Microrrelato D de Dolor [Días del Abecedario 3.0]

Llevábamos 4 años de casados, yo era un profesor que dictaba clases en una universidad particular y mi esposa una profesora de ballet; ella a sus 30 años inspirada por el bello arte y los finos movimientos que requería el ballet, mi querida esposa perseguía sus sueños de algún día sobresalir y ser la mejor. Desafortunadamente la vida es una dama llena de caprichos.

Una tarde saliendo del trabajo mi mujer y yo nos dirigimos en coche a ver una ópera titulada “La boda de Fígaro”, solo tenía que conducir 20km y llegaríamos al lugar situado en una concurrida avenida en Viena.

La tormenta de nieve era cada vez más intensa y los coches que nos seguían el paso trataban de no derrapar con las finas capas de hielo formadas en la autopista; ese día algo fallo.

Conducía a una velocidad muy baja ya que si aceleraba solo para encontrar mejores asientos terminaría por derrapar y causar un accidente, no sé si fue el frió de aquella noche o simplemente cosas del destino pero un perro se me atravesó en el camino, mi mente inmediatamente hizo que mi cuerpo respondiera solo, gire el volante a la derecha y cada intento de querer frenar fue inútil. Aquel día mi mujer y yo terminamos por estrellarnos con el borde del puente y caímos al rió, como consecuencia de aquel error mi esposa sufrió una fractura en el peroné, eso acabo con su carrera.

Aun recuerdo esa noche, después de estrellarnos y caer al rio, el agua se filtraba lentamente por las pequeñas aberturas del auto, mi mujer estaba inconsciente y un pedazo de metal del auto se había incrustado en su pierna. Después de volver completamente en mi nos quite los cinturones de seguridad y trate de mover a mi esposa, era en vano, el metal estaba muy incrustado y si queríamos salir de ahí solo había una opción. Agarre su pierna y la tire con tanta fuerza que mis manos quedaron manchadas de sangre, para siempre.

Rompí la ventana del auto e inmediatamente salí a flote junto a mi esposa, el resto no lo recuerdo. Pasaron 5 años desde aquel accidente y aun me sigo culpando por los acontecimientos de esa noche; ella me consuela cada vez que observa mi desolado rostro y me susurra al oído la misma frase.

—Solo el tiempo cura el dolor pero solo tu valentía nos salvo aquella noche, te amo.