One-shot Ehwaz [Gakkou Roleplay | Alisha Welsh]

n/a: why hello dear reader uwu yo no planeaba escribir más fics estos días, por aquello de centrarme en el trabajo que tengo que hacer y así, pero he tenido unos días algo complicados y bueno, i kinda needed it. Sé que es raro, porque quizás Ali no parezca un personaje tan deep, pero escribir de ella me resulta terapéutico, especialmente cuando está con Joey, y pues como esto era para hacerme sentir mejor, es lo que tenemos.

Gigi Blanche, holi, por favor no te hartes de mis etiquetas (?) No quería hacer este fic ship-centred, pero inevitablemente acabo hablando de Joey siempre que Ali existe y well, sale bastante en este fic al final. Realmente te etiqueto porque me gustaría contarlo como canon, pero hay detalles de su relación o de Joey en sí de los que no estoy segura, so es para que me des el visto bueno o no a la hora de contarlo como canon. Cualquier cosa que me digas está bien <3

also, adjunto temazo de maneskin just becuase it is A BOP.

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Oh, mamma-mamma mia, spit your love on me
I'm on my knees and I can't wait to drink your rain
I'll keep the secret if you let me get a taste
Tell me your limits and we'll cross that line again
Oh, mamma-mamma mia

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| Alisha Welsh |

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ᛖ
The horse is a joy to princes in the presence of warriors.
A steed in the pride of its hoofs,
when rich men on horseback bandy words about it;
and it is ever a source of comfort to the restless.​

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Era un poco extraño, hasta difícil de explicar, pero lo cierto era que cada vez odiaba más esos viajes a casa que tenía que hacer todos los veranos. Y ni siquiera era porque en Chicago tenía que comportarme ni porque no terminaba de volver a encajar con mi padre como alguna vez lo habíamos hecho, qué va, más bien era todo lo contrario.

Lo odiaba porque me costaba mucho ir y me costaba mucho volver.

Odiaba la idea de perder aquella libertad que había conseguido en Japón durante semanas, odiaba saber que Aiden estaba ahí y que seguía siendo lo suficientemente estúpida para ir a buscarlo, y odiaba con todas mis fuerzas tener que estar tan lejos de Joey durante tanto tiempo.

Pero luego tenía que embarcarme de vuelta a Japón, y por supuesto que me sentía feliz, pero también odiaba despedirme de mi madre, odiaba despedirme de nuestro piso prácticamente a pie de playa y odiaba el hecho de que, no importaba el tiempo que pasase, Chicago seguía sintiéndose como casa… y que seguía dándome miedo irme de casa.

Cada jodida vez.

Pero era lo que tocaba, y se suponía que era una chica fuerte, así que cada vez me colocaba mis gafas de sol y me dirigía hacia el aeropuerto, preferiblemente sola, porque era así como había aprendido a vivir y como, estaba convencida, me tocaría vivir siempre.

A pesar de todo, tenía que admitir que la sensación iba disminuyendo según el avión iba avanzando hacia su destino. En gran parte porque solía dormirme durante el trayecto, no iba a mentir al respecto, pero también porque sabía que lo que me esperaba al otro lado era mi pequeña burbuja de felicidad, el castillo de humo que había construido, pero que no iba a rechazar en ningún momento así supiese que era frágil y que era mentira.

Ese año, además, era algo especial, porque granny no podía venir a recogerme y en su lugar había enviado a Joey. Las primeras veces había insistido en que no hacía falta que hiciese el esfuerzo de venir a esperarme, que podía apañármelas sola, pero por supuesto que eso a la abuela no podía haberle dado más igual. También insistí en que no hacía falta que delegase a Joey en aquella ocasión, menos teniendo en cuenta que ya casi cumplía los diecisiete y era lo suficientemente mayor, pero digamos que tampoco le puse tanto ímpetu como podría haber hecho.

Y quizás era estúpido, puede que incluso infantil, pero aquel verano no había hecho ninguna tontería de la que avergonzarme como el año anterior y podía recibir a Joey con la liviandad de siempre, sin que hubiese ningún bichito de la culpabilidad diciéndome que no debería acercarme a él.

Me sentía bastante orgullosa, incluso con haberle echado un polvo a Aiden, porque eso había sido todo y había sido capaz de decirle lo que quería conseguir. Promesas que acabarían llevándose el viento en cuanto pillase mi primera borrachera fuerte, lo sabía perfectamente, pero al menos era un inicio.

Tenía que admitirlo, estaba un poquito emocionada demás al bajar del avión, realmente tenía muchas ganas de ver al chico después de aquella semana y, venga, no iría a admitirlo en voz alta alguna vez, pero había llegado al punto en el que empezaba a echarlo en falta si pasaban más de cinco o seis días sin que me tocase.

Era como si nadie pudiese hacerme sentir ni remotamente igual a cómo me hacía sentir él.

Lo vi haciendo el estúpido como siempre hacía, por supuesto, esperando en la puerta de desembarque con un cartel de lo más cutre en el que venía escrito mi nombre y la carcajada que dejé salir tuvo que rebotar por todo el espacio.

—¿Eh~? Qué chico más guapo me han enviado para recogerme~ —canturreé al llegar a su lado, jugueteando con el borde de la camiseta y, para qué mentirnos, prácticamente devorándomelo con la mirada.

—A su completa disposición, señorita~ —me respondió, con aquel tono de galán que tan bien le quedaba a pesar de ser puro teatro, y hasta se inclinó para buscarme la mano y dejar un beso sobre el dorso de la misma.

