One-shot Elefante blanco (Vocaloid 8 + Mikuo y Luki)

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Ruki V, 18 Diciembre 2015.

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    Ruki V

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    Título:
    Elefante blanco (Vocaloid 8 + Mikuo y Luki)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3388
    Este escrito empezó como un intento de participación en la actividad "La mejor Navidad de la vida", pero terminé decidiendo no subirlo porque no pude hacerlo cómico, requisito que tenía que cumplir para dicha actividad (en mi caso). Pero, en los últimos dos años, o el año pasado... Me había decidido a publicar algo y dedicárselo a la gente maravillosa que he conocido en este foro. Así que, espero que lo disfruten y no sea una pérdida de tiempo para ustedes: Ahí disculpen que su servidora sea ship trash y no pudiera evitar añadir a mi OTP al escrito. Felices fiestas <3

    La casa de los Hatsune tenía un asombroso comedor en el que cabían diez personas, por lo que muy seguido era el punto de reunión de aquel extenso y variado grupo de amigos. En una ocasión, empezando el mes de diciembre, estaban todos ahí discutiendo sobre el festejo del 26 de diciembre (día en que festejaban la Navidad entre ellos, una vez pasados los convivios familiares de cada uno). Fue entonces cuando Luka propuso que jugaran al “Elefante blanco”.

    —¿Elefante blanco?— preguntó Len, evidentemente ajeno al concepto que acababa de proponer Luka.

    —En nuestra familia lo conocen como un “juego americano”— empezó a explicar Luka, —que es común para reemplazar un simple intercambio en las reuniones de oficina, o para pasar el rato con la familia en fin de año. Es de hecho similar a un intercambio de regalos. Se establece un costo estimado para que todos compren un regalo.

    —¿Qué clase de regalo?— preguntó ahora Rin, también algo perdida.

    —El que sea— intervino Luki. —Puede ser algo que valga la pena regalar o un regalo de broma.

    —¿Como qué sería un regalo de broma?— preguntó otra vez Len. Todos estaban escuchando atentamente la explicación del juego, muy interesados en la idea.

    —Nuestros padres y sus amigos a veces incluían “cosas de adultos”— decía Luki, irónicamente, como si todos ellos fuesen unos niños. Bueno, los únicos legalmente adultos eran Meiko, Kaito y Gakupo, y Luka estaba a un par de meses de serlo; pero era ridículo el pensar en el resto del grupo como “niños” (aunque les divirtiera tratar a Rin y Len como tal de vez en cuando; incluso Gumi, que tenía su misma edad. —Por ejemplo… alcohol, ropa interior, preservativos, medicamentos estimulantes.

    —¿Drogas?— preguntó Rin algo incrédula.

    —Se refiere a estimulantes sexuales— dijo Gumi con una pequeña sonrisa. Nadie estaba completamente seguro de cómo estaba por encima de la ingenuidad de Rin y Len aún con la misma edad. Rin se limitó a asentir con la cabeza.

    —También a veces incluyen cosas ridículas o inútiles— siguió explicando Luka. —Como… Un reloj despertador con forma de pato— dijo al ser lo primero que se le ocurrió.

    —O unas pantuflas con forma de comida— dijo Miku, empezando la lista de posibles regalos absurdos.

    —O un libro sobre algo aburrido, como la elaboración de las cajas— opinó Gakupo.

    —O una taza que diga “la mejor abuela del mundo”— dijo Kaito.

    —O un aromatizante para auto— agregó Mikuo.

    —O una caja de lápices— dijo Meiko.

    Llegaron a la conclusión de que si añadían más ideas a la lista, ya no habría tantas ideas para la hora de en verdad comprar los regalos. Entonces continuó la explicación, dada por Luka.

    —Los regalos se envuelven, claro, pero no se le pone etiqueta de quién lo envolvió. Se ponen todos en una mesa. Como somos diez personas, enumeramos papelitos del 1 al 10 y los revolvemos doblados en un tazón. Cada quién toma uno sin ver y eso indicará el orden en el que cada quién escogerá un regalo, lo abrirá y lo mostrará a todos. El que tenga el turno número dos puede quedarse su regalo o cambiarlo con el número uno, y el que tenga el turno número tres podrá quedarse su regalo o cambiarlo con el número uno o dos, y así sucesivamente, hasta que al final, cuando los diez tengamos regalos, el primer “participante” vaya y haga un último intercambio.

