Otro Esperar

Tema en 'Relatos' iniciado por MrJake, 23 Septiembre 2021.

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    MrJake

    MrJake Game Master

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    Título:
    Esperar
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1434
    Bueno, esto es lo que sucede cuando tengo que pasar mucho tiempo montado en un autobús sin datos para usar decentemente Internet en el móvil.

    He puesto drama porque nada encaja mejor, pero no creo que el escrito sea un drama (¿aunque quizá en parte sí...?). En todo caso, aunque hay mucho de mi experiencia y de mis reflexiones personales en este escrito (duh), dejo claro que no es autobiográfico, al menos no en su totalidad (?)

    Ah, y otra cosa, cualquier falta o fallito, queda automáticamente atribuido al autocorrector de mi móvil.

    Allí estaba él, esperando. Sentado en la parada del autobús, aguardaba la llegada del mismo. Una vez montase, esperaría de nuevo, a la llegada a su destino: el llamado "trabajo", un lugar donde decían que su presencia era importante y, por lo visto, le pagaban por acudir, pero... lo único que hacía era sentarse en una silla y esperar. Mirando las agujas del reloj, pasando a cada minuto más y más lentas.

    Cuando, en lo que se le antojaban lustros, alcanzaba el reloj la ansiada posición que marcaba el fin de su jornada, se daba media vuelta, volvía a otra parada, y se sentaba a esperar al próximo autobús. Regresaba entonces a lo que muchos llamaban "casa", cuatro paredes donde uno descansaba, en teoría, aunque él no tenía tiempo.

    Al llegar, siempre echaba algo en la sartén y esperaba a que el olor a una triste comida insulsa le indicase que era la hora de alimentarse. Reponer energías, lo suficiente como para tener las fuerzas que necesitaba para... seguir esperando. La mirada solía quedarse pegada al televisor, que emitía luces para él difusas, mientras se centraba en llevarse algo a la boca.

    Luego, miraba el reloj, y de nuevo, esperaba... otra vez sentado bajo la marquesina del autobús. Y es que en la tarde tenía que asistir a un lugar donde se suponía que la gente aprendía cosas, cosas útiles para ellos y para la sociedad, cosas que le llevarían a tener éxito en un futuro no muy lejano. Pero para él, ¿qué significaba? Solo tener que sentarse frente a una tabla de madera, apoyar su espalda en una rígida e incómoda silla y suspirar, mano sujetando el rostro con pesadez, mientras entraban por su oído, sin escuchar realmente nada, palabras vacías sobre temas que no le interesaban que un señor con aires se superioridad se limitaba a repetir como un papagayo. Así, pasaba las horas, esperando a que el reloj, de algún modo, acelerase su ritmo.

    Cuando al fin era la hora de volver, tocaba luego esperar de nuevo la llegada del cuarto autobús, la cuarta marquesina, el cuarto viaje. Los cuartos "quince minutos de nada" que ocupaban sus viajes en aquel cacharro gigantesco de cuatro ruedas, que ya sumarían sesenta. Sesenta minutos de espera en aquellos asientos de plástico duro, cuando no de pie y sujetado a una barra, dando tumbos de un lado a otro, la brusquedad siendo directamente proporcional a lo mal que le fuese el día al conductor.

    ¿Quién le preguntaba a él si su día era bueno o malo? Ya no sabía siquiera cuál era la diferencia entre ambos términos. Los días no eran buenos o malos, solo "eran".

    Cuando se acababa el día y regresaba a casa, estaba cansado. Cansado de esperar. Y debía comer de nuevo, supuestamente, esperando de nuevo a que el horno emitiese el pitido que indicaba que el plato precocinado que se preparaba por las noches estaba listo para el consumo (¿eran siquiera esas cosas comestibles?). Sus ánimos entonces eran tan bajos, y sus energías tan pocas, que entraba en su cuarto, cerraba la puerta, y se metía en la cama.

    Esperar era agotador. Cuando pasaba todo el día esperando acababa sin energías, como si cada minuto vacío que pasase le drenase un poco de sus fuerzas. Hasta el punto llegaba su cansancio día tras día, que ni dormir le sanaba el alma. No, dormir para él ya era como esperar, también. Esperar a que llegase el amanecer. A que iniciase un nuevo día. Y todo para repetir el ciclo infinito de esperas.

    Volvió en sí aquella mañana, abstraído, como de costumbre. El primer autobús se retrasaba... llegaría tarde a su puesto de "trabajo", y le caería una bronca de su jefe. Pero le daba igual. No era más que un número allí, después de todo. Rellenaba un hueco que la empresa necesitaba cubrir, y eso era todo.

    Y mientras esperaba, todo el tiempo que pasaba observando las horas pasar... pensaba. Pensaba en lo feliz que era antes, cuando no existían esos tediosos días solo llenos con esperas vacías. Cuando se despertaba con ilusión y con ideas en la cabeza, y las plasmaba usando sus lápices sobre el papel. Cuando escribía y dibujaba, creando historias, cómics y diseños intrigantes y expresivos. Para él no existía entonces la espera, porque tenía algo con lo que ocupar cada hueco, algo que le divertía, que le hacía feliz, que le daba esa chispa de vida que le faltaba. Su mente, siempre inquieta y llena de estrafalarias ideas e intrincadas tramas, tenía siempre una vía de escape y de expresión.

    Pero ya no lo hacía. Los lápices quedaron guardados en un cajón, y sus ideas, selladas al fondo de su mente. Porque aún le pesaban las palabras que oyó aquel día en que su padre vio su último cómic, completo, aquel que por fin sentía digno de que otros pudiesen leer y disfrutar.