—Stop it, dumbass —me quejé, un poquito avergonzada de repente, y lo vi levantarse con la expresión divertida de siempre en su cara.

A ver, que solía ser la primera que se montaba a todos sus trenes de estupidez, sin importarme si estábamos en mitad de un descampado desierto o un aeropuerto lleno de personas, pero también era verdad que me costaba un poquito retomar el ritmo después de tantos días sin nadie que me incitase o siguiese a hacer el imbécil.

—So how was it in the States~? —me preguntó, dejando de lado el acto y echándome un brazo por encima de los hombros a la vez que me quitaba la maleta para llevarla él en mi lugar.

—It was alright, quite sunny~ Me he bronceado~ —presumí, estirando los brazos hacia delante para dejarle ver que no estaba mintiendo ni nada—. Pero os he echado de menos —acabé por admitir, buscando su mirada de soslayo.

—So needy, Ali-chan~ —comentó, negando con la cabeza un par de veces y una clara expresión de decepción en el rostro.

Le di un golpecito en el pecho con el dorso de la mano, haciendo que al final se riese, y seguimos el camino hacia el exterior. El trayecto en taxi hasta casa se me hizo corto gracias a la presencia del chico, aunque a decir verdad la abuela se había conseguido una casa relativamente cerca del aeropuerto, así que realmente era una distancia corta de por sí.

Hablando de la abuela, como no estaba en casa, tuvimos que hacerle videollamada al llegar para que comprobase que todo estaba bien y, no sé, no nos habíamos roto una pierna desde el coche hasta la puerta de la casa o algo. A veces se preocupaba demasiado, pero ni idea, quizás solo fuese cosa de abuelas.

Y por supuesto, que estuviésemos solos en casa solo podía significar que Joey se quedaría a pasar la noche y, venga, quizás en otra ocasión lo hubiese intentado disimularlo mejor, pero en aquel momento no tuve ninguna clase de reparo en comerle la boca nada más haberle colgado el teléfono a la abuela.

Eso sí que era ser needy y lo demás eran tonterías.

Igual él estaba un poquito cabrón, aparentemente, porque me dijo que tenía mucha hambre y que mejor cenábamos, antes de nada, así que se fue hacia la cocina sin más, dejándome con las ganas como una imbécil. Por supuesto me fui a deshacer la maleta refunfuñando como una niña pequeña, pero mentiría si dijese que en el fondo no estaba encantada con haber vuelto a lo que consideraba rutina.

Cenamos y ya después sí que dejó de hacerse de rogar, aunque tampoco tuvo mucho espacio a ello teniendo en cuenta lo que le zorreé para que se dignase a follarme de una vez. Y sí, sabía mejor que nadie que así solo conseguía subirle el ego, pero, ¿honestamente? No podía importarme menos.

Por regla general, solía ser yo la primera en quedarse dormida después de uno de nuestros polvazos, pero la verdad era que el jet lag me estaba pegando fuerte y, aunque lo intenté, fui incapaz de pegar ojo.

Eso no me impidió, claro, quedarme pegada como lapa a Joey desde el primer minuto, y como era lo que tenía más a mano, erguí apenas la cabeza para mirarlo. Eran extremadamente raras las veces en las que estaba despierta mientras él dormía, y la verdad es que era una pena, porque se veía de lo más lindo así.

Estiré la mano con todo el cuidado del mundo, intentando no despertarle, y comencé a acariciarle el rostro con la yema de los dedos, bien suave y lento. Y fue gracias a aquella tontería que me di cuenta de la cicatriz que tenía en la sien, pequeña, pero joder, llamativa como ella sola.

¿Me preocupé como una desgraciada al verla? Por supuesto. ¿Me inmuté algo con el descubrimiento? Ni un poco.

Dejé salir un suspiro pesado, repasando la forma con la misma delicadeza que había usado hasta el momento, y finalmente volví a dejar la mano apoyada sobre su pecho, pestañeando pesado un par de veces sin apartar la mirada de su rostro.

¿Para qué iba a inmutarme, al fin y al cabo? Si era obvio que no le iba a preguntar al respecto, que él tampoco me iba a contar sobre ello, y que realmente lo mejor que podía hacer por nuestra relación era justamente no sacar el tema.

Era lo que mejor sabíamos hacer, ¿no? No meternos en la vida del otro.

Me separé de su cuerpo en silencio y me quedé sentada en el borde de la cama, echándole un último vistazo por encima del hombro antes de inclinarme para buscar alguna camiseta para echarme por encima. La suerte decidió que fuese la suya, totalmente al azar, ¿eh? Pero justo después de ponérmela y sacarme el pelo de la tela, noté como la mano de Joey me rodeaba la muñeca.

—¿Qué haces? —murmuró, más dormido que despierto.

—Can’t sleep. Iba a ver la tele un rato~

—Voy contigo.

—¿Qué dices? Quédate y duerme.

No sirvió de nada, claro, porque de repente sacó un montón de energías no sé muy de dónde y se levantó de la cama, cogiéndome a mí en brazos en el proceso también, y se encaminó hacia el salón como si nada.

—Nu-huh. Llevo esperándote una semana para acabarnos la serie que nos estábamos viendo y no voy a arriesgarme a que te la veas sola ahora.

—Eres idiota, ¿eh?

—Y tú una traidora, así que estamos a mano.

—¡Que no me iba a ver la serie esa!

—Sí, claro. Cuéntaselo a tu abogado.

Al final del día, solo éramos unos niños, ¿eh?