Elena Discordia.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por kannayasha, 17 Diciembre 2008.

  1.  
    kannayasha

    kannayasha Entusiasta

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    Elena Discordia.
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    Elena Discordia.

    Hola:) Esta es la primera vez que hago un FiC que no sea acerca de algún anime... Así que espero que les guste. Nació de un fin de semana de puras peliculas y viajes que no quise hacer... :cool:


    Prólogo


    Y allí estaba yo, parada enfrente de lo que seguro era mi muerte. Las campanas de la catedral retumbaban fuertemente en mis oidos, cada eco era un puñal en mi corazón y aún así las campanadas y la marcha nupcial no cubría los gritos de dolor que salían de mi boca. Pensé en entrar y presenciar la boda entera, sin embargo, mis lágrimas y mi dolida alma pesaban tanto que ni siquiera pude moverme, además no sabía si sería capaz de soportar algo más. Sin más, tomé mi caballete, mi lienzo enmarcado, el maletín lleno de pintura y aceite de lino y me marche.

    Solo fataba que empezara a llover, solo quería sentirme más miserable de lo que ya era en ese momento, pero gracias al clima, el sol brillaba con todo su esplendor en medio del despejado cielo.

    Perfecto día para casarse. Carajo— Pensé.

    Quería correr, aventarme de el puente más alto de la ciudad, morirme de un infarto y ser rica, ninguna paso. Me limite a sentarme en el mismo lugar donde vendía mis pintiras, enfrente de la catedral y en ese momento deseé con toda mi alma el haber escogido una plaza diferente para vender lo que sería mi arte.

    En realidad no tenía nada que vender, solo ese cuadro, una imitación perfecta del Café nocturno de Van Gogh, el amaba esa pintura. Y por más grandes que fueran mis ganas de romperlo, escupirlo, quemarlo y tirar las cenizas en el agua puerca de la fuente de la plaza del pintor no lo hice, tenía que comer esa noche, la noche que de seguro sería la más larga de toda mi vida. Al cabo de unos minutos seguía derramando lágrimas, nadie se acercaba, así que me dedique a vender la pintura, no la quería ver nunca más. Mi mente iba y venía en un viaje turbulento, de como moría por ser alguna de esas chiquillas necias forradas en dinero, en como podría cambiar a mi querido padre por fácil unos cuantos pesos, he ahí la parte de mi vida en la que me dí cuenta la persona egoísta y pobre que era. Hace unos meses a mí el dinero me pasaba de lado, pero así me tranformo él y la sociedad del México de de 1930.

    —Elena de Mastreta— Esa conocida e inesperada voz me estremeció de tal manera que todami piel se erizó. Por mi mente corrió el ignorarla y seguir en busca de un comprador, por otra parte, alguien dentro de mí exigía respuestas, información, lo que fuera acerca del novio de aquella boda. ¿Quién mejor que su padre?

    —¿Qué se le ofrece, general Cienfuegos?— Dije con indiferencia, de esa que se nota al fingirla.

    —Bonito cuadro que has hecho esta vez, Elenita.

    ¿He mencionado ya mi inmenso odio a los soldados del país?

    — Lindo día, ¿no crees, Elenilla?— Tenía quince años en ese entonces y la única persona que estaba permitida a llamarme con diminutivos era mi padre, Andrés Mastreta, el artesano y carpintero, artista para mi; Así que no soporte más.

    —General, puede dejarse de rodeos que a nadie engaña, ¿a qué viene? ¿acaso no lo esperan en la boda?

    —Vengo por el cuadro, Elena. Ponle precio y me lo llevo, tienes talento y se verá bien en la nueva casa de mi hijo. Verás que ahora que se casa Romeo con Catalina ya no vivirá con nosotros...—

    Deje de escucharlo, deje de respirar. Los puñales encajados en mi corazón se retorcieron y volvió el dolor que había olvidado, por su parte mi mirada seguía despierta y a lo lejos ví al amor de toda mi existencia, saliendo de la catedral con Catalina a su derecha, ese ya no era mi Romeo, ahora era el esposo...de otra.

    Capítulo 1
    Brazalete de madera.


    En sí no me defino una persona torpe, aunque me caiga en cualquier parte, sin respetar horarios ni cantidad de gente. Sólo poseo de una muy mala suerte, me hace sentir menos tonta y frágil.

    Mirate, hace unos meses ni imaginaste que estarías aquí— Me dije. Era cierto, hace meses mi futuro era incierto pero con muchas esperanzas de ser algo grande. Y todo por un escalon. En agosto de ese mismo año yo me encontraba camino a casa, trotando por llegar más rápido, cruzando la plaza del pintor a zancadas. Sigo preguntadome, ¿porqué esa plaza? Sólo por el nombre, del pintor. Eso era lo que yo fuí. Aún así quedaba a unas ocho calles de mi hogar, falta decir que una de esas calles era el gran periférco de la ciudad de México, lo que era una gran odisea de cruzar. Ese día en particular, decidí rodear la grandisíma avenida y cruzar unas siete calles más. ¿Qué tanto es tantito?

    En esos años era yo una chiquilla, mocosa y sucia, ignorante al gran mundo y a la disciplina, bueno, me perdí. Entre las magestuosas calles de México fui a dar a los barrios altos, demasiado lejos de mi casa. Para mi muy mala suerte, para llegar al extremo de la calle tenía que cruzar uno de esos colegios finos, y peor aún era la hora de la salida.

