Drabble Estrellas en la azotea [Gakkou Roleplay]

N/A: bueno, esto era lo que había dicho en algún lado cuando el día 3 cerró, lo que había querido agregar pero no me dieron los tiempos. Cuando lean se darán cuenta cómo pueden participar, si quieren, y si no no pasa nada. Sólo se me hacía super bonito para no narrarlo de alguna manera, y eso <3

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Estrellas en la azotea​

Había acabado echada sobre mi espalda, con los brazos estirados a cada lado, como si el suelo estuviera cubierto de nieve y pudiera hacer angelitos de cara al cielo. Tenía la mirada perdida en él, oyendo sin mucha atención las conversaciones cruzadas, las risas y los ruidos plásticos de las bolsas de comida. Me había dado un poco de sueño y estaba algo borracha, y estaba rodeada de chicos de mi edad que se habían emborrachado conmigo y habían roto las mismas reglas que yo, y ninguno me juzgaba ni se fijaba en mí ni quería herirme. Sólo era una más del grupo variopinto que se había congregado por razones aleatorias y habían acabado tirados en la azotea de la escuela, medio muertos, medio vivos, charlando de idioteces y mitigando los efectos del alcohol con papitas, gaseosa y gomitas.

Y se sentía jodidamente bien.

El cielo estaba encapotado, era un manto negro y uniforme. Si prestaba atención lograba percibir la sombra difusa de las nubes moviéndose con pereza al compás de la brisa. No hacía frío, tampoco hacía calor. Comencé a mover los pies al ritmo de una canción que sonaba en mi cabeza cuando algo captó mi atención.

—¡Ah! —exclamé de golpe, alzando las piernas al aire como si hubiera recibido una descarga eléctrica—. ¡Una estrella fugaz!

¿Era posible, siquiera? ¡El cielo estaba totalmente cerrado! ¿Me la había imaginado? Pero ni siquiera estaba fumada, sólo había bebido. No tenía sentido alucinar. Me senté como un resorte y paseé mi mirada sobre los allí presentes.

—¡Una estrella fugaz! —repetí, emocionada, sonriendo cada vez más amplio a medida que la idea tomaba forma en mi mente—. ¡Vamos!

—¿Vamos qué? —preguntó Joey.

—¡Pidan un deseo!

Wickham se carcajeó brevemente, pero no tardó nada en seguirme el juego. Estaba todo despatarrado en el suelo y se acomodó, irguiendo la espalda, para carraspear la garganta y alzar la barbilla en alto.

—¡Muy bien! —exclamó, con voz grave—. Deseo… eh… ¡Deseo pasar los exámenes!

Lo había dicho muy serio, y no sabía si era parte de su papel o iba en serio. Me miró indignado al oírme reír y se cruzó de brazos, inflando los mofletes.

—¡Eh, más respeto, tanuki! Cada uno con sus deseos.

—Muy bien, voy yo —dije, juntando mis manos sobre el regazo, y alcé la vista al cielo; lo tenía decidido desde el preciso momento que vi la estrella—. Deseo jamás olvidar este momento, sin importar los años que pasen, o que tenga un accidente y pierda la memoria y no recuerde el nombre de mi gata. No quiero olvidar este momento.

Jamás olvidar este momento.

Somos jóvenes, somos infinitos y estamos vivos, y chupamos alcohol como esponjas y luego nos arrepentimos, y somos imprudentes y cometemos errores, y lloramos y reímos juntos y nos medimos con varas desproporcionadas. Y somos jóvenes.

Y estamos vivos.​