Hi there. Como en el reto 10 de agosto no se específica si debe ser en algún fandom o puede ser en Originales, vengo con nuestra versión con nombre pretencioso de un Two-shot: Una historia corta sobre peces. Yo leí peces y de inmediato pensé en carpas (koi) así que puede que se hagan una idea de qué va a ir esto, dejaré el primer capítulo ahora y quizás mañana venga con el siguiente. Suponiendo que alguien lea esto xD Aquellos que me hayan leído antes sabrán que camuflo vivencias personales en lo que escribo. Todo muy sutil y simbólico. . . . . . El estanque de las carpas Símbolo de amor y amistad El sol se estaba poniendo, el cielo estaba teñido de colores rojizos y ella adoraba ese paisaje. Le dio una calada al cigarrillo que sostenía entre los dedos, retuvo el humo un momento y lo exhaló despacio, la brisa lo alejó de ella rápidamente. El sonido del agua la relajaba, podía ver el estanque unos metros al frente, un pequeño puente lo cruzaba y había un par de niños lanzándole pan a las carpas, las podía ver agitando el agua. Era tarde ya, sabía que los niños pronto se irían. —¿Fue en serio lo que dijiste ayer? —soltó el joven junto a ella mientras le quitaba el cigarrillo de la mano y le daba él una calada. Se tenían una confianza que rozaba lo ridículo, lo sabía porque nadie más haría eso con ella. Volteó a verlo, sin entender. —¿Qué cosa? Hablamos de muchas estupideces a lo largo del día, necesito que seas más específico —iba a quitarle el cigarrillo pero notó que se estaba acercando al filtro y detestaba el sabor cuando era así, por lo que suspiró y renunció a ello. —Que me quieres —lo escuchó murmurar, tampoco estaba muy seguro de lo que hablaba, dudaba respecto a si debía haber hecho esa pregunta o no. Sintió el impulso de apartar la mirada pero no podía, aquellos ojos oscuros le pedían para que simplemente respondiera. Se sentía como una completa idiota, porque lo que había hecho era un simple acto impulsivo digno de una colegiala. Sintió sus mejillas arder y sabía que todo su rostro e incluso sus orejas debían estar coloradas, siempre era así. No había olvidado lo que había pasado pero sí lo había ignorado. Solo se había pasado un poco de tragos, bueno, quizás ni tan poco pero era consciente de lo que hacía, o eso quería creer por el simple hecho de que lo recordaba. —Te voy a decir algo aprovechando mi estado porque no lo diría en ningún otro momento —le había dicho, juró que al otro lado de la línea al muchacho se le había escapado una risa pero esperó paciente por lo que diría —. Que te quiero. Listo, puedes enojarte conmigo si gustas, ahora me voy. Estuvo a punto de colgar. —No —la voz grave del muchacho la había detenido antes de que se apartase el auricular —. ¿Qué motivo tendría para enojarme? —No lo sé —respondió casi en un susurro. De verdad que lo quería, como no tenía idea. Era extremadamente paciente con ella y estaba dispuesto a escuchar cualquiera de sus ocurrencias, estaba ahora mismo escuchándola ebria —. Tal vez porque bebí, tal vez porque es algo que no te diría en otro momento o solo porque sabes que me da mucho miedo hacerlo. —No te creeré que bebiste hasta que no te escuche realmente hablando como si estuvieras borracha. Además, ¿a quién no le da miedo? —le dio razón, así como si nada. Supo entonces que a él le daba el mismo miedo pero fue incapaz de decir algo más y la respuesta que le dio no hizo más que confirmar que continuar hablando le provocaba ansiedad al muchacho —. También me resultas… apreciable. —¡Oh vamos, deja de ser tan pretencioso todo el tiempo! —fue inevitable que se le escapara una risa, lo escuchó reír a él también. Le encantaba cuando reía con ella, le transmitía una sensación de calidez. —Sí, acabo de decirte que también te quiero de forma pretenciosa. —De verdad espero que se te olvide esto. —Lo dudo mucho —dijo después de una pausa, como meditando si sería posible —. Además, comparado a otras cosas que hace la gente ebria, esto simplemente roza lo tierno y razonable. Siguió mirando las carpas, como quien no presta atención. Quería responderle, de eso estaba segura, pero le seguía dando muchísimo miedo. Él esperaba paciente, lo escuchó suspirar mientras lanzaba la colilla al suelo y la pisaba. —¿Te gustan? —preguntó dejando ir el tema. —¿Qué? —Las carpas, ya sabes, los Koi —aclaró dirigiendo su vista al estanque. —Sí —afirmó ella para luego hacer una pausa —. No son particularmente agraciados, si los ves bien, pero tienen bonitos colores. —A veces pienso que mientras tenga bonitos colores eres capaz de aceptar casi cualquier cosa. —Eso me ofende. Soy selectiva —respondió con cierto aire de superioridad —. Excepto contigo, no