    —¿Qué es esto, eh? ¿Es esto en lo que ocupas tu tiempo? Hijo, de verdad, ¡no vales para nada! Estás tirando tu vida a la basura y te da absolutamente igual. ¡Haz algo productivo con tu vida y deja de perder el tiempo en dibujitos e historias absurdas!

    Protestó, claro que protestó. Pero de poco sirvió. Cuando se dio cuenta, el papel era rasgado con gran frialdad, rompiéndose igual que lo hacían sus sueños. "Es por tu bien", le dijo su padre cuando lo vio llorando. "Busca un trabajo y retoma tus estudios. Así harás algo de provecho con tu tiempo. Algo útil de verdad".

    Y ese fue el inicio de todo. De los minutos, horas, días, semanas y meses de espera tras espera. De tiempo muerto, perdido, ahogado. Asfixiado, en realidad, por un mundo que aparentemente solo quería tenerlo anestesiado y viendo la vida pasar ante sus ojos. Sin hacer nada. Sin sentir que aportaba nada.

    Esperando.

    —¡¿Subes o no?!

    La pregunta arisca del conductor del autobús le hizo despertar del pequeño trance, y vio ante él la puerta abierta, la mascarilla sobre el rostro y el cabello cano destartalado. Los ojos cansados del hombre se adivinaban sobre un tono de voz cargado de hartazgo y de desilusión, que volcaba cada mañana en el más desprevenido pasajero.

    Y supo que era como él. Aquel hombre también pasaba su vida esperando a que pasasen las horas sin más, aguardando a que un día diese paso al siguiente, abrumado por el aburrimiento y la falta de realización más profunda. Todos, en realidad, eran así. Todos copias, los unos de los otros, del modelo de persona "productiva" que la sociedad buscaba.

    Todos marionetas movidas por los hilos del tiempo, en una maquinaria que requería de mentes quietas, estancas, para funcionar. De mentes atrapadas y no libres.

    Por eso, al ver las puertas cerrarse en sus narices mientras el conductor emitía exabruptos varios, se giró y se acercó al árbol más cercano en aquella ciudad sin alma. A sus pies se sentó, ignorando las miradas de los demás peones que pasaban caminando de casilla a casilla por el tablero que eran aquellas calles. Sacó los papeles que llevaba a cuestas, en la mochila que colgaba de su cansada espalda. Papeles con retazos de tinta que no contaban nada interesante, solo recogían aburridos datos que se suponían de interés para su trabajo. Les dio, así, la vuelta, cogió un bolígrafo y empezó a escribir.

    Porque entendió entonces que esa vida no era para él. Y que, incluso si el mundo le odiaba por ello, incluso si consideraban que estaba perdiendo el tiempo, él no pensaba seguir esperando. Con la esperanza de que otros muchos leyesen en algún momento lo que escribía, y pudiesen ocupar su mente. Que pudiesen distraerse mientras esperaban. Esa era su función; no quería esperar. Solo quería que quienes se veían obligados a ello pudiesen, al menos, ver pasar los minutos más rápido.

    Por eso, escribió una historia, y terminó por el principio. Cuando la acabó, escribió el título. Una palabra que no pensaba usar nunca más en su vida:

    "Esperar".
     
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    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
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    Ey.

    Me gustó muchísimo la historia. Puedo decir que me identifico mucho con el protagonista. Supiste transmitir ese sentimiento de depresión que muchos hemos experimentado en algún momento. Te felicito por escribir algo tan bien pensado mientras esperabas en el autobús.

    Saludines.
     
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    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
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    Nao Sharp

    Nao Sharp Usuario popular Lectora empedernida del 2023

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    Muy interesante el relato.

    En verdad al principio pensaba que estaría esperando por alguien a quién amaba o algo así uwu. Pero bueno, creo que es un escrito que se acerca a la situación de mucha gente en nuestra sociedad.

    Ha sido agradable de leer, espero que sigas escribiendo.

    Un saludo!
     
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    Keeta

    Keeta Entusiasta

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    Buenas :D

    En verdad sí que es un poco drama, por lo melancólico del tema. Aunque también es cierto que el género drama es muy amplio, je, je.

    La historia me ha gustado, aunque quizá sea un poco depre para mi gusto. Pero me ha gustado que tenga un buen final y que el muchacho haya decidido recuperar su vocación ^^

    A pesar de que fuera escrito con el móvil (también es cierto que no he hecho un análisis detallado xD) no he visto ninguna falta digna de mención ^^

    En resumidas cuentas, es un buen trabajo :D
     
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    Ichiinou

    Ichiinou Amo de FFL Comentarista destacado

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    Ay, me ha encantado el relato y a la vez me ha dolido en lo más profundo del corazón. Creo que somos muchas las personas que en algún momento de nuestras vidas nos hemos encontrado en el punto que plasmas en este relato. Me dolió mucho el corazoncito cuando su padre le dice eso, de alguna forma pude entender perfectamente los sentimientos del chico, ver como tus sueños, algo que te ilusiona y que curiosamente puedes hacer bien, son destrozados por alguien que le da cero validez a lo que haces... Simplemente es muy doloroso. Pero creo, que llegados a un punto, toda persona tiene un punto de inflexión en su vida —siempre y cuando la situación lo permita, claro— y decide saltar de la rueda de hámster en la que se encuentra girando y girando y puede al menos, intentar ser libre, intentar seguir su propio camino.
    Es un relato muy reflexivo el que nos presentas, muy bien redactado y bueno, me encanta como enlazas todo al final, como si el propio protagonista fuese el que está escribiendo el relato. Me ha agradado mucho.
    En fin, sin más que decir, solo te animo a seguir escribiendo. ¡Un saludo!
     
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