de Inuyasha - ESPIRAL [One-shot] [Sesshômaru X Kagome]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Quelconque, 8 Mayo 2008.

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    Quelconque

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    ESPIRAL [One-shot] [Sesshômaru X Kagome]
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    ESPIRAL [One-shot] [Sesshômaru X Kagome]

    Fanfic hecho para el concurso de One-shots de Sesshomaru X Kagome.

    [FONT=&quot]Sólo léanlo, si quieren y pueden.
    [/FONT]​
    [FONT=&quot]Y si van a dejar comentarios, por favor, que sean objetivos y críticos.[/FONT]
    [FONT=&quot] Quien prefiera, dejo el documento de Word como archivo adjunto.
    [/FONT]
    [FONT=&quot]Saludos.

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    Espiral


    La luz lastimaba los ojos de la chica a medida que iba escalando las paredes del pozo. Había ido en busca de un botiquín para curar las heridas que Inu Yasha se había hecho desde su último combate.

    -No es bueno que pase tanto tiempo sin que avise que necesita atenciones médicas – pensaba la chica acomodándose el oscuro cabello que le llegaba casi a la cintura – ha perdido mucha sangre y sus heridas están infectadas… un día más y seguro se muere…

    Mientras pensaba esto, una sombra, que oscureció el lugar por el que iba caminando, la hizo voltear hacia arriba.

    -¡Sesshômaru! – gritó, apretando los puños hasta tener los nudillos blancos.

    Iba montado sobre Ah-Un. Ni Jaken ni Rin estaban con él.
    Sesshômaru escuchó el grito de la chica pero apenas la miró de reojo. Tenía prisa, parecía dirigirse al mismo lugar que ella.

    -¿Adónde se dirige? – dijo entrecortadamente, corriendo para tratar de alcanzarlo aunque sabía que era inútil.

    Cuando el aire le faltó, tuvo que apoyarse en un árbol para descansar. Mientras recuperaba el aliento, vio que un poco más allá, donde empezaba la oscuridad del bosque, Ah-Un pastaba apaciblemente.

    -Entonces no se dirigía hacia donde están los demás- pensó mientras caminaba hacia la montura de Sesshômaru. - Buen chico – le dijo tiernamente al dragonesco corcel, acariciando su cabeza. - Es extraño, puedo sentir la potente energía de Sesshômaru pero no lo veo por ningún lado…

    -¿Qué haces aquí? – preguntó Sesshômaru.

    Kagome no se sorprendió a pesar de que el hermano de Inu Yasha se materializó del mismísimo aire frente a ella.

    -Lo mismo puedo preguntarte – lo retó Kagome poniéndose todo lo erguida que podía - ¿qué es este lugar? Se siente como si…

    -Energía youkai almacenada… eso es lo que sientes – dijo fríamente - no es algo que le incumba a un humano, menos a una mujer. Sal de aquí ahora mismo.

    -No hasta saber por que existe un cúmulo tan grande de energía youkai justo aquí – dijo acercándose cautelosamente a Sesshômaru.

    -¿Y crees que yo te lo diré? – dijo en un silbido, apareciendo a escasos centímetros del rostro de Kagome y tomando este con su pulgar y dedo índice – Mocosa, no sabes a qué te enfrentas…

    -No te tengo miedo y lo sabes…

    -No me refiero a mí sino a esto – dijo volteándole la cara a Kagome hacia el lugar en donde un remolino formaba una espiral que se hundía en el suelo, apenas perceptible a simple vista.

    Kagome, desembarazándose de la presión que Sesshômaru ejercía sobre su cara, se acercó con cautela pero sin temor al remolino, le preguntó qué era y por qué se encontraba en ese lugar algo tan peligroso como eso.

    -Eso jamás te lo diría, mujer – espetó desdeñosamente Sesshômaru – si te acercas más serás absorbida y no podrás salir de allí para curar al bastardo – dijo mirando el botiquín que llevaba Kagome en la mano.

    Lo había olvidado por completo. Kagome dio la media vuelta y corrió para retomar el camino que la llevaría hasta Inu Yasha.

    -Tonta – farfulló Sesshômaru mientras montaba sobre Ah-Un y se alejaba del lugar.

    Una vez que Kagome llegó al pueblo en el que los demás la esperaban, vio que estaba destruido por completo. Desesperada, comenzó a gritar el nombre de sus camaradas mientras corría por en medio de los escombros, pero no obtuvo respuesta alguna.