sé por qué se me cruzó por la cabeza que juntarme contigo era buena idea. —¿Ahora eres tú la pretenciosa? —de repente la muchacha sintió que la tomó por la muñeca para arrastrarla hacia el puente donde estaban los niños con las carpas. —¡Para! ¿Qué se supone que haces? —trató de retroceder pero era lo suficientemente torpe para que ese simple tacto la pusiera incluso más ansiosa que acercarse a los niños que alimentaban a los peces. —Sé que quieres verlos pero te da pena acercarte porque están esos mocosos —continuó guiándola al ver que ya no ponía la misma resistencia. —No quiero, así estoy bien. —No te lo crees ni tú. Mira, ya ni siquiera puedes negarte —fue entonces que soltó el agarre alrededor de la muñeca de la chica. Estaban en el pequeño puente. Le dio un leve empujón y la muchacha se acercó despacio a la baranda, apoyando las manos en ella como si por algún motivo fuesen empujarla al agua en cualquier momento. Escuchó a los niños hablar entre sí y vio como los trocitos de pan caían al agua y los peces se arremolinaban para alcanzar alguno. De forma inconsciente una sonrisa se dibujó en su rostro. Pareció relajarse pues apoyó los codos en la baranda, siguió mirando las carpas en su frenesí por el pan y una leve risa se le escapó de los labios aunque se detuvo de pronto al notar con el rabillo del ojo que él la miraba con los brazos cruzados, tuvo la sensación de que sonreía mientras la miraba pero no se atrevió a confirmarlo. Tenía ese hábito, lo había notado, si ella se dedicaba a mirar algo o él se lo mostraba, llegaba un punto en el que dejaba de mirarlo y la miraba a ella con esa sombra de sonrisa en el rostro. De nuevo sintió arder las mejillas. —Sí es en serio —dijo al aire sin dejar de mirar los peces; blanco y naranja resplandecían a la luz del atardecer, a veces se parchaba de negro. Juró que la sonrisa que creyó ver en el rostro de él se borró, sintió que el corazón se le encogió en el pecho y se detuvo de golpe. Un trozo de pan grande se les resbaló a los niños de las manos y el ruido que resultó por el revoltijo de peces en el agua silenció el remolino de pensamientos que empezaba a formarse en la mente de ambos. Uno de los chicos le tocó el hombro y le extendió una bolsa con algo de pan restante, fue incapaz de decir algo pero les sonrió y tomó la bolsa con mano temblorosa. —Tenemos que irnos y creí que te gustaría alimentarlas —se explicó mientras sonreía ampliamente y echaba a correr con su amigo, a lo lejos pudo ver que había una mujer esperando por ellos. Sostuvo la bolsa indecisa, dirigiendo su vista al estanque de nuevo y a las carpas nadando de un lado a otro esperando el próximo trozo de pan porque del anterior no quedaba ni el rastro. —¿De qué forma me quieres? —la pregunta le rebotó en la cabeza y él guardó absoluto silencio esperando por una respuesta. Era incapaz de controlar el temblor en sus manos pero pudo, con algo de dificultad, sacar un trozo de pan pequeño y dejarlo caer entre las carpas. Se formó una pequeña onda y luego el alboroto en el estanque se reinició. Lo quería como adoraba a los atardeceres. Porque tenía razón, si veía algo con hermosos colores lo iba a adorar y él, aunque lo desconociera, irradiaba unos colores preciosos como los de los koi más brillantes, al menos cuando estaba con ella. Sin embargo, así como esos peces, tenía dos significados que hacían que sus ideas se contradijeran constantemente, era la expresión máxima de la amistad mezclada con amor y no sabía si para él era solo una de esas. El miedo había hecho que su corazón encogido de terror latiera con la fuerza suficiente para que sintiera que iba a romperle el pecho y saltar al estanque con el único fin de que las carpas lo tragaran como si de pan se tratase.
When nadie te comenta pero no te importa porque escribes para ti misma. *llora en un rincón* Le prometí un romance a dango y bueno, creo que será este pues porque I like it. Tenía planeado que fuera este desde que lo pensé, pero quería hacer la invocación cuando ya lo tuviese terminado. No me debes nada, nomás para que sepas que cumplo mis promesas y para que no se diga que no te di un romance. Suponiendo que lo leas, lol. Asdjehs esto definitivamente no es lo mío, le falta algo de drama. Es bastante más corto que el primer capítulo, pero bueno, cosas que pasan :'v Lo muevo a Terminadas, pues. . . . . . El estanque de las carpas Rojo brillante y escamas doradas —No quiero responder eso —dijo al fin, sorprendiéndose a sí misma. Sentía el corazón en la garganta. —¿Por qué no? —habló más bajo que de costumbre, casi no logró entenderle. Supo que ambos querían salir huyendo de ahí, porque había salido un tema