    Bien, han de ser las dos de la tarde y me perderé la comida de mamá— Sin pensar y sin imporarme, dirigida por el hambre que me envolvía, crucé justo enfrente de todos los niños riquillos. Mi escuela era una de esas públicas, apenas alcanzaba para los libros que regalaba el gobierno, pero sin duda contenía a la gente de más calidad, de una humildad grandiosa y con los profesores más cultos, entre los cuales estaba mi queridisíma profesora de artístcas, la materia que pasaba sin esfuerzo alguno. De esas que tienen un patio enorme, lleno de tierra y unos tres columpios, en los que yo me divertía junto a mi hermana mayor, Andrea. ¿Cómo iba yo a saber que, la entrada de el colegio era de escalones?

    Váyanse ustedes a saber a donde fui a parar o a cuanta gente rica manche con el oleo. Alcanzaba a escuchar las risotadas de todos los presentes desde el suelo. ¿A quién se le ocurre poner azulejos en las banquetas? Fue peor tratar de levantarme con todo el aceite de lino derramado a mi alrededor, mi ropa de por sí sucia, terminó colorida de rojo, azul, amarillo, blanco y negro. Pero si me acuerdo perfecto como mi madre me puso toda la noche a tayar mi blusa en el lavadero, imagínense el rato que me estuve tratando siquiera de quitar la mínima mancha de aceite.

    La gente seguía riendose y mirandome, mientras que yo esperaba una mano amiga o salvadora que me sacara de esa vergonzosa situación, pero nada. Como pude, con todas las cabras locas que me cargaba me levante yo solita, cogí mis chivas y me fuí. Al cabo de unos veite pasos sentí a alguien detrás de mí, voltee y fue ahí la primera vez que vi a Romeo Cienfuegos. Bastante alto para alguien de su edad, de tez morena muy sensual, cabellera negra abache y de unos ojos del más delicioso chocolate adornados de unas exquisitas y largas pestañas. Mis manos empezaron a sudar frenéticamente y el se dirigia hacía mi con velocidad.

    —Hola, pequeña— Saludó.

    Pequeña la más grande de tu casa— Pensé algo irritada.

    —Se te ha caído esto— Extendió su brazo y dejó caer en mi mano el brazalete de madera que mi padre había tallado para mí ese mes. Mi enojo se convirtió en un alivio profundo y maravilloso, si llegase a perder el brazalete de mi padre, la cruda moral y sentimental me mataría antes que cualquier mal de amores. Aunque he sobrevivido al más grande fracaso amoroso, me sentiría horrible si algún día perdiera el trozo de madera que llevo en la muñeca.

    —...Gracias— Logré articular mis labios para poder responder. Me parecieron eternos esos segundos hasta que dió la media vuelta y empezó a alejarse.

    —¡Oye!— Por extraño que pareciera, su voz me aturdía automaticamente y
    eso me divertía.

    —¿Sí?— Dije.

    —¿Estás bien?

    Muy bien.

    —¿Qué dices?

    —Es que hace unos momentos estabas en el suelo, llena de pintura...
    Y me pasó lo que nunca me había pasado. Sentí verguenza. Hasta las mejillas se me pusieron coloradas, como dos enormes tomates. Deseé tener un vestido coqueto, un sombrero de juego y zapatos limpios, o por lo menos estar peinada como la gente decente.

    —...¿Entonces?— Si no hubiera sido por ese momento de silencio en mi cerebro, nunca me hubiera percatado de que el joven seguía hablandome.

    —Lo lamento— Me disculpe más cohibida— ¿Qué me preguntaste?

    —Tu nombre pequeña pintora— Me dijo con una divina sonrisa, perfecta.

    —Elena, Elena de Mastreta.

    —Lindo nombre el de Elena, mi nombre es Romeo Cienfuegos.

    ¿Nunca han sentido esa música de fondo? Apenas si podía concentrarme en la conversación, no paraba de ver sus labio y su perfume me mareaba. Seguí callada.

    —Espero que pases más seguido por esta calle Elena, me daría mucho gusto el ver de nuevo— Me dí cuenta que se marchaba cuando la músiquilla disminuyo. Llegue a mi casa como quien no quiere la cosa, muy noche.
    Después de tayar y fregar mi ropa una y otra vez sin sacar las manchas de pintura y aceite de ella, me tiré en la cama. Desde esa noche, nunca volví a dormir bien, prefería quedar más rato a pensar en el, era mucho mejor su recuerdo que cualquier sueño profundo. Desde esa noche mis sueños fueron el escenario de Romeo Cienfuegos tendiendome el brazalete de mi padre, una y otra vez hasta que nos volvimos a encontrar.

    Espero que les guste.
    Besos :beso:
     
  2.  
    sirenita

    sirenita Usuario popular

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    Re: Elena Discordia.

    kanna-chan esta preciosa me gusta muchisimo, eres genial lo sabias?
    me encanta tu historia y sobre todo lo de ser la primera en postear ammigo esfuerzate mucho para que le pongas pronto la continuacion
    un besote gigante
    te odio con amor xD
    bye
     
  3.  
    kannayasha

    kannayasha Entusiasta

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    Re: Elena Discordia.

    Mi queridisima sirenita, tú eres la genial :cool:
    Siempre lees y me apoyas en mis historias.

    Yo también te odio con todo mi amor, o te amo con todo mi odio xD
    Besitos.
     
  4.  
    VickyGothic

    VickyGothic Usuario común

    Tauro
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    Re: Elena Discordia.

    Me encanto de verdad , espero que lo continues y sigas asi bye....
     

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