Ensoñación (Mitología griega)

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Dororo, 8 Junio 2012.

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    Dororo

    Dororo Entusiasta

    Aries
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    85
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Ensoñación (Mitología griega)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1519
    Basado en el mito griego de Pigmalión y Galatea.

    Ensoñación

    El sonido de las olas rompiendo en las rocas de la ensenada y la agradable brisa del mar se cuelan a través de la ventana. Sentado en un extremo de la habitación, con un vaso en la mano y mi inseparable botella de Jack Daniel’s sobre la mesa, contemplo entre las sombras mi obra; mi idolatrada estatua de blanco marfil que bajo la influencia cenicienta de la luna adquiere el frío brillo del metal.

    El haz platinado difumina los contornos de su exquisita figura y apenas si alumbra la oscuridad, pero mi vista se ha acostumbrado ya a la penumbra. No necesito de luz para detallar todas y cada una de sus equilibradas y sensuales formas; están esculpidas a fuego en mi memoria. Incluso ciego podría cincelar a la perfección los pliegues del vaporoso peplo, la redondez de sus senos o esa cintura estrecha que se ensancha en la curva insinuante de las caderas.

    Alzo el vaso hacia ella, dedicándole un agrio e imaginario brindis antes de llevármelo una vez más a la boca, apurando de un trago la bebida. El whisky cae como una pesada piedra en el estómago, respiro en profundidad y cierro los ojos, permitiéndome disfrutar de la agradable sensación de calor reconfortando las entrañas. El aire me huele a sal y humedad.

    Háblame, —le ruego en un susurro apagado, mirándola de nuevo y ella sonríe. Ella siempre sonríe. La hice así, fui yo quién modeló en sus labios esa sonrisa indescifrable que ahora me parece una burla—. Por favor, háblame —imploro y, modulada por el alcohol, la impaciencia se transluce en mi voz.

    No obtengo respuesta, nunca la obtengo.

    Desesperado, me paso la mano por el cabello, desordenándolo. Es lo habitual entre nosotros, este silencio amargo e insoportable, esta total y terrible falta de sonidos y de movimientos con que me golpea la realidad de su falsa existencia. Ningún gesto, no hay palabras, ni besos, ni caricias… Sólo silencio, un demoledor y doloroso silencio que retumba en mi cabeza como la peor de las jaquecas.

    Gruño, masajeando las sienes en movimientos circulares tratando de aliviar la presión. Creo que necesito otra copa y por inercia, busco a tientas la botella.

    Está vacía...

    Suelto un bufido exasperado y la arrojo de mala manera sobre el sofá, levantándome de golpe. La sensación de mareo es intensa y tengo que cerrar los ojos para mantener el equilibrio. Inspiro, llenando los pulmones de un oxígeno que se me hace imprescindible, he bebido demasiado, últimamente siempre bebo demasiado, y vuelvo a abrirlos despacio.

    En medio de la habitación, sobre su pedestal de mármol contempla impasible, con su perenne y dulce sonrisa, mi miseria. La onírica luz de la luna baña de gracia su inanimada silueta y siento como la impotencia desata el deseo y la rabia en mi interior.

    Con paso tambaleante, arrastrando los pies, camino hasta quedar frente a ella.

    ¡Maldita sea! Háblame le grito enfebrecido.

    Levanto mi mano que se queda a escasos centímetros de su pálido rostro. Tan hermoso, tan perfecto… Los latidos aumentan vertiginosamente, retumbando con fuerza en los oídos y obligándome a apretar los dientes para amortiguar el incesante martilleo. Cierro por un instante los ojos y vuelvo a tomar aire antes de enfrentarla de nuevo. Mi mal humor parece disiparse al momento.

    Las yemas tiemblan al recorrer la dura y fría piel de las mejillas hasta la frente, el índice desciende perfilando con suavidad su nariz griega y se queda sobre los llenos e inertes labios. Un escalofrío recorre mi espalda. Tiro ligeramente del inferior hacia abajo, contemplando ensimismado como se entreabre un segundo en mi imaginación, robándome el aliento.

    Daría todo lo que tengo por un instante de realidad contigo —digo, acercando mi rostro, y mi voz empaña su boca de yerto marfil—. Sólo quiero oírte. —Los dedos se deslizan detrás de la nuca, intentando vanamente enredarse en la cascada de tallados rizos que caen por su espalda desnuda—. Sólo oírte, —susurro, rozando con los míos sus labios.