que bien podían dejar quieto. —¡Porque no lo sé! —fue entonces cuando volteó a mirarlo por fin, las lágrimas le escurrían involuntariamente por las mejillas, él retrocedió un paso, asustado. Recordó que le había dicho que lloraba cuando estaba verdaderamente furiosa, en sus ojos oscuros notaba que en su cabeza se repetía un único pensamiento: la había cagado —. No pongas esa cara de espanto, joder, estoy bien. Se enjuagó las lágrimas con las palmas de las manos e inhaló con fuerza, buscando controlar los sollozos que buscaban salir. Notó que él se acercó, le quitó con delicadeza la bolsa con el pan restante y lo lanzó a los peces. —Está bien, si no quieres no me lo digas —sentenció al fin, mirando a los peces mientras arrugaba la bolsa y la metía en el bolsillo de los pantalones —. Tampoco quiero que te vaya a dar un ataque o algo así. —Sabía que no tenía que decírtelo. —Ya lo sabía —dijo antes de que ella continuara hablando, fue entonces cuando le pasó el brazo por encima de los hombros y la atrajo hacia él aunque no la miró —. Y como te dije, también te quiero… tampoco sé de qué manera. —Aquí la sorpresa es que no rebuscaste palabras para decirlo. —Maldita sea, no la cagues así —suspiró con cierto hartazgo y a la joven se le escapó una risa. —Eres un pesado, ¿sabes? —Sí, lo sé —añadió a secas comenzando a retirar el brazo que tenía sobre sus hombros. —Me acostumbraste a tu presencia, a que estuvieras ahí casi todo el tiempo —las palabras se le cortaron y el chico quedó a medias, sin retirar el brazo del todo, la escuchaba —. Al principio solo quería probarte, como se prueba un dulce, quería ver qué pasaba si te seguía la corriente…quería probar si era capaz de atarte a mí de alguna manera. Lo siento. El silencio los devoró. Ella acababa de admitir lo que más miedo le daba del asunto, porque no sabía qué había hecho al principio. Se sentía mal porque en un inicio aquello había sido un experimento, pero no había pasado mucho tiempo cuando ella ya había caído en su propia trampa. Sí sabía de qué manera lo quería, por supuesto que lo sabía, lo que no quería era arruinar la amistad que tenían con esos malditos sentimientos románticos que no tenían ni pies ni cabeza. —Pero te tomé cariño rápidamente —empezó de nuevo al ver que él no decía nada, las siguientes palabras salieron atropelladamente de su boca —. Me gustó tu personalidad, todo de ella, porque me entendiste y me aceptaste. Antes de que pudiese seguir hablando él la había envuelto en un abrazo, sintió que se aferraba con fuerza a su cintura, solo una vez antes la había abrazado de aquella forma. Era un abrazo tan fuerte que casi le dolía pero, de alguna forma, era cálido, y sintió los ojos llenársele de lágrimas. A como le fue posible liberó sus brazos para poder deslizarlos por el cuello de él, abrazándolo también. —Perdón —lo escuchó murmurar cerca de su oído, supo que se refería a la fuerza que había aplicado alrededor de su cuerpo —. No tienes que hablar tanto si no quieres, luego vas a andar esperando que olvide todo lo que dijiste. —Es que no quiero que lo olvides —ahora quien lo abrazó con fuerza fue ella, se negaba a separarse y tener que mirarlo, al menos de momento. —Gracias —el muchacho deshizo despacio el abrazo, en un movimiento que ella no esperaba le tomó el rostro entre las manos y le estampó un beso en la frente antes de volver a abrazarla —. Eres una especie de mala influencia, pero hay que darte crédito por dos cosas… primero, lo mal que te salió el maldito plan inicial y segundo, por hacerme sentir querido de alguna extraña forma que no entiendo. Ahora fue ella quien deshizo el abrazo e hizo una reverencia. —Es usted un público increíble, mi estimado joven —canturreó mientras reía, luego lo miró a los ojos por primera vez desde hace rato, en ellos se reflejaba la confusión —. Mi segundo plan funcionó perfectamente y me siento realizada. Antes de que me hagas mala cara, mi segundo plan no era más que ese: hacerte sentir querido. Extendió su mano derecha hacia él y no tuvo que decir nada más, la tomó sin demora. Esta vez quien lo arrastró fue ella y, aunque no lo tenían claro todavía, habían fusionado los dos caminos que en un principio veían separados. En lo profundo del estanque una gran y brillante carpa roja nadaba tranquilamente mientras los dos jóvenes se alejaban, sus escamas empezaban lentamente a tornarse doradas porque había ascendido a través de la cascada que era la situación de aquellos dos, ahora debía recibir su recompensa. La carpa poco agraciada que representaba su confusa amistad finalmente había superado su obstáculo, el cariño que se profesaban tomaría la forma de un majestuoso dragón.