Entre, ¿podridos?

—Aaaahhhhh, ahahhh.

—Mmm... Esto, ¿perdona? ¿Podría repetirlo?

Así son todos mis días, desde que nuestro mentor humano, el profesor Álvarez, se cayó en la bañera. ¡Un profesor Zombie! ¡Pusieron de suplente a un Zombie! De verdad, esto de dejar que los “podridos” lleguen hasta estos trabajos, me desnervia. Había ido varias veces a quejarme a conserjería, aunque en vano. Siempre me tomaban por un crío quejica, revolucionado por las hormonas de la adolescencia. Pero, ¡es que no se le entiende nada! “Ahhh” es todo lo que saben decir. Yo que sé si con eso me dice “Hola” o “Adiós”. Es irritante.

—¡Ahhhh!, ahahhha. —Intenta explicarse mediante gestos lentos, pero, se le cae estrepitosamente el brazo, dejando un olor horripilante por el ambiente de la clase.

Me doy con la mano en la frente y suspiro sin remedio, cerrando mis ojos verdes. Paso la mano por mi pelo rubio, peinándolo hacia arriba. Sí, esa es mí acción al ver ahora mismo cómo voy a suspender Matemáticas.

Los demás alumnos, mis compañeros, contienen la risa como pueden, tapándose con las manos la parte inferior de la cara, mientras los más cercanos a la ventana las abren, dejando entrar un aire más limpio que el del aula. Admito que es divertido, pero voy muy justo en esta materia. Suspiro de nuevo, no hay nada que hacer.

Suena el timbre y rápidamente recojo el cuaderno y el estuche, los meto en mi mochila roja intensa, y corro hacia la salida.

—It's the final countdown! ¡Ninonino, ninoninono, ninonino! —Cantaba por el patio dando saltos, como si me hubiera librado ahora mismo de algo muy malo.

Mis compañeros de clase me miran desde el porche. “Típico de él”, dicen. Estaban acostumbrados a verme hacer el tonto después de cualquier clase con un profesor así, y de repente ser el chico más frío del pueblo, como de costumbre.

Respiro hondo. Qué bien es oler aromas dulces y agradables, qué bien respirar aire libre. Os preguntaréis, ¿por qué esto? ¿Qué pasó? Bueno todo comenzó con la explosión de unas bombas nucleares por todo el mundo, en la que almacenaban sustancias a las que el cuerpo reaccionaba malamente, pudriéndose, perdiendo el habla... Etc. En esos momentos, me refujié en el búnker subterráneo metálico de mí tío militar, bien preparado para esto. Nunca le pregunté cómo predijo esto, pero supongo que siendo del ejército, es comprensible. Muchos sufrieron dicha transformación, niños, adultos, ancianos, hasta animales y vegetales. Lo sorprendente es que, ¡pueden vivir! La verdad, eso me fascina mucho, es sorprendente lo que puede llegar a aguantar un cuerpo humano, siendo débil. Todo fue un caos, hasta que comenzaron los países a saber llevar esto de alguna forma. Aún no se sabe quién las lanzó o igual sí y no quieren hacerlo público. Y nada, aquí estamos, entre podridos, y yo absorto en mis pensamientos, si es que alguien los escucha.

—¡Por fin, aire puro y no tóx...!

Antes de poder acabar la frase, un brazo de zombie acaba estrellándose en mí cara, con la boca abierta. Puedo notar cómo estoy poniéndome pálido poco a poco, cómo mi mirada se nubla y mi expresión facial toma otro tono. Dirijo lentamente mi vista al áspero suelo, veo un largo y rosado gusano saliendo de miembro podrido, causándome náuseas y pánico. Puedo oír las risas incontrolables de mi mejor amigo a pocos metros, será idiota.

—¡AGH, qué asco! ¡Te mataré!