atrás casi simultáneamente. Lammar sonrió satisfecho. Yo, siendo desde pequeño un amante de la verdad y del método científico, no podía soportar bajo ninguna circunstancia que mi amigo inculcara ideas tan erróneas en las mentes de aquellos chicos. Con valentía salté al frente y le interrumpí; — ¿Así que un espectro sin cabeza? ¿Enserio piensas asustar a todo el mundo con algo así?, ¡Vamos chicos no pueden tragarse eso!, hay mil y un formas de explicar lo que sucede en la torre de radio. Los demás niños me miraron con intriga, expectantes por saber lo que iba a decir. — ¿Eso crees cerebrito? No todo se explica con ciencia Ronan, la ciencia le quita emoción a las historias de fantasmas — Interrumpió Lammar, algo disgustado por mi intromisión. — En eso te equivocas mi querido Lammar, la ciencia le da sentido a la vida. Estoy dispuesto a probar que hay una razón lógica para todos los acontecimientos de la torre de radio, es más, te reto Lammar, pasemos la noche ahí y te demostraré que no hay espectros. Todos se quedaron de piedra, era imposible creer lo que yo estaba diciendo. Ah, pero Lammar era el tipo más valiente y corajudo que jamás he conocido, no se dejaría robar protagonismo por un cerebrito como yo, y mucho menos se achicaría ante un reto público. Me extendió la mano en una inequívoca señal que aceptaba mi reto, sonrió confiado y exclamó; — Hoy a media noche nos escabulliremos dentro de la radio, no te escondas Cerebrito. — No lo haré charlatán — Respondí con ironía al tiempo que correspondía a su gesto con un amistoso apretón de manos. Lammar llegó puntual, justo a media noche, como habíamos acordado. Lo observé por la ventana de mi habitación y asentí con decisión, abrí la ventana y de inmediato liberé a Lilvolt, un pequeño Joltik que mi madre me había regalado. Ayudándome con su telaraña, salir por la ventana sin ser descubierto fue pan comido. — ¡Vaya Ronan, que habilidad, nunca lo espere de ti! — Dijo Lammar sarcásticamente en el momento que toqué suelo. — Tú serás el futuro entrenador Pokémon pero también se necesita algo de habilidad para llegar a ser Profesor de la región — Respondí con aire altanero. No mediamos más palabras luego de eso, sigilosamente emprendimos nuestro camino hacia la torre de radio. Llegamos, pero no nos atrevimos a salir de entre los arbustos en donde estábamos cómodamente escondidos. Dos guardias bastante fornidos y mal encarados custodiaban la puerta del edificio, era más que evidente que dos escuálidos pequeños de diez años no serían rivales para tremendos gorilas. — ¿Qué haremos ahora? — Le pregunté a mi acompañante, quien parecía estar absorto en sus pensamientos. — Usaremos la cabeza y no la fuerza mi querido Ronan — Respondió Lammar sagazmente y esbozando una sonrisa maquiavélica. — Verás, no eres el único que ha traído consigo a sus Pokémon, tomé prestados estos del gabinete de mi padre. — Mi amigo se levantó la camisa al nivel de la cintura dejando al descubierto dos Pokeball. En ese instante pensé que él trataría de aturdir a los guardias con algún ataque, en ese instante tuve algo de miedo, eso ya era un delito. Una cosa era entrar a hurtadillas en propiedad privada y otra muy distinta noquear guardias. — Haunter yo te elijo — Musitó Lammar, y enseguida aquel Pokémon fantasma tan terrorífico se hizo presente ante nosotros. Acto seguido, mi amigo le ordenó a su acompañante usar el ataque de hipnosis. El Hunter asintió y sonriendo de forma macabra se desvaneció lentamente en el aire. He de serles sincero, aquel Pokémon me ponía la piel de gallina, no era para menos, tenía un aspecto abominable y terrorífico. — ¿Qué hiciste Lammar? — Pregunté alarmado. — Calla y observa. Me asomé entre los arbustos y pude ver la magia de Hauter. El Pokémon apareció frente a los guardias, estos, alarmados, intentaron recurrir a sus Pokémon, pero fue muy tarde, la hipnosis de Hauter los hizo caer dormidos como un par de bebés. — Ahora te toca a ti, dile a Joltik que use red viscosa en