Enajenación

Tema en 'Relatos' iniciado por Arjim, 6 Febrero 2010.

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    Arjim

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    Enajenación

    Basado en una historia real. Si son muy sensibles no lo lean.
    .......................
    Enajenación

    Las instalaciones de la sala penal del distrito dos estaban totalmente repletas. Desde horas tempranas la prensa y gente con consignas en panfletos y al son de estribillos de protesta, se habían arremolinado en los alrededores del juzgado y es que un caso había conmovido a todo el país: La violación de una niña y el asesinato de un bebé. El juez Cesar Fuentes había sido designado para dar la sentencia ejecutorial ese mismo día ya que desde días antes se había ventilado el caso y eso había ocasionado la consternación de la sociedad en su conjunto.

    El acusado, un hombre, lo que se dice de mediana estatura, de anchas espaldas y pies cortos, con los pómulos expresivamente abultados y frente amplia. Hacía tiempo se encontraba esperando en su lugar, una mesa en un ángulo de la sala, estaba escoltado por un par de policías y bajo la égida pizpireta del abogado que le habían asignado.

    Su abogado lucía pálido y procuraba sonreír ante los focos de algunos medios de prensa. El acusado, en cambio, chorreaba, a ratos, un sudor frío de su omnipresente frente, las ropas se le veían alborotadas, el rostro desencajado, los pelos le bailaban en las orejas; pero sobretodo, el rostro estallaba en chichones y que, ni la palidez ni el calor sofocante de la sala, podían cambiar el morado de sus protuberancias frescas que en lo más mínimo opacaban sus colorados pómulos. Desde temprano, una turba de mujeres lo había fulminado a golpes cuando la policía lo encaminaba hacia la sala, en la confusión, muchos periodistas, que querían una exclusiva con el acusado, recibieron los puñetes y los puntapiés dirigidos al controvertido hombre.

    Las declaraciones comenzaron con la madre de la víctima, que para toda pregunta inhalaba una bocanada de aire y con expresión compungida respondía: “él me obligaba señor juez”. Luego el juicio continuó con otros testigos, muchos de ellos vecinos de la mujer, que procuraban impresionar con las escabrosas costumbres del acusado, cada uno a su momento, relataban alguna historia en la que, con una suspicacia casi divina, lograban atar cabos y deducir las categóricas barbaridades que iba a cometer el sujeto acusado; pero que no acudían en ayuda de esa familia por situaciones coyunturales o hasta por designio divino.

    Por fin le tocaba declarar al hombre acusado, hubo un pequeño alboroto en la sala, pero todo mundo calló cuando sobresalió la voz del señor fiscal:

    ¿No es cierto que usted violó a su hijastra en reiteradas ocasiones? inquiría el señor fiscal entonando para las cámaras.

    El hombre respondía “sí” invariablemente a cada pregunta del fiscal, antes intercalaba miradas desconcertadas con su abogado, quien con un silencio bien manejado aprobaba las respuestas de su defendido.

    ¿No es cierto que usted interrumpió el embarazo de su hijastra con un golpe certero en el vientre y después escondió el cadáver en un terreno baldío?

    Sí, señor fiscal.

    Y entonces el fiscal, mirando siempre al lente, con ojos desorbitados, sentenciaba:

    ¿No es este el accionar de una mente enferma, alejada de toda noción de escrúpulos, de la vergüenza, de la moral y del estupor que siente los hombres con corazón? Se secaba una gota de sudor con la manga de su traje y para rematar decía: La muerte se queda chica para castigar a este hombre; indigno de toda consideración.

    El abogado de la defensa pidió un receso porque su camarada fiscal se había excedido en su tiempo de alocución y él, de la misma manera, quería extenderse en su intervención. Pero se iba a ver perjudicado porque los oyentes se encontrarían extenuados por la jornada y saturados por la verborrea del fiscal y que consideraba que era una desventaja para la defensa.

    El juez accedió porque la maratónica sesión lo había extenuado. Momento que fue aprovechado por las personas particulares para examinar a los litigantes. Muchos fueron a comer; pero el abogado defensor se quedo rumiando su discurso en caminatas oscilantes. Después de dos horas, por fin pudo intervenir en el juicio:

    Todo apunta a que éste hombre ha cometidos flagrantemente todos los crímenes que se le imputa. Suspiró levemente y luego continuó: Su accionar raya de lo inhumano, de lo creíble, de lo asimilable. Yo absorto ante semejante caso, indagué y estudié a éste hombre, que de hombre sólo tiene el nombre. Está completamente enajenado. Presentó unos papeles a juez; está desquiciado, realmente no tiene idea de lo que es el bien y el mal, estamos ante el caso de un hombre que ha perdido la razón y como consecuencia ha actuado a la sazón de sus bajos instintos; por lo tanto, señor juez, si ha de ser justo, este hombre no debe ser juzgado como un hombre común; más al contrario, debe ser examinado en un laboratorio o sedado en un loquero.

    El pobre hombre, en aquel momento, pareció más chato de lo normal ante el ojo público de todos los concurrentes, sus moretones le dotaban de un aura fantasmal y parecía acabado ante todos los argumentos que la parte acusadora y la defensa planteaban en la sala.

    En un acto de misericordia, el juez sentenció que el hombre estaba loco y que debía estar bajo estudios médicos y psiquiátricos lo que le restaba de vida.
     
  2.  
    Rwida Raud

    Rwida Raud Entusiasta

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    Re: Enajenación

    ¡Interesante! Esto pasa tan a menudo que provoca náuseas. La única forma de salvar a criminales pedófilos
    como el que describes, es alegando demencia o algún desajuste mental. ¡Hay veces que algunos quedan libres!
    ¿Puede creerlo? Luego los encarcelan por algún delito menor, ya sea fraude, robo, pocesión ilegal de armas o
    cualquier otra cosa.
    Pero en fin, fuiste misericordioso con tu personaje. Bien estructurado y relatado, good for you.
    Tengo curiosidad, ¿de dónde sacaste la idea? Además de los hechos reales...
     

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