One-shot Era pura pasión [RinxLen]

Su rostro se ve angelical. Parece un ángel, alumbrada únicamente por la luz de la luna. Siempre me lo ha parecido, desde que éramos pequeños.
Mi madre acostumbraba a ponerle vestidos, los tenía en todos los colores. Mi padre decía que ella era la niña de sus ojos. Siempre fue sus favorita, y no los culpo, en verdad parece un ángel y siendo sincero, también es mi favorita. Para el funeral de mis padres, Rin usó el vestido más hermoso que tenía, el que más le gustaba a mi madre. Un vestido largo que le llegaba a la altura de los tobillos, sin muchos arreglos realmente. Uno de esos clásicos vestidos frescos, de tela delgada con la cual el viento juega cuando sopla, de esos vestidos de verano. Es colorido. A pesar de haber sido un funeral, Rin no quería ir vestida de negro. Me dijo, rota en llanto, que nuestros padres no habían muerto, que aquél accidente en coche no los había matado, que aún vivían... Dentro de ella y dentro de mí. Esa tarde la abracé fuertemente mientras unos hombres comenzaban a tirar tierra con palas a la caja de mis padres. Intentaba ser fuerte, no llorar, no demostrar que extrañaría el aroma del perfume de mamá por las mañanas, antes de que se fuese a trabajar. No demostrar que extrañaría el olor a tabaco de la pipa de mi padre impregnado en su estudio. Debía ser fuerte, y proteger a mi princesa.

Han pasado dos años desde que eso pasó, ahora ella y yo, mi gemela, tenemos 14 años. Me encanta verla mientras duerme, ¿qué estará soñando? Su rostro se ve tan tranquilo y sereno.

Siempre la he amado en secreto. Es repulsivo, lo sé. Soy un asco, no necesito que me lo repitan. El sentimiento... No estoy seguro de cuándo nació. Sólo pasó, de repente tan solo su presencia hacía que mi corazón latiera como loco, como queriendo salirse de mi pecho. Me he jurado a mí mismo protección entera a su persona, no dejaré nunca que nada le pase. Debo protegerla de todo, hasta de mí mismo, del monstruo que hay en mi, de ese ser repulsivo que la ama cada día más.

Rin dio un pequeño suspiro y empezó a estirarse.

—Buenos días princesa. — Anuncié, observando maravillado su hermosura matinal.

Para ella el que la llamase princesa era sólo un cariño de hermanos, nada más. Pero para mí, era algo más profundo. La única muestra de mi amor no fraternal que podía ofrecerle, pasando desapercibida, era esa.

—Buenos días Len. — Me respondió, evozando una hermosa y perfecta sonrisa. —¿Qué vamos a desayunar? muero de hambre. — Dijo, mientras con la mano derecha comenzaba a sobarse la barriga.

Sonreí.

Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina. Vivíamos solos, nadie de nuestra familia quiso hacerse cargo de nosotros, al parecer todos eran buena gente antes de la muerte de mis padres porque querían la herencia. Mas sin embargo, todo estaba a nombre de nosotros. Pero bueno, la herencia en algún momento debía terminarse, así que conseguí un trabajo no muy pesado en la pizzería del centro comercial. A Rin le causaba gracia al principio el verme con el uniforme, y siempre se la pasaba burlándose de mí, pero llegó un momento en el que aquello dejó de ser tan gracioso y decidió dejarme por la paz.

Encendí la estufa, coloqué una sartén y dejé caer dos huevos en el aceite hirviendo. Piqué un poco de tomate, y lo usé como guarnición. Algo simple y sencillo, no nos gustaba desayunar algo tan pesado. Comencé a hacer lo mismo para mí y Rin apareció en la cocina, con otra ropa y el cabello arreglado.

—¿Agua de naranja para acompañarlo? — Cuestionó.

—Ay Rin, tú y tus naranjas...

—¿Qué más quieres? El agua de naranja es deliciosa. — Replicó, con ese delicioso y hermoso puchero que suele hacerme.

—Si no quieres que queme tus huevos, prepárame un licuado de bananas.

—¡Pero yo ya tengo los míos! — Respondió, tomando hábilmente el plato con dos huevos perfectos que había dejado sobre una de las parrillas frías de la estufa.

