One-shot de Inuyasha - Corrosión [Sesshômaru x Kagome]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Artemisa, 21 Septiembre 2016.

  1.  
    Artemisa

    Artemisa Usuario VIP

    Tauro
    Miembro desde:
    12 Marzo 2008
    Mensajes:
    888
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Corrosión [Sesshômaru x Kagome]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2779
    N/A: ¡Hola, preciosidades! Hoy les traigo un one-shot que escribí para el concurso "¡Amor tras el pozo devorahuesos!" La verdad es que tuve algunos contratiempos y me vi obligada a terminar la historia apresuradamente (qué lío), por lo que puede tener ciertos errores y/o redundancias. Una disculpa de antemano, ¡no digan que no se los he advertido! Fuera de ello, espero que les guste y, tal vez, que aminore un poco la espera del próximo capítulo de El Último.


    Corrosión


    Las armas cayeron. La batalla en el Sengoku había estallado, se había vuelto descomunal y luego había encontrado su muerte: igual que Naraku. Después de tanta sangre y dolor, el cuerpo contenedor de tantos demonios finalmente había sido derrotado. Pero no todo era calma: Kagome se encontraba herida en una pierna, aunque no parecía algo demasiado grave, al contrario de Miroku. El agujero negro en la mano del monje no sólo se había negado a desaparecer, sino que estaba haciéndose más grande con cada minuto que pasaba.


    —Por favor, que nadie se preocupe, esto sólo debe ser temporal —el afectado decía.

    — ¡No, excelencia! Naraku está muerto, ¡todas sus maldiciones deberían haberse ido!


    Sango lloraba incontrolablemente y su mejor amiga se acercó, cojeando para consolarla. No es posible, pensó Kagome, al tiempo que movía la cabeza de un lado a otro, desconcertada. ¿Qué podemos hacer?


    Inuyasha, por su parte, miraba la escena con el rostro descompuesto. Al lado estaba su hermano, con la expresión estoica que le caracterizaba. Ambos permanecieron callados. El destino fatal del monje sólo podía significar que Naraku no había muerto, pero todos le habían visto ser purificado, se habían percatado de la sonrisa pacífica que portaba al morir. Tal vez existían las maldiciones eternas, después de todo.


    Transcurrieron horas de silencio en las que Sesshômaru permaneció con el resto del grupo por respeto, se dijo a sí mismo, pero la verdad era otra. Al youkai no le era difícil identificar sus sentimientos, aunque se negase a actuar conforme a ellos: se había enamorado de la chica del futuro. Al principio, Kagome había resultado poco más que una molestia para él, impidiéndole acabar con su medio hermano, pero en el transcurso de la batalla final se había percatado de cuánto pensaba en ella últimamente, de cómo la procuraba, aunque fuese siempre a distancia. Recordó cómo, en su tiempo, le preguntó a Kikyô si realmente odiaba a su reencarnación o sólo estaba poniéndola a prueba, buscando quizás que le diese una razón válida para despreciar a la humana. Recordó cómo la había mantenido a salvo de Mukotsu y Naraku. En verdad, había aprendido a respetarla y, en ocasiones, hasta le escuchaba con atención. La manera en la que la joven convivía con Rin también le había conmovido.


    No obstante, el demonio sabía que hacerle saber a Kagome de sus sentimientos no tendría utilidad alguna, pues ella había decidido permanecer al lado del híbrido y, por si fuese poco, no dejaba de ser mortal y efímera. Pensó entonces en la muerte de Kagura, y cómo había cumplido su promesa de que no fuera en vano. La extensión de Naraku lo amaba desde hacía mucho tiempo, él no lo ignoraba, por lo que se sorprendía teniéndole compasión y hasta cierto aprecio. Cómo había cambiado todo.


    —Déjame hacerlo, Miroku. ¡Intentaré purificar el agujero!


    De pronto, Sesshômaru se percató de la voz de la sacerdotisa. Inuyasha estaba ahora con su grupo, con el Colmillo de Acero en la mano y una mirada de impotencia.


    —Señorita, es peligroso.

    —Kagome es más poderosa de lo que piensa, monje —replicó Sango—. ¡Ésta puede ser nuestra única salida!