las cámaras de seguridad. Yo me quedé asombrado ante tales palabras, realmente Lammar era una mente maestra del crimen. Saqué a Joltik e hice exactamente lo que me indicó. Las cámaras quedaron bloqueadas, y como dos veloces Rattata nos logramos infiltrar en el lobby de la torre de radio. Echamos un vistazo al escritorio de recepción y pudimos ver a un tercer guardia que deambulaba en el mundo de los sueños. Escuchamos el ascensor abrirse y enseguida nos escondimos en uno de los rincones oscuros del lobby. Eran dos de los locutores. A Lammar y a mí nos pareció por demás curiosa la conversación que mantenían. — ¿Crees que sean reales los rumores? — Dijo el primero. — Yo sí creo en esas cosas, y la verdad no creo que hayan reducido los turnos de noche por nada, es una suerte que el gerente nos deje irnos temprano siempre y cuando dejemos toda la música programada. La verdad no quisiera toparme con uno de esos espectros que mencionan. — Bueno, con o sin espectro es una fortuna que podamos salir relativamente temprano, el turno de noche es realmente agotador y aburrido. Los dos colegas se marcharon, y nosotros aprovechamos para subir al ascensor. Si a los locutores se les ocurría despertar a los guardias estaríamos en grandes apuros. Y ahí estábamos, Lammar y yo como viles delincuentes infiltrándonos en propiedad privada, solo por el estúpido afán de probar que los fantasmas no existían. Nos miramos dubitativos sin saber qué hacer, hasta que Lammar añadió; — Bien, según los rumores el piso más embrujado es el trece, ¿Qué dices si vamos ahí? Yo sonreí con valor y asentí al tiempo que tocaba el botón plateado que llevaba sobre si el número trece. El ascensor echó a andar, su movimiento fue lento y vertiginoso, y a medida que subía comenzaba a chirriar, era como si envejeciera y se oxidara con cada piso que avanzábamos. Por fin el ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron, mi acompañante y yo miramos a la inmensa oscuridad. Era como si nos adentráramos a otra dimensión, la luz que inundaba el ascensor era nuestro mundo, y toda aquella oscuridad que albergaba el piso trece era como el mundo de los espíritus. Un leve escalofrió nos recorrió la piel, nos miramos sinceramente asustados. Era raro, hace un par de minutos tenía la firme convicción que nada podría asustarme, pero ahora, justo enfrente del piso trece, mi cuerpo parecía estar dando señales notorias de miedo. — ¿Asustado Ronan?— Exclamó Lammar con una sonrisa nerviosa en los labios. — Ni un poco, ¿Y tú mariquita? — Respondí, tratando de envalentonarme y dirigiendo mis pasos hacia la oscuridad. Mi acompañante me siguió, y juntos nos adentramos al tenebroso piso trece. La puerta del ascensor se cerró tras nosotros, en ese instante la oscuridad fue absoluta, no podía ver nada. Lammar encendió una linterna que por suerte llevaba con él, y comenzó a inspeccionar el lugar. Pudimos ver grandes estantes repletos de antiguos discos de vinil y viejos dispositivos de reproducción musical, todo aquello adornado con una gruesa capa de polvo y telarañas. En ese instante me pregunté si era posible que un edificio de apenas unos meses de inaugurado, podría tener una habitación tan sucia, aun si no la limpiaban a diario. Algo no pintaba bien aquí. Miré a Lammar con preocupación. Él tragó saliva y dijo con una voz quebrada; — ¿Estás pensando lo mismo que yo? — Yo asentí. — Vámonos de aquí Lammar, esto no es normal, el edificio no lleva ni cuatro meses de inaugurado, esas cosas lucen como si llevaran años aquí. Él sonrió triunfante a pesar del miedo. — ¿Así que admites que los fantasmas existen? — ¡Tú puedes creer en lo que quieras, yo me largo! — Respondí muerto de miedo. Mi amigo asintió, y juntos devolvimos pasos al camino tratando de dejar atrás aquel tétrico lugar. No avanzamos mucho, al momento tropezamos con algo, y dejamos caer la linterna. Ambos la buscamos a tientas, hasta que por fin di con ella, la encendí y alumbré al suelo para identificar el objeto con