El Señor del Bosque [Busgosu]

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por ShinyWish, 28 Febrero 2012.

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    ShinyWish

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    El Señor del Bosque [Busgosu]
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    Amanecía. El cazador podía sentirlo, el sol estaría ahora iluminando los picos de las montañas cercanas, pero él no alcanzaba a verlo. Los árboles formaban un tupido techo casi impenetrable para los frágiles rayos de luz, que a duras penas lograban iluminar el interior del bosque.

    No había ningún sendero, la espesa maleza dificultaba el andar, y la irregularidad por donde brotaban los árboles confundían e impedían el paso constantemente. El suelo era desigual y sin la precaución necesaria en observar los lugares que pisaba, las madrigueras de animales salvajes y las firmes raíces lo llevarían a frecuentes caídas.

    El hombre frunció el ceño y apuró el paso, sobre su espalda cargaba un pesado rifle de caza. Ya no era tan vigoroso como en el antaño, se encontraba en plena etapa de la vejez, sin embargo, su voluntad era acérrima. La respiración se le entrecortaba mientras avanzaba, el ambiente estaba denso, cargado de una fuerte hostilidad.

    Se guiaba por las señales grabadas en algunos de los árboles, que le indicaban el camino, eran viejos cortes hechos por un hacha, ya casi cicatrizados en las cortezas por el paso del tiempo. Pero aun así, caminaba muy lentamente, porque las ramas le arañaban cruelmente el rostro, y las raíces trataban traicioneramente de hacerlo perder el equilibrio. Odiaban aquel hombre y querían lastimarlo, que volviera adentrarse en esas tierras era un mal presagio, ¿acaso era una criatura insaciable por esparcir la destrucción?

    «Entonces no soy bienvenido», pensó serenamente el cazador, agradecido de que sus reflejos no estuvieran deteriorados del todo, cuando una de las ramas estuvo muy cerca de clavarse en su ojo izquierdo. «No puedo culparlos, yo fui quien se los arrebató».

    Luego de aproximadamente una hora avanzando, llegó hasta un claro dentro del bosque; era una escena hermosa, como una magnífica pintura del más noble paisaje natural. Las hojas de los arboles alfombraban el suelo, y una pequeña cascada salpicaba alegremente en las agrietadas piedras, mientras que el sol con sus cálidos rayos trasmitía un sentimiento de reconforte. Estaba exactamente igual que en la última vez.

    El hombre infló sus pulmones con la suave brisa, recuperando el oxígeno y mitigando su fatiga. Tras recobrar el aire, se acercó a la pequeña cañada de aguas cristalinas, arrodillándose en la orilla y estirando sus manos con la intención de beber.

    —No debiste regresar, cazador —dijo autoritariamente una voz ronca, colmada de sabiduría y poderío. En el reflejo del agua fue visible una figura humanoide en lo alto de la cascada, pero al girarse, ya no había nada allí.

    Se levantó y caminó hasta la cascada, que a pesar de ser pequeña, el agua la mantenía resbaladiza. Agarró de un sitio que considero firme y comenzó a escalarla, pero enseguida perdió el pie y cayó, empapándose. Además, sintió como una de sus piernas se desgarraba al golpearse con las filosas rocas escondidas bajo el agua.

    «No te rindas, viejo estúpido», se regañó apretando los dientes a causa del agudo dolor, y realizando un gran esfuerzo volvió intentar trepar. «Es nuestra última batalla».

    Y logró subir, la fuerza de su juventud de alguna forma volvió momentáneamente para terminar la ardua tarea. Aun así, su cuerpo apenas respondía; lo estaba exigiendo más allá de sus capacidades actuales.

    El delgado arroyo le mostraba la ruta a tomar. Caminó muy despacio en su ribera durante varios minutos, la pierna herida le impedía moverse con la velocidad deseada. Unos cuantos cientos de metros después, vio unos altos arbustos espinosos, formando una solida barrera. Los tallos se elevaban varios metros de altura, además estaban enredados en los árboles y se extendían hacia los costados, desapareciendo en la espesura; causando que no fuera posible calcular donde terminaban.

    El hombre estaba demasiado agotado para pretender bordearlo como en su anterior expedición, le llevaría mucho tiempo y él quería terminar de una vez por todas con aquel conflicto. Se cubrió el rostro usando sus brazos como escudo y empezó a introducirse entre las púas. Muy pronto, sintió como el cuerpo le fue aguijoneado una y otra vez mientras avanzaba, las largas agujas lo mordían sin compasión.

    Fue incapaz de continuar, se desangraba a causa de las heridas mientras que sus mutilados miembros gritaban basta. Permaneció preso en aquella telaraña de espinos, inmóvil. Y cuando en su mente ya surgían pensamientos de resignación, oyó un ruido. Era un disparo, el sonido que producía su potente rifle, sin embargo, provenía de sus memorias, el origen de su ego y también de la culpa que lo poseía.

    Una nueva oleada de vigor lo inundó, no podía desistir estando tan cerca. Retomó la dolorosa labor de seguir abriéndose paso entre las espinas, hasta finalmente cruzar la terrible muralla natural. Como consecuencia, perdió la movilidad en uno de sus brazos, alguna púa le debió cortar los tendones.

    A pesar de todo el suplicio, finalmente había llegado a su destino. En aquella parte, los árboles parecían solemnes columnas, prolijamente ubicados, formando varios círculos concéntricos. En el centro resaltaba una enorme roca cubierta de musgo. Él estaba en la parte más antigua y ancestral de la región, el corazón del bosque.

