El Puzzle

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Freedom, 19 Febrero 2012.

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    Freedom

    Freedom Entusiasta

    Capricornio
    Miembro desde:
    25 Enero 2012
    Mensajes:
    54
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    El Puzzle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1391
    Capítulo Uno:
    ¿Dónde está?






    La pequeña casa de la que todos hablaban en la ciudad, era en verdad una exuberante mansión. A ambos lados de la puerta de entrada, un par de vidrios anchos dejaban traslucir la luz del sol. Después de tantos años, el polvo y las arañas se habían encargado de desprestigiar la propiedad, desgastando por completo cada parte del terreno.

    —Vaya…—dijo pensante la menor—, juraría que la casa de la abuela era más grande.

    Y estaba en lo cierto. Adela, de unos dieciocho años, recordaba con exactitud el emporio en el que la difunta vivía. Grandes y vistosos ventanales con cortinas ahora eran puros vidrios rajados y sin guarnición. El piso que cubría la entrada, desplegado en unas escaleras cortas, estaba prácticamente comido por el bicho taladro, húmedo y descolorido.

    —Han pasado diez años ya. Me sorprende que aún no se haya caído abajo el tejado—comentó la mayor.

    Su hermana era un poco más altruista y no se fijaba en detalles pequeños. La casa podía tener un par de defectos, muy exagerados quizá, pero para ella seguía siendo el mismo inmueble de siempre: reluciente y vanidoso. Se acercaba el mediodía y las recién llegadas dispusieron su entusiasmo en llevar las maletas dentro del lugar. Adela se colocó unos pasos atrás sosteniendo las valijas, mientras su hermana mayor buscaba las llaves para poder ingresar.

    — ¿Y?—cuestionó cansada la rubia.

    Un suspiro de agotamiento se extendió por largos segundos.
    —No puedo encontrar las llaves. ¿Estás segura de haberlas cogido?

    Adela revoleó los ojos.
    — ¡Claro que las traje!

    Buscaron en bolsos pequeños, neceseres y en cada bolsillo de sus prendas. Revisaron cajas, bolsas de consorcio y todos los lugares posibles, pero nada sucedió.

    Finalmente, Gloria reventó.
    —Iré a buscar en el coche, espérame aquí.

    La menor se sentó junto a los escalones de la entrada, mientras observaba cómo se alejaba su hermana y revisaba la camioneta del viejo Pascual. El anciano era muy humilde y vivía apenas a unos kilómetros del pueblo donde se encontraban, de vez en cuando podían verlo en los campos de maíz o cerca del lago. Veinte minutos más tarde, la joven no tuvo más remedio que buscar algo con qué entretenerse. Enredó en su dedo índice unos mechones de cabello y jugó hasta cansarse, mas no tenía nada para hacer. Cambió de posición varias veces, caminó alrededor de la casa, y al regresar se encontró con la misma soledad que al llegar.

    — ¡Gloria! —llamó al no lograr divisarla desde su lugar.

    Hacía tiempo ya que su hermana había ido en busca de las llaves de la casa. La camioneta estaba abierta de par en par, todas las puertas estaban a su vista: sin embargo ningún ruido, salvo el del motor, podía oírse.
    Quizá se había sentado un rato del otro lado del transporte, y por lo tanto no podía distinguirla. Decidió acercarse, y por menos ganas que tuviera, siguió gritando su nombre sin hallar respuesta.

    Finalmente encontró más soledad.
    — ¿Gloria?—preguntó asustada. Su hermana no estaba allí.

    Dio tantas vueltas al coche como las piernas se lo permitieron. Volteó una y otra vez, repitiendo con voz imperiosa para que apareciera la castaña.
    Tenía que encontrarla lo antes posible, y no era para menos: no sabía conducir, apenas traía alimentos frescos en el baúl, y se estaba por largar la tormenta del año. Con firmeza se acercó a la puerta de entrada, debía hallar la forma de entrar.

    Giró la manivela y no pudo abrirla. ¿Qué es lo que iba a hacer ahora?

    Había algo que no le cerraba por completo. Se sentó de nuevo en el lugar donde tantos minutos observó a su hermana buscar en el auto, y recordó sentirse incómoda por el piso. Decepcionada de sí misma, al verse inutilizada ante la presión de la situación, bajó la mirada afligida.

    Sonrió al ver una pieza de su viejo puzzle.
    —El juego de la abuela. . .—musitó para sí misma.

    Antes de morir, la vieja Darby le regaló a cada una, un puzzle que ella misma había pintado en su atelier. Sin embargo, Adela nunca pudo completar el suyo, puesto que era demasiado grande, y ocupaba el mismo espacio que una habitación. Gloria, por su parte, no tardó mucho en resolverlo, ya que contenía unas apenas cien piezas.

    “Qué extraño”, pensó. “Creí haberlo quemado luego del funeral”.

    Se asomaba la noche y su única compañía estaba perdida en algún lugar. Guardó el objeto en el bolsillo más pequeño de su pantalón, y fue en busca de alguna madera gruesa. Caminó entremedio de los árboles pero sólo consiguió unas varas, y con un esfuerzo sobrehumano logró quebrar una rama del roble vecino.

    —Con esto tal vez pueda romper el vidrio.

    Llegó el punto que su desesperación la llevó a hablarse a sí misma. Preguntas y respuestas tenían el mismo dueño, y sin embargo fue la solución que encontró para no sentirse abandonada en medio de la nada.
    Se posicionó unos pasos delante del vidrio de la entrada, y con determinación alzó el palo para estrellarlo contra la ventana.

    Una voz adulta y ronca la interrumpió.
    — ¿Señorita Green?

    Giró asustada por el imprevisto, y le dedicó una mirada desorbitada al anciano que la observaba con desentendimiento: ¿Qué hacía con una rama de semejante espesor?

    — ¡ Pascual , tiene que ayudarme!

    El viejo no entendía nada. La jovencita que tenía hablándole de una supuesta desaparición, parecía que se había arrastrado por la tierra y llevara encima una fiebre descomunal.

    —Debe calmarse, le está subiendo la temperatura.

    El hombre le ofrecía un consejo poco factible, pero saludable. No obstante, ¿Cómo podría calmarse, si no encontraba a su hermana? ¿Cómo volvería a casa? ¿Dónde estaba Gloria?

    — Usted no entiende Pascual, ella vino conmigo —explicó con calma.

    La frustración se hacía notoria en la tensión del ambiente, y el anciano no tuvo más remedio que cuestionarle su delirio.

    — Pero niña, ¡Tu hermana ha muerto hace diez años!
     
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