Reí un poco, y la dejé ganar. ¿Cómo no hacerlo?
Llenó una jarra grande de agua y la colocó en la mesa. Lavó cuatro naranjas y las puso en una tabla para cortar. Dejé de prestarle atención y empecé a sacar los huevos de la sartén, antes de que se quemaran. Entonces escuché su singular quejido.
Corrí hacia ella, quien se encontraba presionando fuertemente el dedo índice de su mano izquierda.

—Tonta. — Le espeté, mientras exigía su mano para examinarla. Ella cedió y tomé su delicada mano entre las mías.

Su piel es tan suave, tan delicada. Parece un trozo de papel que puede romperse si no se trata con cuidado.
Mi corazón, como siempre, empezó a agitarse, como si hubiese corrido millas. Mis mejillas enrojecieron, y ella como siempre, no notó nada. Tuve que ser fuerte para evitar seguir mi impulso de besarla. Tomé un curita y se lo pegué, retirándome rápidamente a observar mi desayuno, que yacía negro y tostado en la sartén. Rin sólo se burló de mí y tomó un trozo de los suyos, para después llevarlo hasta su boca y saborearlo frente a mí, burlándose de mi expresión.

Y así se pasó el día, como todos los demás, intentando resistirme a los encantos de mi gemela, tratando de no hacer algo de lo que fuera a arrepentirme después; y entonces, llegó la noche. Dormíamos en la misma cama, en la cama matrimonial de mis padres. Acostumbraba todas las noches a observarla dormida, al igual que en las mañanas, cuando me despertaba antes que ella.
Pero esa noche la tentación fue demasiada.

Un corto hilo de saliva salió de su boca entreabierta. 'Nadie me verá, nadie lo sabrá. Seré solo yo, rompiendo las reglas, haciendo lo indebido. Entregándole a mi princesa todo el amor que tengo en el pecho, este amor que es suyo. Y ella no lo sabrá, ella no lo sabrá...' Pensaba, intentando apaciguar la culpa que se generaba en mi interior mientras me inclinaba hacia su rostro, cerrando poco a poco los ojos, hasta llegar a sentir su aliento. Sentí cómo las mejillas comenzaron a hervirme. Y un 'no se qué' caliente se apoderó de mi pecho. La amaba más, la amaba más. No pude resistir, y la besé. Fue una entrega de amor puro, de amor real; una lágrima, resultado de mi amor y pasión por ella, rodó por mi mejilla. Pude sentir el cómo sus labios comenzaban a tensarse, y comenzaron a besarme. Abrí los ojos y me encontré con sus párpados, cerrados, a voluntad de ella. Se notaba también el sentimiento en su rostro. Acaricié su mejilla con la mano derecha, y suspiré. Tuve que retirarme de su boca para que el aire caliente, resultado de puro amor, pudiera salir.

—Len.— Pronunció mi princesa. —Len...— Y me buscó con sus labios.

—Estoy aquí.— Respondí a su llamado, y la besé nuevamente.

Podía sentir su corazón palpitar en sincronía con el mío, podía respirar su aliento. La sentía tan mía, tan malditamente mía. Me puse sobre de ella, sin apoyarme del todo en su cuerpo. No era algo carnal, no; era puro amor, pura pasión. Fue entonces que por primera vez en todo ese tiempo, nuestros ojos azules se encontraron, en medio de la tiniebla, de la oscuridad; del frío de la noche obscura.

—Rin...— Logré estructurar después de unos minutos de estarnos viendo.

—Len.— Dijo ella, mientras unas pocas lágrimas comenzaban a salir de sus ojos. —Len, quédate siempre conmigo.— Suplicó, mientras esas pocas lágrimas se volvían llanto.

—Siempre estaré a tu lado, no tienes porqué llorar.— Afirmé, mientras bajaba nuevamente para encontrarme con su boca, esa que me pedía a gritos más amor.

Y esa noche mi tormento interno se volvió primavera pura. Esa noche Rin y yo confesamos sin palabras el cariño en aumento que todos estos años nos habíamos estado guardando. Esa noche Rin y yo consumamos nuestro amor. No, no era algo carnal. Era puro amor, era pura pasión. Era pura pasión.