    Nuestra, se repitió Miroku. Definitivamente quería un futuro con la exterminadora. Deseaba vivir a su lado, y fue eso lo que le brindó el coraje para aceptar la opción de Kagome, quien entonces comenzó a concentrarse hasta que una luz violeta nació en su mano derecha: primero apenas perceptible, luego alcanzando el tamaño de una manzana. La chica inhaló con fuerza y, nerviosa pero decidida, juntó su mano con el agujero negro, que para entonces abarcaba casi toda la mano del monje. En ese momento, se produjo un silencio absoluto: nadie pronunciaba palabra alguna, y hasta el viento y los pájaros enmudecieron. De pronto, un sonido parecido a un fuerte latido se apoderó del lugar.


    La sacerdotisa gritó y Miroku le siguió inmediatamente. Inuyasha, impulsivamente, trató de separarlos con todas sus fuerzas, sin éxito.


    — ¡Maldita sea!


    El monje, sudando y agotado por el dolor, miró a Sango y juntó su otra mano con la de ella. La miró a los ojos.


    — ¡Sango, dame tu espada! —Le imploró.

    — ¿¡Qué quiere lograr con eso!?

    —Es la única forma, ¡por favor!


    La exterminadora negó con la cabeza, pero luego notó cómo, aunque la maldición parecía ceder lentamente, en el brazo de Kagome se coloreaba una vena de color negro. Su mejor amiga lloraba desesperadamente, pero no se movía, no cedía. ¿Podría terminar perdiéndola a ella también?


    — ¡Basta, Kagome! —Jadeó Inuyasha.


    Sango tomó una decisión. Temblando, sacó su espada de la funda y se la alcanzó al monje. Inmediatamente se sentó a sus espaldas y lo abrazó tan fuerte que se sintió desvanecer. Miroku, decidido a impedir que más personas sufrieran por su terrible maldición, tomó impulso y golpeó vigorosamente la espada de Sango contra su muñeca: en un solo corte, su mano con el agujero negro se separó de la sacerdotisa y cayó inerte en el césped. Inmediatamente se volvió gris y empezó a disolverse. La exterminadora temía que la maldición apareciese en la otra mano, o se extendiera en el brazo, pero nada de ello sucedió; por el contrario, la herida del monje cicatrizó rápidamente, como si la amputación hubiese ocurrido hace años.


    A lo lejos, Sesshômaru observaba la escena, tenso. De todas formas, no podía ayudar más que Inuyasha. Cuando notó que todo parecía haber terminado, dio la media vuelta y se dispuso a andar. Consideró entonces llevar a la pequeña Rin a vivir con esa humana —después de todo, Kagome se quedaría con el hanyou, ¿cierto?— y sus compañeros, pues así ella podría crecer y decidir luego si deseaba regresar con él y con Jaken.


    — ¡Lo siento mucho, Miroku! De verdad, no quería…

    —Señorita Kagome, esto era inevitable. Y usted ha hecho todo lo posible para que esto funcionara —él miró su brazo cicatrizado—. Si hubiera decidido cortarme la mano antes, seguramente la maldición hubiese acabado conmigo pronto. Pero ahora, con su ayuda, puedo ser libre —al decir lo último, miró a Sango, quien no paraba de llorar, pero ahora de felicidad.


    Kagome se levantó apresuradamente a abrazar al híbrido, hundió la cabeza en su pecho e inhaló profundamente. Todo ha terminado ya. Por fin, ambos podrían ser felices, no había nada que pudiese impedirlo. Por el rabillo del ojo, miró a la distancia, en donde antes se encontraba Sesshômaru, pero él ya se había ido. En ese momento, no entendía por qué le había buscado con la mirada.


    De pronto, un dolor punzante la hizo gritar. Se apartó del híbrido y con horror observó su brazo derecho, con la vena oscura extendiéndose hacia su hombro. Cayó de rodillas.


    -***-


    — ¿Qué quieres decir con que no sabes qué hacer, anciana?

    —Lo siento, Inuyasha. No puedo identificar nada malo en ella, aunque sea obvio que está con mucho dolor —respondió Kaede, bajando la cabeza.

    — ¡Maldito Naraku!


