Hicieron el amor como lo hacían siempre; sin prisa, con furia, con dulzura, con pasión. Ella se quedaba abrazada a él después del éxtasis, muy quieta. A veces lloraba mientras él le acariciaba la piel de la cabeza. Él nunca entendía por qué lloraba. —¿Te he hecho daño? —le preguntaba entonces. Ella siempre negaba con la cabeza y se acurrucaba a su lado. A veces no decían nada y se dormían sin más. A veces hablaban durante horas. De infinidad de cosas. De asuntos triviales, de la Huella, de otros reinos, de los viajes de Taqui o de las campañas de Rash. —Lloro porque tengo miedo de que todo esto termine. —le confesó la rana una noche. Él no supo qué contestar, porque en el fondo de su ser compartía el mismo temor. Por eso pensó en cambiar el tema. —¿Te he dicho que Vite organiza una fiesta sorpresa? —¿Sorpresa? —repitió ella con una sonrisa. Eso alegró a Rash, porque veía que el temor se borraba de los ojos oscuros de su esposa. —Lanre está de camino junto con Jasper. Nos toca a nosotros presentar el regalo. Taqui respiraba despacio mientras Rash le acariciaba su cuerpo desnudo mientras hablaba. Las patas de Rash eran grandes y fuertes. A ella siempre le emocionaba que siendo él tan fuerte nunca le hiciera el más mínimo daño. —Yo sé de un regalo muy bueno. —dijo ella. Rash Colds detuvo la palma de su pata sobre el vientre desnudo de Taqui, allí donde se sentía una pequeña elevación justo estaba gestándose un nuevo ser.
Roguemos a La Rana Tuerta que no sean mellizos, o habrá gazpacho de renacuajo (? pd: ese comienzo incómodo para el lector jajajjaja genial