One-shot Extinción

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Amelie, 16 Septiembre 2021.

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    Amelie

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    Miembro desde:
    12 Enero 2005
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    8,150
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Extinción
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1092
    Coloco esta historia que es parte del rol como fic; servirá para consulta.



    Las celdas eran pequeñas, sólo una persona cabía en su interior estando sentada, un sitio angosto y lleno de humedad. Nada de luz natural traspasaba aquel sitio debajo de la tierra; sólo la luz danzante de las antorchas adosadas a la pared. Allí se encontraba ahora Shinko, mientras frente a él tres hombres lo observaban. Kozaemon, Murai y Tadashi

    —Es un niño testarudo; igual a su padre, primero morirá antes de darnos información—mencionó Kozaemon.

    —Y si no da información no nos sirve. No hay manera de hacerlo olvidar, la única solución es matarlo —dijo Murai hacia Kozaemon sin despegar la vista de Shinko.

    Tadashi negó —Puede llevarnos hacia los Fujiwara restantes, matarlo ahora sería un desperdicio.

    —Pueden cortarle la lengua, y romperle cada dedo, es una solución sencilla a su silencio —Kozaemon era directo y frío.

    —Encontrará la manera de decir lo que ha visto, lo conozco lo suficiente; fui yo quien lo vio crecer — mencionó Tadashi mientras llevaba su mano a la barbilla —Ahora que lo tenemos a él, no sirve tener a Moromichi.

    Shinko levantó la mirada, y con fuerza se aferró a los barrotes —¿Has dicho Moromichi? ¿Mi padre? ¿Está con vida?— preguntó con fuerza, Shinko en ese momento sólo con doce años de edad.

    —Esto es tu problema por ser descuidado Tadashi; eres un desperdicio en los rangos Taira —mencionó Kozaemon antes de alejarse de aquel sitio.

    —Entonces... —Murai sonrió —...llevaré a Moromichi a la plaza

    —Lo estás disfrutando demasiado, Murai —mencionó Tadashi mientras Murai se alejaba a otra celda más alejada en el pasillo.

    —¿Por qué, tío? ¿Por qué nos has traicionado de esta manera? —inquirió Shinko aferrado a los barrotes, con una expresión de enojo en su rostro.

    Tadashi no contestó, sólo liberó a Shinko para después amarrarlo y arrastrarlo hacia el exterior de las celdas. A una plaza que estaba abarrotada, parecía una especie de celda en el exterior, el sol cegó por un momento a Shinko, quien había permanecido en la penumbra por varios días. Murai no tardó en aparecer arrastrando a alguien al interior de aquel sitio, lo pateó obligándolo a entrar cerrando las rejas detrás de él. Murai observaba desde el exterior con una sonrisa.

    —Sólo un Fujiwara puede salir entero de esta situación, ¡uno debe morir!— gritó Murai mientras Tadashi liberaba a Shinko en el interior de la celda.

    —¡Tadashi!— gritó el hombre al otro extremo de la gran jaula en la que se encontraban los tres —¡HERMANO!

    Esto hizo que Shinko enfocara su vista sobre la figura al otro lado, un hombre alto, de cabello parecido al de su hermana Kirara, lo observó —¿Moromichi?— preguntó en voz baja mientras se acercaba lentamente hacia él. Mientras que el hombre lo observaba con confusión.

    —Hermano— dijo Tadashi deteniendo a Shinko del hombro y adelantándosele sin mucho esfuerzo, pues Shinko estaba debilitado de su encarcelamiento —Este es Shinko— dijo para después abandonarlos en la celda ante la mirada incrédula de Moromichi.

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    Tadashi lanzó a los pies de cada uno una katana —Sólo uno puede salir con vida, alguno debe matar al otro, esa es la condición— mencionó Tadashi mientras observaba como Moromichi abría por completo los ojos, entendiendo la traición de su propia sangre, después se giró ante Shinko, su hijo al que sólo había visto como un bebé antes de la traición cometida hacia los Minamoto en Kioto quince inviernos atrás, dónde él y varios de los Fujiwara arremetieron contra los traidores Taira, siendo descubiertos antes de que pudieran tomar una sola vida. Moromichi volvió la vista hacia Tadashi, entendiéndolo todo.

    —Tú... fuiste tú quien nos delató; por culpa tuya los Fujiwara...

    —Si sigues hablando tendremos que asesinarlos a ambos—mencionó Tadashi señalando hacia Murai quien ya apuntaba con un arco y flecha hacia Shinko. Inmediatamente Moromichi se interpuso entre Shinko y la visión de Murai.

    —La celda se abrirá cuando uno de ustedes mate al otro, nada de suicidios heroicos o mato a ambos— mencionó Murai —Así que tomen la katana y empiecen a rebanarse.



    —No lo haré, padre; toma mi vida, Kirara lo entenderá; vuelve con ella —la voz de Shinko era sincera y sin miedo —Hoy dejaré de huir, me liberarás —sus palabras eran para que su padre tuviera la fuerza necesaria para hacerlo y no cargara con culpas.

    Moromichi miró hacia Shinko —Tómala, sujétala con fuerza. Ningún Fujiwara debe morir sin un arma en sus manos—mencionó para después alejarse y levantar la katana proporcionada y levantar su guardia.

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    Shinko tomó la katana y la colocó frente a él, inhalando con fuerza, aceptando su destino —Me hubiera gustado conocerte, padre. Pero quiero que sepas que te quiero, a pesar de no conocerte. Te quiero.

    Moromochi corrió hacia él en posición de ataque, sus pasos eran firmes, el viento se sentía fresco en ambos rostros, aire de libertad que a ambos les había sido negado. Moromichi avanzó para terminar clavando su estómago en la katana que Shinko sostenía, ante la sorpresa del muchacho quien sostenía la katana ahora con manos temblorosas y una mirada de impacto ante el rostro de su padre.

    —Esas eran mis palabras, Shinko...—dijo Moromichi con una sonrisa para después soltar la katana y colocar su mano sobre la cabeza de Shinko y susurrarle algo que sólo él pudo escuchar. Moromichi acarició la mejilla de Shinko —Cierra los ojos —dijo para después zafarse del filo de la katana de un tajo, desgarrándose las entrañas para después caer de espaldas al suelo.

    Shinko no pudo cerrar los ojos.

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    Sus ojos no se cerraron, en cambio su garganta lo hizo en ese momento. Había perdido su voz.

    La reja de aquella prisión se abrió.

    —Corre—murmuró Murai —Corre pequeño Fujiwara.

    Shinko soltó la katana.

    —¡Corre, Shinko!—gritó Tadashi —¡Pero recuerda! Algún día volveré a encontrarte, y ese día será en el que todo tu clan sea erradicado.

    Shinko corrió al bosque, huyendo de su realidad.
     
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