Fantasía Lóng, el dragón de Hemu

Hay ciertos eventos en la vida que impulsa a una persona a recordar momentos de su niñez, y actualmente me encontraba en uno de esos momentos.

Hace unos días mi abuelo paterno había muerto, no se preocupen él murió de vejez en una noche fresca mientras dormía en su humilde casa en Hemu, un pequeño pueblo en China, junto a su compañera de vida en absoluta paz.

En realidad, y seguro se hicieron la idea, mi familia es originaria de China y aunque actualmente vivíamos en Inglaterra eso no nos impedía visitar en ciertas fechas a mis abuelos, en especial cuando era niño.

Hablando de niños, uno siempre en sus primeros años de vida siempre tiene a una persona especial, si no me entiendes déjame explicarte.

Cuando eras niño, ¿no tenías cierta fascinación hacia una persona que no fueran tus padres? Quiero decir, una persona a la cual admirabas mucho, que sentías que era el ser más sabio del mundo, que te comprendía y tenía todas las respuestas a todos los problemas.

Esa persona resulto ser mi abuelo, a quien en estos momentos estábamos velando, ese hombre para mí era un libro lleno de anécdotas que al momento de abrirse no te podías detener de leerlo hasta escuchar el fin del relato. Mis favoritos eran los cuentos y como todo niño con su inocencia preguntaba al finalizar la historia:

¿Eso en verdad sucedió?

¿En verdad existe eso?

Y un sinfín de preguntas más, y lo que siempre me respondía él era:

Todo cuento tiene una realidad.

Y después de cada historia podías ver a un pequeño Jiang corriendo por todo Hemu buscando hadas o creyéndose pirata, aunque aún en la actualidad ya ha mis 20 años tengo que admitir que mis favoritas son las que hablaban de los dragones, esos místicos característicos de estas tierra que solamente habían salido de la imaginación de las tribus o cosas así.

Sonreí ante los recuerdos, en verdad mi infancia con mi abuelo es uno de mis tesoros más apreciados.

¿Saben?, uno de mis cuentos favoritos era sobre el dragón del lago Kanas.

Un día a mis ocho años había decidido jugar a las orillas del Lago junto a otros niños, pero al atardecer se habían ido dejándome solo, no quería volver a casa aun tenia energía suficiente para seguir jugando pero no había con qué así que me decidí por tirar pequeñas piedras al agua, me quedaba maravillado al ver las ondas que estas hacían cuando lograba que rebotaran. Tanta era mi concentración que no había notado cuando mi abuelo apareció.

Me lleve un susto de muerte.

—No hagas eso— recuerdo que me dijo, en ese momento pensé que el viejo se había molestado porque estaba espantando a los peces.

— ¿Por qué abuelo?— le pregunte, ahora que lo recuerdo, cuando mira a mi abuelo este observaba el lago con un brillo en los ojos, asumía que era por el atardecer que nos pegaba de frente.

—Porque a él no le gusta que interrumpan su paz— a mis ocho años, y gracias a los consejos de mi padre, ya sabía que a los ancianos les encantaba tener siempre un aura misteriosa, ancestral o algo parecido pero no entendía que quería decir con eso.

—¿De quién hablas abuelo?— hay que admitir, otra vez, que al escuchar a mi abuelo hablar de un “él” voltea a mi alrededor para ver si había alguien cerca de donde estábamos, pero no había nadie.

—De Lóng— me respondió mi abuelo.

Aja y ¿Quién es ese?

Al parecer mi abuelo se dio cuenta de la cara que había puesto porque al momento, mientras reía, se sentaba en el suelo, indicándome también que hiciera lo mismo, y se preparaba para contarme de ese tal Lóng.

Me conto que en ese lago habitaba un misteriosa criatura de cuerpo escamoso, gigante, con una cara feroz de donde salían un par de cuernos, con bigotes parecidos al del pez gato y una melena parecida al de un león.

Lóng significa dragón.

Y Lóng fue el nombre que los primeros habitantes de Hemus le habían colocado a la criatura que seguramente tenía cientos, si acaso no son miles, de años viviendo ahí antes que ellos. El abuelo dijo que los pueblerinos al saber de semejante criatura decidieron ser inteligentes y hacer un trato con Lóng.

Déjanos vivir a tu alrededor y no molestaremos tu hogar.

Dicho y hecho, Lóng se fue hasta el fondo del lago, los pueblerinos ni siquiera pescaban en el lago y jamás hubo un enfrentamiento.

Lóng era el guardián del lago, un dios prácticamente.

Mi abuelo decía que por eso nadie interrumpía el ciclo natural del acuífero a menos que quisieras que Lóng emergiera de las profundidades y destruyera a todo el pequeño pueblo. Aunque eso no quisiera decir que la criatura no subiera a la superficie a verificar el estado del pueblo, a pesar de que los habitantes no se proveían del lago tenían la idea de que Lóng les pedía a los demás dioses que ayudaran a Hemu.

Desde ese día iba todas las mañanas, tardes, y una que otra noche, a vigilar el lago para ver si tenía la posibilidad de encontrarme con Lóng.

Cosa que jamás sucedió.

Aun así tenía que admitir que el lago daba esa sensación de guardar algún secreto, aun si actualmente no creía en nada sobre dragones o cosas así. Lo que en aquel entonces me contaba mi abuelo eran cuentos, pura fantasías que cualquier niño quiere creer, pero ahora soy un adulto y no se me permite creer en fantasías.

—Jiang, cariño, tu abuela te está buscando—me voltee al escuchar la voz de mi madre, de alguna forma entre mis pensamientos había llegado hasta la parte trasera de la casa, la cual tenía una vista completa del lago Kanas.

—En un segundo voy, madre— le respondí con una leve sonrisa, ella me la devolvió y se regresó al interior. Volví a dirigir mi vista hacia el lago, ya era suficiente de recuerdos por ahora, tenía que volver a la realidad. Y estaba a punto de devolverme hacia el interior de la casa pero algo había llamado mi atención, volví a ver hacia el lago.

Fue lo más impresionante que pude ver en toda mi vida.

En el lago se podía notar como la parte superior de un cuerpo gigante lleno de escamas sobresalía por unos segundos del agua para volver a hundirse, pero aun así, como si estuviera diciendo “aquí estoy”, el cuerpo nado tan cerca de la superficie que se notaba la sombra y el movimiento del cuerpo por las ondas en el agua.

Mi abuelo tenía razón, todo cuento tiene una realidad y estaba en nosotros saber cuál era esa realidad.