    Todos imitaron el gesto de la mujer. Habían regresado a la aldea lo más pronto posible, con la esperanza de ayudar a Kagome, puesto que Miroku lucía mejor que en los últimos años.


    —No… No es Naraku —susurró repentinamente la joven sacerdotisa—. Estoy segura de que sentiría su esencia. Debe ser algo más… O seguramente algo insignificante. Verán que pasa pronto.


    Pero pasaban semanas y su condición sólo empeoraba. La línea negra ahora abarcaba todo su cuello y parte del mentón, la totalidad de su torso también. Aunque todos estaban preocupados, la chica intentaba ayudar en la aldea como si nada ocurriera. De todas maneras, no había nada que pudiese hacer. Había intentado purificarse a sí misma, había bebido y comido cualquier cosa que Kaede le daba, pero no hubo ninguna mejoría.


    Hasta Inuyasha se encontraba distante, pero no lo culpaba. Hacía un par de días, le había escuchado hablar con Sango. “¡No puedo ni mirarla a los ojos!”, había gritado él. “Me enferma no poder ayudarla. No quiero perderla, no a ella. No como a Kikyô”. Había tratado de acercarse más al hanyou, pero éste sólo la miraba con dolor, a veces la envolvía con sus brazos por un tiempo antes de alejarse de ella sin pronunciar palabra.


    —Tal vez está despidiéndose de mí… —Pensó en voz alta un día, mientras se colocaba el atuendo de sacerdotisa con bastante dificultad.


    Esa misma noche, su cuerpo no le respondió más. Tumbada en la cabaña, se angustiaba al ver a sus amigos rodeándola; incluso a Shippo, quien no se había enterado de nada hasta ese momento.


    -***-


    — ¿A dónde vamos tan tarde, amo Sesshômaru? —Bostezó Jaken, que caminaba perezosamente guiando a Ah-Un, sobre el que dormía plácidamente Rin.

    —Dejaremos a Rin en la aldea de la anciana.


    Jaken se sobresaltó. ¿Cómo era que el demonio podía hacerlo así, tan indiferentemente?


    —Pe… pero, amo. La pobre niña… ¿No cree que se pondrá muy triste?

    —Ella entenderá, Jaken.


    Los ojos dorados del youkai se entrecerraron. Por debajo de su túnica, su mano tocó un pedazo de papel, que le daría a la chica futurista, en donde le instaba a explicarle a Rin el porqué de su decisión y le prometía visitarla con frecuencia. Había llegado a confiar plenamente en Kagome, y la comisura de sus labios se alzó un poco al saber que con ella también se encontraría seguido. Claro, nunca le confesaría nada, pero se conformaba con verla vivir con el honor y la voluntad tan grandes que ella mostraba.


    Cuando llegaron a la aldea, sólo vio a Inuyasha recargado sobre un árbol.


    —Eh, ¿qué haces tú aquí? —Bufó el hanyou.

    —Eso no es de tu incumbencia —respondió tajantemente, pero luego se percató de que no quería que su hermano le siguiese y ofreció una explicación—. Es por Rin, nada que pueda importarte, como es evidente.


    El aludido resopló, pero con cierta angustia.


    —Kagome… Ella está muy mal —dijo, apenas audiblemente.


    Sesshômaru no le respondió, sino que siguió su camino a la cabaña, sin apresurarse. Cuando estaba por tocar la puerta, escuchó un alarido impresionante: “¡Inuyasha!” El híbrido se aproximó y entró en dos segundos, y su hermano le siguió.


    —Jaken, quédate afuera con Ah-Un. Vigila a Rin.


    La chica agonizaba, y sin embargo, no tenía fiebre o cualquier otro signo que denotara enfermedad: sólo estaba terriblemente pálida, consecuencia del agotamiento por dolor que había sentido las últimas semanas. Ella observó cómo Inuyasha se acercaba y le tomaba la mano. Aun cuando pensaba que él era todo lo que necesitaba para sentirse en calma, su inquietud no cedió. Sus sentimientos eran tan confusos últimamente.


    —Kagome, ¿qué diablos es esto? —La interrogó él, mostrándole su propia mano, en donde la piel se abría poco a poco, dejando al descubierto una esfera pequeña y oscura.

    — ¡Es la Perla de Shikon! —Chilló Kaede.