    —¿Y por qué se le lama “elefante blanco”? — preguntó Gumi.

    —La verdad, no tenemos idea, ni lo hemos investigado— dijo Luka.

    —Hmm… Creo que podemos hacerlo un poco más interesante— propuso Miku.

    —Si ya es bastante interesante, muero por oír tu idea— dijo Gumi, emocionada, apoyando los codos en el comedor y sosteniéndose la cabeza con las manos, atenta.

    —Deberíamos comprar una buena cantidad de papel de regalo, que sea toda de un mismo patrón, para que todos los regalos estén envueltos de la misma manera— todos en el grupo apoyaron la idea. Miku pidió su atención de nuevo. —Además, si a todos nos es posible, sería bueno que cada quien trajera un regalo “que vale la pena” y un regalo “inútil”. En lugar de un regalo por turno, tomamos dos y que la suerte nos acompañe en tomar algo bueno y poder conservarlo.

    Una vez más, todos apoyaron la idea. Después de ese día, como había muchas compras y trabajos diferentes que cada uno tenía que hacer, ya no les sería posible juntarse los diez hasta el día 26. Les emocionaba tanto la idea del juego que, la mayoría de ellos, esperaban con más ansias ese día que la misma Navidad. El mes pasó increíblemente lento hasta que llegó el esperado día.

    En la casa de Miku y Mikuo había también una enorme sala, y una mesa de centro de un tamaño muy suficiente, donde Miku y Luka fueron acomodando los regalos de todos conforme iban llegando, y después “mezclándolos”, a fin de cuentas olvidándose de quién trajo cuál, pues al final todos tenían un mismo envoltorio y ni se habían fijado a quién les quitaban los paquetes de distintos tamaños de las manos.

    Tuvieron una merienda con pan dulce y chocolate caliente, hablando de cómo habían pasado las fiestas con sus familias y el mes en general. Estuvieron hablando casi toda la tarde, y de rato cayeron en la cuenta (cuando, sin luces encendidas, les hizo falta el sol por la ventana) de que era hora de empezar el juego de intercambio. Entonces fueron a sentarse todos a la sala y Mikuo les tendió el tazón con los papeles enumerados. Todo mundo dijo en voz alta qué turno le había tocado. Al final, el orden era el siguiente: Len, Gakupo, Meiko, Luka, Kaito, Luki, Gumi, Rin, Miku, Mikuo.

    —Ser el primero no parece ser muy conveniente…— se quejó Len en voz baja.

    —Al contrario— le animó Luki. —Al final le quitarás lo que quieras a quien quieras.

    —Fuera de ti, que eres el primero— añadió Luka, —son más suertudos los que están casi al último de la lista—. Miku y Mikuo chocaron sus puños en señal de victoria.

    —Esto está arreglado— dijo Kaito señalándolos y ambos simplemente se echaron a reír.

    Gumi y Rin estaban contentas con sus turnos y cruzaban los dedos esperando que la suerte las acompañara. Gakupo y Meiko de cualquier modo veían aquello como algo divertido, incluso con la posibilidad de acabar con “basura” entre sus manos.

    El juego comenzó. Len se levantó de su asiento para tomar los dos regalos que le correspondían. Contempló la mesa durante cinco segundos y agarro uno de los regalos más grandes y uno de los regalos más pequeños.

    —¿Qué clase de selección fue esa?— dijo Rin alzando una ceja.

    —Quiero probar mi “suerte” al ser el primero— dijo Len encogiéndose de hombros.

    Len abrió entonces ambos regalos. El pequeño primero: Se trataba de un reloj unisex color negro. Todos vieron algo incrédulos el reloj.

    —No me esperaba algo tan simple pero de tan buen gusto— dijo Gakupo.

    —Me parece que es un muy buen regalo para comenzar— dijo Luka, echando una rápida mirada a todos en la habitación. —Apuesto a que pasará por varias manos.

