Dune Atrocity

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Eternatus, 31 Julio 2017.

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    Eternatus

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    Escritor
    Título:
    Atrocity
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    860
    Atrocity.


    Atrocity is recognized as such by victim and perpetrator alike, by all who learn about it at whatever remove. Atrocity has no excuses, no mitigating argument. Atrocity never balances or rectifies the past. Atrocity merely arms the future for more atrocity. It is self-perpetuating upon itself — barbarous form of incest. Whoever commits atrocity also commits those future atrocities thus bred. -

    Duncan observa el vacío infinito y suspira. La eternidad del viaje continuaba haciéndose más y más pesada a cada salto que daban por el espacio; su adicción a Murbella, de forma similar, se hacía intolerable. Hacía más de veinte años que no veía su rostro, sus ojos azul eléctrico, adictos a la especia, que antaño habían sido hermosos bosques verdes con reflejos dorados, naranja predatorio en sus momentos de ira. Si lo pensaba detenidamente, había perdido a Murbella mucho antes de marcharse de Casa Capitular con el resto de Bene Gesserit conservadores. Su dueña, su esclava, su diosa, su adoradora y más fiel seguidora. Todo eso había cambiado en el instante en que Murbella superó la mayor agonía por la que un humano puede pasar, cambió en el instante en que las vidas de todas sus antepasadas de la línea femenina se unieron a ella, llenando su mente como un mar turbulento, pero aparentemente calmo en la superficie. Murbella ya no era suya, ella era ahora Bene Gesserit, y ya no podía cambiarlo.

    Su bella y peligrosa Murbella. La nueva líder de la aún más peligrosa coalición entre Honoradas Matres y Bene Gesserit. A cada momento se preguntaba qué estaría haciendo, en qué estaría pensando. Era esclavo de sus propios recuerdos y la liberación parecía algo inalcanzable; incluso con el peligro de la red de taquiones persiguiéndole, del Enemigo allí fuera, Duncan se encontraba a menudo distraído por la (no) presencia de la mujer que había amado en aquella última vida. Su sombra, su olor todavía impregnaba la no nave, incluso cuando él era el único que se percataba de este hecho.

    Duncan cierra los ojos, y la sonrisa de dientes blancos le deslumbra, la violencia en sus ojos moteados de naranja lo altera, y finalmente sus palabras, su voz susurrando 'Duncan, Duncan…' lo envía a un abismo del siempre es difícil salir. Difícil como ser torturado por una sonda T-Ixiana, difícil como ser asesinado por el Tirano una y otra vez, difícil como todas las vidas que ha vivido, difícil como todas sus muertes que ha sufrido.

    En la oscuridad, sus otras vidas le observan. ¿Es así como las Reverendas Madres se sienten?, ¿perdidas en un mar de presencias, pero a la vez acogidas por sus antepasadas? La diferencia la marcaba el que sus antepasados eran él mismo, la viva representación de la paradoja que se ha querido evitar durante milenios. ¿Era él un kwizatz haderach? Y Murbella, ¿qué era ella?, ¿qué tormenta genética habitaba en su ser? ¿Qué potencial llevaba en su sangre?

    La negrura se cierra sobre él y Duncan siente la lejana presencia de la red de taquiones acercarse, aunque la alarma en él no se enciende. Como mentat, su mente compartimentada debería ser capaz de sacar la nave de allí sin su presencia consciente, pero nuevamente este sistema parece fallarle. Cerca, muy cerca, los ancianos sonríen, la tierra a sus pies húmeda, la luz que los envuelve etérea.

    La anciana sonríe con amabilidad, y Duncan despierta. Se escuchan gritos en el pasillo, y un viento demoledor pasa a su lado. Miles Teg vuela sobre el tablero de comandos, encendiendo los motores Holtzmann y llevándolos al límite de su capacidad. Su rostro pálido está perlado de sudor, y mientras el espacio se comba y el vacío los devora, Duncan no puede evitar pensar que acaba de cometer una atrocidad. Una atrocidad que lleva generaciones, miles de vidas arrastrando, y que Miles acaba de salvarlo de su propio error, a él y a los 150 pasajeros de la nave.

    El bashar se apoya pesadamente en un tablero, respirando a bocanadas, y Duncan no se acerca. Puede sentir la comprensión de Miles, su entendimiento hacia el abismo que habita en su cabeza, hacia el vacío que merma su moral. Miles puede ver la adicción en él como si de especia se tratase.

    Miles no dice nada, simplemente camina lejos de la torre de mando, lejos de Duncan y de los errores que siempre parece cometer. Una vez más, Miles le da la espalda, y no vuelve.

    Duncan espera, controla su respiración y vuelve a sentarse en la silla de mando. Sus ojos se cierran y la oscuridad lo envuelve nuevamente. Unos pasos se acercan, y Duncan desea, desea que Murbella esté allí. Unas delicadas pero fuertes manos lo toman por ambos lados de la cabeza.

    (Murbella, Murbella…)

    Duncan abre los ojos y un mar azul de adicción a la especia le devuelve la mirada. Sheeana no sonríe cuando le besa y, por la fuerza, le hace olvidar a la cruz de su existencia.

    Duncan grita y grita, su consciencia se revuelve ante la atrocidad cometida y, sin embargo,

    (el silencio lo ahoga en un mar de culpa)
     
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    Tarsis

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    Sin embargo no puede evitar que su cuerpo responda.

    No he leído el libro, pero este escrito está fantástico.
     
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