La dama

Tema en 'Relatos' iniciado por Fushimi Natsu, 10 Febrero 2012.

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    Fushimi Natsu

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    Escritora
    Título:
    La dama
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1065
    Aclaración: inspirado en uno de los poemas de Neruda (cuyo título no puedo recordar) como parte de una vieja tarea escolar. Revisando las carpetas lo encontré, y como me gustó mucho decidí compartirlo con ustedes :)


    La dama


    Todas las tardes, Darío se tomaba la molestia de pasar por aquella placita frente a la estación, donde esperaba el tren que lo llevaría hasta su casa, sólo para verla a ella. Todas las mañanas se levantaba temprano con un propósito fijo en la mente: verla. Y el único modo que tenía para hacerlo era yendo todos los días a trabajar para luego poder pasar, al regresar a su hogar, por esa placita en donde ella siempre estaba sentada bajo la sombra de los olmos, vistiendo un hermoso vestido de seda color champagne, entregada por completo a la gratificante lectura de algún libro que sus finas y delicadas manos sostenían con cariño.

    Así pasaba sus días Darío, entre idas y venidas que le alegraban el corazón. No sólo por el hecho de verla a ella o de tener la absoluta certeza de que estaría allí como siempre, también cabía destacar que le gustaba mucho viajar (de ahí la razón por la que nunca se mudaba a un barrio más cercano) y que tenía un buen empleo que con entusiasmo realizaba sin quejas ni contratiempos.

    Por un largo tiempo, el joven hombre se mantuvo viviendo feliz con la armonía que había alcanzado. Sin embargo, la felicidad nunca dura eternamente y para conservarla se necesita de constancia y reciprocidad.

    La primera lo tenía. Su falta de vacilación y extrema dedicación lo habían mantenido ocupado todos los días que ni siquiera la monotonía podía entrometerse entre sus planes; mas no contaba con lo segundo. Él siempre había dado, pero nunca recibido.

    Darío observó con determinación a través de la ventana de su oficina hacia la placita. Hoy sería el día en que daría el segundo paso.


    Darío se hallaba perdido en su mente, recopilando mil maneras de conseguir su objetivo sin estropearlo: hablarle. Sus piernas, conociendo a la perfección el terreno por el que andaban, lo condujeron hasta ella quien, al notar su presencia, apartó la vista de la lectura sólo para verlo a él.

    No hubo un incómodo silencio. No hubo tartamudeos ni vergüenza. No hicieron falta palabras porque, cuando ella lo miró, él le entendió. Y en silencio se sentó a su lado mientras ella dejaba sobre la hierba su libro y comenzaban una conversación tan amena, tan cordial, tan natural…

    Así fue cómo lo sintió Darío, quien entregó su corazón a aquella dama de vestido color champagne, de rizos dorados y hermosos ojos verdes.


    Pasó el tiempo y la relación entre Darío y la dama de la placita mejoraba. Todas aquellas personas que siempre lo habían visto en solitario recorrer aquel lugar, ahora lo encontraban en compañía de una hermosa y dulce mujer que oía atentamente todo lo que tenía para contarle y que siempre lo esperaba con una radiante sonrisa.

    La vida de Darío nunca había sido más feliz que en aquellos días junto a ella. La razón, que en un principio había sido sólo verla, se había transformado en una fuerte necesidad por hablarle, por escucharla, por estar con ella.

    Y era feliz porque creía haber encontrado a su alma gemela, y sentía que sus vidas estaban hechas el uno para el otro y que nada podría ser capaz de separarlos ni de acabar con su amor.


    Darío siempre había sido un hombre trabajador, que ponía todo su empeño en las cosas que hacía y poseedor de la más pura confianza y lealtad. Por ello, cuando su jefe recibió su llamado no dudó ni un segundo en aceptar su petición de faltar ese día, sino que también le ofreció no venir al siguiente.

    La felicidad de Darío no tenía límites.

    Pasó toda la mañana preparándose. Se cambió cien veces, se peinó de mil maneras y hasta practicó qué decir frente al espejo, la tele, su perro e incluso con la operadora telefónica quien le dio los ánimos que precisaba para salir de casa.


    El día era hermoso, perfecto para su cometido. No había nubes que ocultaran el inmenso azul del cielo y el sol reluciente bañaba con su luminosidad toda la plaza, dándole un toque mágico al ambiente. Una suave brisa mecía las copas de los árboles, desprendiendo con suavidad las hojas de los olmos.

    Todo era perfecto y allí estaba ella. Sentada bajo las sombras con su vestido de seda color champagne, leyendo el mismo libro que aquel día cuando hablaron por primera vez.

    Se acercó hacia ella y, abriendo completamente su corazón, le pidió matrimonio. La mujer lo observó unos largos segundos con una sonrisa tierna, pero sus palabras fueron duras como la roca y frías como el hielo.

    No quería compromisos.

    Él lo intentó nuevamente. Trató de explicarlo cómo se sentía a su lado, lo maravilloso y afortunado que era con ella, mas nada de lo que dijo sirvió para hacerla cambiar de parecer.

    Abatido, buscó refugio en el silencio, esperando que ella se apiadara de su pobre corazón. Ella se mantuvo callada observándolo hasta que Darío reunió el valor necesario para pedirle matrimonio de nuevo. Ella rió suavemente mientras extendía su mano hacia su mejilla, acariciándolo delicadamente con la punta de sus dedos. Él esperaba con ansias su respuesta y, cuando vio el brillo de esperanza renacer en sus ojos, pronunció con indiferencia su decisión.

    Piér-de-te.

    Darío no pudo contener la humillación y huyó del lugar. Su corazón había sido demolido pieza por pieza por el juego de aquella vil mujer. Él siempre había dado más de lo que había recibido y nunca se quejó, siempre había mantenido la constancia procurando de no caer en la rutina. Él siempre se había esforzado, pero nada había sido suficiente para llegar al corazón de su amada.

    Al día siguiente, Darío fue al trabajo, pero había cambiado. La persona que todos querían y estimaban ya no estaba y ahora se presentaba ante ellos un hombre solitario, rencoroso, desconfiado.

    Ya nadie volvería a ver a aquel Darío amable y respetuoso, con su infinito e incondicional apoyo para quien lo necesitara porque ese Darío había muerto en la plaza frente a la estación de trenes, bajo las manos de una dama de vestido color champagne.
     
    Última edición: 12 Diciembre 2015
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    cindyhyuuga

    cindyhyuuga Usuario común

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    ¡Por Dios que me ha encantado!
    Esa dama que malvada Dx y Darío tanto que la amaba ¿Cómo se atrevió a romperle el alma?
    A acepción de la diferencia de géneros (xD) me sentí tan identificada con Darío.
    Ojala pueda leer otra historia tuya
     
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  3.  
    Anh Peárys

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    ¡Que belleza de escrito!

    No sé como, pero amé a la dama. Pobre Darío, pero algún día le tocaría algo así

    No vi errores, ni nada por el estilo.

    Muñeca Ha Neko
     
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    Fushimi Natsu

    Fushimi Natsu Fanático

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    Me hace tan feliz saber q les ha gustado mi historia :) Se los agradezco mucho y les prometo avisar cuando suba más.
     
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