    El cazador se dirigió con dificultad al centro de los árboles, pero no consiguió alcanzarlo. A mitad de camino su cuerpo no soportó más y se desplomó. De rodillas, observó a la enorme roca verde, su forma era similar al de un trono, porque claramente se distinguía un hueco donde alguien podría sentarse. Gobernando el paisaje desde la roca, había un cráneo; pertenecía a un animal muy semejante a una cabra, por sus largos cuernos.

    Durante unos breves segundos, su mirada estuvo clavada en la calavera, que respondía observándolo fijamente atreves de los vacías y oscuras cuencas oculares. Estaban sólo a unos pocos metros de distancia.

    —Si hubiera una forma de remediar mi error… yo no dudaría —murmuró lastimeramente al fin, desviando sus ojos hacia el suelo.

    Pudo ver, no muy lejos de él, la bala que usó varios años atrás, caída entre la hierba. Se arrastró hasta la roca, recostando su cabeza en ella. Escuchaba las palpitaciones del bosque, podía sentir todas sus extremidades que lo componían como una única totalidad. Los árboles milenarios, que se mantenían de pie desde antes del hombre y los nuevos retoños que florecían con fuertes bríos; los animales que lo habitaban, sobreviviendo a las dificultades; la brisa que acariciaba las puntas de los árboles y se adentraban buscando claros para arremolinarse; el agua que nacía en las grietas, saliendo desde la profundidad de la tierra. El bosque cumplía un enorme ciclo de vida.

    El sentimiento surgió repentinamente en su interior, un retorcido y siniestro deseo. Apoyó su única mano útil en el cuchillo que llevaba, era largo y dentado como una sierra. Su filo resplandeció fríamente al ser retirado de la vaina.


    *********************************************


    —¿Estás seguro que es por aquí?

    Dos muchachos observaban el hermoso claro del bosque, uno de ellos parecía impaciente mientras que el otro trataba de recordar. Aunque ambos eran cazadores de profesión y llevaran sus armas, no pensaban cazar.

    —Sí —respondió el segundo, luego de unos instantes—. En su nota decía que iría al lugar que todo comenzó.

    Se había adentrado en el bosque junto con su amigo, rastreando al anciano. Era su abuelo, y antes de desaparecer, tres días atrás, dejó una carta despidiéndose, si bien en ella no mencionaba donde iba, él ya sabía que pensaba introducirse en aquellas tierras. Desde muy pequeño le relataba una historia sorprendente, la gran cacería de su juventud.

    —Y ahora, ¿adónde? —le preguntó el otro. Estaba nervioso, nunca había visto al bosque tan sereno, una tranquilidad que bordeaba lo anormal.

    El joven analizaba las indicaciones en el cuento del anciano, seguir las marcas en los árboles que había trazado con su hacha hasta llegar a un claro en el bosque. Luego trepar la cascada y dirigirse por el costado del arroyo hasta un muro de espinas. Le hizo una seña a su amigo, con rapidez escalaron por el salto de agua, y tras caminar por el margen del riachuelo llegaron hasta la barrera.

    Según el relato, su abuelo había recorrido, flanqueado las espinas, hasta ver una apertura por la madriguera de algún animal, kilómetros más allá. Y se acercó silenciosamente a un majestuoso palacio natural, con el rifle preparado. Sentado en un trono, descansaba la criatura más prodigiosa que encontró en su vida, entonces lo apuntó desde su espalda y…

    Pero ellos no necesitaron buscar la madriguera, alguien debió abrir una brecha en los arbustos espinosos, dejando un pasaje. Cruzaron entre las espinas rotas, manchadas de sangre seca y con algunos jirones de ropa.

    —¿Llegamos?

    —Creo que sí —dijo observando la extraña simetría de los árboles, la forma que estaban dispuestos lo inquietaba. Eran muy viejos, y parecían que fueron planteados con la intención de formar los círculos.

    —Por aquí —lo llamó su amigo.

    Al acercarse al centro, su compañero estaba cerca de la enorme roca musgosa, vio como tocaba con su escopeta a un cráneo… humano. A su lado estaban el rifle personal del anciano y su chuchillo favorito. Algo más apartadas de los objetos, unas huellas de pezuñas se adentraban en la espesura.
     
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    Dororo

    Dororo Entusiasta

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    PLAP, PLAP, PLAP, PLAP… y continuaría aplaudiendo.

    Sí señor, eso es describir un bosque y lo demás son tonterías. Veo esa selva espesa de árboles donde apenas penetra la luz del sol, oigo a los animales correr y esconderse entre la maleza, el murmullo de la cascada. Huelo el aire, fresco y limpio. ¡Sí, señor!

    Y que decir de ese anciano que se sobrepone a los años y pelea contra indómita naturaleza hasta encontrar lo que esconde la espesura. He sentido su desesperación en la cascada, las espinas rasgando mi piel y su lucha ha sido en parte la mía. ¡Sí, señor!

    ¿Quién es la extraña criatura cuyas huellas se adentran en el bosque? Como te dije, es lo que no sabemos lo que más miedo da. Ahora, llegó el momento de dejar volar la imaginación.

    No voy a decir que me ha gustado mucho. Eso es obvio pero sí voy a felicitarte. Un placer inmenso leerte, de hecho voy a leerte otra vez.
     
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