el que nos habíamos tropezado. Nuestros ojos se abrieron como platos al ver aquello. Era una lápida, una lápida similar a las que antes se usaban en el cementerio Pokémon de nuestro pueblo. Lammar y yo gritamos de terror, no solo por el hecho de que una lápida hubiese aparecido de la nada frente a nosotros. Más bien lo que nos aterrorizó fue la inscripción en la lápida; Eran nuestros nombres, Lammar Shutmat y Ronan Lyveth. Nos levantamos como pudimos. Entre resbalones y caídas gateamos hasta la puerta del ascensor tratando de encontrar los botones, los nervios nos traicionaban y lo peor estaba por venir. Escuchamos como un sonoro lamento se elevó de entre las sombras. Un gélido viento nos congeló las entrañas y caímos al suelo abrazándonos como niñas asustadas. De pronto, un enorme bulto oscuro se levantó y reptó hasta nosotros, una huesuda mano cadavérica emergió de las sombras y tomó a Lammar del pie. Mi amigo gritaba inconsolable mientras aquella cosa trataba de succionarlo hasta las sombras. Yo lo aferraba a mí con todas las fuerzas, no estaba dispuesto a dejar que ese espectro malvado lo lastimara. Pero mis fuerzas no bastaron, aquella cosa terminó por arrebatarme a Lammar. Yo, hecho un nudo de nervios atiné a alumbrar al ser malvado que nos atormentaba, aquella cosa no era más que un bulto de sombras con dos extensas manos huesudas, sin cuerpo ni rostro. Lammar gritó mi nombre implorando por ayuda, y en aquel momento mi mente se quebró y entré en negación. — ¡Tú no existes!, ¡La ciencia es la única verdad, y un ser como tú no puede existir según la ciencia! — Grité, apuntando al espectro con la linterna, como si de un revólver se tratase. El ente detuvo su faena y comenzó a emitir un sonido similar a una risa burlona y gutural. En ese instante mi sangre ardió y todo el miedo que había afectado mi raciocinio se esfumó. — Vamos Hoothoot, usa profecía — Ordené liberando a mi segundo Pokémon. Hoothoot iluminó la habitación con una fuerte luz rojiza. Aquella luz esfumó la imagen de aquel espectro sin forma dejando al descubierto a un travieso Banette. El Pokémon se rio burlonamente y comenzó a revolotear sobre nosotros. Lammar se levantó y se restregó las lágrimas que había derramado por el miedo. — ¡No te perdonare esto Banette! — Gritó mi acompañante mientras liberaba nuevamente a su Hauter. — ¡Usa Bola sombra! El Hauter obedeció y atacó a su homólogo de Hoenn, pero Banette fue más rápido y esquivó el ataque. Aquel travieso Pokémon estaba tan ocupado esquivando los ataques de Hauter, que no puso atención a mi Hoothoot. Lo ataqué con Psíquico, lo cual lo hizo bajar la guardia, dando oportunidad a que Hauter golpeara certeramente con bola sombra. El Banette algo molesto, al ver que su broma había llegado a su fin, decidió dar la lucha por terminada y escapó traspasando los cristales de la ventana. Lammar y yo estábamos aliviados, realmente ese Pokémon nos había sacado un buen susto. Comenzamos a reír nerviosamente hasta terminar en llanto, nos sentíamos estúpidos y avergonzados, yo por sugerir un juego tan estúpido como ese y Lammar por creer en fantasmas. Aun sollozábamos pero decidimos regresar al ascensor, yo estaba a punto de presionar el botón, cuando el sonido de unas cadenas arrastrándose nos heló la sangre. Volteamos instintivamente y alumbré con la linterna. Dimos un respingo ante tan abrumadora visión. Ahí estaba caminando lentamente hacia nosotros, el espectro decapitado y encadenado del cual Lammar alardeaba tanto. Su cuerpo delgado y verdoso ataviado únicamente por una maltrecha camiseta y unos pantalones roídos, emanaba gusanos y pústulas horribles. Un olor a pestilencia inimaginable invadió el lugar. — Esa cosa la inventaste tú ¿cierto?, el decapitado está en tu mente el Banette lo está usando para asustarnos — Pregunté tratando de mantener la calma. — Claro que sí, dile a tu Pokémon que use profecía de nuevo, Hauter le dará su merecido. Hice exactamente eso, pero el resultado fue espantoso. No