    Todos miraron desconcertados a la anciana, incluso el youkai, que se había acercado más a la joven, casi inconscientemente. Sango negó con la cabeza y tocó el hombro de Kaede, esperando una explicación.


    —Naraku está muerto, pero la energía de todos los demonios que fueron exterminados… Todo fue absorbido por la perla.

    —Imposible —intervino Sesshômaru—. Bakusâiga terminó con todos ellos.

    —Habían estado en un mismo cuerpo por tanto tiempo que, al destruirlos, su esencia ayudó a preservar la joya… —La vieja sacerdotisa carraspeó.

    —Entonces… —Miroku habló—. La perla… siempre utilizó a Naraku para seguir existiendo —Sango e Inuyasha le miraron con desconcierto—. Él era su marioneta. Y ahora que ha absorbido todo el miasma… sólo queda la esencia sagrada de la señorita Kagome para completar el balance que requiere para “vivir”.

    —Sí, Miroku. La perla no concedió el deseo de ese demonio, pero tampoco el de Kagome. En cambio, se alojó en su cuerpo. ¡Tienen que destruir el miasma desde dentro! —Sentenció Kaede.


    ¿Cómo? Las personas en la cabaña volvieron a guardar silencio, buscando desesperadamente una solución. Era evidente que la joven no podía purificar la joya, porque su cuerpo ya había sido parcialmente corrompido.


    — ¡Hay que buscar a otra sacerdotisa! —Exclamó Inuyasha, impulsivamente—. ¡Rápido!

    —Pero, Inuyasha, Kikyô era la única con un poder comparable al de Kagome —la exterminadora señaló—. Además, ¡no hay tiempo!

    —Tengo miedo de morir —susurró la joven sacerdotisa—, pero tengo más miedo de ser sólo una herramienta. Anciana Kaede, ¿hay… alguna manera en la que pueda terminar con mi vida antes de que la perla me absorba? —Sollozó.

    — ¡No seas tanto, Kag…!

    —Si ella decidiera dar su vida por ello, con sólo su voluntad propia y estando en completa paz… su cuerpo puede ser utilizado para anular la perla, o para sellarla, como mínimo. No sería como con mi hermana, Kikyô: no cometeríamos el error de quemarla. Estoy casi segura de que…

    —Silencio —exigió Sesshômaru.


    Cuando tuvo la atención de todos, el youkai apartó a Inuyasha del lado de la chica e hizo una señal de que los demás hiciesen lo mismo. Se arrodilló junto a ella. Luego se dirigió hacia Kaede:


    —Destruirles desde adentro. Es todo lo que podemos hacer, ¿cierto?

    —Sí —respondió ella—, ¡pero no podremos ya! Debemos… debemos elegir entre la vida de Kagome y el caos que eso traería… O su muerte y la paz.

    —Se hará.


    El demonio tomó la joya oscura de la mano de Kagome, sin que nadie pudiese hablar, con la mirada perpleja de ésta sobre él. Había algo en el brillo de sus ojos que parecía hacerlo quebrar. ¿Qué tanto valía la vida de esa joven? Era mortal y efímera, pero sin duda más poderosa que cualquier sacerdotisa que hubiera existido antes. Y cuando entrenase lo suficiente con la anciana, lo sería aún más. Quizás sólo ella —y sólo tal vez su descendencia— podría asegurar el orden y la protección de todos… incluso de Rin. Pero nada de eso habría sido suficiente para él de no ser porque realmente la amaba. Nunca había podido encontrar el momento exacto en el que comenzó a sentirse así respecto a ella, pero tras la batalla todo era demasiado claro. Admiraba su honor, sencillez y poder por igual. Sus pensamientos a menudo se veían consumidos por su rostro inocente y sus tupidas pestañas negras protegiendo los orbes color marrón. Estaba decidido.