    Len no puso mucha atención al regalo, pues seguía pensando en aquello de que tenía la “suerte” de ser el primero, y que si perdía lo que sea que tuviera en esos momentos, lo recuperaría más tarde. Cuando abrió el segundo regalo, empezaron las risas, aunque leves.

    —Un juego de cubetas y palas para la playa— dijo Len riéndose. —Hace cinco años me hubiera vuelto loco— dijo y Rin asintió con la cabeza riendo también. Hubo algunos cuantos gestos de negación entre risas bajas.

    Gakupo fue el segundo en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser, el primero, una canasta con cremas para manos, antibacteriales y perfumes de bolsillo; y el segundo, una gorra de beisbol con estampado de zanahorias, que sabía de sobra era el regalo “absurdo” de Gumi. Se encogió de hombros.

    —La gorra la verdad no está tan mal— dijo, y lo dijo sinceramente, aunque todos (más adelante que supieron quién llevó el regalo) apostaban a que era para lograr que Gumi sonriera como sonrió. —Len, tal vez no dure en mis manos pero te quitaré el reloj y te dejaré esta canasta.

    —Me parece bien— dice Len. —Es probable que me deshaga de ella más tarde de cualquier modo— dijo muy sonriente.

    Meiko fue la tercera en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser una caja de chocolates envinados y un espejo decorativo con marco dorado, que ella había tenido que elegir por Kaito, quien no sabía qué llevar.

    —Nadie se atreva a quitarme mis chocolates envinados— dijo con una sonrisa desafiante, viéndose en el espejo. Se encogió de hombros. —Estoy segura de que lo que tienen Len y Gakupo puede acabar en mejores manos que las mías.

    No lo demostraría como Gumi, pero Kaito estaba increíblemente feliz de que Meiko decidiera quedarse con el espejo que le ayudó a comprar. Ella no le había ayudado a escoger qué comprar con esa intención, fue mera suerte.

    Luka fue la cuarta en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser un marco para fotos diminuto, como para una foto tamaño infantil (de esas que te piden las identificaciones oficiales), y una bufanda tejida café. Ella y Luki se mordieron levemente los labios, sonriendo, porque como al final no habían acordado un precio aproximado para los regalos, ellos decidieron hacer trabajos a mano: La bufanda la había hecho Luki.

    —Este marco para fotos es ridículo— dijo y se dirigió entonces a Len. —Tú, que andas de suertudo, puedes cuidarlo hasta que lo quieras cambiar por algo, y darme esa canasta.

    —O hasta que alguien lo quiera y me lo quite— dijo Len sonriendo, y todos rieron, porque el marco había hecho bien su trabajo como regalo “absurdo”.

    Kaito fue el quinto en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser un par de lentes de sol unisex negros y un alhajero de madera. Miró este último y a las chicas que aún no pasaban por sus regalos con un gesto de duda.

    —Es una bonita caja de madera. Muy bonita pero no creo darle uso— dijo. Luego volteó con Meiko y sonrió, yéndole a quitar el espejo y dejándole el alhajero, y ella lo miró algo confundida. Él siguió sonriendo. —Seguro tienes algún regalo de Navidad que te dieron para guardar ahí.

    Meiko se sonrojó. Las chicas la miraron fijamente, mientras los chicos miraban fijamente a Kaito, mientras se preguntaban a qué se referían. En general, todos imaginaron un anillo dentro de ese alhajero, y luego pensaron “Ya nos lo hubieran dicho” y desecharon la idea.

    Luki fue el sexto en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser un set de salero y pimientero con forma de biberón y un jabón para trastes con olor a naranja.

    —JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA…— Antes de siquiera poder mostrar los regalos, se empezó a carcajear. Luka fue a quitárselos y se empezó a reír al verlos y mostrárselos a los demás, que igual se rieron, quizás no tanto como Luki y Luka. —Ni siquiera en un baby shower regalaría esto— dijo Luki, refiriéndose a los saleros, más calmado.

    —¿Quién tuvo la idea de fabricar este producto— empezó a cuestionar Luka, —y quién se la compró para que uno de nosotros lo pudiera comprar?

    —Lo siento, Gakupo— dijo y fue a entregarle los saleros. —Despídete de tu reloj. No tengo nada que decir sobre el jabón para trastes; una vuelta a la tienda menos— dijo y todos se rieron otro poco antes de seguir con la lista.