    La razón se desvanece mientras mi mano libre se amolda a su cintura, pegándome por completo a Galatea que parece estremecerse entre mis brazos. Mi boca se mueve sobre la suya, trastornada por un deseo que consume la poca sensatez que me queda. La necesidad de ella es dolorosa, asfixiante y cuando su cuerpo va relajándose junto al mío, los últimos retazos de lucidez enmudecen con el débil palpitar de su corazón, con la elasticidad que poco a poco van cobrando sus músculos bajo mis palmas y el calor exánime que irradia su piel.

    Mis dedos se pierden al fin entre los bucles de sedoso y flexible cabello y entonces el miedo se apodera de mí, un miedo atroz y rotundo a saberme equivocado, a estar una noche más viviendo una efímera quimera. La punta de mi lengua humedece su labio inferior para tomarlo entre los dientes y morder, consiguiendo que su boca se abra e irrumpiendo en ella impaciente.

    Exploro, acaricio, busco y en mi ataque de pánico, tardo en percatarme de que ya no estoy solo en este delirio. Las dudas se diluyen en el sabor de su saliva, desaparecen en la textura de sus labios, en el roce blando de su lengua.

    Gime quedamente en mi boca y eso acaba por desquiciarme, ladeo el rostro para profundizar aún más el beso, y sé que tengo que parar, tengo que hacerlo antes de sucumbir por completo a la locura. Y quiero hacerlo, detener esta idiotez; pero no puedo, porque parar significa regresar de nuevo a mi agónica realidad donde ella no es más que una estatua y yo, Pigmalión, el perturbado escultor enamorado de su obra.

    Los movimientos se ralentizan, se prolongan como un lánguido latido en el tiempo hasta quedar detenidos. Aturdido, descanso mi frente sobre la suya tratando de recobrar el aliento, jadeando en silencio. Me siento perdido, intoxicado. Un imperceptible sonido me saca de mi ensoñación. Los dedos se crispan sobre el rígido marfil que parece más muerto y frío que nunca.

    —Si alguna vez este minuto fuera real, —me lamento, aún sobre sus labios, volviendo poco a poco a un mundo que aborrezco.

    Despacio, me separo de ella, mirando fijamente sus ojos almendrados y carentes de vida. Los golpes vuelven a escucharse y desvío la vista a la puerta. Alguien está llamando. Lo ignoro para seguir contemplando la sonrisa omnipresente de Galatea.

    —Quizás, algún día serás algo más que un sueño, —siseo, sin dejar de mirarla, mientras acaricio con el dorso de la mano su sólida mejilla. De nuevo se oyen golpes. Es demasiado tarde para visitas, más para una tan insistente—. Algún día… —me digo a mí mismo, rozando por un segundo con los míos sus indolentes labios, antes de encaminarme a la entrada.

    Mi mal humor ha regresado de pronto, junto a las ganas de servirme otra copa.

    —¡Se puede saber quién diablos…! —profiero en voz alta, abriendo la puerta. Las palabras quedan atoradas en la garganta. Unos intensos ojos castaños, en los que titila el desconcierto, se clavan en mí. Están tan llenos de vida…

    —Me envían de la agencia Afrodita, señor. Soy su nueva modelo. —Contesta, dejándome oírla por primera vez y esboza una sonrisa, tan tímida como real, que me hace estremecer.

    Recorro con la mirada cada una de las curvas de su cuerpo que se adivinan bajo el vestido, los bucles dorados derramándose sobre los hombros, la frente despejada y la rectilínea nariz. Sus mejillas se encienden bajo mi descarado escrutinio y mi vista se queda varada en la húmeda verdad de sus labios rojos y voluptuosos.

    —Galatea, —susurro…

    Escrito para la quinta fase de la actividad “La diversión de aprender”. Gracias a todos por leer.
     
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  2.  
    Sheccid

    Sheccid Usuario común

    Géminis
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    25 Enero 2012
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    Pluma de
    Escritora
    Para empezar
    ¿por que no me invitaste?¡¿POR QUE?!(gimoteando y desesperada) ¡ESTA MARAVILLOSO!
    Estuvo genial, expresivo, me dejaste sin palabras.
    Pigmalión un poco más moderno con su boteklla de alcohol al lado, loco casi de amor.
    Me hiciste sentir sus emociones, sus deseos, sus anhelos.
    Pobre, que bien que Afrodita se compadeció de él.
    Bueno, nos vemos Dororo, besos
     
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