    La chica, por su parte, sólo puso notar cómo el youkai la observaba fijamente y no pudo evitar sentir un hormigueo en el pecho. En el momento menos esperado, Sesshômaru cerró la mano que sostenía a la Perla de Shikon y, cuando volvió a abrirla, ésta había desaparecido. Casi al instante, comenzó a temblar bruscamente, al tiempo que gruñía, sus ojos se tornaban escarlata y su expresión se deformaba. Kagome se incorporó rápidamente y le tomó la otra mano, apretándola con las pocas fuerzas que tenía, con los ojos sumamente abiertos y sin saber qué esperar. El demonio la miró y, por un momento, sus ojos brillaron con el color del oro. La empujó con brusquedad, haciéndola golpearse contra la pared. Inuyasha corrió a su lado y la sostuvo en brazos.


    Sesshômaru desenfundó a Bakusâiga y, sin dejar pasar un mero segundo, atravesó su pecho con ella. “¡NO!”, gritó la joven, pero ya estaba hecho. El cuerpo del demonio se sacudió, y el poder infeccioso que distinguía a la espada se propagó rápidamente por su cuerpo: cientos de marcas rojas, como cortadas, lo marcaron por completo. La joya maldita salió de su pecho y se derritió sobre éste, dejando de existir, esta vez para siempre.


    La joven sintió como si toda su figura se volviese ligera de pronto. El dolor desapareció, como si nunca hubiese estado ahí. Pero su corazón latía tempestuosamente. Desesperada, escapó del abrazo del hanyou y se hincó al lado de Sesshômaru. Entonces sujetó su rostro, mientras una tonelada de emociones la golpeaba con la fuerza de un huracán.


    —Vive, niña —le ordenó el demonio a Kagome, mirándola por última vez antes de que su cuerpo entero colapsara y su mirada fija se perdiera. Todos pudieron oír sus huesos quebrarse.
     
    • Ganador Ganador x 1
    • Adorable Adorable x 1
    • Fangirl Fangirl x 1
    • Sad Sad x 1
  2.  
    Tomoee

    Tomoee Elfases de los bosqueses Espectroses Comentarista destacado

    Virgo
    Miembro desde:
    31 Octubre 2007
    Mensajes:
    2,179
    Pluma de
    Escritor
    Te doy adorable porque no encuentro el botón de sádica.

    Cómo pudiste ;______;

    Sesshomaru igual podría protegerla, a Rin, pero el amor le hizo terminar con su larga vida... Porque sí, ya estaba vivido, no es como si no hubiera tenido mucho delante de él.

    Muy lindo, aunque triste, se te está pegando lo de ASOIAF :v

    Ahora, realmente hubiera deseado que Sessho dijera las cosas aunque quién necesita de palabras cuando una acción habla tan fuerte.

    Espero sigas con el ultimo y escribas otras cosas querida <3
     
    • Adorable Adorable x 1
  3.  
    Misuzu

    Misuzu Usuario VIP

    Capricornio
    Miembro desde:
    8 Septiembre 2012
    Mensajes:
    1,239
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    No me puedo creer que mataste a Sessho ;______________; lloroooo. Por un momento pensé que usaría a Colmillo sagrado o algo así. Fuiste demasiado... ¿realista, entraría en esto a pesar de ser un fanfic? Quizá lógica, sí, es lógico que la perla tuviese tanta energía maligna que un demonio tan poderoso como Sesshomaru pudiera destruirlos, pero morir en el intento.

    Mujer, siempre me ha gustado el cuerpo que le das a los fics, todo va a su debido. Por un momento sentí que te saliste de rumbo en los primeros párrafos, pero me gusta que le dieses importancia la linda y verdadera pareja que son Sango y Miroku. Mantienes tanto la personalidad de los personajes que a veces provoca decirte que no lo cumplas(? pero sabemos que Sessho no es así, nos describiste la sinceridad de Sessho en sus sentimientos, en lo que quería para él, para Rin, ¿pero decirlo? Qué va.

    Me ha gustado mucho, fue un final muy fuerte porque, además, Kagome quedó viva con esa mezcla de sentimientos.

    Qué gusto verte por acá <3 espero el cap del Último.
     
    • Adorable Adorable x 1
Cargando...
Similar Threads - Corrosión [Sesshômaru Kagome]
  1. Delta
    Respuestas:
    5
    Vistas:
    6,973
  2. Tarsis
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    727
  3. Clarisse
    Respuestas:
    1
    Vistas:
    817
  4. Lexa
    Respuestas:
    5
    Vistas:
    937
  5. Tomoee
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    774

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso