En la vereda Un árbol verde por la vereda, en noche fría se iluminó, por las farolas que como esferas le brindaron su resplandor. Otro árbol seco celoso de ellas, fue hasta el viento y suplicó que arrebatara aquellas estrellas pues le turbaban su corazón. Empatizó el aire con la tristeza de aquellas ramas que él agitó, con sus caricias en sus andares e ignorarlo no consiguió. Así aquel viento ilusionado partió obediente a concluir, el engaño de un viejo árbol al cual jamás debió cumplir. —Ingenuo viento, ya has caído, —pronunció el árbol al presenciar como la brisa en un susurro con falso amor las quiso apagar. Sopló primero en la pequeña pero su brisa no la tocó, Volvió orgulloso, calo otra nueva y el resultado: se repitió. Ahora las noches, por la vereda el viento esmera en apagar aquellas luces que en la vereda jamás le fueron a perturbar. Duerme agotado, duerme cansado confinado a nunca acabar con la locura que le procura en aquel árbol verlas brillar.