sucedió nada, el decapitado seguía caminando hacia nosotros, nuestros Pokémon comenzaron a retroceder al punto de ingresar por si mismos a las Pokeball. Por nuestra parte nos derrumbamos muertos del miedo, ya no podíamos más, no sabíamos si esa cosa era real o un producto de nuestra imaginación. Lo que si era cierto es que no se trataba de ningún Pokémon bromista. Cerramos los ojos aun llenos de lágrimas esperando nuestro inminente fin. La puerta del ascensor se abrió tras nosotros. Aquel sonido nos llenó de esperanza, y antes de que pudiéramos abrir los ojos unas manos robustas y fuertes nos jalaron hasta el interior del ascensor. — ¡Así que fueron ustedes niños del demonio! — Estábamos salvados, era uno de los guardias de seguridad. Obviamente después de aquel altercado vandálico, mis padres y los de Lammar nos dieron castigos ejemplares, y obviamente nunca en nuestros posteriores años de infancia nos atrevimos a acercarnos nunca más a la torre de radio. Aún recuerdo el final de aquella noche como si hubiera sido ayer. Mis padres y yo aún estábamos en las instalaciones de la torre, ellos hablaban con los guardias para no hacer más grande el problema, yo por mi parte permanecía callado meditando en cualquier forma de librarme de la horrible tunda que me darían, cuando sin querer alcé la vista hasta el ventanal del piso trece y lo vi. Estaba ahí, saludando con una pútrida mano verduzca de la cual colgaba una oxidada cadena y su endeble cuerpo decapitado iluminado por la plateada luz de la luna. Fin Epílogo. Como bien pueden darse cuenta, esta fue la experiencia que marcó mi vida, desde ese día hasta hoy, viajo por las diferentes regiones del mundo Pokémon investigando fenómenos paranormales. Algunos casos no son tan graves, con suerte son personas atormentadas por un Pokémon bromista, otros, llegan a ser más serios. He resuelto muchos casos, de los cuales, quizás les hablaré otro día, pero nunca me he atrevido a regresar a la torre de radio de Pueblo Lavanda. Hoy he llegado a Kanto, y quizá esté dispuesto a darle fin a aquel trauma de mi niñez, pero por los momentos disfruto de la alegría que embarga a Ciudad Verde. Al parecer llego en buen momento, hoy se celebrará la final de la liga Pokémon. Un gran retador tratará de quitarle el título al actual campeón, Ash Ketchum. La gente está como loca, hay ventas y comida por todos lados, todo es alegría y me anima mucho ver este ambiente. De pronto un niño tira de mi pantalón, miro hacia abajo y me encuentro con sus ojos azules y su cabello castaño claro. — ¿Oiga señor sabe dónde es la entrada a palco?, mi mamá y yo estamos perdidos. Yo sonrío y le señalo el lugar, una hermosa mujer de cabello miel y ojos azules iguales a los del niño me sonríe y se excusa; — Siento que mi hijo lo haya importunado, estamos algo perdidos. — No se preocupe, tiene usted un hijo encantador. Ella sonríe ante el cumplido, y se despide de mí. A lo lejos puedo escuchar la voz de aquella bella mujer llamar a su hijo; — ¡No corras Brendam!, papá no se irá a ninguna parte.
Hola muy buenas, pasé a leer tu trabajo y tengo que decir que me gustó bastante, lo mínimo que podría decirte acerca del apartado técnico, que es que usas palabras rebuscadas, no es algo malo ya que es más personal que nada, un consejo como "periodista" es que uses palabras de uso común, consejo nada más, puedes dejarlo tal cual como está. Antes y después de cada signo de interrogación y exclamación no lleva coma, además, después de un signo va con mayúscula. Creo que eso es todo por el apartado técnico. Como ya dije antes, me gustó bastante la historia, ya que agarraste algo que los fans de Pokémon conocen y la hiciste tuya, los personajes fueron bastante agradables Contenido oculto: SPOILER Además la especialidad de tu protagonista me agradó bastante Como mencionas que es 'colección', no sé si vayan a estar relacionadas con la torre, pero serán de interés saber otras experiencias. Ya sin nada más que decir, que pases buen día.