Miami, 1999 Es un hermoso día de primavera. Un joven de aproximadamente once años de edad acaba de salir del colegio. Va rumbo a su casa, pero decide cortar camino y se dirige a las vías. Es una ruta que ya está acostumbrado a tomar, por lo que anda muy confiado, como las situaciones que se dan por inercia. Entusiasmado, decide sacar unas cartas de Pokimon de su bolsillo, para examinarlas con atención. Ya lo había hecho mil veces, pero su fanatismo era insaciable, en verdad le encantaba ese juego de cartas. Mientras las pasaba de una mano a la otra, se alegró de tener un mazo tan variado y, según él mismo lo aseguraba, eficiente. Imaginó cómo sus oponentes caerían derrotados ante él. Observó a Bulbasaur, y a su mente vino la imagen de un niño siendo apresado por sus látigos cepa hasta romperle los huesos y exhalar su último aliento. Luego sus ojos se posaron sobre Flareon, quien podría quemar a otro joven hasta dejarlo totalmente carbonizado, quedando solo una masa oscura y chamuscada. Le siguió Beedrill, que con su aguijón empalaría por el torso a algún muchachito desprevenido, para que muriera desangrado en medio de una agonía atroz. Mataría muchos niños, sin lugar a dudas. Sonrió de forma cínica, mientras sus ojos se iluminan, sumidos en una especie de éxtasis demencial. Rhyhorn atraparía a un jovencito entre sus fauces, despedazándolo sin piedad. Su flamante Scyther mutilaría a su presa, empezando por los brazos y piernas, para terminar con la cabeza, siendo un torso el único vestigio de su ominosa existencia. Arbok inyectaría una pequeña cantidad de su veneno a quien sería su víctima, lo suficiente como para inmovilizarlo, sin hacer que pierda la conciencia; de esta manera lo devoraría lentamente mientras el pobre infeliz solo va cayendo en una espiral de angustia y desesperación muda, incapaz de escapar de tan horrible castigo. Entonces el joven descubre la carta más peligrosa, temible y brutal de todas: Psyduck. Nada ni nadie podría detenerlo, utilizarlo sería llevar a cabo un genocidio, una carnicería cuyas consecuencias acabarían indefectiblemente con toda la humanidad. Su poder no tenía parangón. Pero tanta era su abstracción, tan sumido estaba en sus delirios, que el muchachito no oía la bocina del tren que se le aproximaba. El maquinista hacía todo lo posible para llamar la atención de aquel transeúnte. Insistía una y otra vez, sin mayor éxito. No le quedó más alternativa que hacer uso de los frenos, pero ya era muy tarde. Tan solo le faltaban unos cuantos metros para alcanzarlo. Un hombre que casualmente pasaba cerca, decide advertir al jovencito de la inminente tragedia, gritando con todas sus fuerzas. ¡Mira, el tren está detrás de ti! Sin saber que iba en contra de lo inevitable, el hombre solo puede atinar a observar lo que sucedería a continuación. El niño parece despertar. Se voltea, totalmente abrumado. Solo puede ver el enorme vehículo a unos pasos de distancia. Una sensación demoníaca le invade, una especie fuerza superior, llena de oscuridad y odio. Sabe que su tormento le causa placer, pese a que es algo que no puede describir. Siente que lo atenaza, que su corta vida pasa delante de sus ojos a mucha velocidad, lamentablemente no podrá usar la habilidad vuelo. Sus recuerdos conforman momentos que ya no significan nada, que son la antesala de una muerte prematura, las caras deformadas y decrépitas de un desenlace aciago. Se oye un impacto, alaridos de dolor y, finalmente, la nada misma. Este relato es para que reflexionen. Para que se den cuenta de lo que conlleva obsesionarse con un objeto del demonio. Deberían sentir mucha vergüenza, se los aseguro. Vergüenza por su fanatismo extremista, una pasión que les lleva a jugar esos malditos videojuegos, seguir las series de dibujos japoneses e incluso incurrir en la escritura y lectura de contenido relacionado a la franquicia Pokimon. Y ni hablemos de rolear o el dibujar fanarts libidinosos. Mi intención es ayudarles, quiero que tengan la posibilidad de redimirse, de darle la espalda a la rebelión. Abandonen, lo antes posible, esa vida insana y autodestructiva. ¿Quieren ser libres? Pues, sean libres. Josué Yrion Reverendo Servicio de Información de Evangelismo y Misiones Contenido oculto: ¡Los pokimons!
Dijo Josué Yrion, después de salir de casa de su amante rumbo a una conferencia de cómo ser un buen cristiano xD Oh, esos viejos y horribles tiempos. A mi me tocó vivir lo peor de esa época y más habiendo estudiado en un colegio católico, pero esa es otra historia. Aunque le di sello de gracioso un poco por los lulz en realidad la historia si es trágica... no por lo sucesos imaginarios que el tipo se montó... sino porque esto de verdad fue dicho y mucha gente se lo creyó junto con una serie de alegatos de lo más estúpidos pero que en su momento nadie razonó. Y la vida de muchos de nosotros que eramos (y seguimos siendo) fans de pokémon se volvió un verdadero infierno.
¡Pero qué Ash-querosa y suculenta parodia! :D Todo está bien escrito y la historia me ha sacado risas... bueno, casi, puesto que estoy en la oficina :V Me alegra ver que aún hay varios dedicándose al humor (sin romance) en los escritos :P. ¡Sigue así!
Jajaja, lo que pasa es que yo como que buscaba dejar de lado la comicidad. Paso a explicarles: todos aquí ya damos por hecho que el discurso de Josué es ridículo hasta más no poder. Teniendo eso en cuenta, ¿qué sucedería si su razonamiento se volcara a una crónica de lo que él mismo exhibiera con sus palabras? O sea, recrear un escenario donde los jugadores de Pokémon en verdad pudieran matar a otros niños, o que sean capaces de transportarse volando a otro sitio como por arte de magia. Entonces el fic sería el resultado de todo ello. Aunque también es imposible dejar de lado el tono de humor. Yo también he vivido esas épocas, en la segunda mitad de los años '90s, donde la prensa y los adultos se empecinaban en demonizar todo lo que tuviera un mínimo de éxito o alguna pequeña diferencia cultural que no podían (o no querían) entender. Por cierto, lo del tren sí que fue premonitorio, al menos en Chile, durante la fiebre del Pokémon Go. Miren esto: Joven muere atropellado por un tren cuando jugaba Pokémon Go en Chile | LaRepublica.pe Y lo mismo de siempre: fans diciendo que la prensa tiende a exagerarlo todo y que el joven no estaba jugando al Pokémon, sino que solo tenía sus auriculares puestos... y los típicos escépticos o alarmistas anunciando que habría que prohibir aplicaciones como la que nos concierne y etc. La historia es cíclica, en verdad.