    Gumi fue la séptima en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser un par de calcetines con estampado de banana y un chaleco unisex de rombos.

    —Nadie me va a quitar estos regalos, ¿verdad? — preguntó.

    —No— dijo Miku, como con obviedad. —Sería tonto por parte de Len quitarte los calcetines que él trajo— todos rieron porque todos lo pensaban, y era cierto. —Y nadie te va a quitar ese chaleco.

    —¿Eh? ¿Por qué?— preguntó Gumi. Nadie, excepto Gakupo, había captado que su pregunta inicial se debía a que no quería que le quitaran los regalos.

    —A nadie le gustan esos chalecos— dijo Miku, incrédula.

    —Admite que, como yo, fracasaste con tu regalo “absurdo”— le dijo Len y ella se limitó a suspirar, y todos rieron otro poco para después retomar el juego.

    Rin fue la octava en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser una bolsa de celofán con dulces y un par de guantes de invierno rotos. Miró sorprendida este último, pero en lugar de decir cualquier cosa, se acercó con Luki.

    —Estoy tan confundida por este regalo absurdo que prefiero quitarte el jabón para trastes.

    —¿Me obligarás a ir a la tienda?— preguntó fingiendo tristeza y los dos se rieron, haciendo el intercambio.

    Miku era la penúltima en tomar y desenvolver dos regalos, que resultaron ser un gorro tejido café y un paquete de velas aromáticas. Sonrió.

    —No creo que vayan a quitarme algo de esto, ¿o si, chicos?— preguntó Miku mirando a Mikuo y a Len. El rubio de inmediato negó con la cabeza y Mikuo hizo como si lo pensara. —Estoy bien así. Creo que tuve suerte.

    Mikuo fue el último en tomar y desenvolver dos regalos, los restantes, que resultaron ser un set de labiales y seis latas de comida para gato. Todos rieron y aplaudieron al otro buen regalo absurdo.

    —Entonces, ¿con quién vas a intercambiar tu comida para gato? — dijo Kaito sonriendo. —No creo que quieras ceder esos labiales. Combinan con tus ojos.

    —Yo se que mueres por quitármelos, Kaito— dijo Mikuo, también sonriendo. —Pero he estado pensando en adoptar un gato, y creo que me hace falta una bufanda para este invierno— dijo tendiéndole los labiales a Luka, que los aceptó con una sonrisa confundida y una mirada de reojo a su hermano, aún más confundido.

    —Bueno…— empezó a decir Luki, algo perdido, pero retomando la cordura al caer en la cuenta de lo que iba a empezar a decir. —No hay más regalos en la mesa. Len puede hacer el intercambio final.

    Len sonrió y fue a deshacerse de las cubetas y palas que sólo habían estado en sus manos. Se las entregó a Kaito, quitándole los lentes de sol, que habían sido de los regalos más vistosos, según todos.

    Al final del juego, se pusieron a comentar sobre quién había traído qué regalos. Meiko, Gakupo y Luka se llevaron los primeros lugares por los regalos más absurdos (salero y pimientero, marco diminuto y comida para gato, respectivamente). En general, todos estaban satisfechos con los regalos que se suponía eran los que valían la pena, pues resultó ser así. Ningún regalo pasó por varias manos, como platicaron Luka y Luki sobre otros años que habían presenciado el juego (en el que no los dejaban participar por ser menores de edad, pero igual iban de espectadores).

    Len se puso sus lentes de sol, Gakupo su gorra de zanahorias, Gumi su chaleco de rombos y también sus calcetines de banana, Miku su gorro tejido café.

    Meiko empezó a comer y a ofrecer de sus chocolates envinados y Rin de sus dulces de la bolsa de celofán aunque fueran pocos.

    Luki también decidió ponerse sus guantes de invierno “rotos”: La verdad era que descubrían poco más de la punta de los dedos, y algunos guantes estaban diseñados así.

    —¿Te gustaron más los guantes rotos que el reloj?— le dijo Miku, que estaba sentada junto a él.

    —Bueno, el reloj no tiene baterías, así que no puedo usarlo ahora— dijo manteniendo su mirada dirigida a sus propias manos. —Y mis manos son siempre hielos en invierno.