    -Espero que estén bien… donde quiera que se encuentren – pensaba la chica, haciendo ondular su largo cabello mientras corría, moviendo la cabeza hacia todos lados para localizar a sus amigos.

    Una sombra hizo que volteara hacia arriba de nueva cuenta.

    -¿Dónde estabas? – preguntó Sango – Te esperamos dos horas… nos atacaron unos youkais – dijo mientras descendía – parecían venir del bosque, lo supe por su olor.

    -Lo siento. Yo vengo de allá pero no vi a ningún youkai cuando me dirigía hacia acá…

    -Eran criaturas hermosas pero terribles – dijo Miroku mientras bajaba de Kirara y le entregaba su carcaj lleno de flechas a Kagome - todas con el rostro del hermano de Inu Yasha…

    -¿Qué? – preguntó extrañada Kagome – imposible, acabo de hablar con él hace unos momentos y, cuando se fue, no tomó la misma dirección que yo y este es el único camino que llega a este pueblo.

    -Eran muchas criaturas, dudo mucho que sea solamente Sesshômaru – dijo con dificultad Inu Yasha al trastabillar para evitar caerse.

    -Inu Yasha… – dijo Kagome al ver las deplorables condiciones en las que se encontraba el joven hanyou - necesitamos un lugar limpio donde pueda…

    -No hay tiempo para eso, necesitamos perseguir a esas criaturas… o encontrar a mi hermano…

    Inu Yasha paró de hablar súbitamente al caer sangrando profusamente, detrás suyo Sesshômaru limpiaba la sangre de su espada Bakusaiga.

    -¿Qué te sucede? ¿Cómo lo atacas de esa manera sabiendo que está tan herido? – gritó Kagome mientras Sango y Miroku adoptaban posiciones defensivas.

    -Me llevo a Inu Yasha – dijo Sesshômaru apuntando hacia el cuerpo inerte de su medio-hermano.

    -¿Qué es lo que quieres? – preguntó Kagome caminando decidida hacia Sesshômaru.

    Él se limitó a mirarla fríamente mientras se acercaba a Inu Yasha, pero ella se interpuso dándole una bofetada. Sesshômaru la miró intensamente con desprecio.

    -Apártate – dijo Sesshômaru en un tono neutral.
    -¡Déjalo en paz!

    Los ojos de la chica brillaban de ira a pesar de estar opacados por lágrimas de rencor.

    -No tienes porque hacer esto por él… – dijo Sesshômaru viéndola directamente a los ojos, apartándola y reteniéndola usando a mokomoko para recoger al inconsciente Inu Yasha – Sabes donde encontrarme…

    Sango y Miroku, al ver lo sucedido, atacaron a Sesshômaru pero este ya se había desvanecido.

    -¡Tenemos que ir por él! – se apresuró a decir Sango mientras montaba en Kirara.
    -¡No! – gritó Kagome dejando desconcertados a Miroku y a Sango – Debo ir sola, creo… que algo quería decirme...
    -¿Cómo?
    -Sí, esa mirada suya… me recordó…

    El silencio de Kagome hizo que las miradas cómplices de Sango y Miroku aprobaran la decisión de la chica. Sin embargo, la siguieron volando sobre el lomo de Kirara.

    Cuando Kagome llegó al bosque, vio cómo Sesshômaru deslizaba el cuerpo de Inu Yasha dentro del remolino. Ella corrió pero Sesshômaru la detuvo diciendo que no se acercara o su vida correría peligro. Apenas terminó la frase, su rostro había cambiado por el de un perro de mirada sanguinolenta que se aferraba con sus garras al borde de la espiral.
    Ella hizo caso omiso de la advertencia de Sesshômaru, caminó hasta él y, a pesar de la apariencia de este, tomó una de sus garras entre sus manos.

    -¿Qué tratas de hacer? – gritó Kagome ya que la energía youkai emitía un sonido atronador al estar cerca del remolino.

    Al sentir la mano de Kagome sobre la suya, instantáneamente, Sesshômaru perdió su forma animal aunque no cedía la fuerza que aplicaba sobre Inu Yasha.

    Largo, te dije que no vinieras, mujer! - gritó Sesshômaru, perdiendo también la frialdad de su mirada.
    -¿Qué es esto? ¿Qué pretendes con esto?

    Sesshômaru, al ver la preocupación en la cara de Kagome, sacó a Inu Yasha del remolino, dio unos pasos hacia atrás y se sentó sobre el pasto con el inconsciente Inu Yasha a un lado.

    -Sesshômaru… - dijo Kagome, llamando por primera vez a este con cierta bondad en su tono de voz.

