En tierra de los olvidados

Tema en 'Relatos' iniciado por Muddy Waters, 29 Septiembre 2008.

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    Muddy Waters

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    En tierra de los olvidados
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    En tierra de los olvidados

    Iván estaba en su trono en aquel enorme palco de ese gigantesco castillo, mientras veía a su alrededor, los árboles plantados de manera perfecta, todos verdes y de abundantes hojas, con troncos de color marrón, el cielo estaba perfectamente azul y las nubes no opacaban su belleza si no que la apoyaban y lo hacia aun mas hermosa. Las casas eran iguales en su forma, pero distintas a su vez, todas mas hermosa que la anterior y a su vez que la siguiente, una de esas imágenes indescriptibles en palabras y tan perfectas e inimaginables en la realidad.

    Todo era increíblemente perfecto, la temperatura no era fría pero no por ello hacia calor, no había mucha luz ni tampoco una total penumbra de horror, el trono decorado con piedras preciosas y la mejor gamuza para el asiento de su silla, mientras desde su estrado el veía todo eso con cierta nostalgia y depresión en sus ojos

    En la mesa un libro de cubierta negra con un marca libros rojo sobresaliendo a la mitad de este, en total silencio el único ruido en ese perdido lugar eran sus propios suspiros y su paulatina respiración.

    Ni el silbido de los pájaros, ni el titilar de las campanitas en las puertas naturista, ni mucho menos el sonido de conversaciones de personas, en ese lugar tan solitario no había mas que ese enorme castillo como fondo de una ciudad hermosa, cuidada y abandonada, sin vida, en términos prácticos muertas a excepción de un solitario Iván que gimoteaba un llanto perdido en su gran sitial a lo alto del fortín.

    Mientras gritaba desde su lugar a la ciudad en busca de una respuesta no podía conseguir la contestación ni de un miserable eco, sus ruegos nunca serian oídos por nadie, nunca lograría una conversación con el silencio, ni sentir el calor y la compañía ni de su propia sombra, nada existía ahí, nada le acompañaba ahí. Se encontraba solo por su propia elección y esa seria su condena por el resto de su existencia

    Se sienta sobre su enorme butaca, mientras recostado su mentón sobre la palma de su mano y apoyando su codo sobre los brazos del trono formando una V con la que sostiene su cabeza en tanto solo la mitad de la espalda tocaba el espaldar y la otra seguía despegada en una posición encorvada.

    Con su mano izquierda intenta tomar la taza pero esta cae en el piso y el estridente ruido de la porcelana rompiéndose en el suelo rompe el eterno silencio, el café marrón teñiendo la baldosa y las porcelana rota en trozos esparcidas por todo el suelo, en lugar de recogerlo Iván solo miro detenidamente esto el café regado y la porcelana en misma imagen. La idea de recogerla pasó por su mente pero la dejo ahí, en su imaginación a nadie le importaba, a nadie le molestaría, ya que ahora y por siempre nadie jamás existiría en aquel lugar.
     
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