    —¿No se te congelan más los dedos, con o sin guantes?— le preguntó riendo.

    —Si me concentro en el calor de mis palmas, no es para tanto.

    —Supongo que hasta para cosas “absurdas”, Mikuo tiene muy buenos gustos— Luki la miró algo sorprendido. No había escuchado quién había comprado el reloj o los guantes. —Yo también estoy contenta de haberme quedado con un regalo de Luka, ¿sabes?

    —Se te ve bien— Luki había tejido la bufanda y Luka el gorro.

    —Mikuo también está contento.

    —Luka podría regalarle puerros envenenados y estaría contento— bromeó y Miku negó con la cabeza.

    —Yo lo decía por la bufanda— Luki se sonrojó levemente. —Pudo haber robado los lentes a Kaito, ¿no? O tal vez mi gorro.

    —Pero él no sabía que yo hice esa bufanda…— Miku sonrió —¿o sí?

    —Luka ya me había contado de sus regalos— dijo encogiéndose de hombros. —Y yo le había contado de los nuestros.

    —Apuesto a que te hubiera gustado que le tocaran los lentes.

    —Sin remedio. No le salieron a ella ni a nadie antes que ella. De cualquier modo le tengo un regalo. Es mi mejor amiga después de todo

    —Son afortunadas en tenerse la una a la otra.

    —Ojalá tú fueses un poco más afortunado— dijo señalando con su cabeza hacia Mikuo, que estaba parado junto a una ventana.

    —Chicos, está nevando— dijo Mikuo invitándolos a asomarse.

    Se arremolinaron para intentar ver por la ventana, pero al final Gumi simplemente corrió por su chamarra y luego hacia la salida. Con menos prisa, los demás hicieron lo mismo, saliendo por la puerta uno tras otro.

    Antes de que Luki pudiera seguirlos, Mikuo lo detuvo.

    —Tú no traes nada muy abrigador, vives enfermo, ¿y quieres salir a la nieve?— le preguntó alzando una ceja, incrédulo, pero sonriéndole.

    —Cómo fastidias— le respondió Luki sonriendo también. —Hace un par de años que no nevaba.

    —Si, si— dijo cerrando la puerta y arrastrándolo a la ventana. —Y eso significa que puedes vivir con ver esta nevada desde adentro.

    —Tal vez me puedas prestar la bufanda que hice— dijo Luki, resignado a no salir, pero contento a fin de cuentas.

    —¿Tú la hiciste? — preguntó Mikuo fingiendo muy mal la sorpresa. Luki se rió.

    —Miku me dijo que por ella te enteras de todo— respondió y Mikuo suspiró.

    —Es muy mala para guardar secretos.

    —Y tú eres muy bueno guardándote tus sentimientos— murmuró Luki.

    —¿Qué dijiste?

    —No, nada. La nieve lo está cubriendo todo muy rápido.

    En el patio frontal de la casa, estaban todos los demás. Gakupo simplemente se recargaba en un muro a observar a Gumi dando vueltas al ver la nieve caer, como niña pequeña. Kaito y Meiko estaban de pie, uno muy cerca del otro, mirando al cielo mientras la nieve caía. Rin y Len, como niños pequeños, aunque no quisieran, intentaban dibujar en la nieve con sus pies. Miku y Luka se mantenían cerca de la puerta, evitando que les cayera mucha nieve encima, pero igual disfrutando la vista mientras conversaban de quién sabe qué.

    La Nochebuena y la Navidad con sus familias habían sido bastante ordinarias, pacíficas y a la vez no. Con aquel grupo se respiraba una paz muy diferente, en un buen sentido. Era más bien extraordinario. Aunque algunos de ellos se sintieran fuera de lugar algunas veces, se sentían más en casa con sus amigos que con sus familias. “Esa es la clase de amistad que vale” había dicho Luka una vez. Incluso, rodeándose de aquel grupo de personas era cuando más completos se sentían.

    —Ha sido la mejor Navidad…— empezó a decir Luki.

    —Hoy no es Navidad— le interrumpió Mikuo sonriendo. Luki sonrió de vuelta.

    —Creo que eso es todavía mejor.

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    Última edición: 9 Febrero 2022
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