    -No te pedí que vinieras aquí…

    -No expresamente… pero sé que algo querías mostrarme…

    -No – dijo cortantemente Sesshômaru – tú imaginaste eso…

    Hubo un momento de silencio en el que sólo se escuchaba la agitada respiración de Inu Yasha.

    -Esa energía youkai… - comenzó Kagome – es idéntica a la que despides cuando te transformas…

    De nuevo, silencio. Sesshômaru se incorporó y desenvainó a Tenseiga, su aura azul pasó por encima de Inu Yasha curando sus heridas por completo.

    -Puedes llevártelo con una condición… - dijo amargamente – escucha lo que te voy a contar y luego vete.

    Kagome asintió dejando que Sesshômaru comenzara su relato.

    Hace tiempo, Zen, una de las demonios con la que mi padre tenía relaciones, no podía tener el hijo que tanto deseaba mi padre. Ella lloraba su suerte todas las noches lamentando no poder complacer a su amado. Su rabia empeoró cuando vio que otra demonio se ofrecía para tener un hijo con él y así un arranque de celos la llevó a tratar de asesinar a la que fue mi madre, pero, al ver lo fútil de su intento, se conformó con lanzarme un hechizo: una vez que naciera, yo poseería toda su energía youkai y eso haría estallar mi cuerpo en cuanto cumpliera los 100 años. Solamente podría salvarme si un humano me otorgaba voluntariamente toda su sangre.
    El tiempo pasó rápidamente y cumplí los 99 años. Mi padre buscaba desesperadamente un humano que diera su sangre por mí y sólo encontró a una persona: la madre de Inu Yasha.
    Ella tuvo un hijo con él, se amaban y él la protegía, pero ella decidió arriesgar su vida por mí. Yo me negué, le advertí que se alejara, aún así, ella sólo me sonrió mientras yo drenaba su sangre.

    Mi padre, aún llorando la muerte de su querida, creó este lugar para que yo fuera guardando la energía demoníaca que expulsaba mi cuerpo.
    Desde ese entonces, me di cuenta que sólo reservando mis emociones podía controlar el flujo de esta energía pero, a pesar de mis intentos, la que está acumulada en este lugar, solamente puede mantenerse a raya si la alimento con sangre humana donada voluntariamente y, como la sangre de la madre de Inu Yasha fluye en las venas de su hijo, puedo tomarla aún sin el permiso del portador.

    Kagome no supo qué decir. Esta historia era demasiado reveladora. Eso explicaba la apariencia de los demonios y la aparición repentina de estos en el pueblo que acababa de abandonar, las peleas entre hermanos y la frialdad aparente de Sesshômaru.
    Ella, con el tono más dulce y suave, sólo atinó a preguntar:

    -¿Hay algo que pueda hacer por ti?

    Sesshômaru la miró de pies a cabeza. Su mirada no era altiva sino triste y suplicante.

    -Lo único que puedes hacer, para librar a Inu Yasha de esto, es sacrificar tu sangre - sentenció.

    -No fue eso lo que pregunté – dijo Kagome sonriendo – tú eres el que necesita ayuda, no Inu Yasha.

    Kagome se arrodilló junto a la espiral y cortó su muñeca izquierda con la punta de una de sus flechas. La sangre comenzó a fluir constante y rápidamente, mezclándose con el remolino que poco a poco disminuía de tamaño.

    Sesshômaru no daba crédito a lo que veía. Una segunda humana, desinteresadamente, le daba su sangre sin dudarlo ni un segundo.
    No pudo soportar esa visión por más tiempo y, con un rápido movimiento, atrajo hacia sí a Kagome, cerrando la herida de la muchacha con la ayuda de su espada.

    Mientras la espiral se encogía lentamente, Sesshômaru pudo sentir la calidez del cuerpo de Kagome mientras su corazón palpitaba rápida y constantemente. Sin saber bien cómo o por qué, abrazó fuertemente a la chica envolviéndola suavemente con mokomoko. Permanecieron así por unos minutos. Kagome no lo apartó ni se resistió. Ahora, sabía que él no le haría daño alguno.

    -Gracias – susurró Sesshômaru.

    Kagome se sintió débil por un momento, pensó que se debía a la pérdida repentina de sangre aunque sabía, muy dentro de su corazón, que sus fuerzas flaqueaban por otro motivo, aún así, logró mantenerse en pie y corresponder al abrazo.

    Detrás de ellos, el remolino de energía demoníaca desapareció por completo.

    (Abril, 2008)
     
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